Esta es la historia de seis personas, cuyas vidas se pondrían de cabeza por los azares del destino y el propio propósito de sus existencias. Amores, engaños, traiciones, pérdidas y rivalidades. Irán dando lugar al desenlace tal vez fatídico de algunos de ellos. ¿Quién será el último en quedar en pie? ¿quién se alzará con la victoria sobre aquello que los amenaza y sobre ellos mismos?
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El beso de la muerte
En un orfanato el llanto estremecedor de una pequeña bebé impide el sueño de todos. No hay manera de calmarla, no duerme solo llora. Llora hasta quedarse sin fuerzas, pero ni así detiene su llanto. Las monjas ya no saben que hacer con ella, lo han intentado todo.
María: ¿que haremos?, si sigue llorando así podría pasarle algo.
Ester: no lo sé, ni siquiera cargándola en brazos se calma.
Ana: algo raro pasa con esta niña. *Tomo a la pequeña y la llevo afuera. El llanto solo queda en sollozos*.
Ester: ¡se calmó!
Ana: parece que sí, al fin el cansancio la venció. *Entro con ella y nada más entrar en el edificio vuelve a llorar*.
María: pero ¿que sucedió?, no se había dormido.
Ana: si, nada más entrar se despertó. *Salgo de nuevo con ella, es casi medio día y la pequeña no ha descansando. Pero al estar afuera con la luz del día dándole en el rostro vuelve a calmarse*.
Aquella monja se percató que la pequeña solo encontraba sosiego en la luz. Así que decidieron intentar algo nuevo, llevaban días sin poder dormir con tranquilidad. La habitación de la niña estaba tan iluminada que no muchos dormirían allí con facilidad, pero solo eso lograba calmarla.
Ana: esta niña tiene algo muy extraño.
María: sí, pienso lo mismo. Tendremos que observarla.
El tiempo pasó, ya la pequeña tenía seis meses y una pareja quería adoptarla. La niña ya no lloraba en demasía todas las noches, pero tampoco descansaba con plenitud. Su rostro siempre tenía rastros de cansancio y una leve sombra debajo de sus parpados, que indicaba que no dormía bien. Aún así fue adoptada, sus nuevos padres la llamaron Tatiana Windsor. Tuvieron momentos difíciles con ella, pues al cambiar de ambiente volvieron las noches de insomnio. Las monjas les habían dicho que si no podía dormir, que dejaran siempre las luces encendidas y solo eso podía calmarla. Pero a medida que se hacía más grande, las cosas a su alrededor se tornaban un poco siniestras. La habitación siempre encendida se veía con una tenue oscuridad, a pesar de las luces. La casa se volvió inusualmente sombría. La pequeña era delgada, no dormía más de cuatro horas al día. Muchas veces sus padres iban a su habitación y siempre estaba despierta, algo que los alarmó. Hasta pusieron cámaras en su cuarto, pues era extraño que siempre los esperara y los despidiera despierta.
Angélica Windsor: ¿ya la pusiste?
Iván Windsor: sí, después que dejó de ser un bebé, nunca la he visto dormir.
Angélica: yo tampoco.
Al llegar el día siguiente revisaron las cámaras y lo que vieron los dejó alarmados. Se vieron ellos mismos dándole las buenas noches como siempre. Pero no se dormía, al contrario parecía no querer hacerlo. Luchaba por mantenerse despierta, hasta que el cansancio la vencía. Cuando al fin lograba dormirse, se le veía inquieta. Lloraba, le decía a alguien que la dejara ir, más que decirlo lo suplicaba. Después de un rato se despertaba agitada y no volvía a dormirse. Sus padres se preocuparon porque el tiempo en que dormía no eran mas de cuatro horas, en las que se veía que no descansaba. Esta rutina se repitió por más de una semana. Así que decidieron buscar ayuda. Las citas con terapeutas y varios especialistas se hicieron cada vez más frecuentes. Incluso le suministraban sedantes para lograr un período prolongado de sueño. Pero aún así todo era inútil. No podían encontrar la causa de sus pesadillas, solo empeoraban, logrando que Tatiana pusiera más resistencia en dormir. Los gastos se fueron haciendo más grandes, hasta que la familia tuvo algunas dificultades económicas y todo se acentuó más cuando un integrante inesperado se hizo presente. La pareja no había podido tener hijos y por casualidades de la vida la mujer había logrado embarazarse. Esta noticia era algo que no esperaban y para lo cuál no estaban preparados y debieron hacer reajustes para recibir al nuevo miembro de la familia. Los años siguieron pasando y la situación no mostraba señales de mejorar. Ya no era una niña, si no una joven de dieciocho años. Pero parecía una pequeña de catorce, su crecimiento era lento, su altura baja. Era tan delgada que podía sentirse cada hueso de su cuerpo. Tatiana ya entendía que había algo mal con ella. Su pequeño hermano Darien lloraba al tenerla cerca. El ambiente de la casa cambiaba con su presencia y sus padres eran incapaces de ayudarla. Así que les pidió que le dejaran para ella sola el segundo piso de la casa donde vivían. Sus padres se negaron, no querían que se aislara aún más de ellos. Pero esta negativa no duró mucho, el pequeño Darien lloraba cuando Tatiana estaba con ellos al punto de que no dormía por lagos períodos de tiempo. Era pequeño, pero percibía con miedo aquello que la asechaba, que la envolvía, haciéndose parte de ella misma. Así que a regañadientes aceptaron, temiendo que se repitiera la historia con su hijo pequeño. La planta de abajo de esa pintoresca residencia volvió a la normalidad. Pero la planta superior, era otra historia. Daba la sensación de entrar a una mansión antigua, oscura. Dónde los pasillos parecían interminables y las sombras fácilmente podrían confundirse con fantasmas que danzaban en las paredes. Haciendo la trayectoria aterradoramente siniestra. Esta situación solo logró que la chica se alejara más. No tenía amigos, todos se alejaban por lo raro que se volvía todo a su alrededor. Por su apariencia, su piel de un blanco enfermizo, como si nunca la hubiese tocado el sol. Sus ojos de un color tan inusual, pues eran de un gris que en ocasiones parecían los ojos de un cadáver. Unas marcadas manchas negras debajo de las bolsas de sus ojos. Su cabello de un color opaco sin brillo y que amenazaba con volverse blanco. Quién la viera podría confundirla con una aparición fantasmal. Pero estos solo eran síntomas, de lo severo de su condición.
Angélica: estoy preocupada, no se que más hacer para ayudarla.
Iván: lo sé, cada día la distancia entre nosotros se hace más grande y su condición solo empeora.
Darien: ¡mamá!, Tatiana otra vez esta encerrada en el piso de arriba y da mucho miedo ir por ella.
Angélica: lo sé, *abrazo a mi hijo. Queremos a Tatiana, todos lo hacemos, pero no sabemos cómo ayudarla*.
Tatiana: *otra vez hay frío, estamos en pleno verano, pero hay frío en mi habitación. Siento que poco a poco me caigo en pedazos. Esta noche no debo dormir, si lo hago puede que no despierte.