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Héroes: Parte Dos

Héroes: Parte Dos

Status: En proceso
Genre:Acción / Comedia / Aventura / Sci-Fi / Héroes / Villano
Popularitas:848
Nilai: 5
nombre de autor: Juan Pablo Saavedra

Tres años después de la tercera guerra heroica, el mundo ha cambiado demasiado, pero a pesar del cambio, dos personas crearon algo que va a ocasionar la mayor batalla de la historia. Los chicos cambiaron físicamente y mental mente, ahora ellos van a enfrentar una pelea seria.

NovelToon tiene autorización de Juan Pablo Saavedra para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

La prisión temporal

Nicole y Figueroa esperaban con cautela mientras las figuras en la penumbra se hacían más visibles. Cuando sus rostros se definieron, ambas quedaron boquiabiertas al notar que eran versiones alternas de ellas mismas.

—¿Qué demonios…? —murmuró Nicole, entrecerrando los ojos.

—Son iguales a nosotras… pero, ¿cómo es posible? —agregó Figueroa, dando un paso atrás.

Una de las figuras, una Figueroa con el cabello castaño claro, les dedicó una sonrisa ladeada.

—Bienvenidas.

—¿Tú eres yo? —preguntó Figueroa, intentando procesar lo que veía.

—Más bien… todas lo somos —interrumpió otra versión de Figueroa, vestida completamente de negro, con un aire gótico y sombrío.

Nicole escaneó a las demás, su corazón estaba latiendo acelerado al ver una versión suya con el cabello rojo intenso.

—Bienvenidas a la Prisión Temporal. ¿Son nuevas? —preguntó la Nicole de cabello rojo con una expresión casi divertida.

Figueroa frunció el ceño.

—¿Prisión Temporal…? —pregunto Figueroa enojada.

Mientras tanto, en otro sector, Niki caminaba con la cabeza baja, su mente atormentada por lo que había sucedido en la misión. Pero sus pensamientos fueron interrumpidos cuando, de la nada, Carlos apareció frente a ella, su mano envuelta en rayos chisporroteantes que formaban una cuchilla eléctrica. Sin previo aviso, la atravesó con brutalidad en el estómago, lanzándola contra una pared con un golpe seco.

—Te advertí lo que pasaría si esas mujeres causaban problemas. ¿Lo recuerdas, Niki? —susurró Carlos con una sonrisa torcida, empujando la cuchilla aún más dentro de su cuerpo.

Un grito ahogado escapó de los labios de Niki. Apretó los dientes y, con un esfuerzo sobrehumano, materializó una piedra filosa que atravesó el costado de Carlos.

Carlos escupió sangre, pero en lugar de retroceder, comenzó a reír de manera desquiciada.

—Jajajajajaja… No cambias, Niki. Eso me gusta. Esta pelea va a ser muy divertida.

Niki jadeó, tambaleante, pero con una mirada de pura determinación.

—Bien. Tú lo pediste.

Con un rugido, desató una ventisca feroz que lanzó a Carlos contra la pared, pero él se reincorporó de inmediato con una sonrisa maniaca.

—¡Vamos, Niki! ¡Quiero ver tu verdadero poder! —bramó, mientras una tormenta de relámpagos comenzaba a formarse a su alrededor.

Niki avanzó con una gran llamarada y lanzó una patada directa a Carlos, quien la bloqueó con el brazo, manteniendo una expresión de burla.

—¿Eso es todo? —preguntó Carlos, provocándola con una sonrisa desafiante.

—Cállate —respondió Niki con frialdad.

Lanzó un puñetazo, pero Carlos lo bloqueó de nuevo. Así comenzó una pelea feroz, un intercambio de golpes y patadas en el que ambos demostraban su destreza en el taekwondo. Sin embargo, la ventaja de Niki residía en su velocidad, lo que la hacía esquivar y contraatacar con eficacia.

—Increíble… tienes el poder del rayo, pero no eres tan rápido como deberías —comentó Niki con tono burlón.

Carlos frunció el ceño, su rabia encendiéndose de golpe.

—¡Cállate!

Cada impacto entre ellos hacía temblar la estructura del lugar. Los guardias intercambiaban miradas preocupadas mientras el suelo vibraba bajo sus pies.

—¿Por qué está temblando tanto? —murmuró uno de los guardias.

Santiago, en cambio, supo de inmediato la razón y se apresuró a intervenir, aunque el jefe, desde su posición en la oscuridad, no mostraba ninguna reacción.

Mientras tanto, Niki lanzó una patada que Carlos intentó bloquear, pero ella combinó el ataque con una ráfaga de viento, desbalanceándolo por completo. Carlos salió disparado y se estrelló contra una pared, atravesándola y cayendo en un montón de escombros en el exterior. Una nube de polvo y tierra se levantó por la colisión, y Carlos escupió sangre mientras se reincorporaba, sonriendo de manera inquietante.

—Eso me gusta, Niki. Vamos, dame lo mejor que tengas —dijo, limpiándose la boca con el dorso de la mano.

Sin dudarlo, Niki generó una enorme bola de fuego y la lanzó directamente hacia él, pero antes de que el ataque pudiera alcanzarlo, una figura apareció de repente, bloqueándola con facilidad. El fuego se disipó al impactar contra una pared de metal.

Santiago aterrizó pesadamente entre ellos, con el cuerpo aún cubierto por su blindaje metálico. Sus ojos reflejaban pura furia.

—¡¿Qué demonios están haciendo, par de idiotas?! —rugió.

Carlos se cruzó de brazos y sonrió de manera arrogante.

—Yo te lo dije, Santiago. Esas mujeres iban a causar problemas. Las quiero muertas. Y quiero ver sufrir a Niki.

—Cállate. —Niki lo interrumpió, su voz cargada de enojo—. Las detuve antes de que el mundo se creara. Borré ese universo justo a tiempo.

Carlos soltó una carcajada sarcástica.

—Jajajaja, sí, como no.

—Ellas no fueron un problema para mí.

—¡Ya es suficiente! —gritó Santiago, perdiendo la paciencia.

Carlos lo miró con desdén.

—Tú también estabas de acuerdo con lo que pasó. No finjas que eres mejor que yo. Eres tan idiota como el resto.

Santiago se tensó, su puño metálico apretándose con furia.

—¿Qué dijiste? —espetó, dando un paso al frente—. Repítelo si tienes valor.

Antes de que la situación escalara aún más, una voz profunda y serena resonó detrás de ellos.

—Ya es suficiente. Mis gerentes no deben pelear entre sí.

Era el jefe, quien los observaba desde la penumbra con una mirada amenazante.

Los tres se quedaron en silencio, sintiendo un escalofrío recorrer sus cuerpos. Un temblor sacudió el suelo bajo sus pies, pero ninguno se movió. Finalmente, giraron la cabeza hacia atrás y lo vieron. Su jefe.

Un hombre alto, de cabello negro liso y ojos color café. Su porte elegante se acentuaba con un impecable esmoquin, pero lo que más llamaba la atención era el extraño reloj de pulsera que llevaba. Con una sola mirada, los tres se inclinaron en señal de respeto. A pesar de su postura firme, sus cuerpos sudaban por los nervios. Carlos y Niki, aún sangrando por la brutal batalla, apenas podían mantenerse en pie.

—Han pasado más de mil millones de años desde que el universo fue reiniciado —dijo el jefe con voz serena, pero imponente—. Ustedes han existido desde entonces. Saben que no pueden morir por edad, pero sí pueden ser eliminados. En todo este tiempo, no hemos tenido fallas en la estructura de los Xtreme Tiempos. No deberían ser ustedes quienes rompan esa armonía. Son fuertes. Yo lo soy también. Pero deben recordar la regla número uno que establecí: los gerentes no pueden pelear entre sí. No debemos permitir que el multiverso se cree. Ahora, cálmense.

El silencio reinó entre ellos. El peso de sus palabras los golpeó con fuerza. Carlos, aún jadeando, bajó la cabeza, y Santiago miró al suelo, comprendiendo todo. El jefe comenzó a caminar lentamente hacia Niki. Ella sintió un escalofrío y levantó la vista para encontrar sus ojos. Su respiración se aceleró cuando lo escuchó pronunciar su nombre.

—Nicole Dayana Ramírez.

Niki se paralizó. Hacía décadas que nadie la llamaba así, y menos su nombre completo.

—Jefe… —murmuró con voz temblorosa.

—No lo tomes como un castigo, Nicole —dijo él con calma—. Solo es una advertencia. Debes aprender a ser más firme y responsable con los próximos discípulos. Ahora, vuelvan a sus labores.

Los tres asintieron con rapidez.

—Sí, señor —respondieron al unísono.

Con un gesto sutil, el jefe dejó que su cuerpo se envolviera en sombras hasta desaparecer por completo. Aunque se había ido, la tensión en el aire aún se sentía. Santiago suspiró y miró a los otros dos.

—Bien. Es hora de curarlos —dijo con seriedad.

Carlos gruñó, todavía molesto, pero Niki ya no le prestaba atención. Simplemente se alejó, dejando que Santiago hiciera su trabajo.

Mientras tanto, en la prisión temporal, Nicole y Figueroa trataban de asimilar lo que acababan de escuchar. La idea de que algunas de las mujeres allí hubieran estado atrapadas por milenios era difícil de procesar.

—¿En serio? Pero… ¡parecen jóvenes! —exclamó Nicole.

—Aquí, y en el mundo de los Xtreme Tiempos, el tiempo está anulado —explicó una mujer que se parecía a Figueroa, pero sin el característico mechón rojo y de mayor estatura.

La Figueroa gótica se adelantó.

—Les presento a la primera Figueroa que llegó aquí —anunció.

—¿En serio? —exclamó Figueroa con asombro.

La mujer mayor asintió y habló con voz firme.

—Este lugar fue creado para encerrarnos. No envejecemos, pero tampoco podemos morir de forma natural. Estamos atrapadas en un ciclo sin fin. Algunos no lo soportaron y terminaron quitándose la vida. Pero yo… yo decidí esperar. Esperar el momento justo para salir de aquí y destruir a los malditos que nos hicieron esto.

Nicole y Figueroa intercambiaron miradas y se sentaron, tratando de procesar lo que escuchaban.

—¿Tú fuiste la primera? ¿Por qué? —preguntó Nicole.

—Déjenme contarles mi historia —dijo la primera Figueroa con voz grave—. Hace mil millones de años, yo fui quien creó el multiverso. Pero no lo hice sola. También estaba mi Nicole. La misma mujer que las trajo aquí. Esa tal Niki… es una Nicole. De hecho, es mi Nicole, la de mi mundo.

—¿Qué? —dijeron Nicole y Figueroa al unísono.

—El multiverso crecía de manera natural, pero entonces apareció un destructor. Comenzó a borrar universos enteros sin piedad. El Junior de mi mundo y los demás intentaron detenerlo, pero fue inútil. Uno a uno, todos fueron muriendo. Fue horrible… ver cómo desaparecían mis amigos, mis seres queridos… Verlos morir fue lo peor que me ha pasado.

Hizo una pausa, cerrando los ojos con dolor antes de continuar.

—Cuando quedaban solo cuatro universos, ocurrió el reinicio. Todo volvió al comienzo. Pero aquel que causó el reinicio nos atrapó. Nicole intentó disculparse, pero yo no pude hacerlo. No tenía el valor. Amaba ver nacer y crecer los mundos. Sin embargo, Nicole fue puesta como gerente, y el dios que controla todo creó los Xtreme Tiempos. A mí me encerraron aquí. Pero nunca me rendí. Sé que algún día me vengaré.

Nicole tragó saliva.

—Entonces… ¿el reinicio es el verdadero creador de todo? —preguntó en voz baja.

—Sí. Y esa Niki es solo una de tus variantes. De hecho, todas las que están aquí son Nicoles y Figueroas.

—Vaya… —murmuró Figueroa, procesando la información.

Nicole miro a todas sus variantes y miro a la primera Figueroa.

—Es hora de hacer algo. Debemos acabar con los Xtreme Tiempos —susurró Nicole.

—Tengo una pregunta… ¿Cómo es que Niki te visita? —preguntó Figueroa a la primera Figueroa.

—Siempre lo hace desde afuera —respondió la mujer.

Nicole frunció el ceño, pensativa.

—Aquí no podemos usar nuestros poderes… pero, ¿y si Niki entra? ¿También se quedará sin poderes?

—Sí —confirmó la primera Figueroa con una sonrisa.

—Bien. Entonces solo tenemos que hacer que entre. Una vez dentro, todos los que estamos aquí la detendremos, escaparemos y destruiremos el sistema desde dentro. Acabaremos con los gerentes. Pero, sobre todo, con el jefe. Así más mundos podrán nacer y ser libres —dijo Nicole con determinación.

—Estoy de acuerdo —afirmó la primera Figueroa—. Pero Niki es mía. Yo me encargaré de ella personalmente.

—Está bien.

Nicole y Figueroa respiraron hondo, listas para ejecutar su plan. Ahora, solo les quedaba esperar la llegada de Niki. Y cuando eso ocurriera, los Xtreme Tiempos estarían en verdadero peligro.

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