La muerte está de tu lado.

Gian.

Es tan doloroso...

El hombre quien está en el suelo comienza quejarse y a gritar.

—Desgraciada...—llora el hombre.—Dijiste que si te decía quien fue quien me mandó, solo me cortarías la cara. Incluso...—me mira.—¡Ayúdame!, esa mujer es un monstruo. Me cortó los genitales. NI SIQUIERA LO PENSÓ DOS VECES.—se ve pálido, realmente a perdido mucha sangre.

Rose se acerca al hombre.—deberías también decir que es lo que hiciste tú... violaste, asesinaste y torturaste a mi dama de compañía. Le hiciste cosas muy feas a una niña y también abusas de tu hija pequeña. Mataste a mi fiel escolta.— se coloca un colgante en su cuello.—Mereces morir lentamente y muy dolorosamente. Acabas de arrebatarme a las personas que se estaban convirtiendo en lo más importante para mi.

—Créeme que si no me hubiera dejado atrapar, ahora estarías igual o peor que esa perra.—habla de Eliza.

La impotencia se hace presente en mi. Ese hombre...

—Tú...—veo como Rose comienza a temblar.

Con la navaja en mano, me pongo en cuclillas cerca del hombre y le miro.

—Veo que no sabes en la posición que estás ahora. Si sigues hablando idioteces...créeme que yo no soy como Rose, no sólo te torturaré, puedo dejarte libre y hacerte la vida imposible. ¿Cómo te llamas?.—hago un pequeño corte en el pecho.

—Cambri Loncon. Créeme, quien me mandó es mucho peor que ambos. Es un demonio.—comienza toser y a debilirse mucho más.

—¿Tanto quieres el dinero?. Eres un hombre que ama el dinero y no le importa si quiera su familia. A ese tipo de personas, las odio.

—Misty...—se queja entre sábanas una niña.

—Al fin despertó esa perra.—mira hacia la cama.

—Iré a por un médico. No, mandaré a alguien. No estás en condiciones de quedarte sola con este hombre y la niña.—le hablo a Rose, quien fue a ver a la pequeña.

—No me dejes sola con él, porque soy capaz de matarlo, si abre nuevamente el osico.—dice lavandose las manos en una vasija.

Rose.

Estoy tan enojada...ya no me importa si ese animal muere. Lo único que quiero es que Eliza no despierte aún, para que no lo vea.

—¿Señorita Rose, que pasó?—entra asustado Marlo.—Solo fui a comprar unos dulces para Eliza.

—Marlo, ve a por un médico, por favor. Ojalá y sea mujer. Busca a una, aunque sea imposible. Aunque sea una curandera.—le hablo al chico.

—Enseguida, mi señorita.—hace una reverencia y se va corriendo.

—¿Está muy mal?.—se acerca Gian y me coloca una chaqueta en la espalda.

—Si tan solo hubiera llegado antes...—me se quiebra la voz.—Lázaro, Misty...y Eliza...—ya no puedo más y caigo en mis rodillas.

Gian me abraza y me consuela.

—No te culpes, quien tiene toda la culpa soy yo, si yo no te hubiera llevado conmigo...—él mira al hombre.—me entregaré...diré que fue en defensa propia.

—¿Qué?...—consulto secando mis lágrimas.—No estarás pensando en culparte sobre lo que le hice a ese hombre, ¿cierto?.—tomo su rostro entre mi manos.—deja de decir estupideces, Gian.

—Rose Bernolth, ¿no?.—ríe el hombre.—la mujer que me mandó te conoce, dijo algo de que eras una chica realmente tonta y mal educada. También dijo algo de que era horrible tener de familia a la hija de una prostutita. Por lo que veo tienes los hábitos de tu madre, ¿no es así?. Yo fui uno de los clientes se tu madre, si supieras lo bueno que fue, aunque estaba más abierta que...—me estaba conteniendo un montón, es cuando veo que Gian se aleja de mi y clava la navaja junto en medio de ambos ojos del aquel hombre.

—Ya estabas hablando demasiado, hijo de...—se queda en silencio.—no, tu madre no tiene la culpa de haber parido una mierda de persona.— Después me mira.—Perdón. Pero no iba a permitir que dijera más cosas de tu familia. Ahora puedo culparme, ¿no es así?. No me pasará nada, solo tendré que pagar una multa. La justicia aquí es lo más nefasta que existe.—suspira.

—...—me quedo en completo silencio.

Después de unas horas, llegó Marlo con una mujer.

—Por todos lo dioses...—dice la mujer, mirando aquella escena.—¿Estás bien?.—se acerca a mi.

—Si, yo estoy bien. Quiero que revises a la niña. Pagaré todo lo que quieras, solo debes curarla.—me levanto y suspiro.—Marlo, también ve a buscar al coronel.

La mujer curandera, destapa a Eliza y cierra los ojos por la situación desagradable.

—Dioses. Su utero está destrozado...ni hablar de su recto anal. No puedo...—dice mordiendo su labio con rabia. —maldito sea, quien hizo esto a esta pequeña.

—Señora, ¿usted es curandera?.—le pregunto curiosa.

—Así es, señorita. ¿Es extraño ver a una mujer haciendo el trabajo de un hombre?.—pregunta riendo.—Aunque para ti, no es tan extraño, ¿cierto?.

Curandera, adivina y sabia, mi señorita.—sonríe.—En mis años de vida, nunca había visto un caso así. ¿Peores?, si, pero como éste ninguno. Una chica con mentalidad de adulto y un secreto muy bien guardado, nunca antes habías peleado y hoy, diste todo de ti. La felicito, mi señora.—mira a Eliza.—se salvará, costará superar esto, pero en un futuro estará bien.

....

Pasaron las horas, la anciana pudo desinflamar y limpiar las heridas de Eliza, detuvo el sangrado de la zona vaginal y rectal. Todo lo hizo con hiervas e infusiones. Lamentablemente, la hermana de Misty, aún no está del todo consciente, de vez en cuando abre los ojos y la llama, pero después vuelve a cerrarlos.

—Antes de que venga el coronel, la curaré, mi señora.—me dice y comienza a frotar gasas y hiervas en mi cuerpo.—Ten cuidado con los que te rodean, Rose. Como te habrás dado cuenta, el dinero corrompe a una persona, más que los demonios mismos. El dinero y la lealtad, pueden hacer cosas muy feas. Otra cosa, la mismísima muerte, está de tu lado. No temas al uso de su fuente de poder, porque no será la última vez que veas a este ser en acción.

Gian.

Vaya, al final si me enojé de verdad.

Miro como aquella anciana cura a Rose y me siento tan feliz de verla mejor.

Esa anciana, en el futuro me ayudó a escapar de Minerva.

Realmente es un amor de ancianita.

—Déjeme, que también ayudaré al muchacho.—se acerca.

—No, no es mi sangre, señora.—le trato de apartar, pero ella de igual manera me limpia.

—¿Cómo estás, señor emperador?. Veo que estás cambiando el futuro.—ríe la anciana. Yo me quedo impactado.—no me pongas esa cara, te cumplí el deseo que le pediste aquella noche a la luna, ¿recuerdas?.

...Continuará......

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