—¿Qué no muera...?—me quedo unos segundos congelada y después salgo corriendo de la habitación para ir detrás de Gian.
Corro por los pasillos y bajo las escaleras lo más rápido que puedo, y para acelerar mi paso, me quito los tacones.
—¡Oye!.—grito mientras le veo subir a un carruaje, Gian me mira, pero en cosa de segundos el carruaje está en la otra calle.
Agitada trato de tranquilizar mi respiración.
Suspiro y veo mis pies descalzos.
—Incluso me los quite...—miro la planta de mis pies.—ay...—gimo levemente de dolor por las heridas que me ocasione en el festival y hoy.
—Señorita, ¿está usted bien?.—llega David a mi lado.—Sus pies...—suspira, se acerca y me carga.
—¿Qué estás...?—protesto.
—Médico...necesita que alguien cure sus pies. Pudo haberse cortado. No sea tan descuidada, señorita.—me regaña.—Si se hubiera hecho un daño mayor, culparian a sus guardaespaldas. Es decir, a nosotros.
—David, no perderás tu trabajo si me lastimo...todo lo contrario me castigarian a mi. En esta casa a nadie le interesa mi bien estar.—digo en apenas un susurro.—ni el de mi madre...
—...— David solo se queda en silencio y avanza cargandome hasta llegar a una pequeña casita en los terrenos de mi familia.
—¿Dónde...?—consulto dudosa.
Sin responder entramos a la casa y me sienta en un sofá.
—Espere aquí.—dice cortante y desaparece en un cuarto.
Después de unos minutos de ruidos, como si estuviera buscando algo, sale con un caja.
Se acerca a mi, coloca un pañuelo en uno de mis pies y saca unos frascos.
El silencio es realmente torturador e incómodo.
—¿Es tu casa...?—miro a los alrededores.
—Algo así...—dice y coloca una especie de loción en mis heridas de los pies.—debería cuidarse, señorita. Al menos, usted preocupece por usted misma. Sus pies estarán mejor mañana.
—David, muchas gracias. ¿Eres medico?.—hablo curiosamente.
—Mi padre lo era, era doctor militante. Aprendí muchas cosas de él.—después de colocar la loción en mi otro pie, envuelve ambos con una especie de calcetines. —tengo estos zapatos de mi madre, pongaselos para que pueda ir a dejarla a la mansión. Aunque no creo que quiera, son los de una tienda en el pueblo.
—Está bien, David. No te preocupes, me los pondré.—le sonrío.
—¿Qué hacía fuera de su habitación descalza?.—consulta.
—Estaba...paseando. Tenía pensado ir a colocar mis pies a la laguna Bernolth.—digo nerviosa.
—Para la próxima salga con zapatos. No olvide cuidar de usted siempre, usted siempre será su único apoyo cuando nadie esté.—dicho esto, me coloca los zapatos y me ofrece la mano.—¿vamos?.
—Si.—acepto y me levanto.
—Seré su bastón, puede apoyarse en mi si lo desea.
...
Hoy, es el cumpleaños del chico que era mi profesor de artes en el futuro.
Me enfocaré netamente en encontrarlo y así, poder tenerlo como aliado, recuerdo que tenía un carácter muy particular.
Es por eso que estoy aquí, en uno de los barrios más peligrosos de toda la capital.
Incluso tuve que venir con un vestido que cubre todo mi cuerpo, y una capucha.
Hace mucho calor.
Me acerco a un anciano para consultarle donde estoy, ya que al parecer estoy perdida.
Estas calles parecen laberintos.
—Perdone, ¿de casualidad sabe cómo se llama esta calle?.—pregunto, pero éste no me responde.—Señor, disculpe.—le toco sutilmente el hombro. Sigue sin responder, seré más directa y le preguntaré por el chico que ando buscando.—Entoces, ¿conoce a Marlo Surino?.
—¿También lo busca?.—dice el hombre levantándose y agarrando una espada.
—E-Eh, si. Pero, no lo busco por n-nada malo.—miro a la espada con el corazón en la boca.—S-Solo necesito hablar con él. Es un asunto personal.—toco mi vientre para ganar su misericordia.
No asesinaria a una mujer embarazada, ¿no?.
Vamos cae en mi mentira.
Él mira mi vientre, suspira y apunta con la espada dudoso.
—Si. E-Estoy esperando un hijo de él...—digo nerviosa.—es un embarazo de riesgo, cualquier susto puede llevar a perderle.—miento más.
El anciano suspira y hace una señal para que lo siga.
—Ese Marlo, le dije que dejara de ser tan mujeriego. —dice enojado el hombre.
No sabia que era de esa manera.
Llegamos a una casa muy malograda y antigua.
—Está escondido allí.—dice apuntando la casita.—entre con confianza. Cuídese.—dice y se marcha.
Le traje un pequeño pastel en mi bolsa.
Me contó que su madre falleció cuando era muy pequeño y creció en las calles, jamás había probado uno.
Me acerco a la puerta, suspiro y golpeo.
—Marlo...—golpeo más fuerte.—Oye, ábreme.
Veo por la ventana, la abro y entro cuidadosamente.
Como lo imaginé, todo desordenado.
Camino observando el lugar y llego a una habitación que esta cerrada con llave.
Debe estar aquí.
—¿Hola?. Hey, yo no vine a dañarte.—¿tendrá unos catorse años ahora?. En esta época es normal ver a chicos adolescentes y niños, consiguiendo dinero que alguna manera no correcta. Marlo me dijo que cuando era pequeño, tuvo que ganarse la vida, andando de mujer en mujer, e incluso con hombres.—Soy Rose Bernolth.
—No conozco a ninguna Rose. Vete.—habla desde adentro.
—Quiero que trabajes para mi, Marlo. Si lo haces, juro protegerte. No se de quien te escondes, pero sea de quien sea, te protegeré.—él se queda en silencio.— En cambio, si no aceptas...
Marlo abre la puerta y se muestra agitado.
—Acepto. Con la condición de buena comida, ropa y refugio.—habla y aprieta el abdomen con su mano.—también un médico.
Yo le miro emocionada. Realmente es él...
"—Con la condición de que me de un pastel.—ríe mientras pasa el pincel por el lienzo.—También, quiero un aumento en mi salario. ¿Acepta las condiciones, Señora?.
—Lo que tu digas, Marlo. Solo déjame salir de estas cuatro paredes. Estoy cansada de ver la cara de mi esposo y su amante.—suspiro."
Ay, que recuerdos...
—Te investigue un poco. Ten.—le doy mi bolsa.—Feliz cumpleaños, Marlo.
Él se queda boquiabierto.—Gracias.—sonríe.—¿Puedo...?—pregunta si puede comer.
—Claro, Marlo. Es tuyo.—le sonrío.—después iremos a casa y tendrás una cama donde dormir, comida todos los días, y un salario.—él mientras da el primer bocado, veo como sus ojos se iluminan.
—¿Me da permiso de tener una conducta infantil solo por este momento?.—pregunta mirando al vacío.
Marlo...no necesitas tener permiso para comportarte de manera infantil, eres un niño aún.
Me duele... tuvo que pasar por tanto, no tuvo infancia, siempre tratando de sobrevivir y tener que madurar a una edad temprana...es muy triste.
—Si...disfruta del pastel como más te guste.—acaricio su cabello.
No sé qué es lo que me pasa, pero siento la necesidad de protegerlo, no sólo a él, si no también a Eliza.
¿Será porque en mi vida anterior no tuve niños?, o, ¿estoy proyectandome en ellos?...
Perder a tu familia a una corta edad, ser maltratada por algo que tu no tienes la culpa...
¿Estoy haciendo cosas que me gustaría que hubieran hecho por mi...?
...Continuará......
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Un saludo y muchas gracias por leer. <3
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Comments
Las Patas Del Hobi Awebo
Que triste capitulo.
2022-01-04
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