Una noche. Un secreto. Una obsesión que lo cambiará todo.
Stefania solo buscaba escapar.
Damián solo buscaba control.
Pero cuando sus mundos chocan en Atenas, el deseo los arrastra a una noche tan intensa que marca a fuego sus almas.
Ella huye antes de que él descubra quién es.
Él la busca sin saber cómo encontrarla.
Lo que ninguno imagina es que un lazo invisible ya los ata para siempre:
un hijo concebido entre la oscuridad y la pasión.
Cuando la verdad salga a la luz, deberán enfrentarse a sus familias, a sus demonios…
y a una obsesión que ni el tiempo ni la distancia han podido destruir.
La Obsesión del Jefe de la Mafia.
Un romance oscuro donde amar es peligroso…
pero pertenecer es inevitable.
NovelToon tiene autorización de Yesenia Stefany Bello González para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Frialdad
Stefy
Me doy vuelta por quinta vez en el estrecho sofá sin encontrar una posición cómoda. Mi vientre claramente dificulta la tarea de encajar aquí.
Un suspiro tembloroso sale de mis labios cuando recuerdo la violencia con la que Damián lanzó mi teléfono y la frialdad que había en sus ojos.
Una frialdad que nunca he visto antes.
Me abrazo cuando el frío que vi en sus ojos me cala profundamente.
En esta casa solo hay frialdad y tensión, no importa dónde mire. Es tan distinto a mi casa, que tengo que luchar contra un sollozo que sube a mi garganta.
–Eres más fuerte que esto –digo furiosa con la lágrima traicionera que cae por mi mejilla.
Una lágrima solitaria. Tan sola como me siento en este momento.
Quisiera poder llamar a mis hermanas y contarles todo. Quisiera sentir el abrazo protector de mi hermano rodeándome. Y sobre todo, quisiera sentir el amor incondicional que siempre sentí de mis padres.
Sé que me dirían lo correcto y que me harían sentir más fuerte y segura.
Miro el techo mientras acaricio mi pecho adolorido. La frialdad de Damián se coló bajo mi piel y está provocando heridas que nunca sentí antes.
Espero que este dolor no alcance a mis hijos nunca.
Me siento en el sofá cuando pierdo la esperanza de poder dormir. Llevo más de cinco horas mirando a la nada, tratando de entender qué es lo que acaba de pasar.
Sé que soy una intrusa y que debo acostumbrarme a la dinámica familiar de esta casa, pero creí que al menos tendría a Damián a mi lado.
–¿Qué esperas? –me pregunto molesta–. Apenas conoces a ese hombre.
Es verdad, no lo conozco, no debería confiar en él, menos después de la violencia que acabo de experimentar hace unas horas, pero el estúpido órgano que late en mi pecho cree que es más sabio que mi cerebro y lo extraña. Justo en este momento, lo añora. Añora su cercanía.
Quisiera subir y recostarme en su pecho. Necesito que me abrace y que me diga que todo estará bien.
Lo necesito a él.
Abrumada por todo lo que ha pasado, decido darle una oportunidad a mi corazón. Al menos tengo que intentar que esto funcione por el bien de nuestros hijos. Y si no lo hace, tenemos que mantener una relación cordial, porque no quiero que mis hijos crezcan pensando que sus padres se odian.
Me levanto y subo las escaleras. Me detengo frente a la puerta destrozada y lo observo dormir sobre la cama.
Imagino que él no es de las personas que le da vueltas a los asuntos y no descansa.
Me acerco a la cama y sin poder evitarlo acaricio su cabello.
Me sobresalto cuando toma mi brazo con brusquedad, como si quisiera protegerse de algo, pero luego de unos segundos me suelta.
–¿Qué quieres? –pregunta con frialdad y mi corazón se arruga dentro de mi pecho.
–Yo…–callo cuando me doy cuenta de que sea lo que sea que vine a buscar aquí, no lo encontraré.
–Mira, tengo que dormir, mañana tengo que madrugar –dice mientras se sienta y pasa su mano por su rostro sin mirarme–. ¿Quieres que cambiemos? Si estás incomoda puedo…
La necesidad de cercanía empuja cualquier pensamiento lógico y me subo a su regazo. Me hago pequeña en su pecho, esperando… no, deseando que me abrace, pero eso no sucede.
Se tensa y luego me mueve, alejándome de su cuerpo.
–Stefy –dice molesto–. No tengo tiempo para esto –agrega–. Dormiré abajo si eso es lo que quieres.
–No te volveré a molestar –susurro antes de salir de la habitación con el corazón destrozado.
–No lo amas –me repito una y otra vez mientras bajo la escalera–. No puedes amar a un hombre así, Stefania Messina.
Suspiro y parpadeo varias veces para luchar contra las lágrimas que se arremolinan en mis ojos.
Estoy bien. Lo estaré. Nunca me he enamorado en mi vida y no lo haré de un hombre que es un discapacitado emocional.
–No lo haré –me repito antes de caminar a la cocina. Necesito un poco de agua para que este sabor amargo en mi boca desaparezca.
Busco por todo el lugar hasta que doy con un armario lleno de vasos, elijo el más grande y lo lleno de agua. Me lo bebo rápidamente tratando de ahogar todo lo que estoy sintiendo, pero no es suficiente. Creo que podría beberme el atlántico completo y no podría cambiar la forma en que me siento.
Mis hombros comienzan a temblar y antes de darme cuenta sucumbo al llanto. El vaso cae de mi mano, rompiéndose en cientos de pedazos, de la misma forma que la ilusión que tenía cuando acepté casarme con Damián se rompe ante mis ojos.
Siento el ardor en mi mano cuando un pedazo del vaso rompe mi piel, pero es insignificante si lo comparo al otro dolor que siento.
Me permito este momento de vulnerabilidad, porque lo necesito, pero me juro por mis hijos que nunca dejaré que él me vea así.
Soy una Guzmán y ningún hombre me verá caer jamás.
Una mano toma la mía, sobresaltándome. Me giro, segura de que es Damián, pero no lo es.
–¡Tú! –exclamo furiosa cuando veo al dueño del bar. El mismo hombre que me dijo que no conocía a Damián–. Para no conocer a mi esposo te ves muy cómodo en su casa.
Sus labios se elevan en una media sonrisa, que podría lograr que cualquier mujer se derrita como un helado en el desierto.
Envuelve mi mano con papel absorbente y presiona la herida que no deja de sangrar.
Golpea mi barbilla con cariño mientras me guía a uno de los taburetes. Sus ojos revisan mi mano con cuidado. –No es un corte profundo. Estarás bien.
–Sé que lo estaré –devuelvo y trato de recuperar mi mano, pero él no me suelta.
–Hay que mantener la herida presionada.
–Me mentiste –lo acuso.
Suspira y sus musculosos hombros se tensan. –Tenía que hacerlo.
Miro mi vientre. –Lo buscaba por algo importante.
–Lo sé. Bueno, lo supe hace unas semanas –dice y sus ojos se nublan–. Tenía que asegurarme de que no destruirías a mi hermano. Lo enloqueciste en apenas unos días –empieza–. Damián es frío, calcula cada movimiento, pero esos días contigo… no lo reconocí. Era otro hombre. Más feliz. Más débil –agrega–. Y eso es algo que no se puede permitir. Además, tenía que vigilarte y saber quién eras primero. Al principio, pensé que te olvidaría, pero se obsesionó contigo, y entendí que no iba a dejarte ir. Le importas demasiado.
Una risa amarga brota de mis labios.
–Si tú lo dices…
–Damián es difícil, pero tiene un buen corazón.
–Dudo que tenga uno –digo y hasta yo puedo escuchar la amargura en mis palabras.
–No se abre fácilmente, pero créeme, tiene un corazón –dice y luego suspira–. Luego, cuando supe quien eras me di cuenta que estabas embarazada y entendí por qué lo buscabas con tanta desesperación. Y entonces, le conseguí una reunión con tu padre, esperando que se encontraran y lo hicieron.
–Quizá no deberías haberlo hecho –susurro.
Salvatore levanta mi barbilla. –Hey, mejorará. Lo juro.
Antes de poder responderle una voz acerada a mi espalda me hace respingar.
–Veo que ya conociste a mi esposa –sisea Damián.
Salvatore deja ir mi barbilla. –Se cortó con el vaso –es todo lo que dice.
–No es tu problema –le espeta tan furioso que me hago más pequeña en el taburete.
–Debería ser el problema de alguien –dice antes de incorporarse–. Y si fuera mi esposa, créeme que no estaría llorando sola en la cocina –suelta antes de desaparecer.
Guapo y un bocazas.
Supongo que nadie es perfecto.
A HUEVO!!!
vamos Stefy no seas egoísta y dale a Damian de tu comida y veras como se vuelve loco con su sabor...