En el reino nórdico de Valakay, donde las tradiciones dictan el destino de todos, el joven príncipe omega Leif Bjornsson lleva sobre sus hombros el peso de un futuro predeterminado. Destinado a liderar con sabiduría y fortaleza, su posición lo encierra en un mundo de deberes y apariencias, ocultando los verdaderos deseos de su corazón.
Cuando el imponente y misterioso caballero alfa Einar Sigurdsson se convierte en su guardián tras vencer en el Torneo del Hielo, Leif descubre una chispa de algo prohibido pero irresistible. Einar, leal hasta la médula y marcado por un pasado lleno de secretos, se encuentra dividido entre el deber que juró cumplir y la conexión magnética que comienza a surgir entre él y el príncipe.
En un mundo donde los lazos entre omegas y alfas están regidos por estrictas normas, Leif y Einar desafiarán las barreras de la tradición para encontrar un amor que podría romperlos o unirlos para siempre.
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Amor en silencio.
La noticia de que podría ver a Einar me dio la esperanza que tanto necesitaba, pero había una condición que Astrid impuso: debía estar presente durante todo el proceso de mi recuperación. Ella no lo dijo directamente, pero su mirada hablaba claro. Quería asegurarse de que no cayera en la influencia de Einar, como si su sola presencia pudiera trastocar mi mente o mi corazón. Aunque sabía que su preocupación provenía de su estatus como mi esposa y su deber hacia la familia real, no pude evitar sentir un pequeño resentimiento. Sin embargo, comprendí que era el precio que debía pagar por mi propio bienestar, por mi amor hacia Einar.
Pasaron varios días, y mi estado seguía empeorando. No podía dormir, no podía comer, y mis pensamientos se dispersaban entre la agonía de mi cuerpo y el deseo ardiente de ver a Einar. Durante esos días, sentí la presencia de Astrid a mi lado, pero no era su apoyo lo que necesitaba. Mi mente y mi cuerpo anhelaban algo que solo Einar podía ofrecerme: su cercanía.
Finalmente, se me permitió que Einar fuera llevado a mi habitación. El pobre había sufrido por sus heridas, por las flechas que los guardias de Astrid le habían lanzado y los golpes que habían recibido en la persecución. Sabía que aunque no lo habían matado, lo habían hecho sufrir lo suficiente. Durante los días siguientes, vi cómo el amor de Einar por mí lo hacía fuerte, a pesar de sus propias heridas.
Einar llegó a mi habitación, cojeando ligeramente, su rostro marcado por el dolor, pero también por una profunda determinación. Se acercó a mí con la suavidad de quien teme romper algo frágil, pero también con la seguridad de quien sabe que no hay nada en el mundo que desee más que cuidarme.
—Leif, estás mucho peor de lo que pensaba —dijo con voz suave mientras se sentaba a mi lado en la cama.
Su rostro, pálido pero hermoso, reflejaba la preocupación y el amor que sentía por mí. Mientras me miraba, pude ver que estaba dispuesto a hacer cualquier cosa por mi bienestar, y eso me hizo sentir una extraña mezcla de culpa y gratitud.
Astrid estaba en la puerta, observando en silencio, como una sombra que no podía alejarse del cuadro en el que ambos, Einar y yo, éramos los protagonistas. No podía evitar sentir la presión de su mirada, pero mi cuerpo solo respondía al llamado de Einar.
Einar me ayudó a recostarme, y luego fue por un poco de agua para mí. Mientras me alimentaba, sus manos temblaban ligeramente, no solo por el dolor físico que aún sentía, sino por la emoción que invadía su pecho. Me miró a los ojos, y fue entonces cuando pude ver la verdad en su mirada: él me amaba con toda su alma.
—No puedo dejarte solo, Leif. Necesito que te recuperes —dijo con voz baja, mientras me pasaba un trozo de pan que había mojado en agua para que pudiera tragarlo más fácilmente.
Astrid, aún en la puerta, observaba en silencio. Era consciente de que no podía interferir, aunque su presencia allí era constante, un recordatorio de su lugar en mi vida. Sin embargo, mientras Einar me cuidaba, mientras me bañaba, vestía y me mantenía a su lado, no pude evitar notar la felicidad que brillaba en su rostro. Einar estaba feliz de estar a mi lado, de poder darme lo que necesitaba para sanar. Y, a pesar de todo, sentía que era lo correcto.
Los días pasaron, y Einar no se separaba de mi lado. Lo vi arreglar mi ropa, darle de comer, y cuando me sentía tan débil que ni siquiera podía levantarme, él me acurrucaba junto a él en la cama. Era como si el mundo a nuestro alrededor hubiera desaparecido. No había nada más allá de nosotros, nada más que la presencia del otro.
Al principio, Astrid insistió en quedarse cerca, controlando cada movimiento de Einar, asegurándose de que no me causara más daño, aunque yo sabía que su verdadero temor era que nuestro amor se hiciera más fuerte. Y lo hizo, aunque nadie lo dijera en voz alta. Cada vez que Einar me tocaba, cada vez que me miraba, sentía como si un lazo invisible nos uniera aún más. La impregnación, el vínculo entre Alfa y Omega, se sentía más fuerte que nunca.
Una tarde, cuando Einar me ayudaba a vestirme, sentí una conexión tan profunda con él que el mundo entero desapareció. No me importaba que Astrid estuviera mirando, no me importaba nada más que el roce de sus manos sobre mi piel, el calor de su cuerpo cerca del mío. En ese momento, Einar me miró con una ternura que nunca antes había mostrado, y su voz fue un susurro que me hizo temblar.
—Te amo, Leif —dijo, y por un instante, el resto del mundo se desvaneció.
Astrid estaba allí, observando, pero ya no importaba. Mi corazón pertenecía a Einar. Y aunque no podía decirlo en voz alta, ya no tenía miedo de lo que pudiera suceder. Sentía el amor de Einar en cada uno de sus gestos, en cada mirada, en cada palabra que decía.
El tiempo pasó, y pronto, las heridas de Einar comenzaron a sanar. Sin embargo, hubo algo más que no pude pasar por alto: la actitud de algunos de los guardias de la princesa. Aunque no atentaron directamente contra su vida, Einar había sufrido las consecuencias de su furia y su desprecio. Lo golpearon, lo humillaron, y si bien su vida no estuvo en peligro, sus heridas le dolieron durante días.
Fue el rey, después de enterarse de lo que había sucedido, quien decidió que esos guardias fueran destituidos de sus puestos. La justicia finalmente llegó para Einar, pero la recuperación de su cuerpo y su alma le llevó más tiempo del que imaginábamos. Nadie en el palacio sabía cómo lidiar con el amor que compartíamos, especialmente Astrid, que aunque lo entendiera, no podía aceptarlo del todo.
Con el tiempo, Einar comenzó a ver la luz de nuevo en sus ojos. Su cuerpo, aunque marcado por los golpes y las flechas, volvió a brillar con la misma fuerza que lo había caracterizado. Y en su mirada, vi la felicidad que me dio la oportunidad de cuidarme.
En los días siguientes, las pequeñas rutinas que compartimos me ayudaron a sanar, pero más importante aún, me ayudaron a descubrir que el amor no tiene barreras. No importaba lo que el mundo pensara o lo que las expectativas de los demás dijeran. Lo único que importaba era que yo estaba con Einar, y él estaba conmigo.