Adrian creía que la suerte rara vez estaba de su lado, especialmente cuando perdió su trabajo debido a la homofobia. Su vida se complicó aún más cuando un accidente lo dejó atropellado, lo que le costó una entrevista de trabajo crucial. Sin embargo, lo que no podía prever era que la suerte a veces se manifiesta de maneras inesperadas. Ser atropellado por Benicio no solo cambiaría la trayectoria de su vida, sino que también desataría una serie de sentimientos intensos y lo llevaría mucho más allá de lo que jamás imaginó.
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Capítulo 10
El almuerzo de trabajo se desarrolló sin contratiempos; los temas abordados fluyeron hacia acuerdos y el futuro se avizoraba prometedor. Benicio notó que Adrián estaba atento a todo y hasta proponía ideas inteligentes que favorecían a la empresa.
— Señores, ha sido un placer compartir la mesa con ustedes. Redactaremos un documento con todo lo acordado hoy y se los enviaremos por escrito. Si están conformes, procederemos con el contrato — aclaró Benicio al ponerse de pie.
— Realmente espero que esta asociación sea fructífera, me encuentro muy entusiasmado y su equipo también parece muy capaz — el hombre estrechó la mano a Benicio y luego dirigió su mirada hacia Adrián.
— Sí, creo que esta vez he hecho una buena elección con mi personal — Benicio devolvió la mirada a Adrián.
Al concluir la reunión, todos se despidieron y salieron del restaurante, donde sus choferes ya los esperaban con los coches. Una vez en el vehículo, Benicio agradeció y dio nuevas instrucciones a Adrián.
— Gracias por tu labor de hoy, para ser tu primer día te has desempeñado muy bien, parece que esos detalles en tu currículum no eran exagerados.
— Gracias, señor, intento siempre hacer lo mejor en mi trabajo.
— Entonces sigue así — dijo Benicio ofreciendo una leve sonrisa a Adrián.
Aunque Benicio trataba de sostener su postura de jefe distante, Adrián ya había captado que no era tan frío como pretendía ser. Al regresar a la oficina, Adrián se ocupó del documento que Benicio había solicitado. Los mismos miramientos que había notado de regreso le impulsaron a inquirir con la secretaria de su jefe, quien había sido una de las personas que mejor lo recibió.
— Gabriela, ¿sabes si sucede algo aquí? Después de la reunión noté algunas miradas y murmullos raros.
— La verdad es que vi a gente hablando en voz baja por los pasillos, Adrián, pero no puedo decirte de qué trataban. Usualmente, evito enredarme en los chismes que circulan, pero si quieres puedo investigar; y si es algo que te concierne, te avisaré.
— Gracias. Quizás solo sea mi imaginación, pero si no es así, prefiero aclarar cualquier malentendido.
Adrián se marchó a su oficina a redactar el documento, como su jefe había pedido. Benicio podía monitorear su progreso al compartir el archivo desde su despacho, evaluándolo así más fácilmente.
En un momento dado, llamaron a Adrián a la presidencia. Dejó su labor y partió sin advertir que Fábio lo observaba y aguardaba hasta que él se alejase de su escritorio. Aprovechando la ausencia de Adrián, Fábio vio la oportunidad para entorpecerlo.
Fábio fue directo al computador de Adrián y vio el documento abierto en la pantalla. Lo leyó rápidamente y sin dudarlo supo qué hacer después. Eliminó el documento casi terminado, sabiendo que ello podría significar un incumplimiento del plazo de entrega para ese mismo día.
Tras concretar su acto, Fábio salió con cautela, cuidándose de no ser visto. Permaneció cerca para observar si su plan surtiría efecto.
Adrián volvió de la sala de Benicio con un documento para adjuntar. Al sentarse frente al ordenador, notó inmediatamente que algo iba mal. El archivo en el que había estado trabajando había desaparecido.
— ¿Qué demonios ha pasado? — se preguntó perplejo.
Adrián cerró varias ventanas y buscó el documento sin éxito. No había razón para que el archivo simplemente se esfumara. Miró la hora y calculó que era imposible redactarlo de nuevo a tiempo. Restaba solicitar al jefe que se lo reenviara a su ordenador por el sistema de compartición.
Sin más remedio, Adrián regresó a la oficina de Benicio, donde también se encontraba Fábio.
— Señor, ¿podría reenviar el archivo al ordenador? No sé qué ha ocurrido, pero al volver para recoger los papeles desapareció el archivo.
— ¿No estaba guardado? — Benicio sintió extrañeza.
— Estaba en guardado automático, pero no está por ninguna parte.
Fábio solo observaba lo que ocurría, guardando silencio sobre su travesura y el hecho de que estuviesen vinculados el archivo y su ordenador en tiempo real.
— Te lo reenviaré, pero asegúrate de bloquear la computadora al salir o de guardar el archivo antes. Si no estuviésemos compartiendo así, no podríamos recuperarlo hoy, como prometí.
— Lo siento, señor. No volverá a pasar. Seré más cauto.
Adrián se retiró y Benicio revisó el archivo. Según la hora de modificación, todo parecía indicar que Adrián estaba con él en ese momento, lo cual le resultó intrigante.
— Error de novato. Lo primero es guardar el trabajo — mencionó, captando la atención del jefe.
— ¿No deberías haber dicho eso delante de él? Ese comportamiento también es un fallo. No me gusta ese tipo de nimiedades en mi empresa. Los papeles ya están firmados. Puedes salir.
Fábio se sintió avergonzado y a la vez molesto por la advertencia de Benicio. Según lo que escuchó sobre Benicio, supuso que Adrián recibiría una reprimenda más severa. Sin embargo, Benicio no se dejaba llevar por habladurías. Al evaluar a Adrián en el restaurante, notó su diligencia. Por ende, decidió estar más alerta para comprender qué acontecía.
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