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Eros, ¿Un Dios Distraído?

Eros, ¿Un Dios Distraído?

Status: Terminada
Genre:Romance / Completas / Malentendidos
Popularitas:3.3k
Nilai: 5
nombre de autor: Maria Esther

Existen muchas probabilidades que la muerte de cada uno de nosotros dé lugar a problemas de orden legal. El fallecimiento de una persona puede implicar el pago de una doble indemnización con cargo a una póliza de seguro. Esta misma póliza puede contener una cláusula en la que se señale que la compañía no pagará un solo centavo si el beneficiario se suicida dentro de los dos años siguientes a la fecha de entrada en vigor del documento.

NovelToon tiene autorización de Maria Esther para publicar essa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Hablar de mujer a mujer.

No puedo informarle en este aspecto con entera exactitud. Esa gente puede haber abonado el dinero por equivocación, como consecuencia de un fraude, o...

¿Podrían conseguir hacerse de nuevo con el dinero?

Aquí entramos de lleno en la cuestión de las pruebas. La compañía podría hacer ver que mediando determinadas circunstancias el dinero había sido abonado erróneamente a Kendra Rodríguez, añadiendo que ella es una depositaria constructiva, que retenía la cifra consignada en la póliza para beneficio de la compañía de seguros.

¿Qué clase de circunstancias?, preguntó Ramírez.

Martínez vaciló:

Considera la posibilidad de que Kendra Rodríguez hubiese envenenado deliberadamente a su esposo, manifestó Perla, con firmeza.

Estoy hablando con el señor Martínez, exclamó Ramírez, impaciente.

Es que el señor Martínez no quiere abordar directamente esa cuestión para expresarla con toda franqueza, razonó Perla.

Sinceramente, declaró Martínez, no conozco los hechos. ¿Qué es lo que le llevó a concebir esa idea, señorita Ramírez?

El tipo de las preguntas que ha venido formulando Coronado. Al parecer, Jesús piensa que Fermín no murió a consecuencia de haber ingerido alimentos en mal estado... Él sostiene que el hombre cayó enfermo a causa de eso y que se estaba recobrando cuando le fue administrada por alguien una fuerte dosis de veneno activo, la cual resultó mortal.

Ramírez habló ahora: no digas esas cosas Perla, nosotros no sabemos qué es lo que Jesús piensa.

No lo sabrás tú. Yo sí..., replicó Perla.

¿Quieres decir que Jesús Coronado te ha contado cosas que a mí me ocultó?, inquirió Francisco Ramírez.

Yo creo que me ha revelado más cosas de las que proponía darme a conocer. Es decir, he sabido leer entre líneas. Declaró Perla, convencida. Tienes que enfrentarte con estas cuestiones tal como son, tío Francisco.

Todo eso me ayudaría a salir de la sartén para lanzarme al fuego, dijo Ramírez. Kendra jamás accedería a casarse conmigo si la compañía de seguros empezase a hacer circular rumores de esa clase.

La compañía no ha puesto en circulación ningún rumor, aclaró Perla. Ahora bien, Coronado me abordó, preguntándome por mis síntomas y los síntomas de los demás; quiso saber qué cantidad de ensalada había ingerido cada uno y me preguntó quién era la persona que había dejado la fuente sobre la mesa de la cocina mientras Diana y Dolores se encontraban en la peluquería.

Me preguntó también qué era lo que yo sabía acerca de aquellas indisposiciones y si no me había extrañado a mí el hecho de que todos padecieran leves trastornos, de los cuales se recobraron rápidamente, en tanto que Fermín Rodríguez, en franca vía de recuperación, empeoró de pronto, falleciendo.

Bueno, Señor Martínez. Dijo Ramírez. Y luego añadió: lo que yo quiero es espantar a esa gente de la compañía de seguros, tenerlos a raya, mantenerlos alejados. Ya tengo bastantes problemas tal como se encuentra la cosa.

¿Usted cree que esa investigación por parte de la firma impedirá que la señora Kendra acceda a su proposición de matrimonio?

Estoy convencido de ello. Añadiré algo más: esta mujer no es de las que fuerzan las cosas, de las que se abren paso a codazos, si hace falta, donde nadie las quiere. Mientras mis familiares se muestren hostiles, no accederá a casarse conmigo.

Desde luego, manifestó Martínez usted puede arreglar esa cuestión con una reunión de familia. Podría explicar a los suyos cuáles son sus intenciones desde el punto de vista financiero. También podría señalar que está en su mano redactar un testamento decerando a sobrinos y sobrinas.

Nunca haría eso, especificó Ramírez. Nunca iría tan lejos, decididamente. Ellos son mis familiares, constituyen mi única familia. Pero si yo quiero casarme de nuevo y redactar un testamento dejando a mi esposa la cantidad de dinero que a mí se me antoje, estoy en mi derecho, soy libre de proceder así. No quiero ver a mi alrededor un puñado de parientes diciéndome a cada paso que es lo que debo hacer y lo que no puedo hacer.

No todos ellos piensan así, puntualizó Perla.

Todos no, pero algunos sí, ¿verdad?, preguntó el abogado.

Perla vaciló, finalmente miró a los ojos a Martínez. Sí, en efecto, hay algunos que piensan de ese modo, declaró.

En las circunstancias actuales, señor Ramírez, manifestó el abogado, no creo hallarme en condiciones de poder aceptar una cantidad de usted a manera de señal por mis servicios.

¿Y por qué no?

Usted no va a emprender ninguna acción contra la compañía de seguros, replicó Martínez, en todo caso tendría que ser la señora Rodríguez, quien podría demandar a la firma por difamación. Usted puede sugerir a la señora Rodríguez que consulte conmigo. Yo tal vez la representara entonces. Pero usted no tiene motivos para emprender una acción de este tipo: no puede demostrar que se le ha causado un perjuicio.

¿Que yo no puedo demostrar que se me ha causado un perjuicio?, saltó Ramírez, si los miembros de esta compañía se van de la lengua y ponen en circulación determinadas habladurías causantes de que Kendra no quiera casarse conmigo destrozarán los últimos años de mi vida.

Miraba la cosa desde el punto de vista de una acusación legal, declaró Martínez. Y pensaba también en la personalidad de cada cliente. Probablemente, yo podría representar a Kendra Rodríguez en un asunto de este tipo, no hallándome en condiciones de representarle a usted, en cambio.

Medió Perla:

Vamos tío Francisco..., eso está bien claro. Convence a Kendra para que venga a ver al señor Martínez.

Yo no puedo abordar a Kendra con esta idea, alegó Francisco Ramírez. Ella no sabe qué es lo que ese condenado detective de la compañía de seguros intenta desvelar.

¿Cómo sabe usted que ella ignora tal cosa?, inquirió Martínez.

Es lo que deduzco de su forma de comportarse. Le preocupan otras cosas. Piensa en mi familia y en la actitud que han adoptado sus miembros. Ya no hay más.

Tío Francisco, dijo Perla, enérgicamente, te estás excitando con todo esto y el médico te ordenó que te mantuvieras relajado, que no perdieses nunca la calma. Mira; voy a tener en breve, cambio de impresiones con Kendra Rodríguez. Eso queda de mi cuenta, me voy a enterar de hasta qué punto se halla informada sobre lo que está en marcha.

Vámonos, ya hemos consumido el tiempo que podía dedicarnos el señor Martínez.

Perla, decidida se puso en pie.

Pancho Ramírez hizo lo mismo, pero más lentamente.

¿Cuánto le debo, Señor Martínez?

Nada, repuso el abogado, ha hecho una declaración general del caso para mí. Entiéndase bien, no me ha dicho nada de carácter estrictamente confidencial. Subrayó solamente las circunstancias del tipo de trabajo que usted quería. Le he explicado que no estoy en condiciones de aceptarle una cantidad de dinero como señal por mis servicios, he intentado explicarle mi postura con la mayor claridad posible.

Entonces, no puede usted hacerme ningún bien, declaró Ramírez, ya que Kendra, ciertamente, jamás recurrirá a un abogado con el propósito de poner fin a esto.

Tú no sabes lo que ella puede hacer o dejar de hacer, dijo Perla. Espera a que hable con Kendra, a que las dos hablemos de mujer a mujer. Y ahora, vámonos, tío Pancho.

Ramírez, ya en la puerta, vaciló.

Puedo cederle como señal la cantidad que usted fije, cualquiera, siempre dentro de los límites de lo razonable, indicó.

Martínez sonrió, denegando con un movimiento de cabeza.

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