TERCER LIBRO PRINCIPAL DE LA COLECCIÓN HURMAYA:
Huimang es una joven que desde que recuerda ha vivido en Pallango, un reino de la Comunidad Mágica de Hurmaya, traicionada por la persona que más amaba termina prisionera en una mazmorra. La única forma de salir fue aceptar un trato y casarse con el tercer hijo del rey, el príncipe Khwan, a quien describen como alguien, misterioso, distante y despiadado; él la obligará a desafiar sus límites y descubrir su pasado.
¿Podrá Huimang sobreponerse al dolor y recuperar el derecho que le fue arrebatado?
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10. Te vuelvo eunuco
Huimang estaba temblando ahí de pie con tanta gente en la habitación, se abrazaba a si misma, bajó la mirada y pensaba, qué pasaría la verdad, cómo pudo ser tan tonta, que creyó que realmente no debía tener intimidad.
- “Tranquila princesa, solo quítese la bata y métase a la cama”, dijo muy bajito la dama principal.
- “Hay mucha gente, la lencería no cubre mucho”, respondió Huimang muy nerviosa.
El príncipe Khwan ya estaba cansado de todo el espectáculo, él nunca fue a ninguna de las noches de bodas de sus hermanos, estaba seguro que si su segundo hermano no estuviera de viaje también estaría ahí, se suponía que todo eso era para asegurar la consumación del matrimonio, pero notaba la miraba libidinosa de varios de los hombres de ahí, no entendía porque un hombre debía soportar eso si la mujer con quien iba compartir la cama era su esposa, aunque para su caso era una mentira, igual eso dañaba su orgullo se suponía que aquella mujer, que supuestamente era su esposa, debería recibir respeto.
Khwan se sacó su propia bata, quedando medio desnudo provocando que varias mujeres presentes se sonrojaran, se acercó a Huimang y la cubrió con su propia bata.
- “Yo voy a cumplir lo que te prometí, resiste un poco, haré que se vayan”, susurró Khwan y dirigió a Huimang a la cama, cubriéndola adecuadamente con las frazadas.
- “Así no es el protocolo hermanito”, protestó el príncipe Bupae.
- “Me interesa una mierda, tal vez a ti no te importe que vean a tus mujeres semidesnudas, a la mía la van a respetar desde un inicio”, expresó Khwan con disgusto.
- “Inaudito”, protestó Bupae.
- “Ya escucharon al príncipe Khwan, Su Majestad por favor”, expresó la reina Yatong dirigiendo una mirada suplicante al rey.
- “Ya escucharon, abandonemos la habitación, ¡cerrad las puertas!”, ordenó el rey de Pullango.
La orden estaba dada, no había más que hacer, todos abandonaron la habitación, cuando las puertas se cerraron, todas las fuerzas que había hecho Huimang para mantener la calma se fueron, temblaba mucho y empezó a llorar; Khuam le sirvió un vaso con agua de la jarra que había en la mesa de noche; ella sorbió un poco haciendo un esfuerzo más para calmarse.
Cuando al fin logró eso, recién cayó en cuenta sobre el torso desnudo del príncipe Kwan, pensó que eso era un cuerpo realmente esculpido por los dioses, para luego sonrojarse del fugaz pensamiento ardiente que tuvo.
- “No cree que debió advertirme de esto, Su Alteza”, expresó Huimang cerrando los ojos para no mirarlo.
- “Temí que te desanimara si te lo decía, me estoy dando cuenta que eres muy pudorosa”, expresó Khwan mientras se dirigía a su guardarropa para ponerse algo encima.
- “Y ustedes son demasiado… mejor no digo…”, comentó la princesa Huimang.
- “¿Descarados?, ¿Libertinos?, ¿Obscenos?, ya abre los ojos estoy vestido”, manifestó el príncipe Khwan.
Khwan se sentó al pie de la cama, mientras veía que Huimang se abrazaba a las frazadas para cubrirse totalmente, trató de poner una mirada más serena para tranquilizar a la joven.
- “El protocolo manda que la primer noche debemos pasarla en el palacio de Pullango, mañana después del desayuno iremos a mi palacete, como me comprometí tendrá su propia habitación, y no tendremos intimidad, a menos de que me lo pidas ¿recuerdas?. Ya te habrás dado cuenta, que nada es fácil acá, así que deberás aprender a defenderte; eres una domadora de caballos, así que eres fuerte, Lord Chien se encargará de entrenarte en el manejo de armas y hasta lucha de cuerpo a cuerpo, si lo quiere. No piense tanto en lo que pasó hoy y duerma tranquila, buscaré donde ir”, expresó el príncipe Khwan buscando una chaqueta.
- “¿Podría quedarse?”, preguntó nerviosa Huimang; el príncipe quedó sorprendido, “su hermano me da miedo, temo que…, aprenderé lo que quiera, pero no me vuelva a poner en una posición así, por favor”, dijo Huimang, en un tono suplicante.
- “No puedo asegurar nada, hay cosas acá que no se pueden cambiar. Pero lo que si puedo decir es que mi hermano no va a entrar a mi habitación, sabe que, si lo hace lo mato”, expresó serio Khwan.
- “¿Está seguro?, ¿Entonces por qué puso sus asquerosas manos en mis caderas, mientras decía que, si usted no me complacía, él podría hacerlo?”, preguntó frustrada Huimang.
- “¿Se atrevió el imbécil?”, inquirió Khwan dirigiéndose a la puerta molesto.
Huimang se armó de valor y fue corriendo con él, tomándole de la mano con fuerza, él se sorprendió y se detuvo para ver el pálido rostro de su esposa.
- “¿Va a buscar pelea ahora?, usted me dejó ahí a mi suerte, tal vez esto no sea un matrimonio por amor, ni siquiera es un matrimonio de verdad, pero todos allá afuera creen que soy su esposa, aunque sea por orgullo como hace un momento, ¿podría no exponerme así? Tal vez en su mundo, el pudor y la decencia no es tan importante, pero en el mío, en medio de la pobreza, la decencia es el único valor que yo tengo; no, no sé besar, porque no le permití a mi novio más que un roce de labios, en este poco tiempo usted me ha aferrado a su cuerpo sin el menor reparo, ¿también tengo que soportar el manoseo de los hombres de su familia?, porque si es así, libéreme de este trato”, se atrevió a decir Huimang; fue la primera vez que Khwan la vio quebrarse.
El príncipe Khwan abrió la puerta de la habitación, como sospechaba había damas de la corte esperando afuera, lo siguiente del protocolo se esperaría en la mañana, y sabía que iba a ser otra situación de vergüenza para la nueva princesa, él la había metido en esto, al menos debía concederle lo que le pedía esa noche; así que le ordenó a las damas que trajeran las ropas de su mujer y un abrigo, que le avisaran a los oficiales que alistaran el carruaje, se irían esa misma noche a su palacete.
Cuando Khwan y Huimang estaban listos para subir al carruaje, se escuchó el bullicio de un grupo de gente que se acercaba a ellos.
- “¿Qué es todo esto, Khwan?”, preguntó molesto el rey.
- “Lo que ven, me voy con mi mujer”, respondió Khwan con los ojos fríos que lo caracterizaban.
- “Cariño, sabes que deben pasar la noche acá, para mañana certificar…”, comentó la reina.
- “Le aseguro Su Majestad, que ella es pura; no se siente cómoda acá y la verdad yo tampoco; me dispensan debemos ir a casa”, interrumpió Khwan
- “Siempre tan impertinente, Khwan, pero violar el protocolo dos veces es demasiado”, expresó Bupae en tono furioso.
- “¿El protocolo incluía poner tus asquerosas manos en las caderas de mi mujer mientras bailaban?”, preguntó furioso Khwan.
El príncipe Bupae retrocedió, no creyó que la princesa Huimang se atrevería a contarlo, ya que en cualquier caso en que el hombre se sobrepasaba siempre se atribuía la culpa a la mujer, así que era normal quedarse calladas.
- “Y ni te atrevas a echarle la culpa porque te conozco muy bien, tal vez puedas asustar a otros y tengan que callar, pero yo no te tengo miedo, así que te lo advierto una sola vez, vuelves a poner tus asquerosas manos sobre mi mujer, y te aseguro que te vuelvo eunuco”, afirmó Khwan con la mirada de demonio que hacía temblar a todo el mundo.
No se escuchó ninguna palabra más, Khwan ayudó a Huimang a subir al carruaje y ambos emprendieron el camino a su palacete, ella lo quedó mirando de reojo durante todo el camino, casi cuando estaban cerca él le tomó la mano con delicadeza “no puedo aseverar que yo no te atormente, pero me aseguraré que Bupae no lo haga”.