Amor&Perjuicios.

Después de dejar el auto en el auto en el estacionamiento del hotel, llegamos hasta lobby y lo noto bastante nervioso, río levemente y me acerco en recepción para pedir una habitación.

- Esto es vergonzoso ~dice cuando me acerco a él~

- ¿El estar en un hotel conmigo? ~mira todo el lugar y luego detiene su escruto en mí~

- El que seas tú quién lo pague ~río y niego~

- Eso no es un problema ~le extiendo una de las llaves~ Pero... Si no estás seguro y no te parece correcto, lo sabré si no estás en la habitación.

Me recibe la llave y luego de mirarla unos segundos, lo veo caminar al elevador hasta que desaparece en el cuándo las puertas se cierran.

Voy hasta el bar del hotel y me pido un shot doble. Dejo que pasen diez minutos y decido que ese es un tiempo suficiente para que haya pensado en esto. No quiero que luego de que pase se arrepienta y me salga después con que fue un error.

Le estoy dando tiempo de que huya y francamente, tengo miedo de llegar a la habitación y no encontrarlo.

Cuando estoy en la puerta, respiro profundo y la abro lentamente, así mismo la cierro y me adentro en la habitación, la cuál solo está iluminada por la luz de la luna y de la ciudad.

Suelta el aire retenido cuando lo veo parado en el ventanal sin sus zapatos y su chaqueta, se gira y me mira fijamente. Con cautela me acerco a él, acaricia con el dorso de sus dedos mi mejilla y con mucho cuidado, posa su mano en el óvalo de mi cara. Se inclina y me besa... Lenta y suavemente.

Su mano libre se posa en mi cintura y me apega a su cuerpo. Me siento más pequeña de lo que soy. Sus labios dejan los míos para atacar mi cuello y siento como baja con lentitud la cremallera de mi vestido, luego baja los tirantes, besa, muerde levemente mi hombro y al final deja caer mi vestido a mis pies.

Mis pezones se endurecen por el frío y me estremezco cuando sus manos acarician mis brazos, mi abdomen y por último mis senos. Mientras que a uno lo estruja, al otro lo saborea, lo chupa y lo muerde haciendo que jadee.

Se separa y quita su camisa, luego su pantalón y después de arrojar las prendas a cualquier lado de la habitación, me permito recrearme con la visión tan exquisita frente a mí. Tiene un cuerpo glorioso.

Ni siquiera parece un niño, ¿cuántos años tendrá con exactitud?. Noto que al igual que yo, él me recorre con la mirada.

Se siente en el borde de la cama y yo me acerco a él permaneciendo de pie, sus manos aprietan mi cintura levemente y tira de mí acercando su cara en mi monte de Venus. Su aliento caliente hace que mi intimidad se humedezca y me sorprende cuando lo veo escurrirse entre mis piernas sentándose en el suelo.

Toma el borde de mis diminutas bragas y las desliza por mis piernas hasta llegar a mis tobillos, levanto los pies, uno por uno y el se deshace de ellas. Él mira mi sexo atentamente y sonríe, esa sonrisa me prende aún más.

Toma uno de mis pies y lo alza por su hombro haciendo que apoye mi rodilla en el borde de la cama. ¡Pero que posición, estoy abierta para él!. Suelto un gemido sonoro cuando siento su boca en mi intimidad, chupa, saborea y rodea con su lengua mi punto más sensible.

Sus manos aprietan mis glúteos pegándome más a su boca y mis manos se enredan en sus caballos tirando de él. ¡Pero que habilidad, Señor!. Siento un calor que sube hasta mi cara, me siento caliente y mi pelvis se contrae ante ese cosquilleo que ya muy bien conozco. Me ha hecho venir, joder.

Mi respiración es errática y mis ojos se han cristalizado ante el placer tan intenso al que me ha sometido. Definitivamente, no es tan niño, no puede serlo.

- Acueste ~su voz ronca de deseo y la forma en la que se saborea los labios amenazan con hacerme venir de nuevo~

Como si fuese una niña obediente, me tiro boca arriba a la cama, lo veo quitarse el bóxer... ¡Wow!, !De que no es un niño, Reina Isabel!.

Separa mis piernas y se sube ahorcadas sobre mí, me besa, me besa y me besa... Me encanta sus besos. Sus manos acarician mis piernas y siento como se cuela entre nosotros, siento la punta de su erección rozar mi caliente y humeda intimidad, eso hace que lo mire con suplico. Nunca antes me había sentido tan urgida.

- No... ~agacha la cabeza y niega~

- ¿No? ~mi pecho sube y baja. ¿Se arrepintió?~

- No pensé en que haría esto, así que... No tengo preservativo ~me mira con una sonrisa y yo río~

- Espera ~niño... Si creí que me dejarías así~

Me estiro un poco sobre el colchón, debajo de él y voy hasta la mesita de noche a un costado de la cama, abro uno de los cajones y para nuestra suerte, hay una caja de preservativos. Se la entrego y con una sonrisa grande, toma uno de los empaques.

Bajo mi atenta mirada, se pone el látex y jadeo por lo hermoso que es. Él vuelve a abrirse paso entre mis piernas y me besa, con una lentitud tortuosa, se va introduciendo en mi interior. Es... Grande.

Ahogo un gemido en sus labios y él entrelaza nuestras manos. Primero va lento, besa mi cuello y suelto una de mis manos solo para aferrarse a mi pierna, de un momento a otro, nuestro aliento chocan entre nuestros labios cuando acelera sus embestidas.

Dentro, fuera, dentro, fuera... Dentro, bastante adentro, tanto que no puedo controlar el escándalo que sale de mi boca, mis gemidos hacen eco en la habitación combinándose con el ruido de nuestros sexos chocando.

Mis piernas tiemblan y si soy sincera, siento que este chico me va a partir en dos. Que intenso es, demasiado intenso.

Me encanta, me fascina, me prende. Es increíble la resistencia de este chico, nunca fueron suficientes nuestros org**mos. Parece que el chico tímido que huye y se sonroja ante mí, lo ha dejado de lado, sin pena y sin pudor me hizo suya cuantas veces quiso... Y yo deseosa me dejo hacer.

No importa si es menor que yo, no importa si soy su profesora, no importa si quiere hacerlo hasta el amanecer, no importa nada. Que me tome como se le de la gana, está noche y siempre que quiera.