💔🔥 ZADDY: ¡Recuperando a mi Esposa! 🔥💔
Perdió a la mujer de su vida... Ahora hará lo imposible para recuperarla.
Gerónimo Báez lo tenía todo: poder, éxito y una esposa leal que lo amó por más de veinte años. Marla Andrade de Báez, una mujer fuerte y empoderada, fue su compañera incondicional… hasta que él lo arruinó todo.
🔥 La crisis de los 40 lo golpeó.
💣 Un error. Un desliz. Una traición imperdonable.
Marla no era una mujer que se quedara llorando. Con dignidad, lo dejó atrás. Se convirtió en la versión más poderosa de sí misma, mientras el mundo la aplaudía… y él la veía desde la distancia.
💔 Gerónimo ahora es el villano de su historia.
Pero hay algo más, algo que nadie ha visto… y que él no puede revelar.
🔹 La verdad está oculta entre mentiras y apariencias
🔹 Las pruebas lo condenan.
🔹 El mundo la alienta a seguir adelante sin él.
Pero Gerónimo no está dispuesto a rendirse.
🔥¿Su amor será suficiente para obtener una segunda oportunidad?
🔥¿O Marla seguirá adelante…?
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7. La Zørra del Parlamento.
POV. GERÓNIMO
—Gerónimo, debes firmar tu divorcio y casarte de inmediato con mi hija —dice Arnold con voz firme, como si me estuviera dando una orden.
Lo miro con el ceño fruncido, analizando cada uno de sus gestos. Sus ojos están cargados de una seguridad arrogante, como si ya tuviera todo planeado. Incluso se reclina en su silla con una calma estudiada, como si ya hubiera escrito el guion de esta conversación.
Me levanto con lentitud y suelto una risa sarcástica, ladeando la cabeza.
—¿De qué demonios hablas? ¿Acaso has enloquecido?
—Gerónimo… —intenta hablar, pero levanto una mano, deteniéndolo.
—Tu hija y yo jamás hemos tenido nada… ni siquiera somos amigos —espeto, sintiendo cómo mi mandíbula se tensa y mi manzana de Adán sube y baja con fuerza.
Arnold aprieta los puños hasta que sus nudillos se ponen blancos. Su mandíbula se mueve como si estuviera masticando su rabia, y la vena de su sien palpita con fuerza.
—No me vengas con tonterías, Gerónimo. Aquí todos saben lo que pasaba entre ustedes dos. No te hagas el santo… Si tu matrimonio se derrumbó, fue por tus propios errores. Y lo que te estoy diciendo no es una petición, es una exigencia.
Mis labios se curvan en una sonrisa burlona.
—¿Todos saben? No, Arnold… Lo que todos saben es que tú y la puta de tu hija me tendieron una trampa para separarme de mi mujer.
Lo escupo con desprecio, sintiendo cómo la rabia me quema las entrañas.
El maldito bastardo cree que soy uno de sus peones, alguien a quien puede manipular a su antojo.
Lo observo mientras se afloja la corbata y desabrocha el botón superior de su camisa. Está empezando a sudar. Su pecho sube y baja más rápido.
—¿Quién te crees, maldito cabrón, para hablar así de mi hija? Ella es una mujer decente… Tú la engatusaste, y ahora que te necesita, quieres lavarte las manos —gruñe Arnold, dando un paso hacia mí.
Tomo la botella de whisky del centro de la mesa y me sirvo un vaso grande. Lo bebo de un solo trago, sin apartar la mirada de él.
Marcos y la perra de Brenda observan en silencio. Ella no dice nada, solo gimotea, temblorosa, aferrándose a la tela de su vestido como si en cualquier momento pudiera desplomarse. Un acto patético. Sus lágrimas de cocodrilo solo me producen más rabia.
Dejo el vaso sobre la mesa con un golpe seco.
—Escúchame bien, Arnold… Jamás, ni aunque Brenda fuera la única mujer sobre la faz de la Tierra, me casaría con ella. Búscale uno de sus tantos amantes y que se casen… Pero conmigo no cuentes.
Las redes sociales explotaron, viralizando sin piedad cada uno de sus encuentros fogosos y poco decorosos con distintos hombres, convirtiendo su vida amorosa en tendencia. Ahora la llaman "La Zørra del Parlamento."
—Papi… —gime la zorra entre sollozos fingidos, con la voz entrecortada. Pero su mirada me dice otra cosa. Está esperando que su padre resuelva esto por ella.
Arnold se levanta de la silla y extiende una mano para tomarme por el brazo, pero soy más rápido. Me aparto con facilidad, observándolo con desprecio.
Su rostro se retuerce de ira.
—Maldito hijo de puta… Desde hoy, considérate mi enemigo. Nadie humilla a mi hija. Y menos un bastardo como tú.
Lo miro con frialdad. Al fin muestra su verdadero rostro.
—Maldigo el día en que te llamé amigo… cuando creí que realmente te interesaba el pueblo. Me dejé engañar y me uní a tu maldita campaña, aceptando que la zorra de tu hija jugara el papel de mi esposa —gruño, dejando caer la verdad sin filtro. Pensaba guardarme eso, pero su petición me sobrepasa.
Marcos suspira y se pasa una mano por la cara, como si esto fuera un déjà vu que ya no quiere repetir. Luego se coloca entre nosotros.
—Cálmense… Esto no es una plaza de mercado. No olviden que son figuras públicas y que hemos trabajado casi veinte años para estar aquí.
Gira para mirar de frente a Arnold.
—Te lo advertí… Era una pésima idea forzar esta situación. No puedes obligarlo a cargar con los errores de tu hija. Consíguele otro esposo y mándala de luna de miel lejos. Sabes que los rumores pronto cesarán.
Arnold se deja caer de nuevo en su silla, con una expresión de derrota.
Luego, Marcos se gira hacia mí.
—No tienes por qué tratar así a Brenda ni culparla por tu matrimonio fallido… Te pasaste, Gerónimo. No sé en qué te has convertido.
Mis puños se cierran con fuerza, pero sé que esto no ha terminado. No puedo dejarme arrastrar por la furia del momento.
Suspiro y me paso una mano por el rostro, fingiendo recomponerme.
—Brenda, perdona mis expresiones —digo con voz grave, midiendo cada palabra—. Pero aún estoy superando el duelo de haber perdido el amor de mi esposa y su abandono.
Lo digo con un tono casi melancólico, como si realmente sintiera haberla ofendido. Pero en realidad, lo único que siento es desprecio.
Brenda parpadea y se aferra a su teatro patético de víctima.
—Nunca pensé que fuese tan desagradable para ti… —musita, dejando escapar un sollozo forzado—. Y no sé de dónde sacaste que yo tuve que ver algo con las decisiones de tu exesposa…
Esa última palabra me golpea como un balazo en la sien.
Siento un calor abrasador subiéndome por la garganta. ¿Quién demonios se cree para referirse a Marla como mi "ex"?
—Yo… —Voy a estallar, pero Marcos me detiene con un gesto firme.
—Gerónimo, no digas nada más. Debemos salir a dar una entrevista, como un frente unido. Mañana, cuando la tormenta baje, hablaremos.
Se gira hacia Arnold y luego a mí, su mirada cargada de advertencia.
—Espero que aquí muera este inconveniente. La opinión pública y los demás partidos no pueden vernos divididos.
Arnold no responde, solo me observa con el odio pintado en el rostro. Brenda se limpia las lágrimas falsas, mientras Harold nos analiza como si tratara de contener una bomba a punto de estallar.
—Arnold, perdona, pero estoy un poco estresado… —digo, extendiendo mi mano con total hipocresía—. Creo que es momento de que me tome unos días libres.
Arnold entrecierra los ojos, midiendo mis palabras con evidente desconfianza. Su mandíbula se tensa y sus dedos tamborilean sobre la mesa.
—Ahora no es el momento para tomarte descansos, Gerónimo —gruñe, con un tono que más que persuasión suena a amenaza—. Necesitamos mostrar unidad, y tú… tú eres una pieza clave.
Sonrío con fingida modestia, apretando la mano de Arnold y sintiéndome asqueado de seguir aquí…
Ahora sí doctorcita, aténgase a las consecuencias de sus palabras