El poderoso sultán Selin, conocido por su destreza en el campo de batalla y su irresistible encanto con las mujeres, ha vivido rodeado de lujo y tentaciones. Pero cuando su hermana, Derya, emperatriz de Escocia, lo convoca a su reino, su vida da un giro inesperado. Allí, Selin se reencuentra con su sobrina Safiye, una joven inocente e inexperta en los asuntos del corazón, quien le pide consejo sobre un pretendiente.
Lo que comienza como una inocente solicitud de ayuda, pronto se convierte en una peligrosa atracción. Mientras Selin lucha por contener sus propios deseos, Safiye se siente cada vez más intrigada por su tío, ignorando las emociones que está despertando en él. A medida que los dos se ven envueltos en un juego de miradas y silencios, el sultán descubrirá que las tentaciones más difíciles de resistir no siempre vienen de fuera, sino del propio corazón.
¿Podrá Selin proteger a Safiye de sus propios sentimientos?
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Tu también mereces ser feliz
La luz de la mañana se filtraba a través de las pesadas cortinas, señalando el inicio de un nuevo día. Me levanté, aunque me sentía más cansado que de costumbre. El sueño había sido esquivo, no por ninguna pesadilla en particular, sino por los recuerdos del día anterior. El rostro de Safiye se repetía en mi mente, una y otra vez, con la misma intensidad con la que la había visto la tarde anterior. Mi corazón aún tamborileaba al pensar en cómo se había acercado, en esa cercanía peligrosa que ahora no podía evitar recordar.
Sacudí la cabeza, tratando de alejar esos pensamientos mientras me vestía. Los sirvientes entraron en la habitación con la eficiencia habitual, ayudándome a ponerme la camisa y ajustar los botones. Mi mente, sin embargo, seguía en otro lugar, repitiendo las escenas de la lección con Safiye. Sus palabras, su mirada… Me sentía atrapado en una red de emociones que jamás debí haber permitido que se formara.
Cuando finalmente estuve listo, agradecí la ayuda de los sirvientes con una ligera inclinación de cabeza y salí del cuarto. Caminé por los largos pasillos del palacio hasta que me encontré con Derya, quien, como siempre, se movía con una gracia imponente. Su saludo fue casual, como de costumbre, pero había algo en su tono que me hizo sentir una ligera presión en el pecho. Charlamos de cosas triviales durante unos minutos: la reciente reforma de los jardines, la organización de una próxima reunión con los nobles. Sin embargo, noté que la mirada de Derya se deslizaba hacia mí, estudiándome con una ligera sonrisa que no pude descifrar del todo.
—Dime, Selin —dijo finalmente, con esa suavidad que a menudo utilizaba cuando estaba por cambiar el tono de la conversación—, ¿cómo has visto a Safiye últimamente?
La pregunta me tomó por sorpresa. No es que no estuviera acostumbrado a hablar sobre Safiye, pero, después de lo sucedido el día anterior, sentí un nudo formarse en mi garganta. Mi mente se agitó por un segundo, buscando una respuesta que no traicionara las sensaciones indebidas que había comenzado a experimentar. A pesar de la confusión interna, logré mantener la calma exterior. Después de tantos años en la corte, uno aprende a disimular bien las emociones.
—La he visto bien, como siempre —respondí con una sonrisa neutral, aunque mis palabras parecían traicionar una pequeña fisura en mi voz—. Es fuerte y decidida, como lo ha sido siempre.
Derya me observó por un momento más, su mirada aguda. Mi mente comenzó a correr, tratando de entender si había notado algo en mi comportamiento, pero entonces ella asintió, aceptando mi respuesta.
—La noté un poco tensa en la última fiesta —comentó—, pero claro, es natural. No es fácil para ninguna joven enfrentarse a esas reuniones de presentación. Siempre cargadas de expectativas y viejas normas. Espero poder erradicar pronto algunas de esas tradiciones estúpidas.
Asentí de inmediato, agradecido por el cambio de tema. La verdad es que compartía su frustración con las viejas costumbres de la corte, aunque ahora mis pensamientos estaban demasiado dispersos para sostener una conversación profunda.
—Sería un alivio para todos —respondí, un tanto distraído.
Derya me observó de nuevo, esta vez con una sonrisa más relajada.
—Aunque, últimamente, he notado algo diferente en Safiye —continuó, con un brillo juguetón en sus ojos—. No sé si soy yo, pero tiene ese brillo especial que veo en las chiquillas enamoradas. Ya sabes, el brillo que uno no puede esconder tan fácilmente.
Mi corazón dio un vuelco, pero me forcé a mantener una expresión tranquila. ¿Enamorada? ¿Safiye? El pensamiento me descolocó más de lo que quería admitir, y por un instante no supe cómo reaccionar.
—Quizás ya tenga algún pretendiente —dije, intentando sonar despreocupado. Aunque la posibilidad de que Safiye estuviera interesada en otro hombre me provocaba una punzada extraña en el pecho.
Derya rió suavemente y me dio una palmada en el hombro.
—Espero que sea un buen chico. Ella merece lo mejor.
Antes de que pudiera contestar algo más, hubo un silencio entre ambos, uno de esos que se siente más pesado de lo que parece. Derya me miró por un segundo más, y luego, con un brillo cómplice en sus ojos, añadió:
—Y tú también, Selin. Espero verte en el altar pronto. Tú también mereces ser feliz y tener una familia.
Mi corazón se detuvo por un instante. Sabía que lo decía de buena fe, pero sus palabras resonaban demasiado cerca de una realidad que empezaba a inquietarme. Sin decir más, Derya me dio un leve asentimiento y se marchó, dejándome solo con mis pensamientos.
Decidí que lo mejor sería alejarme un rato del palacio. Me dirigí a las caballerizas, donde ensillé a mi caballo y galopé por los terrenos, intentando aclarar mi mente. Sin embargo, a medida que me adentraba en el bosque, la sensación de confusión no desaparecía. ¿Por qué Safiye? ¿Por qué ahora? Siempre había sido como una sobrina para mí, la hija de Derya. Pero ayer algo había cambiado, y no podía volver atrás.
Después de un rato, llegué al lago, un lugar que siempre había considerado tranquilo, un refugio en medio del caos del palacio. Sin embargo, al acercarme, noté algo inusual. Junto a la orilla, Safiye estaba allí, disfrutando del sol después de lo que parecía haber sido un baño en el lago. El agua aún brillaba sobre su piel, y su cabello, empapado, caía en rizos oscuros y plateados por su espalda.
No pude evitar quedarme helado al verla. No era solo la sorpresa de encontrarla allí, sino la forma en que el sol la bañaba con su luz, haciendo que su piel de porcelana brillara de una manera que parecía casi irreal. Safiye, al notar mi presencia, se levantó con una sonrisa traviesa.
—Selin —dijo, su voz suave, y esa sonrisa, esa maldita sonrisa que hacía que todo en mí se removiera.
Sentí como si el mundo se hubiera detenido por un momento. La escena era surrealista. Safiye estaba allí, con el agua aún deslizándose por su piel, y yo, con el corazón en la garganta, sin saber cómo reaccionar.
—¿No te esperabas verme aquí? —preguntó, su tono juguetón.
Intenté hablar, pero las palabras se negaban a salir. Era como si cada fibra de mi ser supiera que algo estaba mal en lo que sentía, pero al mismo tiempo, no podía evitarlo.
—No... no lo esperaba —respondí finalmente, mi voz sonando más débil de lo que hubiera querido.
Safiye dio unos pasos hacia mí, y yo, instintivamente, retrocedí un poco. No era solo que estuviera nervioso, era que el impacto de verla de esa manera me había desarmado por completo. Y cuando me miró de esa manera, supe que la lucha interna que estaba librando era mucho más compleja de lo que había anticipado.