Me Casé Con El CEO Enmascarado Y Discapacitado

ELENA COEN

No quería seguir sintiéndome así. Erick fue mi primer amor, aún tenía sentimientos por él. Tenía la esperanza de que algún día me buscará. Pero las cosas pasan por algo. Lloré todo el camino hasta llegar a mi casa.

Ya no más lágrimas. Vivir un día a la vez, ese será mi lema de hoy en adelante. Me acosté. Puse el celular debajo de la almohada.

A las tres de la madrugada, me levanté asustada, mi corazón no dejaba de latir como un loco. Encendí la luz y ya no la apagué. Me daba miedo cerrar los ojos.

Me alisté para ir al trabajo. Llegué más temprano de lo habitual. Esperé a Anthony sentada en la cuneta de la calle. Estuve una hora así.

— Buenos días Elena. ¿Madrugaste?— Anthony abrió la tienda y entramos.

— Madrugué sin querer.

— Tienes unas ojeras.

— Tuve una pesadilla. Aún cuando lo pienso se me eriza la piel.

— Cuéntame.

— Estaba en un lugar oscuro parecía un sótano, cuando llegó Du... alguien que conozco. Su cara se caía en pedazos, podía ver los músculos de su cara y sus ojos emanaban fuego. En el sueño caminaba con zancos. Yo corría y corría Pero él me alcanzó y en eso abrí mis ojos, porque tenía miedo. No pude dormir después de eso.

— Tu sueño es bastante feo.

— Si. Voy a sacar los nuevos productos. Necesito trabajar para no pensar en nada.

Fui a la parte de atrás, en el cuartito, que servía de bodeguita también. Salí con unas cajas.

De frente tenía a mi padre. Las cajas se me cayeron de las manos, era como si tuviera mantequilla en ellas. Me tomó del brazo.

— Nos vamos.

— No quiero.

— ¿Conoces a este señor? Retírese o llamaré a la policía— Anthony cogió el teléfono y empezó a llamar. Él quiso ayudarme, el celular cayó al piso y mi papá le dió un golpe en el ojo que lo dejó mareado.

Mi padre me tomó de los hombros con tanta fuerza que me dolía.

— Déjame en paz. No quiero ir a ningún lado. Ayuda.

Él solo me metió a un carro que no era de él o por lo menos yo sabía que era de él.

Grité y grité. Lo más triste es que nadie me ayudó. Vieron que un hombre me agarró a la fuerza y me metió a un auto, pedí ayuda y nadie vino a salvarme. Cuánta empatía les hace falta a las personas.

— Eres una mala agradecida.

Intenté abrir el auto, no me importaba que estuviera en movimiento. Llegamos a la casa. Me bajó del cabello. Loren estaba sentada en las escaleras.

— Por tu culpa tu suegro dejó de darnos dinero— me pegó una cachetada súper fuerte que me reventó los labios.

— No es mi culpa que no les de dinero. Trabajen y gánenselo. Yo no tengo nada que ver con ellos. No puedes traerme así a la fuerza. Te voy a denunciar y no me importa si eres mi padre o no.

Caminé hasta la puerta Pero mi papá tenía mucha fuerza. Loren me puso una inyección en el cuello. Minutos después sentía como mis piernas se ponían como gelatina y sentía como un fuego en mis mejillas.

— Llévala a su cuarto— Loren me subió al cuarto.

DUSTIN MONDRAGÓN

— Joven. Vino un señor que se llevó a la fuerza a la señorita Elena. No pude hacer nada.

— Voy de inmediato— colgué.

Anthony me llamó. Él era el hijo de Joss y mi empleado directo.

En mi condición siempre dependo de alguien más, en este caso, siempre dependo de Joss. Lo llamé. Él tenía listo el auto. Bajé por el ascensor y me dirigí al auto.

Llegamos a la tienda. No me gustaba salir y que el morbo de la gente estuviera encima de mí, Pero está vez no me importaba.

Anthony tenía el ojo rojo e inflamado. Me mostró las cámaras, era el padre de ella. ¿Cómo supo que ella trabajaba acá?

— Joss llévame a la casa de su papá.

— Joven, usted seguro. Si su padre se da cuenta se va a enojar mucho.

— No importa.

Joss me llevó a casa del padre de Elena. Le di la indicación de Joss de ofrecer una suma de dinero mensual al señor Coen, con tal que me diera a Elena. Yo sabía que lo que él buscaba era dinero.

— Haré lo que usted diga. Pero ella sabrá que usted está aquí.

— No importa. De lo único que ella no se debe de enterar es quién es el dueño de la tienda.

Joss entró a la casa. Pasaron diez minutos y él no salía. Me sentía con un poco de ansiedad.

Le marqué a Joss.

— No se preocupe joven. Estoy en el cuarto de la señorita, voy a llevarla al auto.

Joss traía en sus brazos a Elena, la subió al auto, a mi lado.

—¿Por qué está así?

— Le dieron un calmante.

— Vamos a llevarla a su cuarto.

Elena tenía sus mejillas y sus labios rojos. Le toqué su frente y estaba muy caliente, como si tuviera fiebre. Se miraba mareada, como drogada. Se movía mucho.

Llegamos a la casa. Joss la subió a su cuarto. Ella estaba delirando. Saludé a la esposa de Joss, ella era la casera.

— Joven no se preocupe. Yo la voy a cuidar.

— Ayúdame con la silla de ruedas por favor. Llévame a su cuarto.

Joss me ayudó a llegar a la casa de Elena.

— Déjenme solo con ella. Joss por favor cómprale algo para la fiebre y dile a tu esposa que le prepare algo de comer.

Ellos salieron del cuarto. Yo cerré la puerta. Me acerqué a ella. Le toqué sus mejillas y estaban aún más calientes.

— Ayúdame que me quemo— Elena murmuraba.

Se levantó de la cama y se sentó. Me miraba con el entrecejo fruncido, era como si quería verme mejor.

—Ayúdame. Siento que mi cuerpo se quema— ella mordía sus labios.

Es una droga lo que le pusieron a ella. Una droga para estimulación sexual. Ese viejo desgraciado que quería hacer con ella. ¿La iba a prostituir?

Me acerqué.

— Acuéstate. La reacción pasará pronto.

Elena se quitó la camisa y su sostén. Sus hermosos pechos quedaron a la vista.

— La ropa me quema.

— Elena ponte la camisa.

Ella se levantó y se sentó encima de mi. Me besó con frenesí. Sus labios eran suaves y estaban calientes. Parecía que no le importaba mi máscara.

— Elena ve a tu cama. Creo que no podré resistir si sigues encima mío.

Elena me excitaba. Ella me provocaba.

— Quiero que me ayudes. No resistió más.

— Estás drogada, por eso actúas así. En tus cinco sentidos yo te daría asco.

— Dustin ayúdame. No aguanto más allí.

¿Allí? ¿Donde?

Ella se terminó de desnudar. Bajó mi cremallera.

— No lo hagas.

— No me importa. Haré lo que yo quiera.

Ella se iba asentando lento en mi amigo (miembro). Su expresión era fascinante.

Tocaron la puerta. La esposa de Joss abrió la puerta y vio esa escena.

— Perdón — cerró la puerta.

¡Qué vergüenza!

A Elena no le importó. Ella hacía movimientos suaves.

— Me duele, Pero tengo que hacerlo.

— Elena yo te amo — la abracé y ella puso su labios en mi cuello.

Ese suave sonido que salía de su boca, me ponía aún más inquieto. Terminé en ella. Ella me abrazó. Su aliento era cálido. Acaricié sus mejillas y le di un beso con todos mis sentimientos en él.

Ella se levantó de mis piernas y se desmayó. Mi pantalón quedó lleno de sangre.

¿Qué situación más incómoda? No quería que Joss viera a Elena desnuda. Me puse una toalla que estaba en su cama en mis piernas tapando la sangre.

Llamé a Joss.

— Que venga tu esposa. Elena se desmayó.

Tocaron la puerta.

— Puedo pasar.

— Si — tenía la cara llena de pena.

—Perdon joven no sabía que ustedes dos.

— No digas nada.

Ella la subió a la cama como pudo y le puso ropa.

— Que venga el doctor Pichardo. ¿Puedes llamarlo?

— Si. ¿Qué le digo cuando ella se levante?

Ella me va a odiar más.

— Qué la encontraste desmayada en el cuarto y por eso llamaste al doctor. Tú no sabes nada más. No le digas que estuve aquí. Yo voy a decirle.

— Está bien.

— Asegúrate de que ella beba una píldora— me quedé enmudecido.

— Está bien. Yo sé cuál joven. No quiere que ella se embarace.

Joss me bajó. Regresé a la mansión.

¿Qué es todo esto que acaba de pasar? Llevé mi mano a mi frente. El (haciendo referencia a su amiguito) nunca reaccionó con las prostitutas que mi padre me traía. No entiendo.

Ella era vírgen aún, a sus 18 años. ¿Cómo es posible eso?

Dios mío, estoy enamorado de esa niña.