Daniel, un joven curioso, intenta robar un libro misterioso, pero todo sale mal y, en lugar de escapar, es transportado a Nova, un mundo maldito cubierto por agua. La única forma de regresar a su mundo es salvar Nova de la maldición, pero no será fácil. Enfrentará a poderosos enemigos y luchará por sobrevivir, mientras descubre secretos sobre el mundo y su propia tripulación. Con un futuro incierto, Daniel deberá encontrar una manera de romper la maldición y regresar a su hogar, antes de que sea demasiado tarde.
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Una mala decisión
El sol comenzaba a salir en el horizonte cuando el barco llegó a la isla Oasis, un lugar que hacía honor a su nombre. Desde lejos, parecía un paraíso en medio de la dura y traicionera Gran Ruta. Palmeras altas se mecían con la brisa salada, y los edificios de madera y piedra estaban decorados con colores vivos, llenos de vida y actividad. La isla parecía un respiro ideal después de días navegando por aguas turbulentas y cielos inciertos.
Daniel, Josh y Doria desembarcaron con cautela, pero tratando de no llamar la atención. Mientras caminaban por las calles de piedra, se veían rodeados de comerciantes que ofrecían todo tipo de bienes: frutas exóticas, armas relucientes, telas de colores, e incluso mapas de rutas secretas. Era un lugar que mezclaba lo cotidiano con lo extraordinario, un punto de paso para aventureros, mercenarios y piratas que recorrían la Gran Ruta.
-Necesitamos provisiones para al menos dos semanas -dijo Doria, tomando el liderazgo como de costumbre -. Agua, comida, y quizás algunas armas nuevas. Y, sobre todo, no hagan nada que atraiga atención innecesaria.
Daniel y Josh asintieron, aunque Daniel no podía evitar sentirse como un niño perdido. Todo en este mundo le resultaba extraño, y la constante tensión de tener que hacerse pasar por Steven lo desgastaba más de lo que quería admitir.
Mientras recorrían el mercado, Doria se detuvo frente a un tablón grande lleno de carteles. Su rostro cambió en un instante, pasando de la neutralidad a la preocupación, y luego a algo que parecía una mezcla de incredulidad y enojo.
-Oh, por todos los mares... -murmuró.
Daniel y Josh se acercaron, curiosos, y vieron lo que ella miraba. Eran carteles de recompensas. Sus rostros, o al menos los de Steven y Naou, estaban plasmados allí con claridad.
El cartel de Daniel, bajo el nombre de Steven, mostraba una cifra que lo dejó helado: 130 millones de monedas de oro. Josh, o mejor dicho Naou, tenía una recompensa algo menor pero igualmente aterradora: 75 millones de monedas de oro. Y finalmente, el rostro de Doria también estaba allí, con una cifra mucho más baja: 13 millones de monedas de oro.
Doria cruzó los brazos, claramente molesta.
-¿¡Treinta y tres millones menos que Naou!? ¿Cómo es posible? -exclamó, casi indignada-. ¡Yo soy la que hace todo el trabajo aquí!
Daniel, sin embargo, no compartía su humor. Sentía cómo un nudo se formaba en su estómago al leer las cifras.
-¿Esto es malo, verdad? -preguntó.
-Malo no comienza a describirlo -respondió Doria, todavía mirando su propio cartel con un toque de frustración. Luego se giró hacia Daniel, su tono más serio. ¿Sabes lo que significan 130 millones de monedas de oro por tu cabeza? Significa que cualquiera que vea tu rostro no dudará en intentar atraparte.
Antes de que pudiera responder, un grito resonó desde detrás de ellos.
-¡Es Steven!
El ataque inesperado
Un hombre corpulento con un delantal manchado de grasa, evidentemente el dueño de una de las tiendas cercanas, corría hacia ellos con una sonrisa ansiosa. En sus manos llevaba un machete que brillaba bajo el sol.
-¡130 millones de monedas de oro serán míos! -gritó mientras se lanzaba hacia Daniel.
Daniel retrocedió instintivamente, sus ojos abiertos de par en par por el miedo. No tenía idea de cómo reaccionar, y mucho menos de cómo defenderse.
-¡Maldición, muévete! -gritó Doria, empujándolo hacia un lado.
Con una velocidad sorprendente, Doria se lanzó contra el atacante, sacando un cuchillo que llevaba oculto en su cinturón. El choque entre ambos fue caótico. Doria esquivaba los golpes con habilidad, pero el hombre era fuerte y determinado.
-¡Josh, haz algo! -gritó Daniel, todavía paralizado.
Josh, sin saber exactamente qué hacer, agarró una olla de un puesto cercano y la lanzó hacia el hombre. No fue un golpe efectivo, pero sirvió para distraerlo lo suficiente como para que Doria le diera una patada en el estómago y lo hiciera retroceder.
-¡Corran! -gritó ella, girándose hacia Daniel y Josh.
Sin pensarlo dos veces, los tres comenzaron a correr por las calles del mercado. Pero el caos ya había comenzado. Otros mercenarios y cazadores de recompensas que habían escuchado el grito inicial ahora los miraban con interés, y no tardaron en unirse a la persecución.
La huida desesperada
El mercado se convirtió en un campo de batalla improvisado mientras Daniel, Josh y Doria corrían por sus vidas. Cajas de frutas se rompían a su paso, puestos de mercancías eran derribados, y los gritos de los comerciantes se mezclaban con los de los cazadores.
Daniel apenas podía pensar. Su corazón latía con fuerza mientras esquivaba a un hombre que intentó atraparlo con una red, y luego a otro que llevaba un hacha.
-¡Por aquí! -gritó Doria, guiándolos hacia un callejón estrecho que conectaba con el puerto.
El barco estaba a la vista, pero los pasos de sus perseguidores se acercaban cada vez más. Josh tropezó en un momento, y Daniel tuvo que ayudarlo a levantarse.
-¡Apresúrense! -gritó Doria desde el barco, ya habiendo subido a bordo.
Con un último esfuerzo, Daniel y Josh lograron saltar al barco, justo cuando Doria cortaba las cuerdas que lo mantenían amarrado. Las velas se desplegaron, y el viento los impulsó lejos del puerto, dejando atrás a la multitud enfurecida.
En el barco: Consecuencias y recriminaciones
Cuando finalmente estuvieron a una distancia segura, Doria se dejó caer contra una de las paredes del barco, jadeando.
-Esto... esto fue un error -murmuró, cerrando los ojos mientras se frotaba la frente.
Daniel y Josh se sentaron cerca de ella, igualmente agotados.
-¿De qué estás hablando? -preguntó Daniel, todavía tratando de recuperar el aliento.
Doria lo miró con una mezcla de frustración y desesperación.
-Entrar a la Gran Ruta. Traerlos a ustedes conmigo. Fue un error-dijo, su tono lleno de amargura-. No tienen idea de cómo usar los cuerpos de Steven y Naou. No saben pelear, no saben manejarse. Es como si llevara a dos niños conmigo.
-¡Estamos haciendo lo mejor que podemos! -protestó Daniel.
-Tu "mejor" no es suficiente aquí -replicó Doria con dureza. Aquí no hay margen para errores. Si no empezamos a actuar como el equipo que deberíamos ser, vamos a morir.
El silencio cayó sobre ellos mientras las palabras de Doria resonaban en el aire. La realidad de la situación era clara: si no aprendían rápido, no sobrevivirían a la Gran Ruta. Y con recompensas tan altas por sus cabezas, el peligro estaba solo comenzando.