Dalia es una mujer de carácter fuerte, a sus 23 años ella está dirigiendo la empresa familiar, su abuela que es la persona a la que más respeta le pide que se casé, pues quiere tener nietos. Dalia no está de acuerdo pero para complacerla decide casarse, aunque no será con cualquiera. Debe ser con alguien que ella pueda manejar.
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Cap 24
... una semana después, Dalia empieza con los preparativos de su boda. Se le hace tarde por recibir a la organizadora en su oficina, así que le pide a su prometido que la lleve a casa. Esté acepta y baja a preparar el auto. Mientras tanto, Dalia revisa las noticias en su tablet. Se encuentra con una de Renato en Francia, saliendo con una actriz de ese país. Ella cambia la página y ve más noticias similares.
— ¿Qué broma es esta? — Susurra para si misma. Luego revisa más noticias, la mayoría sobre actrices saliendo con un galan extranjero. Dalia cierra la tablet, algo la molesta. Pero no entiende que.
— Hola. ¿Puedo pasar? — Julieta entra.
— Ya pasaste.
— ¿Qué te tiene de mal humor?
— No estoy de mal humor. Estoy perfectamente bien.
— Me alegra.
— ¿A qué viniste?
— Te invitaron a una fiesta el viernes. Vine para confirmar o negar tu asistencia.
— Estaré ahí por supuesto.
— ¿Con Alonso?
— ¿Con quién más? No pienso ir sola.
— Cómo siempre vas sola.
— Antes era soltera.
— Para mí aún lo eres. — Dalia le hace mala cara. — Cómo sea, iré a confirmar. Por cierto, ¿Has visto las últimas noticias sobre Renato?
— ¿Quién es Renato?
— Finge demencia. Sólo compruebo que lo viste.
— Es imposible no hacerlo. Hay un artículo sobre el en cada revista ejecutiva y de chismes.
— ¿Y qué opinas?
— Opino que el puede hacer con su vida lo que le plazca. Ese no es mi problema.
— Hablas cómo una dolida.
— Deja de decir tonterías. El y yo nunca fuimos nada, nunca hubo ni habra un nosotros. Yo me casaré y el puede continuar de Playboy. No me importa.
— Cómo digas.
— Mi futuro esposo me está esperando.
— Qué te vaya bien.
— Gracias.
... En Francia, Renato se levanta y ve que el sol empieza a salir. El abre bien las cortinas y va a prepararse una taza de café. Unos minutos después, unas manos le rodean la cintura.
— Amor. ¿Me preparas un café?
— ¿Sin azúcar?
— Si. — Renato hace el café y se lo da. — ¿Dormiste bien?
— Lo normal.
— La pasé increíble. ¿Podemos vernos después?
— ¿Me invitas a una cita?
— Así es.
— No se vería bien rechazar a una mujer tan hermosa. — Su pareja sonríe. — Sin embargo no tengo tiempo está semana. Quizás después.
— Está bien. Te llamaré. — Ella se despide con un beso.
— Adiós.
... De camino a casa, Alonso se da cuenta de que algo molesta a Dalia, así que pregunta que es.
— No me pasa nada.
— Tu actitud no es la misma que en la mañana. Dime qué sucedió. ¿Acaso ya no quieres casarte conmigo?
— ¿Eso te preocupa? — Pregunta ella riendo desganada.
— Si me preocupa. — Dalia se pone sería. — Ya imaginé mi vida como el esposo de una millonaria. Mis sueños de ser rico se irán por la borda si cambias de opinión. — Dalia se burla.
— Qué gracioso estás hoy.
— Por lo general soy gracioso. Pero no sabes mucho sobre mi, tampoco te ha interesado saber.
— ¿No me digas que herí tus sentimientos?
— Quizás un poco.
— Es mi estilo herir los sentimientos de las personas. A veces me arrepiento, otras disfrutó mientras observo, me complace. — Alonso muestra una expresión seria. — Quizás ahora tu pienses que soy un monstruo.
— Hay mas monstruos en las personas reservadas.
— Eso es verdad. Así que dime. ¿Qué me estás ocultando?
— ¿Yo?
— Eres reservado. Dime cuáles son tus monstruos.
— Soy reservado únicamente contigo. Recuerda que no quieres que nos relacionemos sentimentalmente. No quieres saber de mi o mi vida.
— Eso es verdad. Olvida mi pregunta, no me digas nada.
... En la oficina Eliseo bebe su segunda botella de whisky, el no se quiere ir a casa, tiene miedo a enfrentar sus sentimientos.
Sin embargo las horas están corriendo, y no quiere preocupar a Maritza, o hacer que ella piense mal de él. Así que pide a un chófer de la empresa que lo lleve.
... En casa Maritza ve que ya pasan de las once, ella está muy preocupada por Eliseo, aunque también se está preguntando si el está con su amante, ese pensamiento la hace sentir molesta. Da vueltas por toda la habitación esperando que así el tiempo corra más rápido, cada cinco minutos se asoma por la ventana, su corazón se tranquiliza al ver que su auto ingresa. De inmediato se va a la cama y cubre su cuerpo para fingir que está dormida.
Unos minutos después, Elíseo entra casi cayéndose en la puerta por lo borracho, el le habla un par de veces.
— No es posible. Acabo de embriagarme para tener valor, y te encuentro dormida. Tengo mala suerte. — Al escucharlo ella se pregunta que le quiere decir el.
"¿Querrá pedirme el divorcio?" Su corazón se empieza a sentir intranquilo.
— Mari, por favor despierta, es importante que te cuente ésto. Nuestro futuro depende de está conversación. — El la mueve un par de veces, Maritza ante la curiosidad finge empezar a despertar.
— ¿Qué sucede?
— Despertaste. — El sonríe.
— ¿Qué quieres?
— Primero decirte que no te he sido infiel. Lo de Abigail fue un malentendido. — Maritza muestra duda en sus ojos. — Dalia también lo sabe. Se que no confías en mí, pero en ella si, a pesar de todo nunca te miente.
— ¿Es todo lo que quieres decirme? — Ella se recuesta nuevamente.
— No. Hay más.
— ¿Qué sucede? — Un trueno se escucha anunciando una tormenta. Elíseo entra a la cama cómo un niño asustado y abraza a su esposa. — Tranquilo. Cálmate, no es nada. — La lluvia empieza a caer y el la abraza aún más fuerte. — ¿Dime por qué le temes tanto a las lluvias?
— No lo sé. — Miente. El recuerda haber visto a un hombre abusando de una mujer, la mujer lloraba y gritaba llena de dolor, mientras el no podía hacer nada por defenderla, tenía miedo, se sentia vulnerable e inútil en ese día lluvioso, es así cómo se siente siempre que llueve. Aunque no recuerda quién era el hombre y quién era la mujer.
— ¿Te sucedió algo malo en un día lluvioso? — A él no, pero esa mujer debio ser importante para el, de lo contrario no le hubiera afectado tanto el escucharla y no poder ayudarla. — Elíseo, ibas a decirme algo. ¿Qué era? — Ambos se ven a los ojos, Elíseo toma su mano debajo de la sábana.
— Maritza no me dejes nunca. Por favor.
— Elíseo yo...
— Se que he sido un marido terrible, odioso, capricho, controlador e inmaduro, pero yo... Yo no soy así por qué no te quiera, yo te adoro más que a mi propia vida.
— Pues lo demuestras fatal.
— Tengo miedo.
— Cerraré las ventas. — Elíseo le impide levantarse.
— Tengo más miedo a perderte que a la lluvia. — Maritza lo observa y se siente conmovida.
— No creó que eso sea posible. — Ella se ríe ligeramente.
— Mari, por favor no me dejes.
— ¿Por qué siempre me pides que no te deje? Me lo has pedido desde que te conozco. ¿Por qué le temes al abandono? ¿Quién te abandono antes? — Elíseo la observa sin poder responder que fue su madre. — Yo no lo haré. Te lo prometo. — Maritza le da un beso en la mejilla. — En la salud, en la enfermedad, en la riqueza, y en la pobreza, estaré contigo todos los días de mi vida, hasta que la muerte nos separe. Lo prometí, y voy a cumplir mi promesa, pero a cambio pido una sola cosa.
— Lo que quieras.
— Tu amor.
— Ya lo tienes.
— Elíseo habló enserio.
— Te adoro más que a mi vida. Esa es mi confesión de amor. ¿No la captaste?
— Quiero escuchar un te amo. No me has dicho uno solo en ocho años.
— Pero sabes que si lo hago. Sabes que ese sentimiento vive dentro de mi, tu eres la única que ha podido despertarlo. El no duerme por pensar en ti.
— ¿Te cuesta mucho trabajo decirme te amo? — El le roba un beso largo y profundo.
— No me hagas decirte lo que ya sabes.
— Eliseo.
— Duerme.
— Continúas de controlador.
— Lo siento. Un árbol que nace torcido no se endereza.
— Intentaré hacerlo. Desde mañana lo intentaré. — Ella le da un beso en la frente.