La Santa Guerrera

Kael y Laila corrieron a despertar a todos sin ser morados por los monstruos.

"Hay que salí de aquí ¡ya! ¡vamos, vamos!" gritaba Kael.

"Duque, se están aproximando" habló el capitán.

***Piensa Laila ¿qué se hace en estos casos? nunca he sido atacada por toros que caminan en dos patas y son gigantes!

... ¡lo tengo***!

"Necesito que todos se suban a los caballos y se vayan, los seguiré detrás!" gritó Laila pero Kael la detuvo.

"Me quedaré contigo, no podrás con ellos sola!"

"Usted debe guiar a sus tropas, estaré bien, los veo en el otro campamento, Duque, necesitan irse!"

Kael miró a los demás, quiénes no podían hacer nada contra esas bestias enormes, era irse o atacarlos y perder compañeros, no sé arriesgaría a eso. Laila insistió en que no era el momento de discutir y que se fueran.

Todos tomaron sus cabellos y espadas y partieron, Laila subió al árbol más alto cuando todos se fueron, el ruido de pisadas grandes y el olor pesado a sangre se hacía más notable.

Están aquí

El Duque miró hacía atrás deseando que Laila regresara a salvo.

Laila suspiró, estaba por encima de ellos.

Tengo que alejarlos de aquí o llegarán al otro campamento, necesito acabarlos.

Toros lo suficientemente grandes como para aplastarla con una sola mano, miraban el fuego apagado, mientras otros olfateaban el lugar.

"Deben estar cerca, las brasas siguen calientes" menciono uno dejando caer los pedazos de madera.

"Sigamos avanzando" mencionó el más grande de ellos.

Con estas cuchillas bastará.

Eran 8 toros gigantes.

Laila desde arriba del árbol lanzo dos cuchillas y ambas se incustraron en los ojos del más grande.

El grito de aquél toro hizo que los demás se pusieran en guardia buscando de dónde habían venido esas cuchillas. Alguien los estaba atacando, pero el cuerpo de Laila era muy pequeño que quedaba tapado tras el árbol.

Brincó cambiando de árbol y al parecer notaron su presencia pues comenzaron a lasnzar flechas hacía donde la habían visto moverse. Laila se puso una capucha negra y volvió a suspirar, la adrenalina empezaba a correr por su cuerpo. Cerró los ojos y comenzó a recordar.

"Yu-ni, en una emboscada, todos son tus enemigos, recuérdalo. Procura ser rápida y escabullirte, no serás una cobarde por atacarlos desprevenidos. O los matas o te matan ¿lo entiendes?"

"Si, padre"

Los haré explotar.

Abrió los ojos y una luz blanca se apoderó de ella, bajó del árbol y caminó hacia todos los toros, que estaban preparados para atacarla.

"¡Matenla!" gritos feroces y bufidos se escucharon.

Uno se aproximó rápidamente hacía ella, piso la arma de aquél toro y se empujó hacia arriba.

Sacó su espada, que brillaba con la luz de la luna pegandole. Tasajó por la mitad la cabeza de aquel toro y su cuerpo inmóvil se desplomó hacia abajo.

Sacudió su espada para quitarle la sangre que escurría y por su cara corrían gotas de sangre oscura.

Otro toro corrió hacia ella intentando golpearla con el hacha que traía, ella lo esquivó hacía un lado y cortó la mano del monstruo, otro la atacó desprevenida con una espada, su capucha fue arrebatada y su cabello ahora blanco; agarrado con una coleta, brillaba al igual que su espada.