Desde un balcón teñido de rojo, una mujer observa el mundo con la certeza de quien ya lo domina.
No necesita tronos ni coronas. Su reino se construye con secretos, lealtades quebradas y pactos sin retorno.
Quien cruza su camino no sale ileso. Porque esta no es una historia de amor, sino de tentación, herencia y cicatrices que arden en silencio.
En un imperio tejido de sombras, el amor es una debilidad.
La venganza, un motor.
Y el poder… siempre cobra su precio.
NovelToon tiene autorización de Alicia Cardinali para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
CAPITULO 6: "El reflejo del cazador"
Narrador:
Él acaba de leer la carta.
Sabe que ella está al tanto de todo: su infiltración, su propósito, incluso su pasado.
Pero, en lugar de huir o enfrentarse de inmediato, elige quedarse.
Quiere saber por qué lo eligió. ¿Qué ve en él? ¿Qué pretende con todo esto?
Decide responder con frialdad e inteligencia: jugar su juego, hasta arrebatarle el tablero.
La carta aún abierta sobre la mesa. La tinta, roja como un pacto sellado en sangre.
Se levanta de su asiento y mira por la ventana, donde la ciudad se extiende como un campo de batalla silencioso.—“¿Qué es lo que realmente querés de mí?” —se pregunta en voz baja, con una mezcla de rabia y fascinación.
No romperá el juego. Lo va a ampliar.
Se retira de la mansión, con más preguntas que respuestas.
Vuelve a su hotel. Debía poner sus ideas en claro.
Entra a su habitación y solo se sacó su ropa, se pegó un baño. Se encontraba mentalmente agotado. El no haber descansado y leer esa carta. Solo lo había confundido más.
Pidió un almuerzo y decidió descansar.
Algo le decía que debía esperar lo inesperado.
Sabía que no podría descansar, una vez que volviera.
Su cansancio fue tal que lo sorprendió, la mañana.
Vuelve al círculo que ella le marcó: los lugares, las personas, las rutinas que no le pertenecían, pero que ahora forman parte de su nuevo papel.
Ella, por supuesto, sabe que leyó la carta. Y que está decidiendo no escapar.
Encontrándose en su hotel, después de un arduo trabajo.
Una semana después, le llega una caja. Sin remitente. Dentro, un reloj antiguo detenido a las 3:33.
Y una nota: “El tiempo dejó de ser tuyo cuando empezaste a ser útil. Aún podés decidir si querés ser digno".
”Esa noche, él la llama por primera vez con el número que ella misma le había marcado atiende sin saludar.
—¿Qué esperas de mí?
—Que no me subestimes.
—¿Ese es tu mayor miedo?
— Mi mayor miedo es que termines pareciendo te demasiado a mí.
Un pequeño silencio. Ella corta.
Pero él no se altera. Por primera vez, empieza a entender: Esto no es una venganza, es una herencia encubierta.
Y él no sabe aún si quiere ser el heredero o el que queme todo el legado.
Llega a la mansión, como cada mañana.
El mayordomo le entrega su trabajo y le dan las órdenes impartidas por la mujer.
Hoy no trabajaría en el despacho; podría ir al jardín. Aunque no entendía el porqué, así lo hizo.
Mientras estaba en el jardín.
El sol se filtraba entre las ramas de los rosales, tiñendo de dorado el jardín y proyectando sombras suaves sobre la mesa donde Iker trabajaba.
La laptop abierta mostraba líneas de códigos cifrados y carpetas digitales llenas de secretos que no deberían ver la luz.
Cuando de repente, escucha unos movimientos, tras él.
Una joven de rostro armónico y luminoso, con una belleza serena y llamativa.
Tiene el cabello largo, lacio con suaves ondas hacia las puntas, de un tono rubio claro que enmarca su rostro con naturalidad.
Sus ojos son de un azul intenso, expresivo y brillante, contrastando con sus cejas bien definidas que realzan su mirada.
Su piel es clara, suave y de aspecto impecable, con un ligero rubor natural en las mejillas.
Lleva un maquillaje sutil y elegante que realza sus rasgos sin sobrecargarlos: labios en tono nude rosado, pestañas definidas y una base ligera.
Viste una camiseta blanca simple, que acentúa su frescura y sencillez. Con unos jeans que remarcan su figura. Unas zapatillas blancas deportivas.
Y en su cuello adorna un delicado collar dorado, sumando un toque de elegancia minimalista.
Donde solo escucha decirle: "¿Té o café?.
"Pero en ese instante, nada de eso tenía el mismo peso que la joven frente a él.
El solo, respondió automáticamente: —Te.
Ella se retira unos segundos y al volver.
Regresa con la taza de té, le hace entrega de la misma, retiró lentamente la mano sin tocar la suya, como si supiera que cada roce podía ser una decisión.
Una pausa breve, calculada, pero envuelta en dulzura.
—¿Te molesta si me quedo un rato aquí? —preguntó, con una voz que parecía más una caricia que una pregunta.
Prometo no interrumpir, solo me gusta este rincón.
Iker alzó la mirada; sus ojos oscuros se posaron en los de ella. Había algo en su expresión: una mezcla de ingenuidad y algo más profundo, como una pregunta no formulada.
No llevaba consigo ningún cuaderno, ningún celular ni un libro siquiera. Solo una taza de té humeante y esa curiosidad serena que parecía más peligrosa que cualquier base de datos filtrada.
Él no respondió de inmediato. Estudió el modo en que ella se sentaba, sin prisa, sobre el banco de piedra cercano, con las piernas cruzadas y acomodándose con gracia natural.
Luego asintió con un gesto leve, casi imperceptible.
—Puedes quedarte —dijo finalmente.— Solo si prometes decirme, ¿por qué me mirás como si ya supieras algo que yo no?
Ella sonrió, bajando la vista como si él acabara de hacerle un halago.—Tal vez porque sí lo sé o porque me gusta imaginar cosas —respondió con aire travieso, sin levantar la mirada.—¿Vos también imaginás, Iker?
Él entrecerró los ojos, dejando escapar una pequeña risa, incrédula.
Llamándole la atención que supiera su nombre.
—A veces. Pero prefiero los hechos. La imaginación puede engañar.
—Lo sé —dijo ella con suavidad. Por eso es tan peligrosa y tan útil.
El silencio se instaló entre los dos, pero no era incómodo. Era denso, cargado, como si las palabras que no se decían pesaran más que las que sí.
En la terraza, la señora seguía observando, haciendo girar el anillo de esmeralda negra. Con la paciencia de quien ha puesto en marcha un experimento y solo necesita esperar.
Mientras tanto, allí abajo, en ese jardín bañado por el sol, el juego había comenzado.
Ella se había sentado a unos pasos, con la taza entre las manos y la mirada fija en las flores.
Parecía tranquila, pero Iker —acostumbrado a detectar señales, disonancias, fisuras en los gestos— notaba algo contenido, una fuerza suave pero controlada.
Él sorbió un poco del té y ladeó la cabeza, observándola con disimulada atención.
—No pareces de acá, —comentó, fingiendo despreocupación,—¿Vivís en esta casa o solo visitás el jardín por cortesía?
Ella levantó la mirada, sorprendida apenas por la pregunta. La luz del sol se reflejaba en sus ojos azules, haciéndolos casi cristalinos.—Vivo aquí desde que era chica —respondió, y luego sonrió.
Como si se hubiera traicionado con esa confesión.
— Bueno, a temporadas. Es un lugar raro para crecer, ¿no creés?
Iker apoyó los codos sobre la mesa y entrecerró los ojos.
—¿Entonces sos parte de la familia?
Ella bajó la vista un segundo.
Luego, como si no pudiera ni quisiera ocultarlo, lo dijo con voz queda pero clara:
—Soy su nieta. Y el silencio, que ya era denso, se volvió casi sólido.
Iker apoyó la taza con lentitud. Su mirada recorrió en un segundo todos los fragmentos de información que había recolectado en su cabeza, las piezas ocultas, los nombres velados.
El apellido. El árbol genealógico cuidadosamente borrado de los registros oficiales.
Y ahora, esa revelación inesperada.
—No me lo imaginaba —admitió él, con sinceridad, pero sin dejar entrever asombro. —No tienes nada de ella.
—Eso dicen todos —respondió con una sonrisa ligera. —Aunque, a veces, me pregunto si no tengo más de lo que quisiera admitir.
Iker se quedó en silencio. Por primera vez desde que llegó a esa casa, sentía que algo no encajaba.
Que tal vez ella también jugaba su propio juego, aunque con otras reglas.
Aunque con otra voz. Con ese rostro limpio, angelical, que parecía no esconder nada.
—¿Y ella? —preguntó finalmente, midiendo cada palabra— ¿Sabe que estás acá?
La joven rió apenas, un sonido suave, sin sorna.
— Ella siempre sabe todo. Pero nunca dice cuándo ni cómo. Solo sonríe, como ahora, desde allá arriba.
Y sin mirar, alzó levemente la cabeza hacia la terraza del segundo piso.
Iker sintió un escalofrío leve, pero no desvió la vista de ella. Ahora todo tenía otro peso. Otra lectura.
Otra amenaza dulce disfrazada de té en el jardín.
El juego, pensó,— acababa de elevarse a otro nivel.
Continuará...
Gracias 😊 querida escritora @Λlι Cαя∂ιηαlι✨ ♥️ por actualizar 😌 sigamos apoyando con me gusta publicidad comentarios y regalos ☺️🌻
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