un joven que sufrira la locura de su padre perderá todo y decidirá buscar respuestas y una venganza en contra de su padre
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Capítulo 11: La Bruja, la Conspiración y la Decapitación
cap 11 m
La Interrogación en la Sombra
En un callejón decadente y oscuro de Buenos Aires, la figura autoritaria de Diego se cernía sobre el tembloroso Gobernador de Pueblo Quemado.
El ojo izquierdo de Diego, cubierto por un parche, ocultaba un secreto, mientras que el otro brillaba con una pupila de ranura rojo oscuro.
—¿Por qué la demora, Gobernador? Pensé que le había dejado claras mis órdenes —susurró Diego.
El Gobernador, vencido por el terror, balbuceó sobre las cosas terribles que sabía. —H-hablemos de los Doce Demonios Ancestrales... y Babel.
Diego se inclinó. —Continúe.
—La explosión en el laboratorio... fue el primer intento de abrir el velo. Los monstruos son las larvas. El verdadero peligro son los Doce Demonios Ancestrales. Son la base de todo el plan, pero... pero no de su proyecto. ¡Hay más! Usted lo sabe, Diego. El proyecto no se llama Babel por la torre bíblica. Babel... no es una organización ni una persona que usted haya creado.
De la espalda de Diego surgieron tentáculos de oscuridad que se envolvieron alrededor del brazo del Gobernador, amputando un dedo. El Gobernador gritó y se desplomó, superado.
—Hable. —La voz de Diego era una orden elemental.
—¡Ella! —gritó el Gobernador—. Es una Bruja. Ella no es la creadora, ¡es la opositora! Babel odia a los Demonios Ancestrales. Hay muchas organizaciones en el país que sí quieren despertarlos para obtener poder. Y la Bruja, ella usó su tecnología, sus diseños del Proyecto Babel, para crear un muro, un ejército...
—¿Un muro? —Diego exigió.
—Ella usa el Proyecto Babel como un medio para crear híbridos como un contrapeso, un arma contra esos Doce. Y el objetivo de todos es el mismo, el Niño de la Profecía. Ella lo quiere para protegerlo, y las otras organizaciones lo quieren para sacrificarlo y usar su alma para despertar a los once restantes.
El Gobernador se arrastró por el suelo, mirando a Diego con pánico puro. —¡Usted está en el medio! Su hijo, Leopold... si él se atreve a intervenir, si logra detener a esta Bruja de alcanzar al Niño de la Profecía, o a las otras facciones... todo se revertirá. Todo lo que usted ha creado, se deshará. Usted lo sabe, por eso lo envió a Buenos Aires, ¿no? Para mantenerlo lejos de la guerra.
El Gobernador se detuvo, el terror le nubló la voz. —Su nombre es...
Antes de que pudiera pronunciar el nombre de la bruja, una ráfaga de aire pasó por el callejón. El cuerpo del Gobernador se convulsionó. Su cabeza rodó por el suelo con un sonido sordo, decapitado por una fuerza invisible e increíblemente rápida.
Diego se quedó inmóvil, observando el cuerpo inerte, la sangre salpicando la pared. Estaba confundido. Por primera vez desde que se puso el parche en el ojo, la furia y la sorpresa cruzaron su rostro.
—¿Quién se atreve? —murmuró Diego. El silencio del callejón solo ofreció una respuesta: la guerra que intentaba controlar había escalado.