El Sultán Murad, un hombre de 45 años, debió ascender al trono contra de su voluntad, debido al mandato del espíritu guardián del maldito de su padre; sin embargo, debido a los traumas que tuvo al crecer en el harem de su progenitor, lo que realmente deseaba era poder rehacer su vida lejos de aquel país.
Por una alianza realizada con el monarca del reino vecino, el rey Guillermo, decidirá viajar a tierras extranjeras con el fin de buscar esposa y así sellar por completo los acuerdos de paz entre ambas naciones. Sin imaginar, en su camino se cruzaría con la segunda princesa bailarina, maldita de nacimiento, y la cual provocaría que el espíritu guardián le hiciera una propuesta: salvarla de su maldición a cambio de su libertad.
Siendo un hombre completamente opuesto a lo que se esperaba en un gobernante, y sabiendo que su querido hermano menor podría ser el futuro sultán, acepta el trato.
¿Podrá ir en contra de tal poderosa maldición?
¿Podrá salvar a la segunda princesa bailarina?
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CAPÍTULO 5
La duquesa Serena, madre de las doce princesas bailarinas, mal llamadas así en burla por parte de muchos en el reino, pidió hablar con su esposo. El duque Jeremy, al llegar a la mansión, subió enseguida para ir con su esposa.
Al verla tan mal, sentada con la cabeza baja, su corazón se destrozó. No habían tenido un solo día de felicidad completa desde el nacimiento de sus hijas. Así que si él estaba al borde del colapso, su esposa, la mujer que dio a luz a sus dos hijas, lo estaba de la locura.
—¿No es el terreno del castillo, un campo santo?—preguntó la duquesa—¿Crees que si le pedimos ayuda a la reina, ella acepte hospedar a nuestra tres hijas?
El duque Jeremy quedó pensativo, pudiera ser una opción para ralentizar la maldición que sus tres hijas mayores quedaran bajo la custodia de la reina en el castillo, en lo que él seguía investigando la desaparición de Cosette. Sin embargo, tenía que primero hablar con Scott y la abuela Baba.
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Cuando el duque se reunió con la abuela Baba, después de que esta le dijera que Scott se encontraba revisando información con respecto a los demonios, la anciana le confirmó que era una buena idea que las princesas mayores estuvieran en terreno santo. De ese modo, sería más difícil que los demonios llegaran tan rápido a ellas.
Esa misma tarde, antes del atardecer, mientras alistaban el carruaje para llevárselas al castillo, después de la aprobación dela reina, fue apenas que Scott salió de su despacho.
Observando como se llevaban a Beatrice y a sus hermanas al carruaje, Scott guardó en un pequeño cofre cuartas cartas rojizas. Sin tener nada escrito, lo único que se llevó fue dicho cofre, una daga plateada y unos libros de demonología.
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La reina Irene, quien por fin había llegado a la capital real, luego de dar la bienvenida al sultán del reino vecino, supo enseguida lo que estaba pasando con las hijas de la duquesa de Rosaria.
Siendo la media hermana de las doce princesas bailarinas, adoraba con locura a su querido padre. Por ende, aceptó sin reserva alguna tener a tres de sus hermanas con ella, para protegerlas todo lo que pudiera.
Sabiendo que habían salido corriendo del ducado, ordenó tener listos sus aposentos con la ropa necesaria para pasar los primeros días en el palacio. Ya después mandarían a buscar algunas de sus pertenencias.
—¡Su majestad!—se arrodilló Scott—gracias por recibirnos.
—No, al contrario—respondió aguantando las lágrimas—¡Gracias por ayudar a mis hermanas!
Irene observó con dolor como Anastasia y Beatrice, cansadas y con los pies vendados, eran cargadas por dos mayordomos. Entendiendo que necesitaban atención médica, ordenó llevarlas de inmediato a descansar mientras los médicos las revisaban.
Caminando hasta su hermana Diana, Irene la abrazó con fuerza para calmarla. Sabía que estaba aterrada porque fuera su turno. No obstante, tenía fe que al menos esa noche la pasaran en paz sus tres hermanas.
Luego de ser colocadas juntas en la misma habitación, en el palacio auxiliar de invierno, Irene mandó a colocar un esquema de seguridad tanto afuera como dentro del lugar. El pabellón principal, el cual se componía de un hermoso salón de té, fue amoldado de inmediato para funcionar como recámara para las tres princesas.
Debido a que el lugar estaba abarrotado de puertas, aunque las princesas no tenían mucha privacidad, funcionaba perfectamente para estar alertas si los demonios volvían a buscarlas. No obstante, el estar lejos de su hogar, increíblemente, hacía que se sintieran más ligeras.
Incluso Beatrice, que no había querido comer nada desde hacía tres días, había despertado antes de que el amanecer comenzara, pidiendo un poco de comida. Sin embargo, Anastasia, quien era la que más afectaba estaba, seguía durmiendo.
Si bien su cuerpo estaba más liviano, como si hubiera salido de una cárcel en la cual estuvo encerrada durante siglos, el mundo de los sueños estaba siendo cruel con ella.
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Por recomendación de Scott, el aire fresco y el movimiento haría que se sintieran un poco mejor, por lo que Beatrice aceptó sin dudar. La segunda princesa bailarina, no pudo evitar detenerse al observar alguien que le recordaba a su padre, en el jardín.
"¿Santa Claus?"
Fue la pregunta que se hizo al verlo, si bien no era del todo parecido al hombre de los cuentos que la abuela Baba les contaba de niños, tenía cierto aire que le hacía recordarlo. No solo por lo gordito, sino también por su bello cabello plateado, ojos azules y mejillas rojas como un par de manzanas.
Sintiendo algo cálido en su corazón, siguió con su mirada al hombre vestido con ropas extranjeras, hasta que este se sentó bajo la sombra de un pequeño kiosco rodeados de girasoles.
A los lejos pudo ver como los ojos se iluminaron ante los postres que había en la mesa; sin embargo, el hombre que lo acompañaba sacó una regla de su túnica y le pegó en la mano.
Las doncellas de Beatrice, preocupada que se sintiera mal de sus pies, estaban listas para sentarla en un banco en lo que revisaban sus vendajes; sin embargo, el sonido leve de un pequeño golpe hizo que estas miraran a la dirección del kiosco de girasoles.
—¡Oh! ¡Es el sultán!—respondió emocionada una de las doncellas.
—¿Sultán?—preguntó sorprendida Beatrice.
—Sí, el hombre gordito—aclaró la otra doncella—es el sultán Murad, al parecer ha venido para la primera temporada debut del bicentenario, con el fin de casarse con alguna mujer de la alta sociedad.
Fue así que Beatrice recordó que en ese mismo año en que sus hermanas y ella debían supuestamente morir, sería el año del bicentenario del reino, donde se celebraba la fundación de la nación. Y si un monarca extranjero vino en búsqueda de esposa, era por motivos de alianza política.
Anastasia observó a lo lejos a su hermana, quien miraba cabizbaja al piso. Preocupada por ella, tuvo que ir en silla de ruedas para no lastimarse más las plantas de sus pies.
—¿Betty?—la llamó con cariño Anastasia.
La segunda princesa bailarina miró a su hermana mayor con una sonrisa, mientras se sentaba en la banca centrada. Beatrice observó a Anastasia, un poco curiosa por saber algo.
—Hermana—le dijo—¿Tu corazón se pone cálido cuando ves a sir Scott?
—Sí—respondió un poco sonrojada.
Sin saber que su presencia llamó la atención por unos segundos del acompañante del sultán, ambas continuaron hablando mientras los hombres seguían conversando. Desde que habían firmado el tratado de paz con el rey Guillermo, habían decidido venir al reino para buscar una esposa.
Porque siempre los dioses caprichosos y los demonios malditos hacen con los hombres no se les antoja su gana...
aaaag. que coraje
teníamos que saber esto???!!!
y al regresar baba aseguró que habian perdido su virginidad...
ahí ya no entendí.
ahora lo desoreciaran por flaco y feo jajajaja
o la que se suicidó??/Skull/
sublime
hermoso
maravilloso...
Ojalá le hagas justicia a este héroe...
será en defensa propia
por eso corrompe y laceraba el cuerpo de Beatriz?
como venganza. por su hermano maldito demonio
suena que está madre tiene mucho que ver con la maldición de sus hijas
alguien me puede informar?
será épico este novelon
ya que acabe la masacre
parece los pasajes de Edgar Allan poe
me estoy confundiendo