El mejor amigo y líder de la banda a la que pertenece tu hermano, ¡te besa!
¿Está bien romper los lazos de amistad por la pasión?
Areum siempre tuvo una relación envidiable con su hermano que ahora corre peligro por la lujuria y la pasión.
Acompáñame en esta historia donde la amistad, la familia y el amor están en juego.
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Capítulo 9
Subiendo a la cama, sin apartar su mirada de mí, me siento como una presa ante su cazador. Esa intensidad en sus ojos parece quemarme.
Se posiciona encima de mí, dejando su torso al descubierto. Su cercanía me vuelve más consciente de mi propio cuerpo: mi piel responde al calor que irradia y mi corazón late con fuerza.
—¿Te gusta lo que ves? —pregunta con una sonrisa cargada de confianza, acercándose a mis labios, su voz ahora más profunda.
—Mucho —admito, sin dudar.
Toma mi mano y la coloca sobre su pecho. Su piel es cálida, firme, como si bajo mis dedos se escondiera un poder que apenas empiezo a descubrir. Sin esperar más, mis manos empiezan a explorar su cuerpo, recorriendo cada línea, cada músculo, hasta detenerse justo en el borde de sus pantalones.
Pero antes de que pueda ir más lejos, él me detiene con un agarre suave, pero firme. Sus ojos se clavan en los míos, oscuros y llenos de deseo.
—No es justo —dice con una sonrisa burlona, sus labios curvándose con una mezcla de desafío y deseo—. Ya tocaste todo lo que quisiste. Ahora me toca a mí.
El nudo en mi garganta crece mientras él se coloca entre mis piernas, en cuclillas, observándome con la calma de un estratega que evalúa su próxima jugada. La expectativa me consume.
Sus manos ascienden por mi costado, alcanzando el borde de mi camiseta. Con una paciencia exasperante, la levanta, dejando al descubierto mi vientre. Su boca se posa allí, cálida y suave, dejando un rastro de besos que incendian mi piel y me obligan a morderme los labios para no gemir.
—Por favor —suplico, sin pensar.
Mis dedos se hunden en su cabello, guiándolo hacia mis labios. Lo beso con urgencia, como si mi vida dependiera de ello, hundiéndome en su sabor y jalándolo más cerca, queriendo borrar cualquier resquicio entre nuestros cuerpos.
Sus labios se deslizan hacia mi cuello, succionando suavemente mientras busco algo a lo que aferrarme. Él se detiene solo lo necesario para deshacerse de mi camiseta y, con una destreza que me deja sin aliento, desabrocha mi brasier. Mi piel, expuesta al aire frío por un instante, vuelve a arder cuando sus labios regresan, ahora sobre mis senos.
—Eres increíblemente sexy —murmura con voz ronca, mientras sus manos continúan su exploración, bajando hasta el borde de mis pantalones. Con un movimiento fluido, elimina las últimas barreras entre nosotros, dejándome completamente desnuda bajo su escrutinio.
Un rubor intenso se extiende por mi cuerpo. Por instinto, intento cubrirme, pero su risa suave, cargada de adoración, me detiene.
—No te escondas —susurra, acariciando mi rostro con una ternura que contrasta con el hambre en su mirada—. No tienes idea de lo perfecta que eres.
Sus ojos recorren mi cuerpo como un cartógrafo descubriendo un nuevo mundo, memorizando cada curva, cada sombra. Su boca, con besos delicados como alas de mariposa, inicia un viaje desde mis pies hasta mi cabeza, enviando estremecimientos que me dejan vulnerable.
—No tienes idea de cuánto te deseo —dice, su voz tan baja que apenas es un murmullo, mientras sus dientes rozan suavemente mi muslo, arrancándome un jadeo.
Su boca continúa explorando, descendiendo por mi cuello, mi pecho, y finalmente deteniéndose justo donde más lo anhelo. Cada toque, cada beso, es una tortura deliciosa que me roba el aliento.
—Chris —gimo su nombre, mi cuerpo arqueándose en respuesta a su boca y sus manos, que me llevan al límite.
Eso parece encenderlo aún más. Su mano abandona mi pecho para descender hasta mi entrepierna. Sus dedos encuentran mi hendidura, y la pena inicial que siento al notar lo evidente de mi excitación es rápidamente reemplazada por un deseo abrasador.
Su mano no muestra piedad, y sus labios vuelven a devorar los míos, hambrientos.
No sé cuántas veces grito su nombre, mientras él gruñe entre dientes, su control desmoronándose visiblemente.
Pero quiero más. Y él parece decidido a mantener el control. Con un movimiento atrevido, me libero de su agarre y giro, intercambiando nuestras posiciones.
Ahora lo tengo debajo de mí. La sensación de poder me embriaga mientras me despliego sobre él, sintiéndome invencible.
Con su mirada clavada en mí, valiente y decidida, desabrocho el botón de sus pantalones. Al contacto, su dureza aprisionada exige ser liberada, y no dudo en hacerlo. En un solo movimiento, elimino sus vaqueros y bóxers, dejando al descubierto la plenitud de su deseo.
Lo miro, perdida entre la admiración y la fascinación. Quiero decirle lo sexy que es, pero las palabras no salen. En cambio, lo demuestro con hechos.
Desciendo hacia él, tomando su miembro con delicadeza. Mis labios lo rozan, y mi lengua lo saborea lentamente.
—Areum, joder —gime, tensando la mandíbula mientras su cuerpo entero se endurece bajo mi toque.
El control es mío ahora. Su respiración entrecortada, sus manos aferradas a las sábanas, todo me dice que lo tengo a mi merced.
Mi ímpetu crece con cada reacción suya. Mis labios y lengua exploran su longitud, aumentando la intensidad hasta que su cuerpo tiembla bajo mi atención.
—Areum, para —me dice de repente, sujetándome con delicadeza.
Lo miro, confundida.
—No quiero hacerlo en tu cara —admite, sin mirarme directamente, y su expresión me arranca una risa suave.
—¿Entonces dónde sí? —pregunto, mordiéndome los labios con una sonrisa juguetona.
Sus ojos se suavizan mientras acomoda los mechones sueltos de mi cabello.
—Con calma, Areum —responde, atrayéndome a sus brazos.
—¿Por qué? —insisto, decepcionada.
Se sienta en la cama, posicionándome entre sus piernas. Sus brazos me envuelven, su calor reconfortándome.
—Porque —susurra, frotando su nariz contra la mía— cuando algo te gusta tanto, quieres saborearlo poco a poco, no devorarlo de un solo bocado.
Sus palabras me calman, aunque aún siento el fuego dentro de mí.
—Cuando algo me gusta mucho, lo como todos los días —digo, sonriendo de oreja a oreja.
Su risa resuena en el cuarto antes de responder:
—Y yo tengo hambre todos los días.
Me besa de nuevo, y el tiempo deja de existir entre caricias y besos. Esa tarde, no quedó un solo rincón de nuestros cuerpos sin explorar.
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Holaaaaa, es un gusto saludarles, gracias por haber leído hasta aquí.
Ya son 9 capítulos, y el hecho de que estén aquí, me anima a seguir.
Me gustaría mucho que me dejaran un comentario con su opinión, para mi es muy importante, les estaré leyendo.
Nos vemos el martes!!! 🫶
y si no es mucho pedir no tardes mucho en subir capítulos. Mira que no me gusta leer nivelas en emision porque me he quedado a medias ya que no las concluyen. Gracias de antemano y bendiciones.