Alma Rota

Llegamos a la mansión. Temerosa, me quedé sentada en el auto, pensando en cómo evitar que las cosas se salieran de control.

La puerta del auto se abrió con brusquedad. Lorenzo me agarró de la muñeca y me sacó a la fuerza. Su rostro, contraído por la furia, me perforó con la mirada. —¿Piensas quedarte a vivir en el auto? —preguntó.

—Lo siento, solo me quedé pensando.

—No me interesa lo que pienses.

Me sujetó con más fuerza y me llevó a empujones al interior de la mansión. Bajo la mirada apenada de los empleados, me arrastró hasta la habitación y me lanzó con fuerza sobre la cama.

—Llegó el momento de pagar la deuda de tu padre —sus palabras se clavaron en mí como un cuchillo ardiente.

—Por favor, déjame explicarte. Yo no me iba a escapar con él, yo solo quería…

—¡Calla! No me interesan tus explicaciones. Siempre te traté con respeto, pensando que eras inocente y pura, pero ahora me doy cuenta de que no eres más que una cualquiera, capaz de quitarle el esposo a su propia hermana.

Sus palabras me hirieron en lo más profundo, pero no iba a dejar que me humillara.

—Piensa lo que te dé la gana, estoy cansada de todo esto. Cansada de que me juzguen sin conocerme, de que me culpen por cosas que nunca hice… ¿Quieres cobrarte la deuda? Bien, hazlo de una vez. Pero te advierto que si te cobras la deuda que ni siquiera es mía, quedamos a mano y me marcho de esta casa inmediatamente.

La mirada de Lorenzo se oscureció. Caminó hacia mí como un animal hambriento, me tomó de la barbilla y me forzó a mirarlo.

—Te irás cuando a mí me dé la gana. ¿Acaso crees que vales tanto como para que una noche pague todo lo que tu miserable padre me debe?

Lorenzo era más cruel que aquella noche. Sentí que el Lorenzo de mi otra vida había muerto junto a mí.

—Nos estamos haciendo daño. No quiero que esto continúe así. Aquella noche, mientras me alejaba de ti, sentí que una parte de mí se quedaba en esta casa, y no fue hasta que te volví a ver que lo supe: mi corazón era el que se estaba quedando atrás.

Por un instante, vi una luz brillar en sus ojos, la misma que vi el día que nos conocimos. Pero esta vez, él la apagó rápidamente, como si tuviera miedo de confiar en mí.

—Ahora quieres jugar a que me amas. ¿Crees que así será más fácil escapar de mí?

Lo miré con tristeza, dándome cuenta de que en algo él tenía razón: mi única meta en mi vida anterior había sido escapar de su cautiverio.

—Eso no pasó por mi mente. Estoy siendo sincera. Por favor, cree en mí.

—Solo creeré en ti cuando mueras, y aun así dudaré de que realmente moriste.

Si tan solo supiera que ya morí y que por eso mismo ahora estaba aquí, queriendo su confianza y ese amor que siempre sentí que él me daba.

—Déjame demostrarte que digo la verdad.

Me acerqué a él lentamente. Acaricié su rostro. Ahora que lo veía de cerca, me fijé en la hermosa textura de su piel. Mi corazón se aceleró al sentir el roce de mis dedos sobre su mejilla. Mi mano inquieta se deslizó hacia sus labios, acariciándolos con suavidad. Él tenía sus ojos fijos en los míos, esperando mi próximo movimiento.

Su toque fue como un bálsamo para la ira que crecía en mi interior. La mujer con la que había soñado estos dos años estaba por fin ante mí. Pero la sombra de la duda seguía carcomiendo mis entrañas. Pensé que todo esto era un truco para ganarse mi confianza y escapar.

Con ese pensamiento, detuve su mano y la sujeté con fuerza. —No caeré en tu juego —dije, apartándome de sus encantos.

Vi la decepción en sus ojos, como si su plan hubiera fallado, y de hecho, así era. —Tan urgida estás de irte con tu amante que ya no te importa entregarte a mí —las palabras, cargadas de odio, salieron de mi boca como fuego arrasador.

—Si eso es lo que piensas, no puedo hacer nada para cambiar tu opinión sobre mí. Sé que en este tiempo mi actuar no fue el mejor, pero ahora quiero que lo intentemos.

La furia en mi interior continuó creciendo por el descaro de la mujer frente a mí. Sabía que todo era una vil mentira, pues ya me habían advertido sobre su falta de escrúpulos.

Salí de la habitación dando grandes zancadas, al cerrar la puerta la azoté con tanta fuerza que pareció haber traspasado el marco. Camine directo hasta mi auto conduciendo a toda velocidad como si eso hiciera que olvidará la traición de la única mujer que había amado en mi vida.

Las dudas de Lorenzo me estaban doliendo, pensé que al confesarle mis sentimientos por él sería suficiente para borrar estos dos años, pero cuan equivocada estaba. Había perdido su confianza debido a las innumerables veces que intenté escapar y lo ocurrido está noche fue lo peor. Yo había escapado y en mi intento de fuga me encontré con Camilo, el muy cobarde me llevo a la fuerza e intento pasarse de listo, yo luché por mi libertad, pero su fuerza era mucho mayor que la mía, así que logro someterme besándome a la fuerza y fue justo en ese momento en el que Lorenzo entró a la habitación de aquella pequeña casa a la que el cobarde de Camilo me había llevado.

Lorenzo se fue sobre Camilo propinándole una golpiza que lo envío al hospital. Al menos eso pasó en mi vida pasado y fue el detonante para que Lorenzo cambiara conmigo, aunque en ocasiones me trataba con ternura.

Ahora tenía que arreglar todo este enredo y hacer pagar a mi supuesta familia por todo el sufrimiento que me habían causado.