tendrá que enfrentar su pasado para forjarse un
futuro de felicidad junto a ella sin sentarse frustrado…
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CAP 7
Más tarde aquella semana, ismael estaba de pie en su porche trasero escuchando el
silencio de la noche, observando los últimos rayos de sol en el cielo oscuro. Un
batallón de luciérnagas iluminaba el campo de alfalfa de detrás del establo. Era el
último día de septiembre y, aunque el aire resultaba agradable en su cara, le
recordaba que se acercaba el largo invierno.
Las escaleras de madera crujían bajo sus pies, y se acercó a las filas de jaulas
apiladas con puertas de alambre que había junto al establo. Un gato de tres patas
maulló, y ismael abrió la puerta para acariciarle la oreja.
—No te acostumbres a los hígados de pollo y a la leche —le dijo al felino
accidentado, llamado Lazarus por sus dueños—. En unos pocos días volverás a cazar
ratones en casa de los Frederick.
El gato maulló en respuesta y isma volvió a cerrar la puerta.
Se detuvo al final de la fila de jaulas, donde guardaba a un búho, y apartó la
cortina de tela.
—Bueno. Hoot, es tu gran noche. Es hora de que vuelvas con los tuyos a tu
árbol favorito.
El enorme pájaro parpadeó y se apartó de su mano.
Ismael lo colocó sobre su antebrazo y lo elevó. Hacía tres semanas, los niños de los
Stoker le habían hablado del búho herido, y había encontrado al animal en la orilla
de un arroyo con el ala rota.
Parecía haber estado allí durante algún tiempo, expuesto a los elementos y al
hambre, y Ismael no había estado seguro de si viviría.
Llevó al búho a la parte delantera del establo y levantó el brazo.
—Vamos. Vete a casa.
El pájaro no necesitó más estímulos. Agitó las alas, golpeando a ismael en la cara
mientras despegaba. El búho se posó en el tejado del establo durante un minuto
entero, girando la cabeza como si estuviera orientándose. Finalmente despegó y salió
volando hacia la oscuridad.
ismael cerró los ojos e imaginó que podía oír el sonido de las alas en la distancia.
La sensación de satisfacción y plenitud que siempre acompañaba a la curación de un
animal limpiaba su alma. Se implicaba demasiado y se lo tomaba personalmente
cuando un animal moría bajo su protección. Valoraba la vida de todas las criaturas.
Vivía para curarlos y cuidar de ellos.
Había matado a un hombre.
Cada vez que la noche se llenaba de estrellas y la soledad se apoderaba de él,
ismael pensaba sin parar en el mandamiento de «no matarás». El incidente había
ocurrido años atrás. Él era joven y la justicia lo había considerado un acto defensivo. El mandamiento estaba claro, pero, si Dios era quien decían que era, entonces
sabría qué tipo de hombre era mario Rodríguez.
Si cerraba los ojos, podía rememorar aquella noche de nuevo, tan claramente
como si hubiese ocurrido el día anterior. Él tenía diecisiete años por entonces y
acababa de ir a vivir con Caleb y con Eli. Caleb había salido aquella noche para
atender a un paciente y ismael había sido atacado al bajar a la cocina.
Había reconocido al hombre. Sabía que era el mismo hombre que le había
perseguido en sus pesadillas desde la infancia.
Eli había prendido una cerilla, encendiendo un farol que iluminó a tres
personas. Había palidecido al ver a ismael sentado y atado con una cuerda. Mario estaba a su lado, apuntándo le con una pistola a la cabeza.
—Suéltalo —dijo Elizabeth dando un paso al frente.
—Lo haré cuando tú salgas fuera conmigo.
Ismael luchó por desatarse, sintiendo el miedo en su corazón.
—Si le haces daño a mi hermana, te mataré, ¡hijo de perra!
—Qué miedo tengo —dijo mario burlonamente—. Vamos, Eli. Sal por la
puerta. Estoy cansado de esperar.
—¿Dónde? —preguntó ella.
—En mi carruaje —contestó mario—. ¿Recuerdas mi encantador carruaje?
maril apuntó con la pistola directamente a la sien de Ismael. Curiosamente, ismael
tenía más miedo por Eli que por él mismo. La muerte sería menos dolorosa que la
vida que había llevado hasta ese momento.
—De acuerdo —dijo ella—. Aparta la pistola.
—No vayas —le rogó ismael—. ¡Deja que me dispare! El ruido hará que alguien
venga a ayudar.
—Aparta la pistola —insistió Elizabeth.
—¡No! —gritó ismael.
Mario apartó la pistola de la cabeza de ismael y le dio un golpe en la cara.
Eli se acercó hacia él, pero mario apuntó con la pistola al pecho de
ismael.
Elli se detuvo y entonces se dirigió hacia la puerta.
—¡Eli, no! —gritó Ismael. Estaba ocurriendo todo como antes. Como la última
vez, cuando él tenía ocho años y era incapaz de ayudarla. No dejaría que volviese a
ocurrir. Con toda su fuerza, se retorció contra la cuerda, balanceó la silla y le dio la
vuelta, golpeándose la cabeza contra los fogones.
Sacudió la cabeza, ignoró el dolor en el brazo y el hombro donde se había
golpeado contra el suelo y agitó las piernas para que la silla se rompiera contra la cocina. Volvió a hacerlo. Y otra vez más. Aquel hombre se llevaba a su hermana más
lejos a cada instante que pasaba.
Finalmente la madera se rompió y sus tobillos quedaron libres. Se zafó de la
cuerda y se puso en pie, golpeando el respaldo de la silla contra la puerta hasta que
se desarmó y quedó libre. Sin detenerse, salió corriendo por la puerta.
Con un intenso miedo en el pecho, corrió por entre los arbustos y jardines hasta
la calle adyacente. Allí, en mitad de la oscuridad, se encontraba el carruaje negro.
mario estaba intentando meter a Eli dentro, pero ella se resistía. ismael lo pilló
por sorpresa, arremetiendo contra él con toda su fuerza.
Agarró a mario y le dio un puñetazo en la cara. Ismael le devolvió el golpe,
nublándole la vista por un momento y haciéndole saborear la sangre en la boca.
mario se dio la vuelta, apuntó con la pistola a la cabeza de Eli y la empujó
contra el lateral del carruaje.
—Entra —le ordenó.
—Dispárame —dijo Eli apretando los dientes. Deslizó los dedos por el pelo de
Mario y tiró con todas sus fuerzas. Él gritó y echó la cabeza hacia atrás, apartando
la pistola de su sien.
Ismael volvió a ponerse en pie y se lanzó de nuevo contra mario. Con un grito,
Mario soltó a Eliz. Ella le agarró la mano y la golpeó contra la puerta del carruaje,
haciendo que soltara la pistola.
isma volvió a golpearlo y mario se derrumbó sobre él. Eli le golpeó la cabeza
con ambos puños. mario presionó la cara de ismael contra el suelo hasta que éste
pensó que iba a romperle la mandíbula. La luz de la luna brillaba en el cañón de la
pistola tirada en el suelo. Estiró el brazo y agarró el cañón. En esa ocasión ayudaría a
su hermana.
Segundos después, una explosión retumbó en sus oídos.
Los caballos se alteraron y relincharon; el carruaje se balanceó y el olor de la
pólvora inundó sus fosas nasales.
—¡ismael! —gritó Eliz.
Sobre él, el cuerpo de mario yacía quieto y pesado. ismael se lo quitó de encima
y se puso en pie.
Eli se quedó mirando el cuerpo inmóvil y luego observó la pistola en la mano
de su hermano.
—No quería hacerlo —dijo ismael.
Una luz se encendió en una de las casas cercanas. Luego otra. Eli se arrodilló
junto a mario y le colocó los dedos en el cuello.
—Está muerto —dijo mirando a su hermano.
Cuando la verdad sobre Mario salió a la luz, ismael quedó suelto. A
veces la verdad aún lo atormentaba. Pero no cambiaría lo que había hecho. Volvería a hacerlo si no le quedara otro remedio, pensó, e intentó apartar los remordimientos que le inundaban la mente
FIN.👻