Todo el mundo reconoce que existen diez mandamientos. Sin embargo, para Connor Fitzgerald, héroe de la CIA, el undécimo mandamiento es el que cuenta:
" No te dejaras atrapar"
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CAPITULO 9
-- Es un joven muy agradable --comentó Maggie, al mismo tiempo que tomaba a Connor de la mano. Ellos también se dirigieron hacia las olas.
Mientras caminaban, Maggie recordó los primeros años que pasaron juntos y sonrió. Cuando Connor consiguió empleo en Maryland Insurance como instructor de la gerencia, ella se sintió perpleja por su decisión. Siempre había pensado que, igual que su padre, Connor quería trabajar en alguno de los cuerpos policíacos. Eso fue antes de que él le explicara para quién trabajaría en realidad. Aunque no entró en muchos detalles, le reveló quién era su patrón y la importancia de ser un agente secreto extraoficial, o ASE. Ella había guardado el secreto con lealtad a lo largo de los años, aunque el hecho de no poder hablar de la ocupación de su esposo con sus amistades resultaba incómodo en ocasiones. Sin embargo, ella terminó por convencerse de que se trataba de un inconveniente menor en comparación con lo que tenían que soportar las esposas de tantos y tantos hombres que hablaban sobre su trabajo hasta el cansancio. Eran las actividades extraconyugales lo que querían mantener en secreto.
Todo lo que en realidad esperaba era que un día Tara hallara un hombre dispuesto a esperar en una banca toda la noche solo para verla cerrar una cortina.
Chris Jackson encendió un cigarrillo y prestó atención a cada palabra que el hombre de la Casa blanca tenía que decir. No hizo ningún intento de interrumpirlo
Una vez que Andy Lloyd concluyó el discurso que había preparado con anterioridad, bebió un sorbo de agua mineral y esperó a oír cuál sería la primera pregunta del ex director adjunto de la CIA.
Jackson apagó el cigarrillo.
-- ¿Me permite preguntar por qué pensó que yo era la persona indicada para esta misión?
Lloyd respondió con franqueza.
-- Sabemos que usted renunció a su puesto en la CIA debido a una... diferencia de opinión -- recalcó las palabras -- con Helen Dexter, pese al hecho de que su historial con la agencia era impecable. Desde que renunció hace ocho meses por razones que, cuando se consideran, parecen un poco extrañas, no ha podido encontrar un empleo digno de su excelente preparación y capacidad. Sospechamos que Dexter ha tenido algo que ver con eso.
-- Solo se necesita una llamada telefónica --repuso Jackson -- extraoficial, por supuesto, y de repente uno descubre que ha sido eliminado de todas las listas de candidatos -- encendió otro cigarrillo -- Vera, Helen Dexter está convencida de que Tom Lawrence ocupa el segundo puesto más importante en Estados Unidos, y que ella es la verdadera defensora de la fe. Para Helen, los políticos electos no representan nada más que molestias temporales, y tarde o temprano serán expulsados por los electores. Puede tener la seguridad de que esta mujer tiene un expediente sobre su jefe lleno de razones por las cuales no es apto para un segundo periodo.
-- Entonces tendremos que empezar a formar un expediente por nuestra cuenta, señor Jackson. No creo que haya nadie mejor capacitado que él para la presidencia.
-- ¿ Dónde le gustaría que comenzara?
-- Investigue quién está detrás del asesinato de Ricardo Guzmán en Bogotá, que se perpetró el mes pasado -- respondió Lloyd --. Tenemos razones para creer que la CIA está implicada.
-- ¿ Sin el consentimiento del presidente? -- inquirió Jackson.
Lloyd asintió, sacó un expediente de su portafolios, y lo deslizó sobre la mesa.
-- Tómese su tiempo -- aconsejó -- porque va a tener que memorizar todo.
Jackson abrió el expediente.
-- ¿De cuánto tiempo dispongo? -- preguntó al terminar de leer.
-- El nuevo presidente de Colombia visitará Washington dentro de tres semanas. Sería muy conveniente que tuviéramos algo para entonces.
-- Empiezo a sentirme como en los viejos tiempos -- repuso Jackson mientras apagaba su cigarrillo --. Salvo que, en esta ocasión existe el placer agregado de tener a Helen Dexter del otro lado -- encendió otro cigarrillo --. ¿Para quién voy a trabajar?
-- De manera oficial, actuará por su cuenta; sin embargo, extraoficialmente, trabajará para mí. Yo me pondré en contacto con usted siempre que...
-- No, Por supuesto que no señor Lloyd -- atajó Jackson --. Yo me pondré en contacto con usted siempre que tenga algo que valga la pena informar. Los contactos en dos sentidos solo duplican las posibilidades de que alguien nos descubra. Todo lo que necesitaré es un número de teléfono imposible de rastrear.
Lloyd anotó siete dígitos en una servilleta de papel.
-- Este llega directamente a mi escritorio. Después de la medianoche, las comunicaciones se transfieren de manera automática el teléfono que tengo junto a la cama. No se preocupe por la diferencia de horarios cuando se encuentre en el extranjero, porque no me importa en lo más mínimo que me despierte.
-- Es bueno saberlo -- contestó Jackson --. Porque yo creo que Helen Dexter nunca duerme.
Lloyd sonrió.
-- ¿Ya hablamos de todo lo necesario?
-- Todavía no -- repuso Jackson --. Cuando salga, de vuelta a la derecha y enseguida vuelva a doblar a la derecha. No mire hacia atrás, y no llame un taxi sino hasta después de haber recorrido por lo menos cuatro cuadras. De ahora en adelante tendrá que acostumbrarse a pensar como Helen Dexter; y, se lo advierto, ella ha practicado su método durante 30 años. Conozco a una sola persona que lo supera.
-- Espero que se refiera a usted mismo -- comentó Lloyd.
-- Me temo que no -- aclaro Jackson.
-- No me diga que esa persona trabaja para Dexter.
Jackson asintió.
-- Aún cuando se trata de mi mejor amigo, si Dexter le ordenara asesinarme, no habría una sola compañía de seguros en toda la ciudad que me extendiera una póliza de vida. Si espera que los derrote a ambos, será mejor que confíe en que no me he oxidado en los últimos ocho meses.
Los dos hombres se levantaron.
-- Hasta luego, señor Lloyd -- se despidió Jackson y le estrechó la mano --. Esta será nuestra primera y última reunión.
-- Pero pensé que habíamos acordado... -- manifestó Lloyd, al tiempo que miraba con inquietud a su nuevo recluta.
-- Dijimos trabajar en colaboración, señor Lloyd, no reunirnos. Verá, Helen Dexter No creería jamás que dos reuniones son una mera coincidencia.
Lloyd asintió.
-- Tiene razón. Esperaré a tener noticias de usted.