Completa
La vida nos da siempre segundas oportunidades y donde hubo fuego cenizas quedan, eso decía mi abuela.
Ari conoce a Álvaro cuando apenas tenían 16 años, ellos se enamoran, Pero por las circunstancias de la vida hace que cada quien tome un camino distinto a lo que ellos pensaron.
El destino los junta reviviendo el pasado amor de adolescente que tuvieron y ahora con mas fuerza.
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Cap. 10: Mi corazón en dos
ARI BLANCO
Fui de compras con mi madre. Escogí un vestido muy bello, unos zapatos de tacón. No estaba acostumbrada a vestir muy femenina.
— No puedo creer que mi hija sea una mujer hermosa— mi madre me elogiaba.
— Soy hermosa porque me parezco a ti. Madre, tengo una pregunta.
— Si Dime.
— ¿Por qué nunca te casaste? Debiste hacer tu vida de nuevo. Aún eres joven.
— Después de tenerte, tú fuiste mi prioridad. No tenía tiempo para nada. Y no me arrepiento de nada— mi mamá me abrazó— te amo hija.
— Yo también mamá. Y gracias por todo. Eres la mejor —Sentí un nudo en la garganta.
El 20 de Diciembre a las 4:00 pm de la tarde, estábamos mi madre y yo, entrando a un lugar muy bonito y elegante. Habían muchos invitados. Miré a algunos de mis compañeros de clase, Pero decidí ignorarlos.
Mi madre se retiró a saludar a un conocido de su empresa.
No entiendo como invitaron a mi mamá si no pertenecemos a este círculo social. Tal vez sea porque es Gerente de su empresa.
Se acercó una de las amigas de Anne.
— Te atreves a venir. Eres de lo peor.
— Si soy de lo peor y ese no es tu problema— le respondí con dureza.
Ellas se retiraron con una sonrisa en los labios, que siendo honesta me daba coraje.
Mi madre se acercó. Nos sentamos un rato a esperar. Empieza la marcha nupcial. Pasa a nuestro lado la novia con un vestido hermoso y un gran velo que tapaba su cara. Hasta en ese momento noté que el novio esperaba en lo que sería el altar. Mi corazón palpitaba demasiado rápido. Fijé mi mirada al novio que no podía ver la cara.
— Mamá, ¿cómo se llama el hijo de tu jefe?— le susurré en el oído.
No me dio curiosidad antes. La verdad no hubo momento de revisar la tarjeta de invitación de boda porque no quería venir.
— Creo que se llama Álvaro.
— ¿Álvaro? ¿Cuál es el apellido de tu jefe? ¿Grubstein?
—Sí. Es Grubstein.
Cuando el novio se giró para tomar la mano de Anne, sentí como si me echaran un balde de agua helada. Era Álvaro. El Álvaro que decía que no tenía nada que ver con Anne.
Mi quijada me temblaba, un nudo en la garganta no me dejaba respirar. Mordí mi labio inferior con fuerza. Mis lágrimas salieron, me las limpié rápido.
Finalmente, Anne siempre dijo la verdad. Ellos se casaron. Los invitados se sentaron, pero yo quedé de pie. Mis piernas no obedecían. Álvaro y yo, nos miramos un momento. Él bajó la mirada.
— Hija siéntate.
—Mamá, me quiero ir. Me duele el estómago y quiero vomitar— Salí corriendo del lugar. No me importaba quien me veía o si hacía el ridículo.
Mi madre me alcanzó. Me agaché y vomité.
— ¿Estás bien? Si quieres regresamos a casa. Primero tu salud.
— No es necesario. Quédate, me iré yo sola. No es justo para ti. Además, hoy andas muy bonita.
— Eso no importa. Vamos a casa.
— Mamá quédate. No es justo. Ya me siento un poco mejor, pero no quiero estar aquí. Me siento fuera de lugar.
Convencí a mi madre para que ella se quedara. Ella detuvo el taxi y le dio la dirección. Ella entró.
Llegué a casa. En cuanto me encontré sola empecé a llorar. Mi maquillaje se corrió parecía un oso panda. Pensé que no iba a doler cuando lo viera de nuevo. Me metí al baño y me di una ducha. Me puse una pijama, fui a la cocina y me tomé un tecito de valeriana, de esos que tiene mi madre guardado en el Patry y me acosté.
No podía olvidar esa última mirada de Álvaro.
Mi madre llegó al rato a la casa. Entró a mi cuarto.
— ¿Estás bien? ¿Vomitaste de nuevo?
— No. Tal vez ando indigestión. Ya pasará. Mamá, será que pueda viajar antes donde Eloisa. Quiero verla. La extraño.
—Esta bien.
— Gracias mamita.