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RIVALES DE OFICINA

RIVALES DE OFICINA

Status: Terminada
Genre:Oficina / Equilibrio De Poder / Malentendidos / Traiciones y engaños / Amor-odio / Romance de oficina / Completas
Popularitas:29k
Nilai: 4.3
nombre de autor: Yazz García

Camila tiene una regla: no mezclar negocios con emociones. Pero Gael no es fácil de ignorar. Es arrogante, brillante y está decidido a ganarle. En los proyectos, en las reuniones… y también en el juego de miradas que ninguno de los dos admite estar jugando.

Lo que empezó como una guerra silenciosa de egos pronto se convierte en una batalla más peligrosa: la de resistirse a lo prohibido.

¿Hasta dónde están dispuestos a llegar por ser los mejores… sin perderse el uno al otro?

NovelToon tiene autorización de Yazz García para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Reunión de trabajo

*⚠️Advertencia de contenido⚠️*:

Este capítulo contiene temáticas sensibles que pueden resultar incómodas para algunos lectores, incluyendo escenas subidas de tono, lenguaje obsceno, salud mental, autolesiones y violencia. Se recomienda discreción. 🔞

...****************...

Terminé mis pendientes del día con otras cuentas que tenía pendiente, pasé toda la jornada evadiendo a Gael lo más que pude. Solo lo veía desde lejos coqueteando con alguna que otra compañeras que lo miraban como bobas.

A las ocho en punto, el timbre de mi puerta sonó. Porque por supuesto, Gael Moretti también es puntual. Asquerosamente perfecto y puntual.

—¿Duval? —dijo con esa voz suya tan encantadora como irritante—. ¿Lista para una noche emocionante?

Abrí la puerta... y ahí estaba. En jeans oscuros, una camisa blanca simple de botones que le marcaba los brazos, y una sonrisa con la que podría vender seguros en una roca.

—¿Viniste a trabajar o a posar para una campaña de Calvin Klein? —le solté sin filtro.

—¿Y si te digo que puedo hacer ambas cosas?

Entró como si fuera su casa. Sin permiso, sin vergüenza, sin respeto.

—¿Tienes hambre? —le pregunté mientras preparaba café.

—¿Lo preguntas como vecina hospitalaria o como colega responsable?

—Lo pregunto porque tengo sushi y no pienso compartirlo si vas a comportarte como un idiota.

—Entonces me portaré como un encanto —dijo, sonriendo mientras dejaba su portátil en mi mesa del comedor.

Nos sentamos frente a frente. Sushi en medio. Café a un costado. Silencio incómodo.

Comenzamos a trabajar o lo intentamos.

Porque cada vez que me inclinaba a escribir en mi laptop, sentía su mirada y cada vez que él hablaba, yo lo analizaba como si fuera una ecuación sin resolver.

—¿Por qué publicidad? —preguntó de la nada, con voz baja, como si no estuviéramos en plena guerra creativa.

—Porque soy buena y me gusta vender ideas. Manipular cerebros. Encantar multitudes —respondí con una media sonrisa.

—Y lo haces bien —dijo, serio.

Yo me congelé. ¿Qué clase de estrategia era esa? ¿Adularme? ¿Confundir a su enemigo?

—¿Y tú? —le pregunté.

—Porque era eso o ser como mi padre y preferí hacer campañas antes que hacer cosas de las que me arrepentiría toda mí vida. La publicidad es mentira... pero al menos es honesta con eso.

Me reí. Contra mi voluntad.

No sé a qué se refería con eso, pero bueno.

—Eres menos insoportable cuando no estás intentando ganarme.

—Y tú, menos aterradora cuando no estás juzgando cómo llevo mi camisa.

—Tu camisa tiene tres botones abiertos, Moretti.

—Es mi estrategia para distraerte y al parecer funciona —dijo, con una sonrisa tan descarada que le lancé un maki de salmón por instinto.

—¡Oye!

—¡Apunta mejor! —se rió mientras se lo sacaba del pecho—. ¿Era con intención de herirme o alimentarme?

—Ambas. A ver si te atragantas un poco con tu ego.

Seguimos así un rato más. Tensión, bromas.

Cuando terminamos de organizar el primer borrador para la campaña publicitaria, me levanté a guardar los restos de comida y él se quedó sentado, mirándome.

—¿Qué pasa? —pregunté al notar su mirada.

—Nada. Solo... estás diferente fuera de la oficina. Más suelta. Más tú.

—¿Y eso es bueno o malo?

—Eso es... interesante.

Silencio. De esos que no sabes si romper con una carcajada o con un beso.

—Bueno, ya es tarde —dije al fin, bajando la tensión—. Puedes irte a tu casa ahora. A tres pasos de aquí.

Él se levantó, recogió su laptop y se acercó a la puerta.

—Gracias por la cena, vecina. La próxima, en la mía.

—Si prometes ponerte la camisa completa, tal vez lo considere.

—No prometo nada —me respondió, guiñándome un ojo.

Y entonces lo hizo. Salió... y antes de que pudiera cerrar la puerta, volvió la cabeza y me dijo:

—Camila...

—¿Qué?

—Eres más peligrosa en pijama que en tacones.

Cerré la puerta de un portazo. Porque mi corazón latía como si acabara de correr cinco kilómetros. Y mis pensamientos eran ilegales en siete países.

Ese idiota...

Dormí mal. Otra vez. Tenía la imagen de Gael en mi apartamento, su voz, su sonrisa, esa maldita camisa medio abierta...

No sé si quiero matarlo o quitarle el resto de los botones.

Y eso me pone nerviosa. Porque yo no me derrito por nadie. No en el trabajo. No en mi edificio. ¡Y mucho menos por el imbécil que compite conmigo por cada idea!

Pero mi cuerpo no entiende de rivalidades.

Solo reacciona.

Me levanté con ojeras y cero tolerancia. Me puse un conjunto elegante, pero cómodo. Quería proyectar éxito, pero también... que no me interesa en absoluto su presencia.

Cuando llegué a la oficina, ya estaba allí. Sentado, tomando café. Con una nueva camisa. Abotonada hasta arriba.

—¿Milagro que viniste vestida de ejecutiva calmada y no de ejecutiva fiera? —me dijo con su tono juguetón de siempre.

—Milagro que no estás sin camisa como en las últimas cuarenta y ocho horas —le respondí, sentándome a su lado.

Él se inclinó un poco hacia mí. Su perfume me envolvió. No lo soporté. Ni el perfume ni la cercanía.

—¿Sabes cuál es tu problema, Duval

—Solo uno.

—Quieres tener el control de todo. Pero te excitan los hombres que no puedes controlar.

Casi escupo el café. Lo miré, dispuesta a fulminarlo con la mirada... pero él me sostenía la mirada con esa puta seguridad suya.

—Tienes un ego tan grande que ni tú puedes contigo mismo —le dije con una sonrisa cínica.

—Entonces qué suerte que te tenga como compañera.

Me reí. A pesar de mí.

Supe que estaba jodida. No por lo que él decía.

Sino porque una parte de mí empezaba a esperar que me hablara así. Que me provocara. Que me buscara.

Ese día trabajamos juntos en la sala de reuniones reservada. Solo nosotros dos. Horas enteras. Café, ideas. Silencios incómodos. Roses de manos. Su voz al oído cuando leía en voz alta mi parte del discurso. Su mirada cada vez que me quitaba el lápiz de los labios.

Y no lo hacía por accidente.

—Te distraes fácil —me dijo cuando me sorprendió mordiéndome el bolígrafo mientras él hablaba.

—Me concentro en lo importante —respondí.

—¿Entonces me estabas mirando la boca?

Me puse roja. Me odié por eso.

—Te estaba mirando porque hablas demasiado. ¿No te enseñaron a usar el silencio como herramienta?

—¿Quieres silencio? —preguntó acercándose, sin dejar de mirarme los labios.

—Quiero resultados —le dije, sin retroceder un centímetro. Aunque todo en mi cuerpo me pedía que sí.

—Perfecto —dijo—. Entonces esta noche... en mi casa. Seguimos el plan, pero sin tantas interrupciones.

—No confío en tus "planes", Moretti.

—No hace falta que confíes. Solo que vengas.

Esa noche... no supe si empacar mi laptop o condones.

1
Carmen Cañongo
Divino él niño digno hijo de su padre, que bueno que no trato mal a Camila excelente autora
Carmen Cañongo
joder Camila estar entré Dos aguas es duro hay qué vivirlo pará entender por lo qué está pasando la persona
Carmen Cañongo
y la sigues embarrando Camila
Carmen Cañongo
ay Camila cómo qué hay bebé a bordo
María alejandra Simancas mizat
excelente
Carmen Cañongo
ay dios mío que 🔥 ojalá él chistesito no le deje su semilla sembrada
Carmen Cañongo
Davian lo qué hacé él poder y las ganas dé ser líder, seguro qué vas por él sin importar qué es tu sangré yá quiero ver cómo sales tú Gael si es un verdadero hombre
Carmen Cañongo
por fin agarraste al toro por los cuernos aprovecha y destruye todo lo que te tienen entré la espada y la pared
Carmen Cañongo
a veces hay qué estar en los zapatos de los demás para ver cómo actuamos, cómo sé puede digerir sentirse traicionada por la persona que amamos, ánimo Camila
Carmen Cañongo
Davian eres un demente
Carmen Cañongo
Anika verdad que eres mala yerba
Carmen Cañongo
qué almas tan podridas y sucios los dos
Carmen Cañongo
por lo menos la ex no es tóxica y sé vé qué tiene una bonita amistad con el claro me imagino que es por Manuelle
Carmen Cañongo
tiene qué haber algo que Gael haga para zafarse de las garras de su papá
Carmen Cañongo
Camila tienes razón una cómo madre jamás puede comparar a los hijos se les ama incondicional con sus victorias y derrotas
Mirta Liliana
Va hermosa..
Mirta Liliana
Yo entiendo que la madre tenga miedo,pero ellos son grandes y pueden tomar responsabilidades como adultos que son....
Mirta Ramirez
suegra densa!!! metida! es de palo...
Mirta Liliana
Si,si tanto se aman,pueden vivir juntos...
Mirta Liliana
No digo que la madre no pueda tener razón,pero está en la casa de su hija,no es su casa,no puede prohibir a Gael de ver a su hija.....
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