Al morir y regresar, después de saber su destino; decide dejar todo por lo que siempre se esforzó y tratar de sobrevivir, sin importar lo que el resto de la gente a su alrededor, diga.
En su camino encuentra a la persona que la ayudará y será su apoyo en un futuro, al menos eso cree.
Para ello tendrá que casarse con aquel desconocido.
¿Será verdad?
¿Un contrato puede ser cumplido o se tendrá que romper?
¿El amor puede surgir a pesar de no conocerse?
Historia de Johana y Donatello, el principio de su vida...
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Error. (Maratón 5)
—»Parece que mi platillo favorito no funcionó«— estaba recostada en su cama.
Al principio quiso consentir al general, retribuyendo un poco de lo que había recibido de su parte, aunque no funcionó como creyó, terminó siendo un desastre como con Walter, su ex.
No lo pensó demasiado y solo se dedicó a descansar, a partir del día siguiente, su vida daría un giro inesperado, para ella.
Al amanecer, Johana se dio un rico baño, con la ayuda de un par de chicas, jóvenes al igual que ella.
—Si necesita algo más, no dude en decírnoslo— hicieron una reverencia y se retiraron.
Después de mucho tiempo, pudo sentir lo que significaba ser atendida por alguien más, ya que en los últimos años, ella sobrevivió gracias a su astucia, preparaba su propio baño, su propia comida, e incluso lavaba todo lo que utilizaba, le sirvió ser tan curiosa siempre y observar como hacían su trabajo las doncellas de la mansión del condado.
—Muy bien, es hora—
Peinó su cabello ella misma y con total naturalidad, bajó al comedor para desayunar, esa era la rutina que tenían los nobles, al menos eso veía en su casa y también era lo que le platicaban en las pocas fiestas de té, a las que asistió.
—Buenos días señorita, ¿gusta que le sirvan el desayuno ahora o piensa esperar al señor?— era aquella mujer que se presentó la noche anterior, parecía amable.
—¿El duque aún no baja a desayunar?— se sorprendió, creyendo que era un hombre madrugador.
—Bueno, lo que pasa es que…— no sabía si debía decirlo o no. —En la madrugada llegó una visita inesperada y se entretuvo con ella, él aún sigue durmiendo— con algo de vergüenza le informó.
—Entonces dejémoslo descansar, ya bajará más tarde— pidió que le sirvieran a ella y se dedicó a disfrutar.
Esperando que tal vez preguntara sobre la dichosa visita, aquella mujer quedó impactada cuando Johana no le dio tanta importancia.
—Cariño vamos, despierta, ya es tarde y quiero comer algo— una joven rubia de tez blanca y facciones definidas, estaba recostada sobre los brazos de Donatello, ambos totalmente desnudos.
El general fue abriendo poco a poco los ojos y cayó en cuenta del maldito error que había cometido.
—¿Qué haces aquí Amber?—
—No me grites, anoche tomamos demasiado y me duele la cabeza— se quejaba.
—¿Cómo es que pude ser tan estúpido?— se restregó los ojos y sino fuera porque sabe controlar su fuerza para si mismo, ya se estaría golpeando.
—¿Qué te pasa?, ¿a qué le tienes miedo?— estaba confundida.
—Me comprometí y olvide que ya no debía tener nada que ver con nadie— sentía una culpa enorme, ¿pero qué podía hacer?, lo hecho ya estaba hecho y no tenían la fortuna de regresar en el tiempo como Johana.
—Eres hombre, tienes necesidades, no creo que eso le moleste a tu prometida, además, ni que estuvieran viviendo bajo el mismo techo— le daba lo mismo la situación.
Su rostro casi palideció cuando Donatello no dijo nada, era obvio que su joven prometida estaba en esa casa. —Me da lo mismo, yo ha esto me dedico y tú aceptaste mi invitación, culpa mia no es— tomó su ropa y comenzó a vestirse, cuando estuvo lista salió de la habitación, detrás de ella iba el general.
—Tienes que irte ahora mismo— no pensaba permitir que ella y Johana se encontraran.
Tan mala era la suerte del general, que apenas la rubia terminó de bajar las escaleras, chocó con alguien.
—Oh, lo lamento. ¿Se encuentra bien?— la castaña estaba preocupada.
—Fíjate por dónde vas, casi me rompo una pierna por tu culpa— empujó a la chiquilla y casi la tira, de no haber sido porque el general logró sostenerla.
—¡Oh duque!, me dijeron que estuvo ocupado, no quise molestar— simplemente se mantendría al margen de la vida del general.
—No fue nada importante, sigue en lo que estabas— sonrió forzado.
—¿¡Nada importante!?. Soy la única con quién has estado más de una vez, ¿y dices que no soy nadie importante?— estaba furiosa porque le restaron importancia.
—¿Ustedes durmieron juntos anoche?— lo suponía, pero quería escucharlo de la boca de aquella mujer.
—Así es niña, el duque y yo nos entregamos en cuerpo y alma, como cada vez que él regresa de una expedición, ¿no es cierto mi amor?— se acercó para acariciar las mejillas del general, quien solo fue capaz de hacer a un lado su mano.
—Johana, yo… de verdad lo siento, no creas que era mi intención faltarte al respeto— la miraba con arrepentimiento, aunque no le serviría de nada.
—¡Guardias!— gritó la castaña
—Diga señorita— entraron dos guardias inmediato.
—La señorita aquí presente, ya se va. Tiene prohibida la entrada a esta mansión nuevamente, si el duque quiere volver a verla, hay muchos otros lugares donde se pueden encontrar y en dado caso que quiera hacerla su concubina, deberá entrar por esa puerta, después de que yo sea la esposa del duque—
Impactando a todos por su pedido. Los guardias solo se quedaron quietos, pues sabían muy bien quien era esa mujer y tal vez si era importante para el general.
—¿General?— pedían su autorización.
—¿Saben qué?, no hagan nada entonces, solo les pido que adecuen una habitación lo más alejada de la del duque, es incómodo escuchar lo que hace en su habitación por la noche— se dio la vuelta y fue a dónde estaba Blas.
—Sáquenla, hagan todo lo que dijo Johana— apenas si pudo pronunciar aquellas palabras, estaba en shock por todo lo que estaba pasando.
¿Estará celosa?, por eso la corrió.
¿Será que le da lo mismo si estoy con una o mil mujeres?
¿Por qué mencionó la opción de tener concubinas?
La mente del general daba vueltas, de tanto pensar y también por la resaca de la noche anterior.
gracias por escribir