La Sombra De Ashfall

Thorne y Zylia, con la curiosidad ardiendo en sus ojos, arrastraron a su hermano al salón principal, desesperadas por entender. Ambas sabían que Cecil no había correspondido los sentimientos de Gareth en el pasado, y el cambio en su actitud era tan drástico que las dejaba perplejas.

-¿Cómo pasó? ¡Cuéntanos todo! - exigió Thorne, mientras Zylia asentía con vehemencia.

Gareth, con una sonrisa aún pegada a la cara, les relató los acontecimientos del día: la excursión al mirador, la cascada, el enfrentamiento con Lysander, y finalmente, el juramento de Cecil y el beso que selló su decisión.

Nyx, su madre, y sus hermanas, que sí habían presenciado la entrada del rey Lysander con su nueva esposa, Orlaith, en la capital, no pudieron evitar la pregunta.

-¿Estás seguro, Gareth, de que la decisión de Cecil no es porque Lysander se ha casado con otra mujer? - Nyx miró a su hijo con una mezcla de cautela y esperanza -. Cuando le dijiste que la amabas, ¿ella te dijo que también te amaba?

Gareth vaciló un instante, la honestidad grabada en su rostro.

- No – admitió -. No dijo que me amara... todavía, pero me pidió que me quedara a su lado. Me dijo que me necesitaba- una sonrisa de determinación se dibujó en sus labios -. Y si todavía no me ama, me aseguraré de que lo haga.

- Gareth, a veces el amor simplemente nunca surge, por mucho que lo desees.

Fue entonces cuando Torvin, el padre de Gareth y Duque de Thylas, intervino, su voz era grave y resonante, llena de sabiduría.

-Pero muchos matrimonios arreglados funcionan, Nyx y si Gareth está seguro de esto - miró a su hijo, evaluando la profundidad de su convicción -, si está dispuesto a luchar por ese amor y por esa mujer, entonces nosotros lo apoyaremos - Torvin asintió, su decisión tomada -. Ve mañana al ducado Kaeldron, hazlo oficial. La familia Thylas estará contigo.

El apoyo de su padre y el asentimiento silencioso de su madre y hermanas llenaron a Gareth de una confianza renovada. Este no era solo su deseo, era una alianza y con Cecil a su lado, estaba dispuesto a enfrentar cualquier cosa.

La mañana en el Ducado Kaeldron se levantó con una mezcla de nerviosismo y expectación. Cecil se preparaba con una determinación tranquila, el vestido elegido no por su belleza, sino por la fortaleza que le transmitía. No mucho después, avistó la comitiva de Gareth, su corazón dio un vuelco, pero esta vez, no por la angustia. Apenas vio llegar a Gareth, salió a su encuentro, ansiosa por sellar su nuevo destino.

Gareth no había llegado solo, a su lado, cabalgaba su madre, la Duquesa Nyx, una mujer de presencia imponente y una mirada que lo abarcaba todo. Cecil se acercó a la entrada, y antes de nada, saludó a la Duquesa Nyx con la formalidad y el respeto que su rango merecía.

-Duquesa Nyx, es un honor tenerla en nuestra casa - dijo Cecil, haciendo una reverencia.

Nyx asintió, su mirada evaluando a la joven con una curiosidad velada.

-El honor es mío, señorita Cecil.

Mientras tanto, Gareth no dudó. Se acercó a Cecil, su rostro iluminado con una sonrisa genuina, y le dio un tierno beso en la mejilla, un gesto que en otras circunstancias habría sido discreto, pero ahora se sentía como una declaración silenciosa.

Justo cuando se disponían a ingresar a la casa, el ruido de cascos interrumpió el momento. Un mensajero del rey, ataviado con los colores de Ashfall, se acercó a caballo. Llevaba un ramo de las flores favoritas de Cecil y una tarjeta elegantemente sellada. Nyx observaba la escena con una curiosidad disimulada, esperando la reacción de Cecil ante la inevitable ofrenda de Lysander. El mensajero desmontó y ofreció el ramo a Cecil, con la reverencia debida.

-Un regalo de Su Majestad, con sus más sinceras disculpas y el deseo de verla.

Cecil lo miró, y aunque las flores eran preciosas, su belleza no conmovió el frío muro que había construido alrededor de su corazón.

- Dígale a Su Majestad que no aceptaré nada de su parte - dijo Cecil, su voz clara y firme, desprovista de emoción -, y dígale también que no vuelva a molestarme.

El mensajero, visiblemente incómodo, asintió y se retiró rápidamente, el ramo de flores aún en sus manos. Cecil se giró hacia Gareth y Nyx, una determinación férrea en sus ojos, los tres por fin ingresaron a la casa, donde los Duques Roric y Briar ya los esperaban en el salón principal, el ambiente tenso por la inminente conversación sobre el futuro de Cecil. El juego había comenzado.

En el salón principal del Ducado Kaeldron, el ambiente era formal pero tenso. Cecil se sentó junto a Gareth, mientras sus padres, Roric y Briar, se enfrentaban a la Duquesa Nyx, madre de Gareth. El desayuno olvidado, la conversación se centró de inmediato en el compromiso. Las formalidades se discutieron con seriedad, los términos del contrato de compromiso se repasaron con diligencia, y la fecha para el anuncio público comenzó a tomar forma. Todo estaba decidido, el acuerdo entre las dos casas sellado por la urgencia y la determinación.

Pero entonces, Nyx, con la aguda mente de una estratega, interrumpió la discusión.

-Duque Roric, disculpe mi franqueza, pero hay un asunto que debemos aclarar para la tranquilidad de ambas casas, y para el honor de mi hijo - dijo, su mirada penetrante -. ¿El compromiso anterior de la señorita Cecil con Su Majestad, el rey Lysander, ya ha sido anulado oficialmente? -  Roric asintió con firmeza, su voz resonando con autoridad.

-Duquesa Nyx, ese compromiso se anuló desde el momento en que Su Majestad llegó a la capital con otra mujer ostentando el título de su esposa. No hay dos reinas en Ashfall. Mi hija no es ni será una concubina. La promesa nupcial se rompió por la acción del rey - una pequeña sonrisa astuta apareció en los labios de Roric -. Y para su completa tranquilidad y la de su hijo, Duquesa, mis hijos, Falkon y Xylon, ya se han dirigido al palacio. Asistirán a la reunión que se dará con los consejeros del rey y los nobles de la capital. Se encargarán de que todos los presentes entiendan que ya no existe ningún compromiso entre la casa Kaeldron y la corona, y que mi hija es libre para unirse en matrimonio con quien ella desee.

La declaración de Roric no solo confirmaba la anulación, sino que también establecía un precedente público, disipando cualquier duda o futura intromisión. Nyx asintió lentamente, una expresión de satisfacción cruzando su rostro. La casa Kaeldron no solo estaba ofreciendo una novia, sino que también estaba protegiendo su honor con una audacia estratégica que la Duquesa de Thylas no pudo más que admirar.