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Esencia De Oso

Esencia De Oso

Status: En proceso
Genre:Vampiro / Hombre lobo / Apoyo mutuo
Popularitas:1.8k
Nilai: 5
nombre de autor: IdyHistorias

Un chico se queda solo en un pueblo desconocido después de perder a su madre. Y de repente, se despierta siendo un osezno. ¡Literalmente! Días de andar perdido en el bosque, sin saber cómo cazar ni sobrevivir. Justo cuando piensa que no puede estar más perdido, un lince emerge de las sombras... y se transforma en un hombre justo delante de él. ¡¿Qué?! ¿Cómo es posible? El osezno se queda con la boca abierta y emite un sonido desesperado: 'Enseñame', piensa pero solo sale un ronco gruñido de su garganta.

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Me acorralaron

Mientras avanzaba por la carretera, eché un vistazo por el espejo retrovisor. Ámbar dormía profundamente en el asiento trasero, donde la había acomodado para que estuviera más cómoda. Su respiración ahora era serena, y su expresión, más relajada que cuando la encontré. Mi mente empezó a divagar, y los recuerdos de mis propios primeros días tras mi transformación surgieron con fuerza: la confusión, el miedo, el no entender por qué mi cuerpo ya no me respondía como antes... y cómo, casi por casualidad, me encontré con Tobías, quien me enseñó a sobrevivir y a aceptar lo que me había convertido.

No pude evitar pensar en lo que podría haberle pasado a Ámbar si no me la hubiera cruzado esta noche. En su estado, frágil y aterrada, podría haber sido presa fácil, y ni siquiera necesitaba un monstruo sobrenatural para terminar en peligro; un simple borracho violento habría bastado.

Después de que Ámbar se quedó dormida, le grabé un audio a Tobías, resumiéndole lo que había ocurrido. Sabía que estaría esperándonos en casa, listo para ayudar a lidiar con todo el caos, y planeábamos ver a Volkon lo antes posible para obtener un suministro de sangre, algo que ella necesitaría más adelante.

Cuando finalmente llegamos, me estacioné y bajé del auto con cuidado. La cargué en mis brazos, procurando no despertarla. Tobías me abrió la puerta sin decir nada, pero sus ojos reflejaban esa comprensión tranquila que siempre me hacía sentir que tenía a alguien en quien apoyarme. Me indicó que pasara, y después de dejar a Ámbar en mi cama para que descansara, nos sentamos en el sofá.

Le conté todo, cada detalle, y él escuchó sin interrumpirme, asintiendo de vez en cuando con esa paciencia de alguien que ha vivido más de lo que aparenta. Agradecí su presencia, porque siempre había algo en él, un equilibrio entre seriedad y humor que me hacía sentir que no estaba solo, incluso en las situaciones más raras.

El aroma del café recién hecho llenaba la cocina mientras batía los huevos para el desayuno. La luz del sol se colaba por la ventana, y el sonido suave de la cafetera hacía eco en el ambiente. Tobías ya estaba sentado a la mesa, jugando con un cuchillo de mantequilla como si fuera una espada de juguete. Había algo en su actitud juvenil, esa mezcla de sarcasmo y amabilidad, que siempre me tranquilizaba.

—¿Por qué siempre le pones tanta miel a los bollos? —preguntó, mirándome con una ceja arqueada.

—Porque soy un oso, Tobías. Está en mi contrato —respondí, sin apartar la vista de los huevos.

Él se rió entre dientes, esa risa contagiosa que siempre lograba hacerme sonreír, y estiró las piernas bajo la mesa como si no tuviera una preocupación en el mundo. Pero sabía que, aunque aparentara estar despreocupado, estaba tan atento a Ámbar como yo.

Cuando ella finalmente apareció, me alegró ver que tenía mejor semblante. Aunque su postura seguía tensa, su rostro ya no mostraba el mismo miedo desesperado.

—Buenos días, Ámbar. Ven, siéntate —le dije con una sonrisa, señalándole un lugar en la mesa. Tobías levantó la vista de su café y le dedicó una sonrisa amigable.

—Ámbar, este es Tobías. Ignora sus chistes malos, pero escúchalo cuando habla en serio. Tiene sus momentos. —Le serví una taza de café mientras Tobías ponía los ojos en blanco, exagerando la reacción.

—Encantado —dijo Tobías, inclinándose ligeramente hacia ella con esa cortesía juguetona—. Soy algo así como un mentor por aquí, aunque Derek seguramente dirá que soy más bien un dolor de cabeza.

Ella nos observó a ambos, claramente todavía procesando todo, con una mezcla de desconfianza y curiosidad. Mientras desayunábamos, Tobías se hizo cargo de las explicaciones, su tono más serio de lo habitual.

—Ámbar, hay algunas cosas que necesitas entender. Lo que eres, lo que somos, no somos monstruos, aunque al principio pueda parecerlo. Déjame explicarte el origen de los Umbrales.

Ella dejó la taza en la mesa, su atención completamente en él.

—Hace mucho tiempo, un alquimista trató de replicar las habilidades de los cambiaformas y los tejedores de esencia. Quería crear algo superior, alguien que pudiera superar sus límites naturales. El experimento funcionó… a medias. Logró crear lo que eres ahora: humanos que pueden absorber y utilizar la esencia de otros seres vivos. Pero esa esencia la tomas a través de la sangre, porque no es un proceso natural.

Ámbar se quedó en silencio, procesando lo que oía. Finalmente, habló, su voz baja y llena de dudas.

—¿Entonces soy como… un error de laboratorio?

Abrí la boca para decir algo, pero Tobías levantó una mano, pidiéndome que no interrumpiera.

—No, Ámbar, no lo eres —dije de todos modos, sintiendo la necesidad de aclararlo, a pesar de la mirada exasperada de Tobías—. Eres parte de algo que existe por una razón.

Tobías suspiró, fingiendo frustración, pero continuó con su explicación.

—Derek tiene razón, aunque debería aprender a dejar hablar a sus mayores. Ahora, para darte una idea completa, hay otras personas con habilidades distintas. Los cambiaformas, como Derek y yo, podemos transformarnos en animales específicos. Luego están los tejedores de esencia, que pueden manipular la energía natural, como el agua, el fuego, el aire y la tierra.

Ámbar frunció el ceño.

—¿Como… hechiceros?

Tobías asintió, pensativo.

—Más o menos. Pero a diferencia de ti, ellos no dependen de la esencia viva para sobrevivir. Pueden absorber la energía de los elementos, y si no lo hacen, solo envejecen como cualquier humano.

Ella bajó la mirada a su plato, absorbiendo toda la información. Finalmente, murmuró:

—Así que ellos son naturales… y yo soy algo creado.

—Lo que importa es que existes y sigues adelante —dije con firmeza, intentando transmitirle la seguridad que necesitaba.

Horas después, estábamos en el porche, el aire fresco de la tarde acariciándonos. Ámbar estaba sentada a mi lado, todavía tensa, pero al menos ya no parecía a punto de quebrarse. Me incliné hacia un lado y la envolví en un abrazo, algo que ahora se sentía tan natural como respirar.

Ella no se resistió; al contrario, se apoyó en el abrazo, como si necesitara aquel gesto más de lo que quería admitir. Fue en ese momento cuando apareció Volkon. Su apariencia era la de un hombre de unos sesenta años, en buena forma y con un rostro amable, como el de un abuelo cálido o un padre comprensivo. Aunque no era tan alto como Tobías o yo, tenía una presencia tranquila y reconfortante. Llevaba un cooler que, a juzgar por el leve olor metálico que emanaba, contenía exactamente lo que Ámbar necesitaría.

—Ámbar, este es Volkon. Es la persona indicada para ayudarte —dije mientras él subía los escalones con una calma que parecía contagiosa.

Volkon le dedicó a Ámbar una sonrisa que tenía algo de mágico, como si pudiera aliviar las preocupaciones con un simple gesto.

—Buenas tardes, Ámbar —saludó con un tono cálido y afectuoso—. Sé que hay muchas cosas que aún te resultan difíciles, pero no te preocupes. Poco a poco te sentirás mejor, te lo prometo.

Ámbar se tensó cuando el olor de la sangre se hizo más evidente. Noté cómo sus hombros se crispaban, pero Volkon levantó una mano en un gesto pacificador, sus ojos brillando con una paciencia inquebrantable.

—Esto es temporal, mi niña —dijo con una voz suave, casi paternal—. Con el tiempo necesitarás menos, y, cuando estés lista, solo será un sorbo de vez en cuando. Nada más.

La manera en que habló me recordó a un abuelo contándole una historia a su nieta, con esa ternura que no se puede fingir. Ámbar lo miró, procesando sus palabras, y vi cómo la tensión empezaba a disiparse poco a poco.

El fin de semana pasó más rápido de lo que me hubiera gustado. Antes de regresar a la ciudad, hice una parada rápida para visitar a mi tía y a Claire. Ámbar decidió quedarse en el pueblo con Volkon y su pareja, donde podría aprender más sobre su nueva vida y adaptarse con la guía de alguien que comprendía sus miedos. Me preocupaba dejarla, pero sabía que estaba en las mejores manos posibles.

Mientras conducía de regreso, el orgullo por cómo había enfrentado todo me llenaba el pecho. Era valiente, más de lo que ella misma creía. Pero mi mente seguía dividida, incluso después de volver a mi departamento. Aunque intenté concentrarme en mi trabajo, revisando los bocetos y las aprobaciones en mi computadora, los pensamientos sobre Ámbar no me dejaban en paz.

Sabía lo que era estar asustado, perdido, sin una idea clara de lo que uno era o de lo que el mundo esperaba de ti. Mi propia transformación había ocurrido en mi adolescencia, pero el miedo era el mismo. Pensar en Ámbar me hizo agradecer, por primera vez, mi herencia de oso: el instinto de protección y la capacidad de calmar la tormenta en los demás con un simple abrazo.

Suspiré, esforzándome por apartar los sentimientos y centrarme en mi trabajo. La pantalla de mi tableta gráfica brillaba, mostrando los diseños que debía terminar. Si trabajaba con rapidez, quizás podría adelantarlo todo y regresar al pueblo un día antes del fin de semana. Me aferré a esa idea y me sumergí en mi rutina, trazando líneas y ajustando colores, dejando que la tarea me ayudara a mantener la mente ocupada.

Al día siguiente, con mi laptop bajo el brazo, fui a la oficina para una breve reunión. Discutimos la fecha de la próxima sesión fotográfica, repartimos las tareas y ajustamos las piezas gráficas pendientes. Fue un encuentro eficiente y sin contratiempos... hasta que noté a Karla, una de las chicas de marketing, mirándome con una mezcla de expectativa e impaciencia.

Entonces recordé de golpe: habíamos quedado en salir la noche anterior.

—Lo siento, Karla —me disculpé sinceramente—. Se me pasó por completo. Ha sido una semana complicada.

Ella levantó una ceja, pero su sonrisa permaneció, ligera y coqueta.

—Bueno, podrías compensarme hoy. ¿Qué tal un café? ¿O una cena?

Asentí, pensando que un poco de distracción no me haría daño. Karla era atractiva, de eso no había duda, y siempre había habido una chispa de interés mutuo, aunque en mi mente nunca la había visto como algo más que una posible aventura pasajera.

En la cafetería, mientras esperábamos nuestras bebidas, mi teléfono vibró. Lo saqué y vi un mensaje de Ámbar: una foto de un tomatodo de unicornios con una pajilla de colores y un comentario que me hizo reír.

"Así se me hace más fácil. ¿Esto es normal o de verdad vine fallada de la fábrica de vampirines?"

Una sonrisa se me escapó, y rápidamente le respondí:

"No eres ninguna falla. Eres perfecta, Ámbar. 😊"

Estaba guardando el teléfono cuando Karla me observó con ojos curiosos, inclinándose hacia mí.

—¿Todo bien? —preguntó.

—Sí, cosas de casa —respondí, intentando sonar casual.

Ella alzó una ceja, con un interés evidente.

—¿Alguna novia del pueblo?

Negué con una sonrisa. Antes de que pudiera decir algo más, ella añadió con un destello pícaro en la mirada:

—Bien, porque soy celosa.

Me reí, tratando de seguirle el juego, aunque había algo en su actitud que me ponía un poco incómodo. Intenté mantener la conversación ligera, y cuando terminamos, la llevé a su casa. Al llegar, Karla se volvió hacia mí, sus ojos brillando con una mezcla de desafío y diversión.

—¿Quieres pasar? —me invitó, su voz dejando claro que la propuesta iba más allá de simple cortesía.

Decliné educadamente, pero ella insistió.

—Es solo un momento. Necesito ayuda con algo en casa, y prometo no robarte mucho tiempo.

Accedí, porque mi naturaleza me impulsa a ayudar, aunque sabía que Barrett probablemente no aprobaría mi decisión. Al entrar, me di cuenta de que el "problema" era menor, pero peligroso para Karla: había intentado cambiar una bombilla rota en el techo y los bordes filosos del foco aún estaban en el portalámparas. Para alguien de su altura, eso era un accidente esperando ocurrir.

Subí con cuidado y retiré los fragmentos, asegurándome de no cortarme, luego coloqué una bombilla nueva mientras Karla observaba desde abajo.

—Gracias, Derek —dijo con una sonrisa que parecía tener más de agradecimiento de lo necesario—. Mi héroe.

Antes de que pudiera procesar sus palabras, se inclinó y me besó.

Me congelé por un segundo, sorprendido, pero no le devolví el beso. Cuando se apartó, me miró esperando una respuesta. Forcé una pequeña sonrisa, tratando de mantener la compostura.

—Debería irme —dije, intentando sonar sereno.

Karla, sin embargo, se colocó frente a la puerta, cruzando los brazos y alzando la barbilla.

—¿Por qué? —preguntó, sus ojos reflejando una mezcla de confusión y frustración—. ¿Qué tengo de malo?

Eso me descolocó.

—No tienes nada de malo, Karla —respondí con sinceridad—. Eres muy bonita y divertida, pero... no estoy buscando una relación ahora mismo.

Pensé que eso bastaría, pero ella dio un paso hacia mí, reduciendo la distancia entre nosotros y adoptando una actitud descarada.

—Bien, porque yo tampoco busco nada serio —dijo con una sonrisa seductora. Una de sus manos subió lentamente por mi brazo, sus dedos rozando mi piel de manera deliberada—. Solo un rato agradable. Algo sin compromisos, algo que no se repetirá.

Tragué saliva, mi mente en una encrucijada mientras mi instinto me decía que esto podía complicarse. Pero el toque de Karla y la cercanía comenzaron a erosionar mi determinación. No era la primera vez que estaba con una chica humana, pero siempre había tenido que medir mi fuerza, cuidarme de no ser brusco. Aquella necesidad constante de control hacía que todo se sintiera incompleto, a medias.

—No sé si esto sea una buena idea... —intenté decir, mi voz traicionando mi inseguridad.

Karla sonrió y puso un dedo sobre mis labios, sus ojos atrapando los míos con descaro.

—Relájate, grandote. Lo pasaremos bien.

Su voz tenía un tono provocativo, y me di cuenta de que estaba ante una situación en la que mi lógica y mi instinto estaban en un pulso constante.

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Martha Martina
x favor escritora continúa con la historia xq es brillante y muy hermosa 😭x favor 👏
Martha Martina
increíblemente hermoso espero que la autora siga contando la historia xq es taaaan buena muchacha felicidades hermosísima historia 😢😘❤️♦️❤️
IdyHistorias: La autora se fue de vacaciones pero ya volvió … 🫣
total 1 replies
~§~*NAY*~§~
llore😭
Greiselyn lisbeth
se ve interesante 😉
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