MATRIMONIO CON UN DESCONOCIDO

Nain al verla, se enojó mucho, se sentía engañado, manipulado y eso realmente lo enfureció; por un momento pensó en dar media vuelta, alejarse de ella, terminar con esa farsa; pero ver sus lágrimas en sus ojos lo hizo tener un sentimiento de tristeza, mucho más fuerte que su coraje.

No quería que siguiera llorando, realmente deseaba verla sonreír y su padre que no dejaba de gritarle ofensas, de expresar lo desilusionado que estaba de ella, solo hacían que María Eugenia se mirara más triste; Nain no pudo seguir viendo eso y sin nada de ganas termina abrazándola, con una seriedad dice.

• Señor, con todo respeto, por favor, ya no siga ofendiéndola, que no mira que ella no deja de llorar, de lo mucho que la lastima con sus palabras.

Ella es su hija, no ese hombre con el que deseaba casarla. Si usted sigue comportándose de esa manera con mi María Eugenia, le digo en este momento que pienso llevarla conmigo y nunca más dejaré que la vuelva a ver.

El hombre, al escuchar lo que Nain le decía, lo mira a la cara; en ese momento se dio cuenta de que no lo conocía. Por estar discutiendo con su hija, nunca se fijó en quién iba con ella; sorprendido, exclama.

• Usted, jovencito, dígame, ¿quién es? ¿Por qué se mete en esto?

A María Eugenia le gustó esa forma en la que Nain la protegía, sonríe con malicia, escondiendo su rostro en el pecho de él, para que no la mirara, solo su padre se dio cuenta y en ese momento con una seguridad, con un orgullo dice.

• Padre, te presento a ¡MI ESPOSO!, será el futuro padre de tus nietos y antes de que digas algo, quiero aclarar lo que el tonto de Andrés te dijo.

Yo nunca tuve relaciones con él, te mintieron y esas fotos que te mostraron, si te fijaste bien, nuestros rostros no se miraban, porque no les convenía mostrarte la verdad.

Es cierto, la de la foto soy yo, porque me entregué al hombre que amo y ese es Nain. Ellos te dijeron que tal vez estoy embarazada, por eso la presión de la boda. Quiero que sepas padre, que, si eso fuera cierto, el único padre de un hijo mío es él.

Padre, hoy nos casamos, porque yo lo amo, no quiero estar más lejos de él. Si tú quieres que me vaya, solo dilo; a mí la verdad no me importa vivir en la pobreza, siempre y cuando sea con el amor de mi vida, con la persona que me cuida y me ama.

Y antes de que empieces a quejarte o hacer preguntas incómodas a mi pareja, de una vez te lo voy a aclarar.

Nain no viene de ninguna familia, es un huérfano, trabaja como repartidor de comida rápida en un lugar que está en la calle xxxx, de la colonia xxx, gana lo mínimo, pero tiene su departamento de renta.

Padre, si tú no lo aceptas, me iré con él, porque orgullosamente te puedo decir que es mucho mejor hombre que Andrés; es trabajador, honrado, no depende de papá para tener dinero, no está conmigo por ser rica, es un orgullo ser su esposa.

Nain no dejaba de ver el rostro del hombre mientras escuchaba lo que María Eugenia decía, no entendía por qué, pero sus palabras le causaban una vergüenza, un sentimiento extraño dentro de él lo hacía querer pedirle disculpas al padre de ella, que cada vez lo miraba más rojo de la cara y era muy notorio porque el hombre era de piel blanca.

Pero lo peor fue cuando ella habló de un supuesto embarazo, eso fue algo que no se esperaba, en ese momento pensó:

- Como puede decir tantas mentiras, pero ¿qué es eso de un embarazo? Definitivamente, no pienso quedarme si eso es cierto.

Esta mujer está loca. ¿Cómo puede quitarle el derecho a un hombre de conocer a su hijo? Y más querer metérmelo a mí, que soy un completo desconocido, ni siquiera sabe quién soy, como para que hable con semejante confianza.

No pienso caer en semejante enredo de una jovencita que está mal de la cabeza o tal vez solo está mimada, malcriada, creo que no sabe ni lo que quiere. -

Él estaba tan sumergido en sus pensamientos, que no se dio cuenta en el momento en que ella dejó de hablar, hasta que escuchó que el hombre, mirándolo directamente a los ojos, le dice.

• María Eugenia Romero, realmente me tienes desilusionado. Como padre, creo que he hecho las cosas muy mal contigo, si tu madre viviera, la matarías de un infarto.

Hija, ¿te estás dando cuenta de lo que me dices? No entiendo por qué no me lo dijiste antes, sabes que yo siempre te escucho, por qué dejaste que eso de la boda llegara hasta ese punto.

Ahora ni siquiera me das la dicha de haber estado en tu boda, sabiendo que mi sueño era entregarte con ese hermoso vestido de novia, de llevarte al altar, eso era lo único que te pedía desde niña.

María Eugenia, eres una ingrata, realmente tú no me quieres ni un poco.

María Eugenia soltó a Nain y molesta, le grita.

• Padre, tú me estabas obligando a esa boda, ¿qué no lo recuerdas? No me dejaste explicarte nada, solo me impusiste lo que supuestamente estaba bien; pero yo no pensaba caer en el chantaje de Andrés.

Eso nunca...

Esa familia es mala y solo quiere tu dinero, padre; por favor, tienes que creerme, lo que hice fue lo correcto. Estoy luchando por mi amor, por Nain que es el indicado para mí.

Su padre la amaba y terminó abrazándola, con una tristeza le dice.

• Mi princesita, discúlpame por no haberte escuchado, es solo que verte en esas fotos, fue para mí algo muy difícil y todo lo que Andrés me dijo, su padre, me dejé llevar por sus malas palabras.

Pero me alegra que no me hicieras caso, que pelearas por quien verdaderamente amas, solo espero que no te estés equivocando y que este joven realmente te ame como lo dices.

El hombre, mientras abrazaba a su hija, estira su mano ofreciéndosela a Nain, lo miró a los ojos, esperando que la tomara; pero él se la pensó por unos segundos, indeciso de sujetar esa mano, al final decide tomarla y en ese momento lo escucha decir.

• Hijo, disculpa por este recibimiento, pero si ustedes dos hubieran venido a hablar conmigo cuando todo esto empezó, yo los hubiera apoyado.

Aún no entiendo por qué se han mantenido ocultos. Mi hija sabe que yo solo busco su felicidad, nunca me hubiera puesto en contra del amor y menos si es la felicidad de mi hija.

Joven Nain, por favor, cuida bien de mi princesa, hazla feliz y conmigo siempre tendrás las puertas abiertas.

Nain miraba el rostro de María Eugenia, miraba esa cortada en Z cerca de la ceja, le llegaba al párpado y parte de su frente; si era un poco grande, pero no para que le quedara una cicatriz exagerada, sabía que con un par de pomadas y un tratamiento se le quitaba.

Eso realmente lo hizo sentir molesto, pero con las palabras de ese hombre, que al parecer también estaba siendo engañado por la misma mujer, lo hizo sentir algo extraño. Se podía ver que su padre la amaba y pensó que, si la descubría, las cosas no serían nada buenas para el pobre hombre.

Nain sin nada de ganas y titubeante, le dice.

• Señor, no tiene que preocuparse, su hija sabe cuidarse muy bien sola, es una chica muy inteligente y hermosa.

Nain realmente no sabía qué decir, solo quería irse de ahí, alejarse de esa mujer, que para su parecer era demasiado problemática y lo que menos quería era problemas en su vida.

Él sentía que vivía a gusto, que no le hacía falta nada y menos una mujer como María Eugenia, que tal parecía solo le gustaba imponer su voluntad.

Pero cuando pensó en dar media vuelta y salir de ahí con un pretexto, mira cómo el hombre se ponía pálido, cerraba sus ojos y se empezaba a doblar; el hombre se había desmayado. Nain tuvo que apresurarse para ayudarle a María Eugenia a sujetarlo, antes de que se cayera al suelo.

Nain tomó su pulso y se dio cuenta de que era débil, pero ahí estaba, le ordenó a Lulú que le marcara a un médico; él era un hombre fuerte, lo levantó en sus brazos y le pidió a María Eugenia que lo guiara adentro, para llevarlo a su habitación.

Ella, alterada, lo guía adentro de la casa, lo hacía subir las escaleras que estaban al lado derecho de la puerta a unos dos metros; lo lleva hasta la habitación de su padre y lo recuesta en la cama, le pide alcohol y un algodón.

El algodón lo moja con el alcohol y después lo pasa por su nariz. El padre de ella empezó a abrir sus ojos, ella no dejaba de llorar, preocupada por su padre, pensando en lo peor; Nain le dio tanta tristeza verla así, que sin querer terminó abrazándola para darle consuelo, inseguro le dice.

• María Eugenia, no tengas miedo, tu padre ya despertó. Ahora que llegue el doctor para revisarlo, ya nos dirá lo que le ha pasado.

El padre de María Eugenia se les quedó mirando en silencio y en ese momento en que ella voltea su rostro para ver los ojos de Nain, parecía que terminarían besándose, él empieza a decir.

• Nain, realmente quieres a mi princesa, ya no tengo dudas de eso, porque solo un hombre enamorado miraría a una mujer como tú lo acabas de hacer en este momento.

Hija, trata de portarte bien, ya no eres una mujer soltera, ahora te debes a tu marido y él se debe a ti, traten de respetarse, de cuidarse siempre.

Nain se le hizo extraño lo que el hombre decía, realmente se llenó de curiosidad, quería preguntarle, ¿qué era eso de la mirada?, no entendía por qué había dicho esas cosas tan extrañas, que para él no tenían sentido y realmente no pensaba quedarse con la duda, tenía que preguntarle, ¿qué había visto? ¿Por qué habla de esa manera?

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