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"Infancia Robada, Poder Sellado"

"Infancia Robada, Poder Sellado"

Status: En proceso
Genre:Venganza / Familias enemistadas / Secretos de la alta sociedad / Mundo mágico
Popularitas:3.9k
Nilai: 5
nombre de autor: Vic82728

En las tierras frías del Reino de Belfast, un niño fue arrancado de los brazos del amor y lanzado al abismo del desprecio. Victor, de apenas ocho años, sobrevive bajo el techo de sus propios enemigos, el Rey y la Reina que arrasaron su pasado. Lo llaman débil, lo humillan, lo marcan con su odio… sin imaginar lo que realmente duerme en su interior.

Esta no es la historia de un héroe elegido. Es la travesía de un alma quebrada que se arrastra por los escombros del trauma, el dolor y la soledad. Cada mirada de desprecio, cada palabra cruel, cada herida invisible es una chispa que alimenta una tormenta silente. Y cuando el momento llegue… ni el trono ni la sangre real podrán detener lo que ha nacido del silencio.

Un cuento oscuro donde no hay luz sin sombras, ni infancia sin cicatrices. Un viaje que transforma al niño temeroso en la incógnita más temida por todos.

NovelToon tiene autorización de Vic82728 para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Capítulo 7 – El susurro bajo la corona

Los días en el castillo no se contaban por el sol, sino por el sufrimiento.

Uno más. Uno menos.

Víctor ya no recordaba qué día era. Ni cuántos llevaban desde su secuestro. Su cuerpo estaba marcado por heridas viejas y nuevas, pero ninguna tan profunda como las palabras que le sembraban en la mente.

Hoy, algo estaba diferente.

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Carlos estaba de pie en el balcón del trono. No tenía su corona. Sus ojos estaban cansados, inyectados de una rabia silenciosa que crecía con cada respiración.

—Los susurros no se detienen —dijo en voz baja, como si hablara consigo mismo—. Cada noche, alguien dice su nombre. Víctor. Víctor. Víctor. Como si fuera una señal… o un llamado.

Vanessa lo observaba desde su trono menor, bebiendo vino amargo, jugando con la copa.

—¿Y si lo es?

Carlos la miró.

—¿Qué estás insinuando?

—Tal vez el niño no es un error. Tal vez es un castigo.

Carlos apretó los dientes.

—O un mensajero.

Un silencio cruel se instaló en la sala.

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Lilith lo observaba desde lo alto del pasillo. Como siempre, vestida de blanco, como un ángel que nunca fue. Pero algo en ella se rompía.

No lo entendía. No lo aceptaba.

—¿Por qué no grita? —susurró.

Había hecho todo lo que pudo. Le dijo cosas horribles. Se burló de sus padres muertos. Lo empujó, lo azotó, lo obligó a arrastrarse.

Y aún así… él seguía allí. Mirándola. Firme. Mudo. Inquebrantable.

Lilith comenzó a tener pesadillas.

En ellas, el niño hablaba.

Y su voz no era de niño.

Era la voz del juicio.

---

Esa tarde, en los patios traseros del castillo, Víctor fue obligado a cargar sacos de arena frente a los sirvientes. Un castigo más. Otro intento de humillación. Uno de tantos.

—Miren al noble bastardo —dijo un soldado—. El hijo adoptivo del rey, convertido en mula de carga.

Víctor no respondió.

Un sirviente escupió cerca de sus pies. Otro rió. Pero entre ellos, alguien le entregó un guante. Silenciosamente. Como si se le hubiera “caído”.

Víctor lo tomó y siguió trabajando. Bajo la costura, encontró un pedazo de papel cosido en el interior:

“El sótano norte está desprotegido por las noches. Observa. No actúes aún.”

Alguien más estaba allí. Eran no estaba solo.

---

Esa noche, Lilith bajó sola al calabozo.

No avisó a nadie. No hizo ruido. Solo caminó, descalza, con una vela en la mano. Abrió la puerta de la celda. Víctor estaba sentado, de espaldas.

Ella lo miró por largo rato.

—No entiendo qué eres —susurró—. No pareces humano. Pero tampoco eres un monstruo.

Dio un paso.

—Si sigues así… vas a morir. Y ni siquiera vas a gritar. ¿Eso es lo que quieres?

Nada.

—Dime algo. Lo que sea.

Víctor giró apenas la cabeza. No dijo palabra.

Pero sus ojos… eran fuego contenido. Ardían con algo que ella no conocía. Algo que la hacía sentir, por primera vez en su vida…

Pequeña.

Lilith retrocedió. Dejó caer la vela. Se apagó con un suspiro.

Y corrió.

---

Arriba, en las torres del castillo, Mavara observaba.

Siempre observaba.

—El silencio es su escudo… y su arma —dijo al cuervo que descansaba sobre su hombro—. Cuando lo use… no quedará nada.

Y sonrió.

Porque aunque trabajaba para Carlos, Mavara no tenía lealtades. Solo intereses.

Y Víctor era, sin duda, el más interesante de todos.

Capítulo 7 – El susurro bajo la corona (Parte 2)

La locura no siempre llega gritando.

A veces entra en silencio, disfrazada de duda, y se sienta al lado del rey.

---

Carlos no dormía.

Desde hacía semanas, tenía pesadillas que lo despertaban con el rostro empapado en sudor. Siempre eran iguales: el castillo en ruinas, un niño sin ojos mirándolo fijamente desde un trono de huesos.

Lo peor no era el sueño.

Lo peor era que empezaba a creer que era una profecía.

---

—¿Qué estás haciendo con él? —le preguntó a Mavara esa mañana.

Estaban en la sala de estrategia, rodeados de mapas y pergaminos sin leer.

Mavara le dio la espalda, afilando una daga.

—Lo estoy limpiando —respondió—. Tal vez tú querías romperlo. Pero a veces, mi rey, lo más útil es convertir el veneno en antídoto.

Carlos golpeó la mesa.

—No me hables en acertijos. Ese niño es un problema. No lo quiero como hijo. No lo quiero como heredero. ¡Ni siquiera lo quiero vivo!

Mavara lo miró, imperturbable.

—Entonces mátalo.

Carlos calló.

Vanessa, que estaba cerca, cruzó los brazos.

—No puede. —Su voz fue como un filo—. Si lo mata, el pueblo hablará. La nobleza hablará. ¿Secuestrar a un niño y asesinarlo sin razón? Seríamos odiados.

—Ya lo somos —espetó Carlos.

—Sí —dijo Vanessa—. Pero aún controlamos ese odio.

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Mientras tanto, en los pasillos del ala este, Lilith caminaba sola.

No se reía. No saltaba. No amenazaba a los sirvientes.

Solo pensaba.

Recordaba la mirada de Víctor en la celda. Ese momento exacto en que él la enfrentó sin decir nada. No había odio. No había miedo.

Había certeza.

Y esa certeza la hizo dudar.

Por primera vez en su vida, sintió que no tenía el control.

—No es normal —murmuró—. No es humano.

La idea le dolía. Le ardía. Pero no podía dejar de pensar en ello.

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Víctor, en su celda, cosía lentamente.

El hilo que Eran le dio era grueso, basto, difícil de esconder. Pero él era meticuloso. Estaba uniendo trozos de tela de su propia ropa, como si estuviera haciendo una especie de protección o señal.

Mientras sus manos se movían, su mente pensaba.

Recordaba todo. Cada insulto. Cada golpe. Cada mentira. Cada risa.

Y en ese silencio que nadie podía romper, tejía algo más que ropa.

Tejía su venganza.

---

Esa noche, cuando los guardias se retiraron del ala norte por turnos descoordinados, Eran apareció entre las sombras, con una linterna apenas encendida.

—Mañana por la noche —susurró—. El pasaje bajo el sótano. No es una salida. Pero es un escondite. Úsalo si algo sale mal.

Víctor no respondió.

Solo asintió.

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Desde lo alto de la torre, Mavara los observaba.

Y por primera vez, susurró una oración.

No para salvar a nadie.

Si no para que el caos que se aproximaba fuera hermoso.

Capítulo 7 – El susurro bajo la corona (Parte 3)

La noche cayó sobre el reino de Belfast como una tumba abierta.

El cielo, ennegrecido por nubes sin luna, parecía presagiar algo que nadie se atrevía a nombrar. El castillo estaba en silencio, pero no en paz. Los muros sabían que algo se gestaba. Lo sentían en el aire, como un temblor antes del colapso.

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Lilith caminaba sola por los jardines, con un muñeco de trapo en brazos. Lo apretaba con fuerza, como si le diera consuelo. No se reía. No hablaba. Sus labios estaban secos, partidos, su mente girando en círculos.

—Él no me mira con miedo… —murmuró para sí—. No me suplica. No me odia… Me ve como si yo… fuera invisible.

Ese pensamiento la desesperaba. Ella, la princesa adorada, mimada, cruel, temida, no podía soportar la indiferencia. Y en Víctor, no veía sumisión… veía algo peor:

Desprecio silencioso.

---

Mientras tanto, Carlos destrozaba objetos en sus aposentos. Lanzó un espejo al suelo. Golpeó una silla. Gritó órdenes que nadie cumplía.

Vanessa lo observaba desde el umbral de la puerta, con los brazos cruzados y el alma cada vez más distante.

—Te estás desmoronando —dijo—. Todo por un niño que no habla.

Carlos se volvió, temblando.

—¿Y si habla? ¿Y si está hablando con todos… menos con nosotros? ¿Y si nos está pudriendo desde dentro?

Vanessa entrecerró los ojos.

—Entonces ya perdimos.

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Víctor, mientras tanto, en su celda, tejía. Puntada tras puntada, hilo sobre hilo, con una precisión enfermiza. No tenía aguja de verdad. Usaba una astilla afilada que había recogido días antes de una caja rota.

Cada noche tejía un poco más.

Un símbolo empezaba a formarse en la tela.

No lo reconocía.

Pero lo sentía. Era suyo. Era una forma de recordar quién era… o quién iba a ser.

Sus dedos sangraban.

No importaba.

El dolor era un recordatorio de que aún estaba vivo.

---

Esa noche, cuando apagaron las antorchas del ala oeste, Lilith se coló al calabozo otra vez.

Tenía algo en la mano.

Un plato de comida.

Lo dejó frente a la puerta. No dijo nada. No tocó los barrotes. Solo lo miró. Largo rato.

Víctor levantó la vista.

La miró por un segundo.

Y luego…

Le dio la espalda.

Lilith no supo qué fue peor: que no le agradeciera… o que no le temiera.

Cuando subió a su habitación, lloró por primera vez en años.

No sabía por qué.

Solo sabía que algo dentro de ella se estaba rompiendo. Y no podía evitarlo.

---

En otro rincón del castillo, Mavara encendía una vela negra.

La flama bailaba como si supiera lo que venía.

—Todo se mueve —susurró—. Incluso las piezas que creen estar quietas.

Cerró el libro que tenía frente a ella y susurró al vacío:

—Despierta.

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Y desde lo más profundo del castillo…

Algo abrió los ojos.

No era humano.

No era espíritu.

Era una presencia.

Y había escuchado un nombre repetido en las paredes por meses.

Víctor.

1
Rubi Cuerbo
mui bien
Vic
No se preocupen ya subí el capítulo 36 y 37 mañana a la 7am se sube el capítulo 38
Rubi Cuerbo
quiero ver más capitulos
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