La historia sigue a un militar sin nombre, en medio de una guerra, al que todos se refieren como Ergo.
El mundo del futuro está en crisis debido a una guerra que ha asolado cada región desde hace años y de la cual parece ser que ningún compañero o militar cercano a Ergo sabe algo.
Un día cualquiera, durante una batalla campal, Ergo es herido y se ve orillado a reparar su extremidad tras acabar la batalla. Luego de su reparación, Ergo descubre a sus altos mandos hablando acerca de él, de su ineficiencia y de como lo eliminarán para traer a otro soldado en su lugar. No obstante y sin poder negarse, es enviado de nuevo en una última misión en los límites del mapa sabiendo que las batallas libradas allí son sinónimo de muerte.
Poco a poco, Ergo irá descubriendo la clase de mundo en el que habita y los secretos que se han ocultado ante el y cualquiera de sus compañeros.
En esta historia el lector se sumerge en un delirio y cuestionamiento filosófico y político acerca de la moralidad.
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XIV
El equipo de oficiales ya estaba preparado y al pendiente de cualquier orden de su superior. Habían dejado al sistema principal encargándose de informar mediante los intercomunicadores de sus cascos si había alguna novedad sobre las señales o si se detectaba algún inhibidor cercano.
Tomaron los vehículos y fueron rumbo a la ciudad del límite. Bajaron del vehículo y estaban más que preparados para comenzar la búsqueda.
—Esto será algo bastante cansado, debemos indagar por la ciudad en busca de alguna señal de inhibición de señales y de quién sea que esté usando un equipo ilegal así.
Todos los oficiales concordaron con obediencia.
Los autos causaron conmoción entre la gente que andaba por las calles e incluso gente salió de sus locales para observar que ocurría. Dejaron los vehículos al cuidado de máquinas automáticas dentro de los enormes conjuntos de estacionamiento, no debían preocuparse por los vehículos. Se repartieron el trabajo en grupos de dos que buscarían en lugares concurridos y en las zonas que colindan con el campo de batalla del exterior.
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Debido a lo innecesario de la seguridad en las ciudades a causa de la tranquilidad característica de cada ciudad, tuvieron que ir directamente al edificio de la compañía Morrison para pedir apoyo con una máquina de seguridad. Eran modelos únicos y exclusivos, pero ante la emergencia, prestar una unidad era algo a lo que nadie se negaría.
Habían pasado un par de días buscando cuando, en uno de sus pequeños rondines en los que hablaban en grupo, uno de sus hombres notó el comportamiento asustadizo de un hombre que andaba por la plaza. El mismo hombre que Ludwig y Ergo vieron ser interrogado con violencia hasta que la máquina de seguridad demostró su inocencia.
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Era apenas mediodía y el equipo se había reunido de nuevo para buscar sospechosos en conjunto por la zona que colinda con el exterior. Se encontraban apenas en la primera colonia.
—Señor Simons, ya hemos terminado de inspeccionar la quinta casa. No hay comportamientos anormales y la máquina de seguridad no ha detectado ninguna anomalía. Todos cooperan según lo esperado—dijo uno de los dos uniformados que se acercaron a él.
Simons se giro hacía sus hombres haciendo un movimiento cuasi elegante con su traje de parches color crema.
—Muy bien chicos. Vamos avanzando debidamente, y es indudable que daremos con el culpable en poco tiempo con ayuda de la máquina—dijo y dió una palmada al droide.
—Gracias, señor, aún así, ¿qué hacemos ahora?—preguntó el otro hombre, y en su casco se reflejó el rostro maduro y el brillante pelo rubio de Simons.
—Inspeccionen un par de casas más y después descansen, yo tomaré uno de los vehículos e iré a beber algo—se soltó un poco el cuello de su camiseta—. El calor es bastante alto hoy y quiero aprovechar que ya casi terminamos de recorrer las zonas concurridas y dónde antes se juntaban esas ratas y sus armas traficadas.
—¡A sus órdenes, señor, que disfrute su trago!—gritaron ambos hombres y se fueron caminando en dirección a otra casa con sus relucientes cascos.
Simons llegó al auto, abrió la puerta y echó el saco en los asientos traseros del mismo. La suavidad del asiento le recibió con serenidad y cerró la puerta.
—Bienvenido, señor Simons—dijo una voz femenina desde las bocinas del vehículo—. ¿Cómo está hoy?
—Bastante bien, pero algo sediento... ¿Puedes trazar una ruta al bar más cercano?
—Será un gusto Simons, ponte cómodo. Iremos al Journey's Bar, queda a dos kilómetro y doscientos metros.
Recargo el cuerpo completo y el auto automáticamente inclino el asiento para mayor comodidad. Sonaron un par de sonidos intercalados y el auto se encendió para dejar tras de sí marcas de neumáticos y comenzar a avanzar con relativa rapidez por las calles.
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Ergo se quedó solo en casa; Ludwig había salido de forma espontánea no sin antes decirle que no debía salir. Ergo no sé opuso, y paso el tiempo recorriendo el hogar: cocina, habitaciones, la habitación médica pequeña, la sala. Tocó diversos objetos por toda la casa, y finalmente se sentó en el escritorio de la esquina de la sala, al costado de los libreros. Abrió uno de los libros del estante sobre sus piernas. Era un libro de pasta blanda que hablaba de historia desde la década del 2030, un segundo tomo. Ergo se dejó llevar por sus imaginaciones desde la portada del libro hasta las ilustraciones imaginando aquellos tiempos.
