Un Último Deseo

Capítulo 24:

Amelie se ajustó el delantal con manos nerviosas mientras escuchaba las instrucciones del gerente del restaurante. Era su primer día, tres días después de haber ido al restaurante la habían llamado diciendo que el empleo era suyo, y ahora, aunque sabía que tenía la experiencia necesaria, no podía evitar sentir un cosquilleo de ansiedad. Había ensayado cada posible escenario en su mente desde que la llamaron. Ahora que estaba allí, en medio de uno de los restaurantes más elegantes de la zona, tenía claro que no iba a desperdiciar esta oportunidad.

El uniforme que le habían proporcionado era simple pero elegante: una camisa blanca perfectamente planchada, un chaleco negro que acentuaba su figura, y un pantalón oscuro que le daba un aire profesional. Su largo cabello castaño oscuro estaba recogido en un moño bajo, con mechones sueltos que suavizaban su rostro de rasgos delicados. Sus ojos, grandes y brillantes como dos esmeraldas, eran hipnotizantes. Las mejillas sonrojadas por la presión del momento le daban un toque de inocencia, y sus labios, rosados y perfectamente curvados, parecían tener siempre una ligera sonrisa. No era difícil entender por qué llamaba la atención a donde fuera.

A pesar de sus nervios, Amelie estaba decidida. Era una joven trabajadora, y aunque su vida no había sido fácil, su fortaleza se reflejaba en la manera en que enfrentaba los desafíos. Al ingresar al comedor, respiró profundamente, cargando su bandeja con firmeza.

En otra parte de la ciudad, Alexander, Ethan y Lucas continuaban con su recorrido turístico. Era su cuarto día explorando Nueva York, y aunque habían visitado varios lugares emblemáticos, esa tarde Lucas insistió en encontrar un lugar para comer que, según él, ofrecía los mejores postres de la ciudad.

— He escuchado maravillas de este restaurante—dijo Lucas mientras caminaban por las calles—Confíen en mí, será un banquete digno de la realeza.

Ethan lo miró con una mezcla de escepticismo y diversión.

— ¿Digno de la realeza o digno de tu insaciable estómago?

Lucas se encogió de hombros, sin molestarse en disimular.

— Ambas cosas— respondió con una sonrisa.

Alexander iba en silencio detrás de ellos, disfrutando de las vistas de la ciudad y reflexionando sobre lo mucho que le gustaba ese anonimato temporal. Por unos días, podía caminar sin el peso de su título, mezclándose entre la gente común.

Cuando llegaron al restaurante, Ethan tomó la delantera y pidió una mesa. El lugar estaba lleno, era un ambiente elegante pero acogedor, decorado con luces cálidas y mesas cuidadosamente dispuestas. Los aromas que salían de la cocina eran exquisitos, prometiendo una experiencia inolvidable.

Una camarera los llevó a su mesa y les entregó los menús. Los tres jóvenes comenzaron a discutir sobre qué pedir, cuando Lucas, que parecía incapaz de concentrarse, detuvo sus palabras en seco.

— Chicos, miren— dijo con un tono bajo, inclinándose hacia sus amigos mientras señalaba discretamente hacia la zona del comedor.

Ethan y Alexander lo miraron, intrigados.

— ¿Qué pasa ahora?— preguntó Ethan con impaciencia.

— Esa chica— Lucas gesticuló hacia una joven que atendía a un cliente en otra mesa— !Es impresionante! ¿No se han dado cuenta?

Ethan siguió la dirección de la mirada de Lucas y vio a la camarera en cuestión.

— ¿En serio, Lucas?— dijo, rodando los ojos— ¿Otra vez? No puedes pasar ni un día sin comportarte como un adolescente hormonal. ¿No te alcanzó con lo de e la otra noche?

Pero Lucas estaba demasiado ensimismado para escuchar.

— Es en serio, Ethan. Es hermosa, ¿No la ves?— replicó Lucas.

Mientras tanto, Amelie estaba ocupada sirviendo a un cliente, completamente ajena a la atención que estaba recibiendo. Se movía con gracia, su postura era impecable y su sonrisa profesional. A pesar de la presión, se veía tranquila y segura.

— ¿Y tú qué opinas, Alex?— preguntó Lucas, dándole un codazo a su amigo—¿No crees que es preciosa?

Alexander, que había estado mirando el menú en un intento de ignorar la conversación, levantó la vista, más por cansancio ante la insistencia de Lucas que por interés. Sin embargo, cuando sus ojos se posaron en Amelie, algo dentro de él se detuvo.

Había algo en ella que lo dejó desconcertado. Tal vez eran sus ojos verdes, llenos de vida y determinación, o la manera en que sus labios se curvaban en una sonrisa ligera mientras hablaba con el cliente. Su piel clara parecía brillar bajo las luces cálidas del restaurante, y su porte desprendía una elegancia natural que no necesitaba adornos.

Ethan, notando el cambio en la expresión de Alexander, arqueó una ceja.

— ¿Alex?

— Es…— comenzó Alexander, pero se detuvo. ¿Qué podía decir? Ni siquiera entendía por qué había quedado tan absorto.

Lucas sonrió, dándole un ligero golpe en el hombro.

— ¿Lo ves? Lo sabía. Ni siquiera tú puedes negar que es preciosa— replicó Lucas sintiéndose ganador de la discusión.

Alexander volvió a mirar el menú, tratando de recuperar la compostura.

— Es bonita, sí,—admitió con voz neutral, aunque por dentro seguía sintiendo un leve cosquilleo.

Mientras tanto, Amelie se encontraba en su propio mundo. Se dio cuenta que estaba siendo observada, pero se obligó a ignorarlo. Había aprendido a lo largo de los años que la atención masculina, aunque inevitable, rara vez era algo que valiera la pena.

Después de atender a varias mesas, llegó el momento de servir a los tres jóvenes. Amelie caminó hacia ellos con el mismo profesionalismo que había mostrado toda la noche, aunque sintió un ligero escalofrío al notar que el chico de cabello oscuro y ojos azules no apartaba la vista de ella.

— Buenas noches— dijo con voz suave pero firme—¿Ya saben qué desean ordenar?

Lucas, sin perder la oportunidad, le sonrió de forma encantadora, no se podía negar que era todo un espectáculo verlo.

— Además de su atención, señorita, creo que ya sabemos.

Ethan le dio un ligero golpe en el brazo.

— Compórtate, Lucas— le recrimino.

Amelie apenas esbozó una sonrisa educada, acostumbrada a este tipo de comentarios. Procedió a tomar los pedidos sin siquiera levantar la vista más de lo necesario, y luego se retiró con la misma elegancia con la que había llegado.

Cuando se alejó, Lucas soltó un suspiro exagerado.

— ¿Lo ves? Es perfecta ¡ Creo que me enamoré!

Ethan negó con la cabeza, pero Alexander permaneció en silencio, sus pensamientos atrapados entre la imagen de la joven y el inexplicable interés que sentía por ella.