Alejandro es un político cuya carrera va en ascenso, candidato a gobernador. Guapo, sexi, y también bastante recto y malhumorado.
Charlotte, la joven asistente de un afamado estilista, es auténtica, hermosa y sin pelos en la lengua.
Sus caminos se cruzaran por casualidad, y a partir de ese momento nada volverá a ser igual en sus vidas.
NovelToon tiene autorización de @ngel@zul para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Entre trajes y discursos
Capítulo 9 : Entre trajes y discursos
El sol del mediodía caía sobre la plaza central, donde los preparativos para el acto político de Alejandro Montalbán avanzaban con precisión casi militar. Carpas blancas, vallas, cámaras de televisión y un pequeño escenario con el logo de la campaña —una letra M estilizada, sobria y elegante— daban forma al primer evento público del candidato desde que se anunciara oficialmente su precandidatura.
Charlotte llegó unos minutos antes de lo previsto, con su maletín negro colgado del brazo y su característico andar rápido. Había recibido un mensaje temprano esa mañana:
“Traiga su kit completo. El evento será al aire libre. Esté en la plaza a las 13:00. —AM”
No decía más. Pero eso era suficiente para que ella entendiera que el día no sería sencillo.
Los eventos bajo el sol eran el enemigo natural de los trajes oscuros y de los peinados demasiado pulcros, y si había algo que Alejandro Montalbán defendía con obstinación era su formalidad impecable.
Apenas llegó, un asistente la condujo a la carpa principal. Dentro, Alejandro revisaba unos papeles junto a Bruno, el jefe de campaña, y otros asesores. Vestía un traje azul marino y una corbata gris. Perfecto, como siempre… o casi. Charlotte notó al instante el brillo del sudor marcando el cuello de su camisa y el gesto molesto con el que se secaba la frente.
—Señor Montalbán —lo saludó con su tono habitual, formal pero ligero—. Buenas tardes.
Él levantó la vista del documento y asintió.
—Señorita Rossi. Puntual, como siempre.
—Intento mantener los buenos hábitos —replicó con una leve sonrisa, mientras dejaba el maletín sobre una mesa—. Aunque, si me permite, hoy el clima no está de su lado.
Alejandro arqueó una ceja.
—¿A qué se refiere?
—A que lleva tres minutos bajo esta carpa y ya parece que corrió una maratón —dijo, señalando el cuello de su camisa—. No puede subir al escenario así.
Bruno intentó contener una risa, pero el candidato lo fulminó con la mirada.
—Estoy perfectamente presentable —contestó él, con ese tono de autoridad que solía bastar para cerrar cualquier discusión.
Charlotte, sin embargo, no se inmutó.
—Eso depende de a quién quiera parecerle presentable. A la prensa o a los votantes.
Alejandro la observó con cierta incredulidad, mientras ella abría su maletín y sacaba un pequeño vaporizador, un peine y un pañuelo.
—No tiene que cambiar su imagen, señor Montalbán —explicó mientras trabajaba con rapidez—, solo suavizarla. Un poco de naturalidad no le restará respeto, al contrario. Hará que parezca más accesible.
—¿Accesible? —repitió él, incómodo—. No soy un producto de supermercado.
Charlotte sonrió con calma.
—No, pero hoy necesita que lo “compren”, en un sentido metafórico, claro. Si me permite, puedo ayudarlo a parecer menos… inalcanzable.
Su asistente intervino con prudencia.
—Alejandro, déjala trabajar. El sol está fuerte y en veinte minutos llegan los canales.
El candidato suspiró, resignado.
—Bien, pero sea rápida, señorita Rossi. No tengo tiempo para juegos de apariencia.
Charlotte inclinó apenas la cabeza.
—Tranquilo, señor Montalbán. Yo tampoco juego.
En cuestión de minutos, ajustó el cuello de su camisa, cambió su corbata por una color arena más clara —que había traído “por si acaso”—, y despeinó suavemente el peinado impecable del candidato, dándole un aire más relajado. Él la observaba con una mezcla de incomodidad y curiosidad, sin saber si agradecer o protestar.
—No sé si me siento cómodo con esto —dijo al fin.
—No tiene que sentirse cómodo, solo auténtico —respondió ella, guardando los utensilios—. Créame, la gente nota cuando alguien está demasiado preocupado por parecer perfecto.
Alejandro la miró con una ligera mueca.
—Usted parece tener una opinión para todo, señorita Rossi.
—No, solo para las cosas que puedo mejorar.
Por primera vez, él soltó una breve risa. Breve, pero real.
—Eso es… bastante pretencioso.
—No lo dude —replicó ella con naturalidad—, pero funciona.
Antes de que él pudiera responder, uno de los asesores se acercó para avisar que la prensa ya se encontraba instalada frente al escenario. Alejandro tomó su carpeta, volvió a colocarse el saco y respiró hondo. Charlotte lo observó ajustar los puños y alisar su traje como si nada de lo que ella hubiera hecho hubiera tenido efecto.
Sin embargo, cuando salió al sol, su figura tenía algo distinto. El azul marino del traje contrastaba con la corbata clara, su rostro se veía más fresco, y el viento le despeinaba apenas el cabello, restándole rigidez.
Charlotte lo observó desde la sombra, con los brazos cruzados. Sabía que no diría una palabra de agradecimiento, pero no lo necesitaba. Bastaba con ver las cámaras que lo seguían y los flashes que lo favorecían más que nunca.
La plaza estaba llena. Entre los asistentes había vecinos, comerciantes, familias y estudiantes. Alejandro saludaba con firmeza, estrechando manos, posando para fotos, respondiendo preguntas. Todo con esa mezcla de seguridad y control que lo caracterizaba, aunque ahora con un aire un poco más humano.
Después del discurso —sobrio, bien medido, aplaudido—, los periodistas se acercaron en masa. Charlotte observaba desde un costado, junto a Bruno. La pantalla de uno de los canales transmitía en vivo.
El graf inferior decía:
“Alejandro Montalbán, más cercano que nunca”.
Matías sonrió.
—¿Viste eso? Lo lograste.
—No lo digas muy alto —contestó Charlotte—. Si lo oye, lo negará.
Y no se equivocaba.
Cuando él volvió a la carpa, se secó la frente con un pañuelo y la miró directamente.
—Fue… aceptable —dijo, como si estuviera concediendo un elogio bajo tortura.
Charlotte se encogió de hombros.
—Con eso me basta.
Él soltó un suspiro.
—Pero no se acostumbre. No pienso convertirme en un experimento de imagen cada semana.
—Oh, no —dijo ella con una sonrisa traviesa—. Solo hasta que los votantes lo vean como un ser humano y no como una estatua de mármol.
Alejandro arqueó una ceja.
—¿Una estatua?
—De las caras. Las que todos admiran pero nadie se atreve a tocar.
Matías, que estaba de espaldas, fingió no escuchar la conversación. Alejandro, por su parte, se limitó a cruzarse de brazos.
—Tiene un modo muy peculiar de dirigirse a su jefe.
—Técnicamente, no soy parte de su equipo —respondió ella, con serenidad—. Soy una asesora externa.
—Aun así, debería mostrar más… mesura.
—Si lo hiciera —replicó ella con un tono suave, casi burlón—, usted seguiría usando la misma corbata de todos los lunes.
Alejandro la observó unos segundos, en silencio. No estaba acostumbrado a que lo contradijeran. Menos aún que alguien lo hiciera con tanta naturalidad. Finalmente, exhaló un leve resoplido.
—Tiene suerte de que su trabajo sea efectivo, señorita Rossi. De otro modo…
—¿De otro modo qué? —preguntó ella, desafiante, pero sin arrogancia—. ¿Me despediría?
Él la miró, y por primera vez en mucho tiempo, no supo qué responder.
La tensión se mantuvo unos segundos hasta que Matías intervino para interrumpirlos.
—Alejandro, los reporteros de Canal 12 quieren una nota corta. Están esperando afuera.
Montalbán asintió y, sin apartar la vista de Charlotte, dijo:
—Nos vemos el lunes. Y, por favor, no vuelva a improvisar con mi vestuario sin consultarlo.
—No se preocupe —dijo ella mientras cerraba su maletín—. La próxima vez lo consultaré… mientras lo cambio.
Él se giró hacia la salida, y aunque su expresión seguía seria, Matías alcanzó a notar la leve curva en las comisuras de su boca.
Cuando se quedó sola, Charlie soltó una risa breve.
Sabía que lo había exasperado, pero también que había ganado. Y no por orgullo, sino porque lo había hecho ver más humano, más cercano.
Justo lo que el público necesitaba.
Esa noche, mientras los noticieros repetían fragmentos del acto, Charlie recibió un mensaje de Matías:
“Subió seis puntos en percepción positiva. El cambio de imagen fue un éxito. Felicitaciones.”
Ella dejó el móvil sobre la mesa y sonrió.
Sabía que Alejandro no lo admitiría, pero en el fondo, él también lo había notado.