Elizabeth es una mujer de veinte años con condiciones de vida precarias, luchando por sugir en una sociedad empeñada a darle la cara difícil de la moneda, trabaja y estudia en la universidad, tiene ua familia numerosa, su madre y sus hermanos, su padre los abandono cuando eran pequeños, por ende su madre siempre fue su apoyo.
Las cosas comienzan a ponerse mas difíciles para Elizabeth cuando una tarde normal de su dia a dia es secuestrada por unos traficantes, luego es llevada a una gran subasta realizada solo para los grandes magnates de la alta sociedad, con ella siendo la pieza principal de dicho evento. Su comprador resulta ser un hombre alto, de cuerpo fornido, quien promete liberarla luego de que esta le pague el costo de su compra con intereses incluidos, mientras el será su dueño.
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CAPITULO 9
Desde que llega a la oficina todo es demasiado estresante, mantener un negocio y aparte tener que hacerse cargo de las empresas que sirven de fachada es mucho trabajo, Frederick ya casi no dormía, además debía terminar lo más rápido posible para poder llegar temprano a casa, cenar con Elizabeth y luego terminar el trabajo en su habitación, lograba dormir solo dos horas, luego volvía a la oficina y se repetía una y otra vez. Esa mañana en especial su cuerpo se sentía cansado y con un estrés incontenible, como siempre llamo a sus hombres para el reporte del estado de Elizabeth.
- Todo tranquilo señor – le responde el hombre en el momento en que Frederick lo llama– la señorita se encuentra desayu…- suena un vidrio romperse.
- ¡¿Qué fue eso?! – les grita Frederick, pero el hombre parecía no estar al teléfono, se escuchaba corriendo y luego hablaron.
- Busquemos por todo el lugar – dice el hombre
- Mierda, ¿podrían decirme que demonios sucede? - dice perdiendo la paciencia
- Lo siento señor, creemos que entro un intruso – le dice el hombre.
- ¿Cómo demonios sucedió? - ¿Quién sería tan idiota como para entrar en un edificio de mafiosos?
- Rompieron una de las ventanas, ya los muchachos están buscando por todo el lugar – se escuchaba un gran alboroto en el lugar.
- Elizabeth – dijo Frederick pensando que quizás fueron por ella - ¡vayan a verla! – le grita – iré para allá en este instante – se levanta del asiento, toma su saco, corre hasta es ascensor y sube al coche - ¿Qué sucedió, como esta ella? - volvió a llamar al hombre mientras conducía a toda velocidad
- La cuestión es señor – hace una pausa
- ¡habla maldita sea! – le grita al hombre
- La señorita escapo – le dice en tono débil sabiendo el castigo que recibirían.
- ¿Qué mierdas me estás diciendo? – se escuchaba la ira en su voz
- Al parecer ataco al guardia en turno – le comenzó a explicar el hombre
- ¿Elizabeth lo ataco? – estaba sorprendido
- Sí señor, el hombre tiene una herida de cuchillo en el hombro – continua
- ¿Dónde está ese hombre?
- Aquí lo tenemos, será llevado al hospital para tratarlo.
- No lo muevan de allí hasta que yo llegue – acelera – y si trata de escapar, pártele los pies.
- Entendido.
Como alma que llevaba el diablo condujo hasta llegar al edificio, dejo el auto frente a la puerta y salió corriendo, entro y subió hasta llegar al departamento, al llegar allí sus hombres se encontraban en la entrada uno a cada lado mientras los otros dos estaban parados frente al herido que se encontraba tirado en el suelo.
- ¿Por qué esta en el suelo? – pregunto Frederick
- Insistió mucho en irse – dice uno de los hombres – me pareció algo sospechoso, así que le dispare en el pie.
- No me refiero a eso – dice Frederick haciendo una señal para que le busquen una silla – digo que porque no lo tiene en una silla – sientan al hombre - saben que no me gusta hacer los interrogatorios de una forma incomoda – uno de los hombres le trae un maletín, lo abre y se coloca una mancuernas con pinchos en las puntas, al verlo el hombre en la silla comenzó a temblar – muy bien, sabes, me gusta hacer esto a la vieja escuela – suspira – siento que puedo conseguir más información – su mirada era la de un asesino.
- Señor, por favor, yo le juro que…. – Frederick lo jala con el cabello a tan solo centímetros de su rostro, su mirada era la de un demonio.
- Ahora, quiero que me expliques como es que una mujer que pesa tres veces menos tu peso, es mucho más pequeña que tú y no tiene la preparación en lucha que tienes, logro irse de tus manos – lo suelta – pero antes, quiero que sepas que esto es en serio – lo golpea tres veces en el rostro creando enorme laceraciones, el hombre gritaba del dolor - ¡Cállate maldita rata! - le grita – más te vale que empieces a hablar y que Elizabeth se encuentre en perfecto estado o te enviare con tus abuelos picado en un maletín – se acomoda la mancuerna.
Todo estaba oscuro, su garganta se sentía seca y su cuerpo húmedo, la cabeza le dolía mucho, de pronto despertó, su respiración se agito y su corazón latía a mil por hora, no podía gritar o moverse, estaba amordazada, atada de pies y manos, tirada en el suelo frio.
- Mira quien despertó – dice un hombre – pensé que tal vez debíamos arrojarte otro balde de agua – ríe – ve a avisarle al jefe – otro hombre a su lado sale corriendo, al cabo de unos minutos un hombre de traje, gordo y de mediana edad aparece frente a ella.
- Hola querida, ¿Cómo dormiste? – le pregunta a Elizabeth acercándose – cierto no puedes responder – le hace una señal al hombre que vio primero y este le quita la mordaza - ¿mejor?
- ¿Quién es usted? – su voz era temblorosa, tenía miedo.
- El quien soy no es algo que deba importarte querida – le dice el hombre sentándose en una silla frente a ella – aquí lo importante es lo que vamos a hacer contigo – ríe – veras, tu dueño Frederick Ruttherford es un maldito gusano que ha truncado muchos de mis negocios, además también está el hecho de que yo quería comprarte – se levanta y se agacha hacia Elizabeth – me enamore de tu belleza en el instante en que vi tu fotografía – la jala del cabello obligándola a sentarse – esta belleza es inigualable – lame su cuello, Elizabeth comienza a forcejar poniendo resistencia - ¡Quédate quieta maldita perra! – le da un golpe en la cara haciendo que callera al suelo y luego saca un arma – de seguro a Ruttherford si te le entregaste como toda una puta – le coloca el arma en la boca – me divertiré contigo tanto como quiera y luego te enviare por correo pieza por pieza – ríe – ya quiero ver la cara que pondrá ese maldito - ríe – tranquila no quiero que mueras sufriendo, así que mira lo que vamos a hacer - saca una pastilla – te tragaras esto y de esa forma podremos disfrutar de esto los dos – sonríe - ¿Entendiste?- empuja el arma hacia más adentro de la boca de la mujer, esta asiente - bien, ahora vas a tragártelo sin protestar o te la meteré a golpes – saca el arma y luego le introduce la píldora, sin protestas la mujer la traga – eso es, buena chica – sonríe y se levanta – ahora quítenle toda la ropa, quiero primero ver toda la mercancía – se sienta mientras los hombres comienzan a rasgarle la ropa a la mujer – oh, miren que belleza – dice al ver a la mujer desnuda – aunque no tiene ni una sola marca de besos o algún tipo de marca sexual – le hace señas a uno de los hombre y le desatan las piernas, luego las separan dejando ver al hombre toda la intimidad de Elizabeth – Ja, ja,ja – se levanta y toma a la mujer de las piernas – ¿pero que tenemos aquí?, el muy imbécil aún no se la ha cogido – ríe – premio gordo, entonces disfrutare más de esto – Elizabeth comenzó a sentir como su cuerpo se calentaba y sus sentidos se nublaban – excelente, ya está haciendo efecto la píldora- se acerca a la entre pierna de la mujer – entonces comencemos – se escuchan unos disparos.
- Señ…- un hombre que entro corriendo desde el pasillo cayó muerto justo en la entrada.
- ¿Qué mierda? – dice el hombre apuntando a la entrada, un disparo hacia su mano le arranco un dedo, provocando que este la soltara y cayera al suelo gritando.
- Espero, que estés preparado para lo que viene ahora – Dice Frederick entrando al lugar.