"Y si alguna vez te lastimé, sabes que también me lastimé a mí mismo. No estoy tratando de ser cualquier tipo de hombre, solo intento ser alguien a quien puedas amar, confiar y comprender."
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"Amabilidad"
El amanecer llegó demasiado pronto, como siempre. Me encontraba despierto desde mucho antes, sentado en la misma silla incómoda junto a la ventana, observando a Terry con atención. Su respiración era lenta y constante, indicando que seguía profundamente dormido. Me pasé una mano por el cabello, despeinándolo aún más, y me dije a mí mismo que estaba mal confiar en alguien de esa manera.
Miré a Terry de nuevo. Su rostro, aunque joven, estaba marcado por la dureza de la vida. Había algo familiar en él. Entonces recordé. Aquella vez en el hospital, cuando apenas podía dar un paso sin sentir el peso del mundo sobre mis hombros. Un joven se había chocado contra mí en el pasillo, entonces recordé su rostro y lo reconocí. Era él, Terry. La vida estaba llena de coincidencias, pensé con amargura.
Cuando Terry finalmente abrió los ojos, no me moví. Nos quedamos en silencio, él acostado, yo sentado. No le pregunté nada y él no dijo nada. El silencio era pesado, casi tangible. Finalmente, rompí el silencio con una voz áspera y sin emoción.
—En cuanto sientas que puedes irte, te largas,— le dije, sin apartar la mirada de él.
Terry no reaccionó de inmediato. Se quedó mirando al techo, como si mis palabras no hubieran penetrado la neblina de su mente. Finalmente, asintió lentamente, apenas perceptible.
—Está bien,— murmuró, su voz tan vacía como sus ojos.
No había más que decir. No le ofrecí nada, ni comida ni consuelo. Sabía que él no esperaba nada de mí, y yo no esperaba nada de él.
Decidí salir a tomar aire. Necesitaba alejarme de la tensión que impregnaba la habitación. Mientras caminaba por las calles todavía desiertas de la ciudad, me encontré pensando en las coincidencias de la vida. Tal vez no eran coincidencias en absoluto. Tal vez había algo más grande en juego, algo que no podía entender ni controlar.
Pasé por una pequeña tienda de conveniencia y entré. Compré un café y un par de donuts, sin saber realmente por qué. Quizás una parte de mí pensaba que Terry podría necesitar algo de comer. Quizás otra parte de mí solo necesitaba mantener las manos ocupadas.
Regresé al apartamento y encontré a Terry exactamente donde lo había dejado. Le dejé el café y los donuts sobre la mesa sin decir una palabra. No tenía intención de entablar una conversación, y parecía que él tampoco la esperaba.
—Come algo,— le dije, mi voz más suave de lo que pretendía.
Terry se incorporó lentamente, como si cada movimiento le doliera, y tomó el café con manos temblorosas. Me observó por un momento, como si estuviera tratando de descifrar quién era yo realmente. Pero no dijo nada. Tomó un sorbo del café y mordió un donut en silencio.
Nos quedamos así, en un silencio incómodo pero extrañamente reconfortante. Me di cuenta de que tal vez no necesitábamos entendernos completamente para coexistir en este pequeño espacio. Quizás, en este extraño encuentro, había una oportunidad para ambos de encontrar algo de paz, aunque fuera momentánea.
Y así, con el sonido del tráfico de la ciudad comenzando a despertar, nos quedamos en ese incómodo pero necesario silencio.
Me quedé mirando a Terry, intentando descifrarlo. Sus ojos vacíos y negros eran tan inexpresivos que no podía saber por lo que había pasado. Era como si mirara a un pozo sin fondo, uno que no revelaba nada y absorbía todo.
—¿Por qué demonios hago esto?— me pregunté en voz alta, sin esperar una respuesta. Terry me miró, sus ojos negros fijos en mí, pero no dijo nada.
Finalmente, Terry se levantó lentamente. Cada movimiento parecía calculado, como si estuviera fingiendo su dolor. Había algo profundamente inquietante en la forma en que se movía, como si estuviera imitando a una persona en vez de ser una.
—Siéntate, no deberías levantarte todavía,— le dije con un suspiro, observándolo con cautela.
—No necesito tu caridad,— respondió Terry, su voz tan vacía como sus ojos. —Estoy bien.—
—Bien mis cojones,— repliqué, sintiendo la irritación burbujear dentro de mí. —Te encontré sangrando en la calle anoche. No estás bien.—
Terry se quedó quieto, como si estuviera considerando mis palabras, pero su expresión no cambió. —¿Por qué me ayudaste entonces?— preguntó finalmente, su tono neutro.
—Ni yo mismo lo sé,— respondí, pasándome una mano por el cabello. —Quizás porque no podía dejarte ahí tirado.—
—No somos iguales,— dijo Terry, su voz más firme esta vez.
—No, supongo que no,— admití. —Pero es necesario que alguien por lo menos se tome la molestia de preocuparse por alguien como tú.—
Terry se sentó de nuevo, mirando el suelo con esa misma inexpresividad. Era como si estuviera estudiando cada palabra, cada gesto, intentando comprender algo que no podía articular.
—¿Qué te pasó?— pregunté, aunque sabía que probablemente no obtendría una respuesta sincera.
—Muchas cosas,— respondió Terry, finalmente levantando la mirada para encontrarse con la mía. —Pero no hay necesidad de intentar explicarlo.—
—Inténtalo,— insistí. —He visto y vivido mi propia cuota de mierda.—
Terry me miró por un largo momento antes de hablar. —No tienes por qué saberlo. No cambia nada.—
—Quizás no,— concedí. —Pero al menos podríamos dejar de fingir por un momento.—
—¿fingir?,— preguntó Terry, y por primera vez, vi una chispa de algo en sus ojos. No era emoción exactamente, pero era algo.
Nos quedamos en silencio de nuevo, cada uno sumido en sus propios pensamientos. Me pregunté si podríamos entendernos realmente.
—¿Qué vas a hacer ahora?— pregunté finalmente, rompiendo el silencio.
—No lo sé,— respondió Terry, su voz apenas un susurro. —Pero gracias, supongo.—
—De nada,— dije, encendiendo otro cigarrillo. —Supongo que solo estas sobreviviendo.—
Terry asintió.
Me levanté y fui hacia la cocina, regresando con un botiquín de primeros auxilios. —Tal vez no seamos iguales,— admití mientras buscaba alcohol y gasas, —pero eso no significa que no podamos ayudarnos mutuamente.—
Terry me observó con curiosidad mientras preparaba todo. Sus ojos seguían siendo vacíos, pero había algo en su mirada que sugería que tal vez estaba empezando a confiar en mí, aunque fuera un poco.
—No tienes que hacer esto,— murmuró, su voz apenas un susurro.
—Lo sé,— respondí, sintiendo la tensión en el aire entre nosotros. —Pero lo estoy haciendo de todos modos.—
Me acerqué a Terry y comencé a limpiar su herida con cuidado. Podía sentir su tensión mientras trabajaba, como si estuviera incómodo con mi atención.
—¿Por qué estás haciendo esto?— preguntó, su voz un poco menos robótica esta vez.
—Porque nadie más lo hará por ti,— respondí sin mirarlo, concentrado en mi tarea. —Y porque, a pesar de todo, todavía creo en la compasión.—
Terry no respondió, pero no me detuve. Limpie su herida con delicadeza, tratando de hacerlo lo menos doloroso posible. Podía verlo tensarse con cada movimiento, pero no dijo una palabra de protesta.
Cuando terminé, me alejé y tiré los materiales usados en la basura. Me volví hacia Terry y lo observé por un momento, preguntándome qué pensaría de mí ahora.
—Ya está,— dije finalmente, tratando de romper la tensión en el aire. —Eso debería ayudar un poco.—
Terry asintió y se quedó mirando su herida, como si estuviera sorprendido de que alguien se hubiera molestado en ayudarlo.
—No tienes que quedarte aquí,— le dije, señalando la puerta. —Puedes irte si quieres. No te detendré.—
Terry pareció considerarlo por un momento, pero luego sacudió la cabeza. —No tengo a dónde ir,— admitió, su voz apenas un susurro.
—Puedes quedarte aquí por ahora,— ofrecí, sorprendido de mi propia generosidad. —Al menos hasta que te sientas mejor.—
Terry asintió, su mirada encontrando la mía por primera vez desde que lo había encontrado en la calle. —Gracias,— dijo, su voz apenas un susurro.
—No hay de qué,— respondí, sintiendo una extraña sensación de satisfacción. Tal vez, solo tal vez, podíamos encontrar un poco de paz en este caos mutuo.
w(°o°)w impactada, vida difícil la de Terry :(
pero al final si la encontré, los milagros existen 🙏🏾😭
te trataba como una cucaracha con kk y tú todavía eres dependiente a el
patético