En una ciudad donde las apariencias son engañosas, Helena era la mujer perfecta: empresaria y una fiscal exitosa, amiga leal y esposa ejemplar. Pero su trágica muerte despierta un torbellino de secretos ocultos y traiciones. Cuando la policía inicia la investigación, se revela que Helena no era quien decía ser. Bajo su sonrisa impecable, ocultaba amores prohibidos, enemistades en cada esquina y un oscuro plan para desmantelar la empresa familiar de su esposo,o eso parecía.
A medida que el círculo de sospechosos y los investigadores comienzan a armar piezas clave en un juego de intrigas donde las lealtades son puestas a prueba
En un mundo donde nadie dice toda la verdad y todos tienen algo que ocultar, todo lo que parecía una investigación de un asesinato termina desatando una ola de secretos bien guardado que va descubriendo poco a poco.Descubrir quién mató a Helena podría ser más difícil de lo que pensaban.
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Capítulo 24: Tres Caminos de Sangre
La noche envolvía el monasterio de San Benedetto cuando Montero finalmente tomó una decisión. El grupo había estado discutiendo durante horas, evaluando estrategias para rescatar a Clara.
—Iremos a Madrid —declaró con firmeza—. Yo encabezaré la misión.
—No puedes simplemente entrar en un edificio corporativo y sacarla —objetó Carlos—. La seguridad de Nexus Global es casi militar.
—No entraré como policía —respondió Montero—. Entraré como lo que aparentemente he sido siempre: un peón en este juego.
Gabriela, que había permanecido absorta en los documentos proyectados, se acercó con una tableta.
—Creo que deberían ver esto primero.
En la pantalla aparecía un antiguo pergamino digitalizado con una genealogía elaborada. Líneas doradas conectaban nombres que se remontaban siglos atrás, bifurcándose en tres ramas principales, cada una marcada con un símbolo distinto: un loto, una llama y una estrella de ocho puntas.
—El Códice Tríptico —explicó—. El documento más preciado de los Custodios, el que Helena protegió con su vida. Muestra las tres líneas de sangre que se originaron con las hijas de Hypatia.
—¿Hypatia tuvo hijas? —preguntó Carmen, sorprendida—. Los registros históricos nunca mencionan descendencia.
—Porque fueron ocultadas deliberadamente —respondió Gabriela—. Hervira, Valentina e Irene: las trillizas originales. Nacidas en el año 415, justo antes del asesinato de su madre. Fueron separadas para protegerlas y criadas en diferentes regiones del imperio.
Montero se inclinó sobre el documento, siguiendo con el dedo la línea que descendía desde Irene, la portadora del símbolo del loto.
—Helena pertenece a esta línea —observó.
—Y tú a esta —señaló Eduardo, indicando la rama de la llama que descendía de Hervirá—. Tu padre no era solo un protector, Montero . Era un descendiente directo de la línea de los Guardianes de la Llama.
La revelación golpeó a Montero con fuerza. Todo lo que creía saber sobre sí mismo se desmoronaba.
—¿Estás diciendo que también llevo ese... gen?
—No la variación completa —aclaró Sofía—. Solo las mujeres de las tres líneas desarrollan la capacidad total. Pero los hombres de tu línea poseen ciertas... habilidades. Una intuición excepcional. Una memoria casi fotográfica para los detalles. ¿Nunca te has preguntado por qué eres tan extraordinariamente bueno en tu trabajo?
Montero guardó silencio. Durante toda su carrera, sus compañeros habían bromeado sobre su "sexto sentido policial". Siempre lo había atribuido a la observación meticulosa y la experiencia, pero ahora...
—¿Y la tercera línea? —preguntó finalmente, señalando la rama que descendía de Valentina, marcada con una estrella.
—Los Navegantes Estelares —respondió Eduardo—. La línea más esquiva de las tres. Mientras los Guardianes de la Llama protegían y los Portadores del Loto preservaban el conocimiento, los Navegantes exploraban las posibilidades futuras.
—Los verdaderos videntes —añadió Gabriela—. Valeria pertenece a esta línea.
Una nueva fotografía apareció en la pantalla: un retrato reciente de una mujer de unos cuarenta años, con el cabello canoso pero los mismos ojos vivaces que Montero recordaba de la foto con "las trillizas".
—Este es el aspecto actual de Valentina —informó Eduardo—. Tomada hace tres meses en Estambul.
—¿Por qué fingió su muerte? —preguntó Carmen.
—Porque descubrió algo que ni siquiera Helena sabía —respondió Gabriela con voz temblorosa—. La existencia de Los Eclipsados, una cuarta línea surgida de la traición. Descendientes de un linaje corrompido que ha trabajado durante siglos para reunir a las tres ramas originales y canalizar su poder colectivo.
Montero sintió un escalofrío. —Santiago es uno de ellos.
—El líder actual —confirmó Eduardo—. Aunque él mismo desconoce la extensión completa de su herencia. Cree liderar una secta moderna,, pero en realidad es la culminación de dos mil años de manipulaciones genéticas y sociales.
En otro monitor, las imágenes de vigilancia mostraban a Clara entrando a una sala de conferencias en las oficinas de Nexus Global. Santiago Vázquez la recibía con una sonrisa calculadora.
—No tenemos mucho tiempo —urgió Carlos—. Si le extraen una muestra de ADN y la combinan con los datos genéticos que ya tienen de Helena...
—Necesitarán ambas hijas —interrumpió Sofía—.
El protocolo requiere muestras vivas de al menos dos Portadoras directas de la misma generación. Santiago aún no sabe de mi existencia, pero si descubre que soy la segunda hija de Helena...
—Debemos dividirnos —decidió Montero—. Un equipo a Madrid para extraer a Clara, otro aquí para proteger a Sofía, y un tercero para contactar con Valeria.
—Yo iré a Madrid —se ofreció Carmen sin dudarlo—. Puedo hacerme pasar por consultora tecnológica. Tengo los contactos y credenciales necesarios.
—Te acompañaré —dijo Carlos—. Necesitarás respaldo.
Eduardo asintió, volviéndose hacia un antiguo armario de madera que ocupaba una esquina del laboratorio. Al abrirlo, reveló un arsenal moderno perfectamente organizado.
—Helena siempre estuvo preparada para este día —comentó mientras distribuía equipamiento.
Mientras los demás ultimaban los detalles de la misión, Montero se apartó nuevamente, estudiando la fotografía de su padre con Helena.
Ahora entendía el brillo particular en los ojos de ambos, una conexión que iba más allá del simple romance.
Gabriela se acercó silenciosamente, observando la imagen sobre su hombro.
—Se amaban profundamente —comentó con suavidad—. Antonio fue quizás el único hombre que realmente conoció a Helena, a la verdadera Helena.
—¿Por qué nunca me lo contó? —preguntó Montero, la frustración evidente en su voz—. Todos estos años trabajando en casos, cruzándonos ocasionalmente... ¿por qué mantener el secreto?
—Para protegerte —respondió Gabriela—. Después de la muerte de tu padre, Helena descubrió que estaba embarazada.
El mundo pareció detenerse para Montero. Sus labios se movieron, pero ningún sonido emergió.
—Perdió el bebé en el tercer mes —continuó Gabriela suavemente—. La combinación del trauma por la muerte de Antonio y el estrés... fue demasiado. Los médicos le dijeron que nunca podría concebir nuevamente. Cuando milagrosamente quedó embarazada de Santiago años después, consideró que era una segunda oportunidad. Por eso protegió tanto a Clara, incluso apartándola de su vida.
—¿Y luego Sofía? —logró preguntar Montero finalmente.
—Otro milagro, según Helena. O tal vez parte del patrón genético de su línea. Las mujeres del linaje del Loto siempre han mostrado una extraordinaria capacidad de recuperación.
Un monje entró apresuradamente, interrumpiendo la conversación. Tras un breve intercambio con Eduardo, este se volvió hacia el grupo con expresión grave.
—Tenemos compañía —anunció—. Un helicóptero no identificado acaba de aterrizar en los campos al norte del monasterio. Y hay movimiento en el camino principal.
—¿Cómo nos encontraron tan rápido? —preguntó Carlos, verificando su arma.
—Clara —dedujo Sofía—. Si Santiago ya confirmó su ADN y la está manipulando...
—El vínculo —murmuró Gabriela—. Las portadoras del mismo linaje pueden sentirse mutuamente cuando están activas. Es parte del mecanismo de protección evolutivo.
Los monitores de seguridad mostraban ahora figuras oscuras avanzando metódicamente hacia el monasterio. No portaban insignias identificables, pero su formación delataba entrenamiento militar avanzado.
—La División Umbra —identificó Eduardo—. El brazo armado de Los Eclipsados. Asesinos entrenados específicamente para cazar a las portadoras del gen.
—Cambio de planes —decidió Montero rápidamente—. Carmen, Carlos y yo nos quedaremos a proteger este lugar. Eduardo, llévate a Sofía y Gabriela por el pasaje subterráneo. Dirígete al punto de encuentro secundario.
—El Refugio de Valencia —asintió Eduardo—. Helena lo preparó como contingencia. Allí encontraremos a Valeria, si todo va según lo planeado.
—¿Y Clara? —preguntó Carmen.
Montero extrajo de su bolsillo el medallón que Helena le había dejado junto con la carta, idéntico al que portaba Sofía.
—Usaremos el vínculo a nuestro favor —declaró—. Si las portadoras pueden sentirse mutuamente, quizás podamos enviar un mensaje.
Sofía comprendió inmediatamente. Tomó el medallón de Montero y lo juntó con el suyo. Al contacto, ambos símbolos de loto comenzaron a emitir un leve resplandor azulado.
—Requiere sangre —explicó—. El protocolo de emergencia que mi madre me enseñó.
Con decisión, presionó la afilada punta del medallón contra su palma, dejando que una gota de sangre cayera sobre ambos símbolos. El resplandor se intensificó.
—Clara lo sentirá —aseguró—. No sabrá qué es exactamente, pero experimentará una urgencia poderosa, una sensación de peligro inminente. El instinto de supervivencia se activará.
—Esperemos que sea suficiente —murmuró Montero.
Mientras Eduardo guiaba a Sofía y Gabriela hacia una antigua puerta oculta tras una estantería, Montero, Carmen y Carlos se prepararon para el enfrentamiento. El monitor principal mostraba ahora a Clara en Madrid, súbitamente inquieta durante su reunión con Santiago, llevándose la mano al pecho como si sintiera una opresión repentina.
—Está funcionando —observó Carmen.
En ese momento, las luces del laboratorio parpadearon y se apagaron, dejándolos en la penumbra iluminada únicamente por las luces de emergencia.
—Han cortado la energía principal —informó Carlos, verificando su arma—. Entraran en menos de cinco minutos.
Montero asintió, sintiendo una extraña calma apoderarse de él. Por primera vez en su vida, comprendía completamente quién era y cuál era su propósito. La sangre de los Guardianes de la Llama corría por sus venas, activando instintos ancestrales que habían permanecido dormidos durante décadas.
—Mantenlos ocupados aquí —ordenó a sus compañeros—. Yo los esperaré en el claustro norte.
—Es un suicidio —protestó Carmen—. Son al menos doce operativos entrenados.
Montero sonrió levemente, extrayendo de su bolsillo la fotografía de su padre y Helena.
—Mi padre enfrentó situaciones peores —respondió con serenidad—. Es hora de honrar su legado.
Mientras se alejaba por el oscuro corredor, los primeros disparos silenciados comenzaron a escucharse en la entrada principal del monasterio.
En Madrid, Clara Delgado se levantaba abruptamente de la mesa de reuniones, ignorando las preguntas de Santiago, siguiendo un impulso instintivo que no comprendía pero que no podía ignorar.
Y en algún lugar del Mediterráneo, Valeria Ricci observaba las estrellas desde la cubierta de un pequeño yate, sintiendo el llamado que había estado esperando durante más de una década.
Las tres líneas de sangre estaban finalmente convergiendo, tal como las antiguas profecías habían predicho.
El juego final había comenzado.