"Me cruce por su camino una vez... Solo una vez. ¿Suerte, casualidad o destino?. No lo sé. Pero desde que eso ocurrió conocí al hombre que cambio mí vida..."
Renzo Leone (27 años) es un poderoso mafioso de Grecia: Inteligente, despiadado, sin corazón y frío asesino, todo eso se oculta detrás su fachada de ángel hermoso. No dudo el matar a sus enemigos con sus manos. Inmensamente temido en el mundo de la mafia y aún peor que no portaba debilidades por dónde atacar, logro poner su apellido por encima de todo el mundo tanto así que cualquiera temblaba la oírlo.
Melina Brown (20 años) una dulce joven introvertida de EE.UU que vive bajo la maldad de su mamá, quien la odia por ser hija de una infidelidad de su parte hacia su marido. Con la culpabilidad de haber arruinado la vida y el matrimonio de su madre, jamás presto atención al hecho que estaba siendo vigilada sino hasta muy tarde. Su verdadero padre hará su aparición cuando intenta rehacer su vida.
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9. SEXY
2 DE DICIEMBRE 2.022
• MANSIÓN LEONE •
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MELINA
Poco recuerdo lo que ocurrió ayer, la verdad casi nada solo haber sido rescatada por Renzo.
Abro los ojos descansada. Me estiro sobre la cama, es enorme y la habitación. Recorro la habitación.
–. Es inmensa está habitación –digo–. ¿Donde estoy?.
La puerta se abre y entra una mujer un poco mayor.
–. Oh, ya ha despertado, señorita –dice sonriente–. ¿Cómo se encuentra?.
–. Bien, estoy bien –respondo–. ¿Donde estoy?.
–. En la mansión Leone –dice sonriente–. El señor Leone la trajo ayer, estaba enferma paso toda la noche con fiebre.
Fragmentos de lo que pasó ayer vuelven a mí mente. Miro hacia abajo y estoy en ropa interior. Me sonrojo un poco ante la mujer.
–. Perdone –digo avergonzada–. No me había dado cuenta.
–. No sé preocupe, señorita –dice–. Ahora entiendo porque el señor está interesado en usted, es hermosa.
–. Oh, el señor Leone ha sido bueno conmigo –digo sonrojada–. No es que tengamos algo.
–. Por favor, tengo cincuenta y tres años –dice–. Y conozco a Renzo desde hace años... Me doy cuenta.
Bajo la mirada sonriente y sonrojada.
–. Él señor mando a comprar ropa –sonríe–. Puede darse un baño y luego bajar a desayunar.
–. De acuerdo –asiento–. ¿Cómo se llama?.
–. Soy Edna, linda –dice sonriente–. Ahora me voy. Nos vemos –se va.
Cuando se va tomo la ropa y voy al baño, donde que quedó paralizada. Este baño es más grande que mí casa.
–. Dios mio –digo–. No puedo creerlo.
Lentamente me acerco a la cabina de vidrio de la ducha, como si tuviera miedo de romper el piso. Una vez desnuda entro y abro la llave dejando el agua caer sobre mí cuerpo.
Luego de ducharme salgo, tomo la ropa y me visto.
Luego salgo de la habitación y veo a Edna en el pasillo.
–. Señora Edna –la llamo–. Quería saber...
–. Su hermana está durmiendo aún –dice–. Paso toda la noche durmiendo y su madre está muy dormida.
–. Mmhh... –digo–. ¿Y el señor Leone? ¿Está despierto?.
Me mira con una sonrisa y me responde.
–. Acabo de hablar con él –me dice–. Está despierto en su habitación, es la última de allá.
Me señala la última puerta justo en el medio. Ella se aleja y yo voy a la habitación, tocó la puerta pero nadie responde, giro la manija y la puerta se abre.
A paso lento y cuidadoso entro a la inmensa habitación principal.
–. Aaamm... ¿Renzo? –lo llamo tímidamente–. ¿Señor Leone?.
No escucho respuesta, quizás ya se ha ido o eso es lo que pienso hasta que la puerta del baño se abre.
Renzo sale de allí y mis ojos casi se salen de órbita, lleva una toalla al rededor de su cintura, su mirada... Dios mio, su mirada es como si fuera comerme. Camina hacia mí con una seguridad sorprendente e hipnotizante.
–. ¿Me buscabas? –pregunta con voz ronca–. ¿O que hacías aquí?.
–. Yo... Aamm... Yo... –tartamudeo.
¡VAMOS MELINA!. No actúes como si a Caperucita Roja la hubiera asustado y acorralado el lobo... Aunque con semejante lobo, Caperucita está encantada de estar acorralada.
–. No me has respondido, Melina –dice acercándose.
Camino hacia atrás intentando alejarme de la personificacion de la sensualidad, virilidad y masculinidad.
Al seguir alejándome choco contra el pie de la cama y caigo en medio de ella, Renzo se posiciona sobre mí con sus grandes y fuertes manos a cada lado de mí cabeza.
–. Te escucho –me dice–. ¿A qué vienes aquí?.
En mí mente se repite: "No digas nada estúpido, Melina. Comportate y dile que se aleje. Vamos"
–. Yo. Aamm... Yo –tartamudeo–. Quería que me comiera el lobo.
Es como si en ese momento mí cerebro me abandonara diciendo: "Vete a la mierda, Melina. Ya valiste".
–. ¿El lobo? –pregunta arqueando una ceja–. ¿Y quién es el lobo, Melina? ¿Yo? ¿Quieres que te coma?.
–. Dios... –cierro los ojos tragando saliva–. Acabo de conocerte, jesús –lo miro.
–. Yo también acabo de conocerte... –susurra con voz ronca.
Su rostro se acerca al mío y yo cierro los ojos. Su boca se desvía hacia mí oído para susurrar las palabras más excitantes que he escuchado.
–. Y aún así quiero comerme a Caperucita –susurra mordiendo el lobulo de mí oreja.
–. Ah... –suelto un jadeo arqueando la espalda–. Renzo...
¿Acabo de gemir su nombre? ¿Que soy? ¿Una adolescente en plena pubertad?.
Escucho como gruñe en mí cuello.
–. Thélo tóso poly apó esás (Tengo tantas ganas de ti) –dice en mí oído.
Sino se aleja ahora dudo que yo quiera hacerlo después. Entonces cuando creo que va a besarme se levanta alejandose de mí.
Un frío desagradable se apodera de mí.
–. Debes irte –dice serio–. Te veré en el desayuno.
¿Que acaba de pasar?. Paso del hombre más caliente de la historia al más frío en cuestión de centésimos de segundo.
No digo nada más y salgo de la habitación, seguramente con el rostro rojo.
Tiene varios enemigos