Ella tiene miedo de la atracción que siente por el joven con el que durmió una sola noche, él hará lo posible por repetir la experiencia con la hermosa maestra de su hermanita.
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Incomodidad
Las luces del lugar eran aún más molestas que la primera vez que estuvo en aquel lugar, quizás la diferencia radicaba en que está vez eligió una mesa lo más alejada posible de la barra y más importante aún ella no estaba a gusto ahí, aunque los asientos eran cómodos, sillones para dos tapizados con una tela parecida al terciopelo, estaba claro que eran lugares destinados para parejas, el color rojo le daba un cierto toque romántico. Gabriela maldijo internamente desde el momento que se dió cuenta a dónde la había llevado Fabián. Maldijo una vez más el haberlo llamado en primer lugar.
Cómo si no hubiera más lugares a dónde ir, como a un restaurante o quizás al cine, Fabián había elegido ese lugar, ese antro en el que seguramente estaba el joven con el que había pasado la noche una semana atrás, ese joven que no podía sacarse de la cabeza.
—¿Qué te parece el lugar? —dijo Fabián muy cerca de su oído con el pretexto de la fuerte música del lugar.
Gabriela se estremeció con el ligero roce de su aliento pero no alcanzo a sentir ese cosquilleo agradable en el abdomen, ese que debería sentir ante ese gesto por parte un hombre apuesto como lo era Fabián, por el contrario estaba más preocupada mirando a su alrededor esperando no encontrarse a la distancia con la mirada oscura de Leonardo o quizás deseando en el fondo verlo una vez más.
—Es bonito —respondió Gabriela torciendo un poco la boca mientras le daba un sorbo a su bebida, un delicioso daiquiri de banana.
—Conozco al dueño, es un chico que conocí en la universidad cuando fui profesor —dijo Fabián logrando captar la atención de Gabriela.
—¿¡Así!? ¿Profesor de?
—Periodismo político —dijo con una sonrisa de dientes perfectos y para nada arrogante. En realidad Fabián parecía un sujeto agradable —. Bueno, solo fueron dos semestres. Luego me enfoque en mi trabajo en la editorial.
—Entonces Leonardo fue tu alumno.
Por la cara confusa de Fabián, Gabriela supo que cometió un error. Hasta qué punto, ese joven se había metido en su cabeza, solo había sido una noche y ella no podía parar de pensar en él, ahora lo traía a colación en la cita que se suponía era para olvidarlo.
—¿Leonardo? —preguntó Fabián un poco confundido, su sonrisa seguía ahí solo que no tan amplia como al principio.
—Bueno es que…
—¡Profesor! —escuchó Gabriela a ese exalumno que se acercó a la mesa, el ruido de la música y la gente no le permitió reconocerlo pero no pudo evitar cerrar los ojos con fuerza teniendo ver su largo y duro cuerpo frente a ella.
—Solo Fabián, hace tiempo que no soy tu profesor.
—¿¡Gaby!? —Esa voz sí que la reconocía a dónde fuera, era su amiga Andrea. Gabriela sé volvió para saludar y confirmar que en realidad fuera ella —¿Qué haces aquí?
—¿¡Ella es la maestra Gaby!? —dijo el acompañante de Andrea, en un tono un tanto divertido y a la vez malicioso. Este sería entonces el tal Bruno, el sujeto con el que Andrea estaba saliendo, un hombre de cabello castaño y ojos oscuros, un tanto parecido a Leonardo solo que no tan joven como él, este parecía más bien un hombre quizás de unos treinta y cinco; para Gabriela estaba claro, este fue el que reía cuando Andrea le llamó esa mañana.
—Parece que la mayoría aquí somos conocidos —dijo Fabián sin entender del todo el porqué de la incomodidad de Gabriela —Por qué no nos acompañan, vamos siéntense con nosotros.
Al parecer Fabián era ese hombre carismático que solía hacerse amigo de todos, no era algo que le desagradara a Gabriela, por el contrario era un sujeto divertido, solo que…
—¡Claro! —dijo Bruno sin perder tiempo haciéndose un lugar el asiento contrario a ellos.
—¡Cariño! Yo creo que no es muy buena idea —intervinó Andrea de manera oportuna, por supuesto que ella sí había notado la incomodidad de Gabriela —quizás sólo estamos interrumpiendo.
Fabián llevó una mano atrás de su cabeza y soltó una carcajada muy natural.
—Creo que tienes razón, muñeca. Será mejor que los dejemos para que continúen con su cita.
El rostro de Gabriela enrojeció
—Solo una cosa aprovechando que lo veo, bueno aprovechando que te veo Fabián. Tú trabajas en una editorial ¿Cierto?
—Si, así es.
—Bueno, lo que pasa es que mi primo acaba de volver del extranjero estaba trabajando en una importante revista en Seattle pero bueno por un asunto personal tuvo que regresar al país y yo quería pedirle si podía no sé, tener una oportunidad en…
—Entiendo. No te preocupes dale mi número y que se comunique conmigo, veré que puedo hacer por él.
—Debe de andar por aquí —Gabriela abrió sus ojos asustada, no debía verlo de nuevo, aunque se removió inquieta en su asiento y el calor en sus mejillas comenzaba a sofocarla, la última vez ni siquiera se despidió pero si él llegaba ahí y la veía con alguien más qué pasaría. Gabriela sacudió la cabeza discreta y se centró, lo de ellos había sido un encuentro casual como bien había dicho Andrea y ella estaba comenzando a actuar como una colegiala enamorada.
—Bueno, no les interrumpo más —dijo Bruno con una sonrisa socarrona —. En cuanto vea a mi primo te lo mando, si es que todavía están por aquí —Gabriela comenzaba a sentir ganas de abofetear al tipo ese por muy novio de Andrea o lo que fuera —y no se preocupen por la cuenta, está vez corre por la casa.
—Bruno, me permites un momento —dijo alguien más detrás del mencionado. El corazón de Gabriela comenzó a golpear contra sus costillas descontrolado y no se debía al ritmo de la música —Quisiera hablar contigo.
—Miren lo que es la vida, aquí está —Bruno aló a su primo hasta ponerlo frente a la mesa donde estaban Fabián y Gabriela. Ella no quiso alzar la vista para verlo pero su sola presencia hacía que su respiración se hiciera pesada, estaba muy cerca de ella y podía ver sus piernas tensas bajo la tela de su pantalón negro —. Este es mi primo Leonardo. Leo, él es Fabián Nuñez y tiene un puesto importante en una editorial.
—Es un placer, Leonardo. Bruno me comentó que trabajaste en una revista en Seattle.
Gabriela dió un sorbo a su daiquiri, tomándolo como excusa para voltear a verlo pero en cuanto sus ojos se posaron en ella no lo soporto y bajó la vista de nuevo, parecía como si la viera desnuda y eso le ocasionaba un calor difícil de controlar.
—Así es —la voz de Leonardo le pareció más profunda de lo que había sido antes, parecía incómodo, quizás molesto. —aunque no quisiera incomodarlos, su esposa podría molestarse.
Así que ese era su problema, Gabriela podía sacarlo de su error pero quizás era mejor que lo creyera así después de todo…
—Oh que descortés soy —dijo Fabián que se puso de pie y extendió su mano hacia Gabriela invitándole a ponerse en pie, dándose cuenta que la había relegado a segundo plano —esta hermosa mujer es Gabriela Castillo y lamentó decirlo pero no, ella no es mi esposa.
—Entonces esto es algo así como una cita.
La sonrisa de Leonardo se amplió y el malestar que había sentido al verla con ese hombre se esfumó entonces sus ojos le recorrieron suavemente y la vio estremecerse bajo su mirada. Leonardo no supo cómo pero de repente la ropa pareció estorbosa y la atracción hacia esa mujer se volvió más palpable. Entonces Gabriela volvió a maldecir internamente por haber llamado a Fabián para salir