Entre Dos Mundos: El Encanto De La Mitad Y Mitad

Después de que ambos se despidieron, Liz caminó de regreso a casa. Aunque el parque donde habían estado no estaba lejos, ya era bastante tarde y la oscuridad comenzaba a engullir la ciudad. Mientras caminaba, un chillido desgarrador la detuvo en seco. Nadie más lo habría escuchado o por lo menos no un humano, estaba demasiado lejos de su posición, pero Liz tenía sentidos más agudos que el promedio, siempre y cuando estuviera en un estado de equilibrio.

Giró hacia la dirección del sonido, llena de curiosidad pero también de cautela. El chillido provenía de una mansión a la que no parecía vigilar nadie. Era enorme, pero daba la impresión de estar deshabitada, salvo por una luz encendida en una de las habitaciones del primer piso, miy cerca de la puerta de entrada. Liz avanzó lentamente hacia la mansión, demanera tan sigilosa que parecía un ninja. Se acercó a una de las ventanas de aquella habitación iluminada y miró con cautela hacia adentro. El cuarto al que miraba era un estudio amplio con decoración del siglo XIX, había un sillón grande de madera como la caoba con tela que parecía seda en color rojo carmesí, justo arriba de éste en la pared había un cuadro grande con la imagen de un paisaje en las montañas, el cuadro tenía un marco de madera dorada con molduras denticuladas, pero lo más inquietante era la escena en el centro de la habitación: una oveja yacía muerta en la alfombra, cubierta de sangre, con dos orificios en el cuello. Recostado en una silla con los pies apoyados sobre el escritorio había un joven mirando despreocupadamente la escena, al mirarle la mano se veía que estaba manchada de sangre. Aunque el rostro del joven era difícilde ver desde la posición en la que se encontraba Liz, la sangre en su mano sugería que él era el responsable de la muerte de la oveja.

Liz sintió un escalofrío recorrerle la espalda y su mente se lleno de preguntas. "¿Podría ser un vampiro?¿Qué no estaban extintos?¿Esto es real?."

Se suponía que no existían más vampiros, al menos eso era lo que ella creía. Pero la imagen del joven y el cuerpo ensangrentado de la oveja frente a él, la hacía cuestionarse muchas cosas.

En ese momento, un sirviente entró en la habitación con utensilios de limpieza y comenzó a limpiar la sangre, como si fuera algo habitual. Liz escuchó cómo le hablaba al joven de la silla:

"Disculpe Amo, pero creo que no debería seguir haciendo esto. Usted es un vampiro diferente y puede obtener sangre de una manera más limpia, solo bebiendo la que compra del banco de sangre de la ciudad", dijo el sirviente.

"No lo entenderías, Albert", respondió el joven. "Esto es algo que debo hacer de vez en cuando para mantener mi cordura. No lo hago solo para alimentarme; es parte de mi naturaleza como cazador".

Liz reconoció esa voz. Era Kai, aquel chico lindo y misterioso que había llamado su atención un día antes. Tanta fue su sorpresa que no pudo evitar hacer un pequeño ruido, lo que la llevó a salir corriendo de allí, con la mente perturbada y el corazón acelerado.

Tanto Albert como Kai se dieron cuenta del ruido y miraron por la ventana. Aunque Liz ya estaba bastante lejos, Kai la reconoció a pesar de que solo pudo ver su cabello. En esa ciudad, nadie más tenía ese tono tan característico.

"Señor, acaso usted ¿No planea detenerla?" Dijo Albert mientras lo miraba seriamente.

"Por supuesto que lo haré, dame un minuto." Dijo Kai mientras se limpiaba la sangre de la mano con un pañuelo.

Kai era sumamente rápido y alcanzó a Liz en cuestión de segundos, justo antes de que pudiera salir de su propiedad. Él se paró frente a ella impidiendo qué escapara.

"No puedo dejarte ir ahora que sabes lo que soy", dijo Kai, bloqueando su camino con una postura dominante.

Liz intentó mantener la calma. "No te tengo miedo, pero dejame ir y prometo no decir nada", dijo, tratando de parecer valiente.

"Puedes intentar ser valiente, pero veo el miedo en tus ojos", replicó Kai con una mirada intensa.

"Por favor, te prometo que no diré nada. Soy como tú, lo entiendo", dijo Liz, tratando de buscar una salida.

"¿De qué hablas? Yo soy el último de mi especie. ¿Quieres hacerme creer que una humana como tú es igual a mí? No me hagas reír", dijo Kai en tono burlón pero firme.

"No, claro que no. Soy un híbrido. Soy mitad bruja y mitad sirena, debes creerme", suplicó Liz, con el temor dibujado en su rostro.

Kai la tomó de la muñeca y la arrastró de regreso a la mansión, mientras Liz luchaba por liberarse. Fue entonces cuando Liz decidió hacer un truco mágico: empezó a elevarse lentamente en el aire, forzando a Kai a levitar con ella para no perder el control.

"¿Qué rayos está pasando?" exclamó Kai mientras sus pies comenzaban a levantarse del suelo.

"Te dije que no soy humana. Por favor, suéltame y guardaré tu secreto", rogó Liz desde el aire.

Kai continuó levitando junto a ella, sin soltarla de la mano, hasta que quedaron frente a una ventana del segundo piso. Kai suspiró y dijo: "De acuerdo, te creo. Además, no me gusta succionar sangre de seres mágicos. No tiene el mismo sabor que el de los humanos".

"¿Por qué estabas espiando si no planeabas hacer algo en mi contra?", preguntó Kai, con el ceño fruncido.

"No era mi intención espiarte", respondió Liz, claramente asustada. "Iba camino a casa cuando escuché un chillido proveniente de aquí. Solo soy curiosa, no quería invadir tu privacidad." Un par de lágrimas rodaron por sus mejillas, traicionando el temor que intentaba ocultar.

Kai, al verla llorar, sintió algo moverse en su pecho, algo que no había sentido en mucho tiempo. "De acuerdo, no llores", dijo suavemente. Se acercó y la abrazó, rodeándola con sus brazos mientras intentaba consolarla.

Liz, abrumada por la situación y por el miedo, se dejó envolver por el abrazo de Kai. Sabía que lo que hizo fue arriesgado, pero nunca imaginó que se toparía con algo tan peligroso como un vampiro. Se aferró a Kai, tratando de recuperar la calma.

Después de un rato, Liz logró controlar sus emociones y se separó lentamente de los brazos de Kai. Ambos descendieron al suelo, ella con la cabeza un poco baja, pero sintiéndose más segura.

"¿Estás mejor?", preguntó Kai, esbozando una pequeña sonrisa.

"Sí, ya estoy mejor", respondió Liz, aunque todavía algo temblorosa. "Me asustaste bastante."

"¿Te gustaría entrar un momento? Podríamos tomar un café, prometo nl hacerte nada", dijo Kai, tratando de aliviar la tensión y de hacer que Liz se sintiera más a gusto.

Liz vaciló. "No sé... ya es bastante tarde y debería irme a casa." No quería quedarse más tiempo del necesario, pero algo en la amabilidad de Kai le hacía dudar.

"Solo será un momento. Quiero saber un poco más de ti", dijo Kai, sus palabras acompañadas de una sonrisa que escondía algo más. "Ser vampiro no significa que no pueda comer lo mismo que tú. Solo que... el sabor no es tan emocionante como el de la sangre", añadió con un leve tono irónico.

Liz dudó por un momento, pero la curiosidad le ganó. "De acuerdo, solo un rato", dijo, avanzando junto a Kai hacia la entrada de la mansión.

La puerta se abrió con un suave crujido y entraron a un enorme vestíbulo de estilo siglo XIX. El interior estaba repleto de muebles antiguos y obras de arte clásicas. La atmósfera era lujosa, pero también oscura, con la iluminación justa para revelar detalles sin mostrar demasiado.

Kai llevó a Liz hasta el comedor, donde una mesa imponente, lo suficientemente grande para veinte personas, ocupaba el centro de la sala. Se sentó en una esquina, y Liz tomó asiento a su derecha, sintiéndose un poco pequeña en medio de aquel entorno majestuoso y algo intimidante.

"Albert, tráenos un café. Y una rebanada de tarta Vianner para la señorita", dijo Kai a su sirviente, sin apartar la vista de Liz.

"Qué amable de tu parte, Kai", respondió Liz, intentando parecer relajada, aunque no tenía idea de qué tipo de postre le estaban sirviendo. El ambiente pesado de la mansión y la frialdad de los adornos no ayudaban a tranquilizar sus nervios.

Kai se quedó mirándola, como si quisiera leer algo en su expresión. Albert apareció con dos tazas de café humeante y un plato con una rebanada de tarta de chocolate rica y decadente, con capas esponjosas y húmedas de bizcocho de cacao oscuro, intercaladas con un cremoso ganache de chocolate, cubierta con una suave y brillante ganache de chocolate amargo, todo servido en un plato de porcelana con un hilo de salsa de chocolate artesanal. Liz observó el postre, preguntándose si realmente era seguro, pero no quiso parecer descortés y tomó un sorbo de café para disimular su incertidumbre. La suave luz de las velas que estaban sobre la mesa proyectaban sombras extrañas en las paredes, agregando un toque de misterio a cada movimiento.

Kai, por su parte, mantenía una expresión serena, pero sus ojos reflejaban un misterio profundo, algo más allá de lo que las palabras podían describir. Mientras Liz daba el primer bocado de tarta, no pudo evitar preguntarse qué otros secretos escondía esa mansión y su enigmático anfitrión.

Kai notó que Liz nunca había probado esa tarta antes, y el asombro en su rostro le resultó divertido. Liz tomó otro pequeño bocado, y esta vez, el sabor intenso del chocolate hizo que sus ojos se iluminaran de pura alegría. No pudo evitar sonreír mientras la mezcla de dulce y amargo acariciaba su paladar. Fue un momento de auténtica felicidad, y su expresión lo dijo todo: estaba encantada con cada bocado, olvidando por un momento todo lo que había sucedido.

Kai comenzó a hablarle a Liz sobre su pasado, sobre cómo llegó a ser el último de su especie. Le contó sobre el genocidio de vampiros y cómo tuvo que aprender a sobrevivir ocultando su naturaleza. Pero también le advirtió que tenía que mantener el secreto, porque si los humanos descubrieran que todavía había vampiros, intentarían cazarlo. Liz escuchó atentamente, entendiendo el riesgo que corría Kai si la gente se enteraba de su existencia.

Kai Nectaria es un vampiro joven, pero no del tipo convencional. A diferencia de otros vampiros qué existieron, él posee la habilidad de transformarse y suprimir su naturaleza oscura, permitiéndole mezclarse entre los humanos sin temer a la luz del sol ni provocar las miradas de horror que los vampiros solian despertar. Esta capacidad le permite vivir entre las personas sin que sospechen de su verdadera naturaleza y fue esta misma habilidad la qué lo salvo aquella noche en que la ciudad se tiño de rojo.

Kai es el último de su especie, un sobreviviente de lo que él llama "la era oscura", cuando los humanos llevaron a cabo un brutal genocidio contra todos los no muertos. En esa época, las criaturas de la noche fueron cazadas hasta la extinción, y Kai fue el único que logró escapar, gracias a su habilidad única para camuflarse entre los humanos.

La mayoría pensaría que ser el último de su especie es algo fácil de solucionar, simplemente mordiendo a unas cuantas personas para crear nuevos vampiros. Sin embargo, la realidad es mucho más compleja. No cualquiera puede convertirse en vampiro; para ello, un humano debe cumplir tres requisitos específicos: El primero de los requisitos debe ser qué el vampiro ame al humano, cualquier tipo de amor es válido, siempre y cuando sea amor verdadero. El segundo de los requisitos es que el humano también sienta amor por el vampiro, debemos recordar que el amor es un sentimiento que va más allá de una relación de pareja. El tercer y último requisito es que dicha transformación debe hacerse únicamente en la luna de sangre, de lo contrario, se convertiría en un simple sirviente del vampiro que lo transformó. Estos sirvientes carecen de voluntad propia y actúan únicamente bajo las órdenes de su amo, quedando atrapados en un estado de sumisión eterna.

Esta complejidad para crear nuevos vampiros y la soledad que conlleva ser el último de su especie hacen que Kai Nectaria sea un ser solitario hasta cierto punto, pero también le otorgan un profundo sentido de responsabilidad. Aunque puede ocultar su verdadera naturaleza, la memoria de la era oscura y la masacre que la acompañó le recuerdan constantemente que su supervivencia está vinculada con la humanidad. Kai camina entre los humanos con cuidado, incluso se muestra amistoso con algunos para guardar apariencias, consciente de que el equilibrio entre las dos especies es frágil y puede romperse con un simple error.

Liz aprovechó para contarle a Kai sobre su propia historia, sobre su dualidad entre bruja y sirena. Le explicó que sus padres siempre la mantuvieron controlada para evitar que su naturaleza mágica se hiciera evidente, pero que ahora, por primera vez, estaba empezando a explorar el mundo fuera de esas restricciones. Le confesó que se había asustado al ver lo que Kai hacía en la mansión, pues sus padres le habían contado historias aterradoras sobre la epoca en la que existían los vampiros y por eso huyó sin pensarlo dos veces. Sin embargo, al escuchar su historia, se dio cuenta de que él era mucho más interesante de lo que imaginaba y que al menos ella no corría peligro alguno.

“Te entiendo, debe ser difícil tener que ocultar lo que eres todo el tiempo”, dijo Liz, tratando de empatizar con Kai.

“Es parte del precio que tengo que pagar por ser quien soy”, respondió Kai, con una sonrisa triste. “No es fácil, pero prefiero esto a ser cazado como un animal”.

Liz asintió, reconociendo el sacrificio que implicaba ser el último vampiro. Ambos terminaron la conversación prometiendo cuidar el uno del otro y mantener el secreto de su naturaleza, conscientes de que revelar la verdad podría tener consecuencias catastróficas. Había un sentido de camaradería entre ellos, una promesa implícita de apoyo mutuo en un mundo que podría no ser tan comprensivo con sus realidades ocultas.

Después de esa charla Kai acompañó a Liz hasta su casa, para evitar que se metiera en mas problemas, ella aceptó y al mismo tiempo se sintió aliviada de haber encontrado otro amigo sobrenatural en quien podía confiar. Al llegar a la puerta de la casa de Liz, Kai la abrazó para despedirse, un gesto cálido que reflejaba su reciente cercanía, al cual Liz le correspondió. Sin embargo al otro lado de la calle, Demian, quien vivía justo enfrente, presenció el abrazo y sintió un extraño nudo en el estómago. No estaba seguro de por qué, pero algo le hizo ver esa escena con desconfianza, como si algo en la cercanía entre ellos no le gustara del todo. Había algo en la forma en que Kai la miraba, algo que empezaba a despertar un incómodo sentimiento de celos en Demian, aunque no quería admitirlo, no pudo evitar sentir algo raro en su corazón.