En la época medieval todo es complejo y los matrimonios forzados siempre son la cereza del pastel ¿será nuestro príncipe capaz de afrontar su amor o dejarlo ir y sufrir en un matrimonio forzado?
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Restricciones Amorosas
Las noches en el reino eran tranquilas, pero el corazón de Aric estaba en un tumulto constante. Desde aquel encuentro en el claro mágico, donde su amor por Kael había sido revelado y protegido por la Dama del Lago, Aric había tomado la decisión de seguir viéndolo a escondidas. La conexión que compartían era demasiado intensa como para dejarla escapar, incluso cuando la realidad amenazaba con separarlos.
La luna brillaba intensamente en el cielo estrellado mientras Aric se escabullía por los pasillos del palacio, cada paso resonando como un tambor en su pecho. ¿Era esto lo que realmente quería? La idea de un amor prohibido lo llenaba de ansiedad, pero al mismo tiempo, una chispa de emoción lo impulsaba hacia adelante. Había algo profundamente liberador en arriesgarse por lo que deseaba.
Mientras se acercaba a la salida del palacio, los ecos de las conversaciones sobre su futuro resonaban en su mente. Su familia había comenzado a planear un matrimonio político con una princesa de un reino vecino, una unión que prometía fortalecer alianzas y asegurar la paz. Pero para Aric, esa paz era un precio demasiado alto a pagar por su libertad emocional.
—Príncipe Aric, ¿adónde va tan apresurado? —preguntó una voz familiar detrás de él.
Aric se dio la vuelta y encontró a su hermana, la princesa Elara, con su figura delicada, y su cabello plateado con un gran tamaño, observándolo con curiosidad. Sus ojos brillaban con la luz de la luna, y su expresión era una mezcla de preocupación y diversión.
—Solo… necesito un poco de aire fresco —respondió Aric, tratando de mantener la calma mientras su corazón latía desbocado.
Elara arqueó una ceja, claramente escéptica. —¿A esta hora? Sabes que no es seguro estar fuera solo. Además, no creo que nuestros padres estén muy contentos si te encuentran vagando.
Aric sonrió forzadamente, sintiendo cómo la presión aumentaba en su pecho. —Lo sé, pero necesito pensar. La vida aquí se siente… claustrofóbica.
Elara lo miró fijamente, como si estuviera intentando leer sus pensamientos. —¿Es por el matrimonio que planean para ti? He oído rumores sobre la princesa Liora. Es hermosa, pero no creo que sea lo que realmente deseas.
Aric sintió cómo una punzada de dolor atravesaba su corazón al pensar en Liora. —No es solo eso… hay más en juego aquí.
Elara le dio una palmadita en el brazo con comprensión. —A veces, lo que queremos y lo que debemos hacer son dos cosas muy diferentes. Pero recuerda, siempre puedes contar conmigo. Después de todo soy tu cómplice.
La chica, con alegría se dio la vuelta y se alejó mientras deslizaba suavemente las manos por las paredes de los pasillos.
Con un agradecimiento silencioso en su corazón, Aric finalmente logró salir al jardín del palacio. La brisa nocturna acarició su rostro mientras se dirigía hacia el lugar donde había acordado encontrarse con Kael. Cada paso lo acercaba a la libertad que tanto anhelaba.
Al llegar al claro donde se habían visto por primera vez después de la revelación de sus sentimientos, Aric sintió cómo la tensión se disolvía en el aire. Allí estaba Kael, apoyado contra un árbol, iluminado por la luz plateada de la luna. Su presencia era un bálsamo para el alma de Aric.
—Te estaba esperando —dijo Kael, una sonrisa iluminando su rostro al verlo.
—Lo siento por hacerte esperar —respondió Aric, sintiendo cómo la ansiedad se desvanecía al estar cerca de él—. Ha sido un día complicado.
Kael frunció el ceño, notando la preocupación en los ojos de Aric. —¿Qué ha pasado? ¿Tu familia sigue hablando del matrimonio?
Aric asintió lentamente, sintiendo cómo el peso de la realidad volvía a caer sobre él. —Sí… están decididos a unirme a Liora. No sé qué hacer.
Kael dio un paso adelante, su mirada llena de empatía y determinación. —Tienes que luchar por lo que quieres, Aric. No puedes dejar que otros decidan tu vida por ti.
—Lo sé —dijo Aric con frustración—. Pero no es tan simple. Si me niego, podría causar un escándalo en la corte y poner en peligro a mi familia.
Kael tomó las manos de Aric entre las suyas, mirándolo a los ojos con intensidad. —¿Y qué hay de nosotros? ¿Qué pasará si te obligan a casarte? ¿Vas a renunciar a lo que sientes?
Aric sintió cómo el miedo comenzaba a apoderarse de él nuevamente. —No quiero perderte… pero no sé si tengo el poder para cambiar mi destino.
Un silencio pesado llenó el aire entre ellos mientras ambos luchaban con sus pensamientos. Finalmente, Kael rompió el silencio con una voz suave pero firme. —Entonces hagamos algo al respecto. Pasemos tiempo juntos mientras puedas. Aprovechemos cada momento antes de que sea demasiado tarde.
La idea de aprovechar cada instante llenó a Aric de una mezcla de alegría y tristeza. Sabía que cada encuentro podía ser un paso más hacia el abismo, pero también era una oportunidad para vivir plenamente su amor.
—Tienes razón —dijo Aric, sintiendo cómo su corazón latía con fuerza—. No puedo dejar que este amor se desvanezca sin luchar por él.
Se acercaron el uno al otro y se abrazaron con fuerza, dejando que el calor de sus cuerpos se mezclara en esa noche mágica. Era un momento suspendido en el tiempo, donde todo lo demás desaparecía y solo existían ellos dos.
Una pequeña risa boba salió de los labios de Kael.
— ¿Que es tan gracioso? —Preguntó Aric con una sonrisa y una pequeña confusión.
El ambiente se detuvo por un momento, Kael con sus pensamientos desbordantes quería hacer algo más que solo contemplar la belleza y la firmes a del cuerpo de Aric, y acercó lentamente su mano al rostro de Aric mientras frotaba su cara con sus dedos ;
— Tu cuerpo, no está muy exagerado, pero si resaltan tus músculos, y ademas tu cara es muy bella, me gustaría estar entre tus brazos.
Aric se quedó procesando sus palabras y antes que pudiera dar respuesta Kael se inclinó lentamente y lo beso, un beso cálido lleno de sentimientos que estremecían a Aric, y así entre dulces besos pasaron parte de la noche.
A medida que las semanas pasaban, Aric y Kael se encontraban cada noche en el claro del jardín. Compartían risas, secretos y caricias furtivas bajo la luz de la luna. Cada encuentro era un recordatorio de lo que podían perder, pero también de lo que podían construir juntos.
Sin embargo, la sombra del matrimonio político seguía acechando a Aric como un lobo hambriento. Su familia estaba cada vez más insistente en los preparativos para la unión con Liora; las conversaciones sobre alianzas y beneficios resonaban en cada rincón del palacio. La presión aumentaba y Aric sentía cómo su mundo se desmoronaba lentamente.
Una noche, mientras se encontraban abrazados bajo el brillo estelar, Kael rompió el silencio con una voz temblorosa. —¿Qué harás cuando llegue el día del compromiso? ¿Te someterás a ello?
Aric sintió cómo el nudo en su estómago se apretaba aún más. —No lo sé… quizás intente hablar con mis padres nuevamente. Pero temo que no escuchen.
Kael apartó la mirada, como si estuviera lidiando con sus propios demonios internos. —No quiero ser la razón por la que te enfrentes a ellos… No quiero arruinar tu vida.
—Tú no estás arruinando nada —respondió Aric rápidamente—. Eres lo mejor que me ha pasado. No puedo imaginar mi vida sin ti.
Kael sonrió débilmente, pero sus ojos estaban llenos de preocupación. —A veces siento que este querer es un peligroso juego del que podríamos salir heridos.
Aric tomó el rostro de Kael entre sus manos y lo miró fijamente a los ojos. —Estamos dispuestos a arriesgarlo todo por lo que sentimos. Eso es lo que hace que nuestro amor sea tan especial.
Sin embargo, esa noche no fue solo sobre dulces promesas; también hubo una sensación creciente de inminente peligro. Mientras compartían besos robados y susurros tiernos, una sombra oscura se cernía sobre ellos desde lejos.
En las semanas siguientes, los rumores sobre el matrimonio comenzaron a tomar forma concreta. Se organizaron banquetes y celebraciones para anunciar oficialmente la unión entre Aric y Liora; los preparativos estaban en marcha y no había vuelta atrás.
Una noche lluviosa, mientras Aric y Kael se encontraban en su refugio secreto bajo un árbol frondoso, Kael expresó sus temores con voz temblorosa.
—No puedo soportar pensar en perderte —dijo Kael con lágrimas en los ojos—. Si te casas con ella…
Aric interrumpió suavemente: —No voy a dejar que eso suceda sin luchar primero.
Pero Kael sacudió la cabeza con desesperación. —¿Y si no puedes? ¿Y si tus padres te obligan a hacerlo?
Aric sintió cómo una oleada de pánico lo invadía al contemplar esa posibilidad aterradora. —Entonces tendríamos que encontrar una manera de escapar juntos… No puedo permitir que esto nos destruya.
Justo cuando las palabras salían de sus labios, un ruido proveniente del bosque cercano hizo que ambos se sobresaltaran. Una figura oscura emergió entre los árboles; era uno de los hombres del palacio.
—¡Príncipe Aric! —gritó el hombre con voz autoritaria—. Su familia lo busca urgentemente.