¿ Que ya no me amas?... esa es la manera en que justificas tú cobarde deslealtad... Lavender no podía creerlo, su esposo, su amado esposo le había traicionado de la peor forma. Ahora no solo quedaba divorciarse, sino también vengarse.
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Capitulo 12
—Hemos confirmado que la Duquesa no se encuentra en el condado de Tarth y ya hemos registrado todos los pueblos aledaños... No encontramos rastro de ella, su Gracia—informó Rafael, capitán de los caballeros del Ducado de Lehman, su voz tensa mientras mantenía la cabeza gacha.
—¡Carajo! ¡Verdaderamente son unos inútiles! —rugió Maxon, lanzando con furia una pesada decoración de su escritorio contra la pared. El objeto se hizo añicos al impactar, esparciendo los restos por el suelo, mientras el Duque continuaba caminando de un lado a otro, su cuerpo irradiando tensión.
Sus ojos verdes, que siempre habían transmitido seguridad y tranquilidad, ahora estaban desorbitados, llenos de ansiedad y desesperación. Las manchas oscuras bajo sus ojos revelaban noches sin dormir, mientras las manos le temblaban levemente, síntoma del estrés acumulado. Habían pasado cinco días desde que Lavender, había desaparecido sin dejar rastro. Cinco días en los que Maxon había estado en un estado de creciente ansiedad y frustración.
No podía permitirse que la noticia de su desaparición se hiciera pública. La razón de su huida era algo que no podía salir a la luz. Maxon no quería siquiera pensar en las consecuencias si eso ocurría. Así que, en lugar de una búsqueda oficial, había desplegado un plan encubierto, ordenando a sus caballeros que la buscaran en silencio, sin levantar sospechas.
—¡Cinco días! —murmuró Maxon con los dientes apretados, su voz llena de enojo—. ¡Cinco días y no han encontrado nada! ¿Es que ni siquiera son capaces de rastrear a una mujer?
Rafael se mantuvo firme, aunque titubeó ante la ira de su señor, queriendo responder que no era "cualquier mujer", a quien buscaban. Sin embargo, mantenerse callado era lo mejor que podía hacer, si decía algo inapropiado, todo podía terminar muy mal para él.
—Mi señor, hemos investigado discretamente en todas las tierras que pertenecen al Ducado, incluso en las propiedades que la Duquesa suele frecuentar. Pero... parece que ha desaparecido por completo.
Maxon se detuvo en seco, sus manos apretadas en puños mientras su pecho subía y bajaba con respiraciones rápidas y furiosas.
La irá ardía en su interior, pero su orgullo y su desesperación por controlarlo todo se imponían. No podía dejar que el caos se desatara. Debía encontrarla antes de que rumores comenzarán a circular.
El capitán aún permanecía en el estudio del Duque, el mismo lugar donde, días atrás, Lavender había presenciado la cruel traición de las dos personas en quienes más confiaba, cuando la puerta se abrió de golpe, sin ningún anuncio ni permiso.
Los ojos de Maxon se abrieron de par en par al ver quién entraba. Era Lavender.
Vestía el mismo vestido que había llevado puesto cinco días atrás, aunque ahora le quedaba holgado, una señal evidente de que había perdido peso. Su rostro reflejaba el sufrimiento de esos días, endurecido por una expresión que no dejaba dudas de lo mal que la había pasado. Maxon apenas había entreabierto la boca para decir algo cuando Lavender ya había atravesado el estudio en dirección a él.
Sin previo aviso, su mano se elevó y se estrelló contra la mejilla de Maxon con un golpe que hizo que su rostro se girara bruscamente. El sonido de la bofetada resonó en el silencioso estudio, dejando a ambos hombres paralizados. Los ojos de Lavender destilaban puro desprecio, su mirada clavada en Maxon como si quisiera destruirlo con solo mirarlo.
Maxon apretó los puños, su rostro enrojeciendo tanto por el golpe como por la vergüenza. El capitán, boquiabierto ante la escena, no sabía cómo reaccionar.
—¡Sal de aquí! —ordenó Maxon con la voz tensa y un tono que no admitía discusión—. ¡Sal de aquí ahora mismo!
El capitán, sobresaltado, inclinó la cabeza rápidamente en señal de disculpa antes de girar hacia la puerta, pero antes de avanzara más, cuando pasaba a un lado de Lavender ella le dijo:
— Al parecer no me apreciaban tanto...
Rafael se tensó, recordando lo que le había dicho poco tiempo atrás a la Duquesa, y entendió a que se refería exactamente. Rafael se sentía muy avergonzada, pero no había explicación que valiera en ese momento, simplemente inclinó la cabeza con respeto hacía Lavender y dijo:
— Lo siento mi señora... Realmente lo siento.
Lavender no dijo nada, y su silencio era más doloroso para Rafael que terminó por retirarse.
La tensión en la sala era palpable mientras Lavender confrontaba a Maxon, sus ojos llenos de traición y desesperación.
—Te he estado buscando — dijo Maxon, con una voz que intentaba sonar calmada pero que delataba su nerviosismo.
—¿Desde cuándo? —lo interrumpió Lavender, su tono afilado como una daga—. ¿Desde cuándo me engañas?
Maxon guardó silencio, sus labios apretados, negándose a responder. El peso de esa pregunta cayó entre ellos como una barrera insalvable. Lavender sintió cómo su corazón se desmoronaba aún más con cada segundo que pasaba sin una respuesta, el dolor en su pecho se convertía en rabia. El hombre que amaba, en quien había confiado ciegamente, la había traicionado con su mejor amiga. ¿Cómo se suponía que debía actuar? ¿Qué debía hacer? ¿Cómo podía controlarse en una situación así?
—¿Por qué? —comenzó a preguntar una y otra vez, su voz temblando mientras sus manos cerradas en puños lo golpeaban en el pecho—. ¿Por qué, Maxon? ¿Cómo pudiste? ¡Tú lo eras todo para mí! Te dí lo mejor de mi pero aún así? ¿por qué?
El dolor en su voz era innegable, un reflejo del profundo sentimiento de traición que la carcomía por dentro. Ella había creído, en su inocencia, que el amor entre ambos era mutuo, pero al parecer no lo era.
—Yo... ya no te amo —dijo Maxon, su voz apenas en un susurro, mientras le sujetaba sus manos.
Lavender se detuvo en seco, sus ojos llenos de incredulidad buscando los de él, como si quisiera ver una chispa de arrepentimiento, de duda, pero no encontró nada. Las palabras se repetían en su cabeza, martillando su mente sin piedad. "Ya no te amo". ¿Era posible que el amor se desvaneciera de un día para otro? Un amor tan fuerte como el suyo, ¿había sido todo una mentira?
Con un movimiento brusco, Lavender lo empujó, su mirada ahora llena de odio.
—¿Que no me amas? ¿Y por qué no dijiste nada? —le gritó, su voz quebrada—. ¡¿Por qué me hiciste creer hasta el último maldito día que lo hacías?! ¿Y por qué... —su voz se volvió un susurro, casi asfixiado por el dolor—. ¿Por qué de entre todas las mujeres del reino te metiste con ella? ¡Con mi mejor amiga!
Lavender comprendía ahora, con una claridad cruel, que Violett nunca había sido su amiga. Si lo hubiera sido, jamás habría hecho algo tan vil. Lágrimas rodaban por su rostro, sus sollozos llenaban el aire cargado de dolor, pero Maxon, con expresión sombría, permanecía impasible.
Sin decir una palabra más, Maxon sacó un sobre de su escritorio y se lo extendió a Lavender.
—Divorcio —dijo con la voz dura, incapaz de sostenerle la mirada.
Lavender se estremeció. Aunque ya tenía claro que eso iba a pasar entre ellos, no esperaba que Maxon ya tuviera los papeles preparados y estuviera tan apresurado por hacerlo. Las lágrimas que corrían por sus mejillas se detuvieron, como si se hubieran congelado en el aire.
Una carcajada seca y amarga escapó de sus labios mientras tomaba los papeles.
—¿Entonces todo es tan fácil para ti? —preguntó, con una voz apretada por el dolor.
Maxon pareció perder la paciencia y alzó la voz, como si intentara justificarse.
—¡Ella está embarazada! No hagas esto más difícil de lo que ya es.
Las palabras cayeron como una losa sobre Lavender. La confesión golpeó su corazón, destruyéndolo en mil pedazos. El rostro de Lavender se descompuso ante la noticia, sus ojos vacíos, y Maxon, al darse cuenta del impacto de sus palabras, se calló de golpe. Una vez más, había destrozado su corazón sin piedad, y el dolor se reflejaba con toda crudeza en los ojos de Lavender.
Respirando hondo, Maxon intentó suavizar su tono.
—Por lo que alguna vez tuvimos... entiende que no puedo permitir que mi hijo nazca como un bastardo. Así que... tienes que firmar.
Por un instante, las palabras parecieron quedar atrapadas en la garganta de Lavender. Luego, con una voz que apenas lograba salir, dijo:
—Entiendo... —susurró, sacudiendo la cabeza y bajando la mirada al suelo—. Entiendo.
Maxon abrió los ojos con sorpresa, pensando que todo sería más fácil de lo que había imaginado. Pero entonces, Lavender levantó la mirada, y sus ojos ardían con renovada intensidad.
—Entiendo que eres una completa basura —dijo, con una voz que cortaba como el filo de una espada. Luego, dio media vuelta y, mientras salía del estudio, añadió—: Entiendo que los dos son una completa basura.
Maxon dio un paso hacia ella, como si intentara detenerla, pero al ver el estado en el que se encontraba Lavender, supo que cualquier intento de conversación solo terminaría en más discusiones sin llegar a ninguna resolución. Así que se quedó allí, paralizado, viendo cómo la mujer que alguna vez había amado se alejaba para siempre, llevándose consigo los pedazos rotos de lo que alguna vez fue su vida juntos.
ojalá ya Silver de sus pretensiones y nuestra protagonista ya deje de lado a esos imbeciles