Arata, un omega italiano, es el hijo menor de uno de los mafiosos más poderosos de Italia. Su familia lo ha protegido toda su vida, manteniéndolo al margen de los peligros del mundo criminal, pero cuando su padre cae en desgracia y su imperio se tambalea, Arata es utilizado como moneda de cambio en una negociación desesperada. Es vendido al mafioso ruso más temido, un alfa dominante, conocido por su crueldad, inteligencia implacable y dominio absoluto sobre su territorio.
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Capítulo 10: Caminando en círculos
Arata había pasado horas intentando distraerse con su pintura, pero no importaba cuántas veces tratara de concentrarse en los colores o las formas, su mente siempre regresaba a Mikhail. Desde su boda, Mikhail apenas había estado en casa. Siempre salía temprano, volvía tarde, y cuando lo hacía, estaba cubierto de sangre o con una frialdad que lo alejaba aún más. El peso de la marca en su nuca, ese vínculo que compartían, era un recordatorio constante de que, aunque estuvieran físicamente separados, sus destinos estaban atados.
A pesar de esa conexión, Mikhail parecía completamente distante. Arata no sabía cómo acercarse a él. Decidió intentarlo de nuevo esa noche, mientras el reloj marcaba la medianoche y la mansión estaba en silencio. Bajó a la cocina, donde se suponía que Mikhail llegaría tras su último "trabajo" con la mafia. Al escuchar el sonido de la puerta abrirse, su corazón se aceleró. Esta sería la oportunidad de hablar, de tratar de entenderlo.
Cuando Mikhail entró, sus ojos eran duros, llenos de la brutalidad que traía consigo de las calles. A pesar de eso, Arata reunió valor.
—Mikhail —dijo, con la voz más firme de lo que esperaba—. Necesito hablar contigo.
Mikhail se detuvo un momento, mirando a su omega con esa mirada fría que Arata empezaba a temer.
—¿Qué es tan importante que no puede esperar? —respondió el alfa, con tono cortante, como si su tiempo fuera demasiado valioso para perderlo en trivialidades.
Arata tragó saliva, pero no retrocedió. —Somos esposos. Estamos enlazados… y siento que apenas me conoces. Apenas hablas conmigo, y… necesito entender lo que está pasando.
Mikhail suspiró con frustración, dejando su chaqueta ensangrentada sobre el respaldo de una silla. —Tú no tienes por qué entenderlo todo. Lo que hago no es asunto tuyo, Arata. Mi trabajo es proteger esta manada. Tu trabajo es adaptarte a tu nuevo papel.
—¿Adaptarme? —Arata sintió una chispa de rabia mezclada con impotencia—. ¿Cómo se supone que me adapte si ni siquiera sé quién eres? No soy una simple posesión, Mikhail. No soy solo el omega que heredaste por un acuerdo. Soy tu esposo.
Mikhail se detuvo, sus ojos se entrecerraron peligrosamente. Arata sabía que estaba cruzando una línea, pero no podía detenerse ahora. Mikhail era un alfa dominante, implacable y despiadado, pero eso no significaba que podía ignorarlo.
—Tú eres mi omega. Eso es lo que eres —dijo Mikhail, acercándose lentamente, su presencia abrumadora llenando el espacio entre ellos—. Y no tienes que saber todo lo que hago o por qué lo hago. Mi mundo es peligroso. Si te mantengo a salvo, es suficiente.
Arata sintió un nudo en la garganta, pero no se echó atrás. —¿Y qué hay de la marca? —preguntó, con voz más suave, casi quebrada—. Nos enlazaste… nos marcamos. Se supone que eso significa algo, ¿no?
Mikhail se detuvo de nuevo. Arata notó cómo sus ojos brillaban con algo que no era solo ira, pero se desvaneció rápidamente.
—No todo tiene que significar algo —respondió Mikhail, girando para marcharse.
Arata apretó los puños. La frustración se acumulaba en su pecho, y sintió un ardor en la nuca. Sabía que Mikhail podía sentir lo que él sentía a través del enlace, pero el alfa parecía ignorarlo deliberadamente. O eso pensaba Arata. Lo que no sabía era que Mikhail sentía todo con la misma intensidad.
Ya en su habitación, Mikhail trató de ignorar el latido constante de su conexión con Arata. Pero era imposible. A pesar de su determinación de mantener la distancia, no podía escapar de la emoción que emanaba de su omega: la confusión, la frustración, el dolor… Sentía todo como si fuera propio. Cerró los ojos, apoyando la frente en la pared, intentando controlarse. Sabía que, aunque no lo admitiera, su omega estaba sufriendo por su distancia.
El alfa respiró profundamente, recordando las palabras de Sergei: "Es tu omega. No puedes simplemente ignorarlo." Pero ignorar era lo único que Mikhail sabía hacer para protegerse, para evitar el dolor que había marcado su vida.
De vuelta en su habitación, Arata se dejó caer en la cama, sintiendo la presión en su pecho aumentar. Sabía que algo profundo y oscuro mantenía a Mikhail alejado, pero no entendía por qué no podía confiar en él, al menos un poco. El peso de la marca en su nuca ardía más que nunca, recordándole que, aunque Mikhail no estuviera presente, sus sentimientos estaban entrelazados.
Era como estar atrapado en una prisión invisible. No podía escapar de sus emociones ni de las de su alfa. Pero, ¿cómo sobreviviría a esta relación si Mikhail no le daba una oportunidad para conectar?
Lo que Arata no sabía era que Mikhail, en ese mismo momento, sentía la misma angustia. El alfa dominante, a pesar de su fachada fría, estaba siendo arrastrado por las emociones de su omega. La marca no permitía que se alejara por completo, y cada vez que Arata sufría, Mikhail también lo sentía, aunque lo negara.
Esa noche, mientras la luna iluminaba la mansión, ambos se quedaron en sus respectivas habitaciones, separados por el orgullo y el miedo, pero unidos por un vínculo que ninguno podía romper.