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El Último Cliente

El Último Cliente

Status: En proceso
Genre:Elección equivocada / Traiciones y engaños
Popularitas:3.3k
Nilai: 5
nombre de autor: Maria Esther

Cuando José Luis conoció a Violeta, no sabía a lo que se dedicaba.

Ella intentó cambiar de vida, pero las circunstancias no la dejaron.

Su vida siempre fue muy dura. El amor, la pasión, el sexo, hicieron presa de ella...

NovelToon tiene autorización de Maria Esther para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Flashback

Años atrás...

Ernesto seguía contemplando los juegos de tocador de plata, y algún tiempo debió de invertir, a lo que parece, en esas reflexiones, pues no quedaba nadie en el hotel más que él y un guardián que desde la puerta observaba con atención si él no robaba nada.

Ernesto se acercó a ese buen hombre, a quien él inspiraba tan serias inquietudes.

Buen hombre, ¿podría usted decirme el nombre de la persona que vivía aquí?, preguntó Ernesto muy amable.

La señorita Violeta Cruz.

Ernesto conocía a esa mujer de nombre y de vista.

¿Cómo?, le dijo al guardián, ¿Violeta Cruz ha muerto?

Sí, señor.

¿Y cuándo?

¿Creo que hace cuatro semanas?

¿Y por qué dejan visitar su casa, es parque o qué?

Los acreedores han pensado que esto haría aumentar la venta. Las personas pueden ver con antelación el efecto que hacen las telas y los muebles colocados, usted comprende, y esto anima a que compren.

¿Violeta tenía deudas?

¡Oh, sí!, y en gran cantidad.

¿Pero la subasta las cubrirá, sin duda?

Claro que sí, y hasta va a sobrar mucho.

¿Y a quién irá el resto entonces?

A su familia.

¿Tenía familia?

A lo que parece.

Gracias, señor. Ernesto no comprendía nada, porque Violeta le había dicho que sus padres la habían dado por muerta por el trabajo que desempeñaba. En ese entonces él era mucho más joven.

El guardián tranquilizado sobre las intenciones de Ernesto lo saludó y salió.

¡Pobre mujer!, se decía Ernesto al volver a su casa. Ha debido de morir bien tristemente, pues en su esfera no se tienen amigos más que a condición de estar sana.

Y muy a su pesar, se apiadaba de la suerte de Violeta Cruz.

Ernesto pensaba que tal vez le parecería ridículo a mucha gente, pero él tenía indulgencias inagotables, para las cortesanas y no se tomaba el trabajo de discutir siquiera esta indulgencia.

Un día al ir a tomar un pasaporte al consulado, vio en una de las calles adyacentes una mujerzuela a la que llevaban dos policías. Aunque ignoraba lo que habría hecho esa mujer; pero ella lloraba con lágrimas ardientes, abrazando a un bebé de meses que los separaba su arresto. Desde ese día, Ernesto trataba de ayudar a esa clase de mujeres. Claro que ayudó a esa mujer, quien le agradeció besándole las manos. Después, ya no la volvió a ver.

.

.

Al tercer día sería la siguiente subasta, a las 12 pm.

Habían dejado un día de intervalo entre las visitas y la venta para poder dar a los tapiceros tiempo de desclavar las telas, cortinas, etc.

En esa época, Ernesto volvía de un viaje. Así como su vida fue llena de escándalos, su muerte fue muy humilde.

Aunque la muerte es así, al desaparecer la persona los familiares siguen viviendo como si nada. Derraman algunas lágrimas eso sí, pero después todo vuelve a la normalidad.

Algunos padres lloran por sus hijos cuando les dejan mucho dinero. Si el caso es contrario ni lloran y mejor lo dejan solo sin nadie que les llore.

En cuanto a Ernesto, aunque su inicial no se encontraba sobre ninguno de los objetos de tocador de Violeta, Esa indulgencia instintiva, esa propiedad natural que ha confesado anteriormente, fue la que lo hizo pensar en su muerte más tiempo quizá del que merecía que le dedicase.

Recordaba haber visto a Violeta con frecuencia en esa casa elegante, donde ella trabajaba día a día. En un pequeño coche tan elegante de los que hoy en día ya no existen. Violeta se distinguía de las demás compañeras, porque tenía una belleza verdaderamente excepcional.

Estás desgraciadas criaturas, van siempre, cuando salen, acompañadas no se sabe de quién.

Como ningún hombre serio admite lucir en público el amor nocturno que por ella siente, y como ellas odian la soledad, Esas mujeres ya van a aquellas menos afortunadas que no tienen coche, o alguna de esas viejas elegantes en las que nada motiva la elegancia, Ya que en el sueño se puede dirigir sin temor cuando deseas saber algún detalle concerniente a la mujer que acompañan.

Pero Violeta era muy diferente. Ella por lo general llegaba siempre sola, en su coche, donde se ocultaba lo más posible, en invierno envuelta en su magnífico chal de cachemira y en verano vestida con trajes muy sencillos; y aunque hubiese en su paseo favorito mucha gente que conocía, cuándo por casualidad le sonreía, la sonrisa era visible solo para ellos y una "mujer decente" hubiese podido sonreír de la misma manera.

Aunque Violeta tenía muy pocas ocasiones de pasear porque no tenía tiempo, ya que tenía bastante clientela. De vez en cuando se iba a pasear a un bosque donde caminaba durante una hora y después regresaba a su casa en su pequeño coche. (Aclaro que al decir su casa, me refiero a la casa de citas, que era donde pasaba todas las tardes que, según ella iba a la Universidad).

Ernesto había sido testigos de algunas de esas circunstancias. Él pensaba que Violeta era como una obra de arte que fue destruida al morir. Además, pensaba que Violeta era tan hermosa que ninguna de las mujeres que trabajaban en esa casa se le igualaban en hermosura.

Sentía un gran pesar con su muerte que llegó a ella en el momento más inesperado.

Violeta hacía desaparecer del olvido a la naturaleza, por el arreglo de las prendas que vestía, era extremadamente alta y delgada.

Su chal de cachemira cuya punta llegaba al suelo por detrás, dejaba escapar a cada lado los anchos volantes de un vestido de seda. Y el hermoso manguito que ocultaba sus manos y que ella apoyaba contra su pecho, estaba rodeado de pliegues tan hábilmente dispuestos, que los ojos no tenían nada que reprocharle por exigentes que fueran para el contorno de las líneas.

Su rostro era un objeto de una coquetería particular. Era tan hermosa que parecía hecha para que fuera una perfección.

Sus hermosos ojos estaban enmarcados por unas cejas deliciosamente delineadas. Los ojos tenían unas grandes pestañas que cuando se abatían proyectaban sombra sobre sus mejillas tendidas de rosa. Una nariz fina, recta, espiritual, con las ventanillas un poco abiertas por una aspiración ardiente hasta la vida sensual. Y una boca perfecta cuyos labios se abrían graciosamente sobre unos dientes blancos como la leche. Tenía una piel tan suave como un pétalo de rosa.

Los cabellos de un color castaño claro, liso, naturalmente o no, se partían sobre la frente en dos anchos bandos y se perdían por detrás de la cabeza dejando ver un poco de las orejas, en las cuales brillaban dos diamantes de un valor de 10 a 15 mil pesos cada uno.

A pesar de la vida licenciosa que llevaba Violeta, rostro conservaba la virginidad de una gran mujer. Pareciera que hombre jamás la hubiera tocado.

1
Yolanda Vaca
Excelente
Melisuga
¡Pobre chiquilla! Usada y manipulada por un canalla desvergonzado.
A todas estas, ¿y la anticoncepción?
Melisuga
Una mentira detrás de la otra. Y la ingenua inocente se las cree todas y cada una.
Melisuga
¡Qué tipo tan patán!
Melisuga
¿domingo siete? No entendí.
Melisuga: Gracias, estimada escritora.
Esther: Acá en México decimos domingo 7, para referirnos a que no vaya a salir embarazada.
total 2 replies
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