**La vida perfecta no existe, y menos cuando la creamos basándonos en otras personas. Soy Elena Hernández, una mujer común que se enamoró del hombre perfecto. Juntos soñabamos con salir adelante y poder emprender nuestro propio negocio. Pero, para que esto pudiera ocurrir, uno de los dos debía sacrificar sus sueños. ¿Y adivinen quién se sacrificó?**
**Vivía en una burbuja que pronto me reventaría en la cara, haciéndome caer en el más profundo abismo. ¿Seré capaz de salir adelante? ¿Podré alcanzar mis propias metas? Acompáñame en este nuevo inicio y descubramos juntos de qué estoy hecha.**
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Capítulo VII Inseguridades
Punto de vista de Elena
No tuve más remedio que ir al apartamento de Leonardo, según él en mi estado no podía andar de un lado al otro. Volvimos a subir a su auto en medio de un ambiente denso y complicado.
"¿Cuántos meses tienes?", la voz de Leonardo resonó en mis oídos.
"Tres", respondí sin pensar. Estaba muy nerviosa algo que no era normal en mí.
Leonardo sonrió ante mi respuesta. "El mismo tiempo transcurrido desde aquella noche". Comento mirándome fijamente.
"Puede ser", respondí regañándome mentalmente.
El silencio se hizo pesado, como si las palabras que no decíamos pesaran más que el aire que respirábamos. Miré por la ventana, tratando de distraerme del torbellino de emociones que me invadía. La ciudad pasaba rápida, pero mi mente estaba atrapada en aquel momento.
"¿Ocurre algo?", preguntó Leonardo, su voz interrumpiendo mis pensamientos.
"No... solo... estoy tratando de asimilar todo esto", respondí, sintiendo una punzada de ansiedad en el pecho. Era cierto, no solo era el hecho de estar con él nuevamente, sino también la realidad de mi situación. Tres meses no eran solo números; eran un recordatorio constante de lo que había ocurrido y lo que estaba por venir.
Leonardo me miró con intensidad, como si pudiera leer mis pensamientos. "No tienes que sentirte presionada. Estoy aquí para ayudarte", dijo, su tono más suave ahora.
"Gracias", murmuré, sintiendo un ligero alivio ante su comprensión. Pero también sabía que había un abismo entre nosotros, no eramos de la misma clase social, el era un hombre exitoso mientras que yo solo era una desempleada cuya vida era un desastre.
Mientras salíamos del auto y nos dirigíamos hacia el edificio, mi corazón latía con fuerza. Las luces del vestíbulo iluminaban nuestro camino, pero la oscuridad de mis pensamientos seguía acechando. ¿Qué pasaría si todo cambiaba después de esta noche?
Entramos al apartamento y una ola de pensamientos negativos me inundaron, estaba aterrada de solo pensar que Leonardo me pidiera que el bebé no podía nacer, el miedo me calo los huesos y la desesperación hizo su aparición.
"Quiero que algo te quede claro, este niño es mío y no me desharé de él o te lo daré cuando nazca", las palabras salían de mi boca sin control, era como un volcán en erupción.
Leonardo me miró extrañado, en sus ojos pude ver una chispa de conmoción. "Nunca te pediría algo así, si ese bebe es mi hijo ni a ti ni a él les faltara nada".
"No tienes por qué hacerte cargo, yo decidí tenerlo y, por lo tanto, soy responsable de él", la verdad no quería estar cerca de Leonardo, temía terminar enamorada y verlo irse con alguien de su estatus social.
"Deja de decir tonterías, ambos somos responsables del bebé, yo fui irresponsable en no cuidarme, si de verdad es mi hijo nada le faltara".
Y ahí estaba otra vez esas palabras "si de verdad es mi hijo", sé que por lo ocurrido aquella noche pude haber quedado como una mujer fácil, pero eso no le da derecho en seguir dudando de mí, además yo no le estoy pidiendo que se haga cargo de nosotros.
"Estás muy callada, dime lo que piensas". Ahora su voz me irritaba, había logrado ponerme de mal humor.
"Si no estás seguro de que este bebe es tuyo entonces dejemos las cosas así, ya tengo bastantes problemas en mi vida como para tener que lidiar con tus inseguridades". Di media vuelta y me propuse salir de ese apartamento, estaba cansada física y mentalmente y no tenía humor para lidiar con esto. Iba caminando hacia la puerta cuando sentí que Leonardo me tomó del brazo y me atrajo hacia él.
"No he dicho que te puedes ir", su voz sonaba más ronca y su respiración se hizo más pesada.
"Déjame ir no tenemos nada más de que hablar", me sentía mareada, su aliento chocaba en mi cara aumentando las ganas que tenía de besarlo.
"Eres mía y nunca dejaré que te vayas de mi lado. No sé que me hiciste esa noche, pero no puedo dejar de pensar en ti".
Nuestros labios se unieron en un intenso beso, quería detenerlo, pero mi cuerpo no reaccionaba. Nuevamente, me estaba dejando llevar por el momento; sin embargo, no podía dejar que siguiera, ya no era solamente yo, llevaba una vida dentro de mí y no era justo parabmi bebé nacer en medio de una relación inestable.
"Detente por favor", logré decir aun jadeando.
"¿De verdad quieres que me detenga?", pregunto Leonardo sin alejarse de mí.
"Si, por favor".
Leonardo se alejó de mí mostrando confusión en su rostro. "¿Qué paso?, estabas disfrutando al igual que yo".
"No soy una cualquiera, esa noche estaba pasando por un mal momento y solo me dejé llevar por mis emociones... Perdón, pero no puedo dejar que las circunstancias vuelvan a ganar. Si desconfiás de que mi bebé es tuyo, entonces esperemos a que nazca y se le hace el examen de paternidad hasta entonces lo mejor es no volvernos a ver".
Salí del apartamento hecha un lío, necesitaba hablar con Lucía ella era la única que podía entenderme, mientras bajaba por el ascensor llame a mi amiga quien contestó al primer tono. "¿Dónde estás?, ¿estás bien?".
Lucía sonaba preocupada y es no era para menos, había pasado todo el día sin comunicarme con ella y para colmo había caído la noche.
"Estoy bien, pero necesito un préstamo. Estoy algo lejos del apartamento y no tengo ni un centavo encima", dije honestamente.
"Dime donde estás y yo voy por ti", insistió Lucía.
Al llegar a la salida el chófer de Leonardo me estaba esperando. "El jefe me pidió que la llevara a su casa".
"No es necesario, ya pedí un taxi". Mentí, pero lo menos que quería era que Leonardo supiera donde vivía.
"Si no la llevo me descontarán un día de mi salario, tengo familia que mantener y no me puedo dar ese lujo".
"¿Con quién hablas, a quien le quitaran un día de trabajo"? Había olvidado que no colgué la llamada y Lucía estaba escuchando todo desde el otro lado.
"Ahora te llamo amiga, no te preocupes estoy bien. Ya conseguí quien me llevara a casa".
Sin dar más explicaciones colgué la llamada y subi al auto, ahora no me podía hacer la digna además ellos me habían llevado a esa zona y seguramente un taxi desde ahí hasta el apartamento de Lucía me saldría muy caro, así que lo justo era que ellos me devolvieran a mi casa.