"Dos almas gemelas, unidas por el dolor y la lucha. Nuestras vidas, un eco de la misma historia de sufrimiento y desilusión. Pero cuando el destino nos ofrece una segunda oportunidad, debemos elegir: venganza o redención.
En un mundo donde las apariencias engañan y los rostros esconden secretos, la privacidad es un lujo inexistente. Las cámaras nos observan, juzgan y critican cada movimiento. Un solo error puede ser eternizado en la memoria colectiva, definir nuestra existencia.
Ante esta realidad, nos enfrentamos a una disyuntiva: buscar justicia personal y arriesgarnos a perpetuar el ciclo de dolor, o proteger y amar a quien necesita consuelo. La elección no es fácil, pero es nuestra oportunidad para reescribir nuestra historia, para encontrar un final feliz en este mundo de falsas apariencias."
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Un corazón dividido
La mañana comenzó como todas las demás: un desfile de rutinas mecánicas que ahora eran parte de mi vida. El sol se filtraba por las cortinas, bañando la habitación en una luz cálida que apenas lograba penetrar el frío que sentía en mi interior.
Me levanté, tratando de sacudirme el cansancio que se había vuelto una constante. Mientras me preparaba, miré el reflejo de Jia en el espejo. Su rostro impecable y su mirada calculada me devolvieron la vista, pero cada día me costaba más reconocerme. ¿Quién era realmente? ¿Sora, atrapada en la vida de otra persona, o Jia, la estrella perfecta que todos querían ver?
Me vestí con uno de los atuendos elegantes que Jinwoo había dejado listos para mí. La ropa de marca, el maquillaje meticulosamente aplicado, y el peinado perfectamente cuidado eran parte del uniforme que me ayudaba a encajar en este mundo. Todo era una fachada, un disfraz que me obligaba a llevar, y aunque intentaba mantenerlo, la carga de esta doble vida era cada vez más pesada.
Al llegar a la agencia, las miradas de todos se posaron en mí. Algunos sonreían, otros me daban palabras de ánimo, pero todo se sentía tan superficial, tan vacío. Yo sonreía de vuelta, como se esperaba, pero por dentro solo podía pensar en lo absurdo que era todo. ¿Cómo podía seguir fingiendo ser alguien que no era? ¿Cómo podía encajar en una vida que me resultaba ajena y sofocante?
Los ensayos comenzaron, y una vez más me encontré en la sala de espejos, rodeada de bailarines que se movían con precisión perfecta. Mi cuerpo seguía los pasos de la coreografía, pero mi mente estaba en otra parte, perdida en los recuerdos que no dejaban de acosarme. Los días con Minho, las risas compartidas, las promesas hechas en momentos de debilidad... Todo regresaba a mí con una claridad dolorosa.
A medida que intentaba concentrarme en los movimientos, sentía la culpa crecer dentro de mí. Había traicionado a Minho, y esa traición era un peso que no desaparecía. Lo había amado, pero también lo había herido de la peor manera posible. La imagen de su rostro al enterarse de la verdad seguía persiguiéndome, como una herida que nunca cicatrizaba.
Min-Ju y Ha-na, mis compañeras de grupo, notaron mi distracción. Durante uno de los descansos, se acercaron con esa preocupación genuina que siempre trataban de ocultar tras sus sonrisas.
—Jia, ¿estás bien? —preguntó Min-Ju, con los ojos llenos de esa compasión que solo una amiga cercana puede tener.
Asentí, intentando parecer tranquila. —Sí, solo un poco cansada. Lo de siempre —respondí, forzando una sonrisa. Pero sabía que no las convencía. Nadie entendía lo que estaba pasando por dentro, ni siquiera yo.
Ha-na me dio un ligero golpe en el hombro, sonriendo con ánimo. —Ya verás que todo mejorará. A veces solo necesitamos un respiro.
Un respiro. Eso era lo que más anhelaba, pero también lo que parecía más imposible de conseguir. Todo en la vida de Jia era un torbellino de compromisos, expectativas y constantes evaluaciones de valor. En los momentos de silencio, mi mente siempre regresaba a los recuerdos de Sora, como una película proyectada en los espejos de la sala, recordándome quién era realmente.
Después del ensayo, me dirigí a una entrevista pactada por la agencia. Otro estudio de televisión, otras preguntas repetitivas sobre mi regreso, mi recuperación y los futuros proyectos. Cada respuesta estaba guionizada, calculada para mantener la imagen de la estrella que el público amaba. Pero mientras hablaba, sentía que estaba perdiendo fragmentos de mí misma, como si cada palabra me arrancara un poco más de mi identidad.
El presentador, con una sonrisa ensayada, hizo la pregunta que temía: —Jia, has tenido un año muy difícil, pero siempre has mostrado una gran fortaleza. ¿Cómo lo haces para mantenerte positiva?
Fortaleza. Esa palabra me golpeó como un puñetazo. No me sentía fuerte; me sentía quebrada, dividida entre dos vidas que no encajaban. Miré a la cámara, a las luces brillantes que me cegaban, y sentí que todos esperaban una respuesta perfecta, una que pudiera seguir alimentando la ilusión de que todo estaba bien.
—Me apoyo mucho en mis compañeras y en el amor de los fans. Es lo que me da fuerzas para seguir adelante —dije, mi voz firme aunque vacía. Pero por dentro, sentía que era otra mentira que contarme a mí misma.
Cuando finalmente volví a casa, dejé caer mi bolso en el suelo y me desplomé en el sofá. La soledad de mi departamento se sentía como un reflejo de mi mente: ordenada por fuera, pero en caos por dentro. Cerré los ojos, intentando apagar los pensamientos que me acosaban, pero en lugar de paz, todo lo que vi fueron las imágenes de mi pasado.
Me vi a mí misma junto a Minho, esa noche en la que todo se desmoronó. Sus palabras duras, sus preguntas cargadas de dolor, y mi silencio culpable. Lo había traicionado, no solo a él, sino también a mí misma. Había dejado que la presión, el miedo y la confusión me empujaran a tomar decisiones que ahora me perseguían.
Luchaba por ser Jia, pero al mismo tiempo, los recuerdos de Sora seguían surgiendo, recordándome la vida que había dejado atrás y los errores que había cometido. Era una constante batalla entre quién era y quién debía ser, y cada día, esa línea se volvía más borrosa.
Sentí las lágrimas acumularse en mis ojos, pero no las dejé caer. No podía permitirme esa debilidad, no aquí, no ahora. Me levanté y me dirigí al balcón, dejando que el aire frío de la noche me envolviera. Miré hacia la ciudad y me pregunté cómo podía seguir dividiendo mi corazón de esta manera, viviendo una vida que no me pertenecía mientras los fantasmas del pasado no dejaban de perseguirme.
Un corazón dividido no puede sostenerse para siempre, lo sabía. Pero en este momento, seguir adelante era la única opción que me quedaba, aunque no supiera cuánto más podría soportarlo.
....
Me encontraba en mi departamento, sentada en el sofá, rodeada de lujos que alguna vez habían pertenecido a Jia. Miraba mi reflejo en el espejo del salón, tratando de ver más allá del rostro que todos conocían. Era un rostro hermoso, perfecto, pero completamente ajeno a mí. Me preguntaba qué pensaría Jia si supiera que estaba atrapada en su lugar, viviendo su vida mientras luchaba contra mis propios fantasmas.
El peso de mi doble vida se volvía cada día más insoportable. Tratar de encajar en el mundo de Jia mientras los recuerdos de mi propia vida se intensificaban era como caminar sobre una cuerda floja. No podía permitirme un solo error. Cualquier momento de debilidad, cualquier desliz, y todo se vendría abajo. La presión me estaba aplastando, y la línea entre mi vida como Sora y mi nueva realidad como Jia se volvía cada vez más borrosa.
Fue en medio de esa tormenta de emociones que comenzaron a resurgir los recuerdos más dolorosos. Los fragmentos de mi vida como Sora que tanto había intentado enterrar. Recordar a Minho y a mi amiga, la traición que había destrozado todo lo que alguna vez pensé que era real. La confesión de Minho durante aquella cena, la revelación de su infidelidad con mi mejor amiga y el dolor agudo de saber que ellos me habían arrebatado no solo mi futuro, sino también mi sentido de confianza.
La traición había sido como un cuchillo clavado en mi corazón, y aunque trataba de seguir adelante, esos recuerdos seguían atormentándome. Y ahora, con esta nueva identidad, un pensamiento oscuro empezó a surgir en mi mente: ¿Qué pasaría si usara mi vida como Jia para vengarme de ellos?
Era una idea que había tratado de ignorar, de empujar al fondo de mi mente. Pero en los momentos de soledad, cuando el resentimiento y la rabia emergían, esa tentación se volvía cada vez más difícil de resistir. Como Jia, tenía poder, acceso a personas e información que Sora nunca hubiera tenido. Podía cambiar las cosas, hacer que sintieran al menos una parte del dolor que me habían causado.
Me levanté del sofá y caminé hacia el balcón, intentando calmarme, pero la ira me consumía. No era solo por lo que me habían hecho; era también por lo que me habían convertido. Sora, la chica que había sido traicionada y destrozada, ya no existía, y en su lugar estaba Jia, una figura pública que podía influir, manipular y, tal vez, devolver un poco del daño recibido.
Los pensamientos de venganza me daban una extraña sensación de control, una ilusión de poder sobre un pasado que me había dejado completamente indefensa. Podía usar esta nueva vida para exponer a Minho y a mi amiga, arruinar su felicidad como ellos habían arruinado la mía. Podía hacer que lo pagaran, y en los momentos más oscuros, eso me parecía justo.
Pero cada vez que ese deseo crecía, también lo hacía la culpa. Había algo en mí que no podía aceptar convertirse en alguien tan mezquino, que no podía dejar de preguntarse si esta nueva oportunidad de vivir significaba que debía ser mejor que ellos. La batalla entre el deseo de justicia y la necesidad de dejar ir me desgarraba por dentro, dejándome en un limbo moral del que no sabía cómo salir.
Mientras el viento frío de la noche me rodeaba, traté de recordar quién era realmente. ¿Era Sora, la mujer herida y traicionada que solo quería venganza? ¿O era Jia, alguien que, a pesar de todo, tenía la posibilidad de empezar de nuevo, de ser mejor, de no dejarse consumir por el odio?
No podía evitar pensar en lo que Jia habría hecho en mi lugar. Había visto destellos de su propia lucha en esos diarios y notas, su propia desesperación por liberarse de una vida que la estaba aplastando. Tal vez, en algún nivel profundo, ella también había enfrentado esa tentación, el deseo de hacer que alguien pagara por su sufrimiento. Y aunque no podía saberlo con certeza, sentía que ella también se había debatido entre el odio y la necesidad de encontrar algo de paz.
Regresé al interior del departamento y me dejé caer en la cama, exhausta de mis propios pensamientos. Cerré los ojos, tratando de calmar el torbellino que giraba en mi mente. Sabía que mi corazón estaba dividido, atrapado entre dos vidas, dos identidades y dos futuros posibles. Y en ese momento, entendí que la decisión que tomara no solo afectaría mi vida, sino también la de Jia.
La tentación de vengarme no desaparecería fácilmente, lo sabía. Pero también sabía que en este cuerpo, en esta vida prestada, tenía la oportunidad de ser algo más que la suma de mis resentimientos. Y aunque la batalla interna estaba lejos de terminar, me prometí a mí misma que, al menos por ahora, intentaría encontrar una forma de vivir que no estuviera definida solo por el dolor.
Porque la vida de Jia, al igual que la mía, estaba llena de sombras. Pero también podía ser un camino hacia algo mejor, si lograba encontrar la manera de reconciliar mis dos corazones divididos.