Una profesora de campo muere tras un accidente en su escuela-casa. Reencarna en Arlette, la protagonista de una historia donde la verdadera villana es ella. pero ella no seguirá la trama y creará a su propio villano para protegerla
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capitulo 9: No es un esclavo.
— ¿Compraste un esclavo? —preguntó Alejandra, su voz seria, mientras sus ojos se ampliaban por la sorpresa.
— no exactamente. Bueno, en termino que me gusta más explicar, solo compré su libertad... —respondió Arlette.— te explicaré todo en el camino.
— por favor.
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Arlette y Alejandra caminaban juntas hacia el bullicioso mercado, donde el sonido de las voces, las transacciones y los gritos de los vendedores se entrelazaban en una sinfonía caótica. El corazón de Arlette latía con fuerza; había tomado una decisión que cambiaría su vida y la de otro. La compra de un esclavo no era algo que se tomara a la ligera, pero su convicción era fuerte. Aquello que había hecho era más que un acto de compra; era un intento de liberación, un intento de cambiar el destino de un hombre atrapado en las garras del guío de una estúpida novela.
— ¿Por qué lo hiciste?— preguntó Alejandra, su tono era un mezcla de preocupación y curiosidad.— comprar a un futuro villano no te garantiza que cambiará.
— él no es un villano. No aún.— respondió Arlette.— solo ha sido víctima de un sistema cruel. Quiero darle una oportunidad. ¿No ves que su sufrimiento es inhumano? Cualquier se volvería malo si lo trata como una porquería.
Alejandra suspiró.
— tienes un buen corazón, Arlette, pero debes cuidar de ti misma. La compasión puede ser una debilidad si no se maneja con precaución.
Arlette estaba decidida a seguir su propio camino, uno que consideraba justo, aunque peligroso.
Finalmente, llegaron al punto específico del mercado. Arlette buscó al hombre que había hecho el trato, un individuo de aspecto rudo, con una mirada astuta que parecía medir a las personas que se le acercaban. Al encontrarlo, el vendedor sonrió, una mueca que repudió al instante.
— ha llegado a tiempo, mi dama.— dijo el hombre con una voz áspera.— el esclavo ya está preparado para ser entregado, aquí tiene el documento de propiedad.
Arlette tomó el papel, sintiendo el peso de la decisión que había tomado. Un suspiro se escapó de sus labios al firmar, aunque sabía que aquel esclavo no le pertenecía realmente. Su intención era mucho más noble; liberarlo del sufrimiento que había soportado.
Cuando el vendedor lo presentó, sus ojos rubí brillaban con una intensidad que contrastaba con el sufrimiento que se reflejaba en su rostro. Era un hombre joven, pero su cuerpo estaba marcado con las cicatrices de un pasado doloroso. El vendedor, con una sonrisa burlona, dijo.
— le prometí que no lo golpearía, pero él empezó primero.— mostró su costado herido, el esclavo también las tenía.— tenga cuidado. Es un perro rabioso que una dama no debió comprar.
Arlette, indignada, respondió con firmeza.
— no es un animal. Es una persona. Y tampoco es un objeto.
La mirada de desdén del vendedor no la intimidó; su corazón estaba decidido a hacer lo correcto.
— usted lo compró como uno.— replicó él, como si intentara desmantelar su idealismo.
— no. Solo le hice el intercambio de una simple joya a cambio de la libertad de este hombre. Aunque haya firmado ese papel, la vida de él no me pertenece.— afirmó Arlette, su voz resonando con una determinación.
Con un gesto decidido, Arlette pidió las llaves para liberar al esclavo de las cadenas que lo mantenían prisionero. El vendedor, con una sonrisa cínica, cumplió, pero cuando Arlette se dio cuenta de que la cadena del cuello no tenía llave, la frustración se apoderó de ella. Con una mirada fulminante, se volvió hacia el vendedor, quien solo encogió los hombros, desentendiéndose de su responsabilidad.
— es una cadena que no se puede romper fácilmente.— le dijo.
Arlette, sin perder tiempo, se llevó al esclavo hacia el carruaje, mientras Alejandra observaba sin preocupación, vio que Arlette no iba a dejarse intimidar por él, ni por el lugar.
El hombre y Alejandra se miraron fijamente, y en ese momento, la dama notó la seriedad en los ojos del esclavo.
— me agrada el muchacho. Nos lo quedamos — comentó Alejandra, aunque su voz contenía un tono de advertencia.
Arlette subió al carruaje, su corazón palpitando con una mezcla de emoción y ansiedad.
— lo llevaré a la casa y buscaré al herrero para que le quite ese collar horrible.— afirmó.
— ¿Y luego? ¿Qué harás con él después?— Alejandra no podía evitar preguntar, la duda resbalando en su voz.
— déjame pensar bien esta noche.— respondió Arlette, con una mezcla de esperanza e incertidumbre.
Se volvió hacia el esclavo y le preguntó su nombre, pero él no respondió, limitándose a observar las muñecas marcadas hasta el rojo vivo, como si la simple mención de su identidad hubiera sido un recordatorio doloroso de su cautiverio.
— ¿Tienes nombre?— insistió Alejandra, y la falta de respuesta del joven despertó molestia.— quizá deberíamos revisarlo, no sea que le hayan cortado la lengua o que sea la rebeldía.
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Cuando llegaron a la mansión, el sol comenzaba a ascender en el cielo, iluminando cada rincón de la casa. Era de mañana, y la casa aún estaba en calma; su tía no llegaría hasta más tarde. Arlette le dio órdenes al criado para que preparara un baño y llamara al herrero de su padre. Mientras el esclavo entraba lentamente en la mansión, Arlette lo observaba con atención. No se mostraba hostil; al contrario, había una curiosidad en su mirada.
El interior de la mansión era amplio, adornado con lujosos muebles y cuadros que reflejaban la riqueza de su familia. Sin embargo, en ese momento, todo lo que Arlette podía pensar era en el hombre que había traído a su vida. Se preguntaba cómo sería su vida antes de ser encadenado, cómo había llegado a ese punto y qué sueños y esperanzas había dejado de lado en el camino.
— no pienso llamarte esclavo, cómo él lo hacía... ¿Cómo podría llamarte?— volvió a preguntar Arlette, esta vez más suavemente, intentando romper el hielo que parecía rodear al joven.
Sus ojos rubí permanecieron fijos a lo de ella, como si la idea de compartir su nombre fuera un acto de traición a su pasado.
— no tengo nombre.— pronuncio con una voz rústica.
— por fin habla.— Alejandra, observando la interacción.— después de lo que ha pasado, no es raro que se sienta inseguro y que haya olvidado su pasado.
Arlette asintió, entendiendo que la confianza sería un proceso, no un destino.
— quiero que sepa que aquí no será tratado como un esclavo, sino como un ser humano.
El esclavo levantó la vista por un breve momento, y en su mirada, Arlette vio destellos de dolor y cansancio.
Con cada paso que daba el esclavo dentro de la mansión, Arlette sentía que su vida se entrelazaba con la suya. Sabía que su decisión había sido arriesgada, pero en el fondo, sentía que estaban destinados a encontrarse.
— llévalo con Willoh después de limpiarlo. Él lo mantendrá al margen si intenta hacer algo.— advirtió Alejandra.