Cuarto libro de la saga colores.
Edward debe decidirse entre su libertad o su título de duque, mientras Daila enfrentará un destino impuesto por sus padres. Ambos se odian por un accidente del pasado, pero el destino los unirá de una manera inesperada ¿Podrán aceptar sus diferencias y asumir sus nuevos roles? Descúbrelo en esta apasionante saga.
NovelToon tiene autorización de thailyng nazaret bernal rangel para publicar essa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
CADA UNO CON SUS MAÑAS
...DAILA:...
Solo lo hacía para molestar, ese infeliz no iba a dejarme tranquila, no con esa amenaza de que me iba a cobrar lo que le había hecho.
Para mi mala suerte no se alejó después de toda la ola de insultos y humillaciones que solté para sacudirlo.
Mi pesadilla se había vuelto realidad.
El duque hizo una reverencia hacia mí al llegar a la pista, sin dejar su sonrisa burlona. Maldito. Estaba a solo una respiración de insultarlo frente a todos los invitados.
Se acercó y me volvió a tomar de la mano cuando el baile empezó, la melodía era más rápida así que dimos pequeños saltos como todas las parejas alrededor de la pista.
No podía negarlo, olía exquisito y su traje le quedaba de buen ver, pero eso no quería decir que iba a dejarme intimidar y mucho menos mostrar los nervios que estaba sintiendo. Repasé las lecciones de Estela, siempre mostrarme segura ante un hombre, no dejar a descubierto mis emociones porque sino lo usarían para doblegarme y tenerme en sus manos.
No, yo jamás mostraría lo que ese sujeto provocaba.
El nudo en mi estómago no me dejaba respirar, tampoco los latidos de mi corazón, controlar mi respiración era casi imposible.
Era rabia, enojo, odio. Nada más que eso.
Y ese duque era un hombre peligroso, con mucha experiencia para engatusar, que me odiara no significaba que no se aprovechara de eso para jugar conmigo.
Me dió un giro y volvió a tomarme de la cintura.
Observé a otra parte menos a él, pero podía sentir sus pupilas oscuras puestas en mí.
— ¿Tiene mucha prisa por casarse, lady Daila? — Cortó el silencio y giré mis ojos hacia él.
No había conocido a un sujeto tan desagradable y con tanto atractivos físicos a la vez. Era como demonio, hermoso por fuera y aberrante por dentro.
En otro caballero ese bigote recortado se le vería ridículo, pero en él hacía maravillas.
Me mantuve a distancia.
— Estoy en mi fecha límite.
De edad y de tiempo, ya que solo me quedaban tres semanas para encontrar esposo y hasta ahora solo tenía una propuesta, la de Lord Erick, pero ni en mis peores delirios se lo contaría al duque.
— En la fecha límite de ser considerada una solterona — Sopesó y quise pisar su pie, pero no iba a quedar como una mala bailarina frente a los presentes.
Aunque me estaba costando seguir los pasos tan fluidos y elegantes del duque, todavía se me hacía difícil creer que se trataba del mismo sujeto al que le disparé.
— Al menos yo tengo una razón que justifique mi urgencia — Dije, para que negarlo, mi asistencia a los bailes solo tenían una explicación — Pero usted, mi lord, no entiendo sus propósitos, los hombres pueden casarse a la edad que deseen, no tienen límites de tiempo para buscar esposa — Cuestioné, pero mantuvo su expresión neutral mientras me soltaba para dar un paso hacia atrás, hice lo mismo y luego nos acercamos — ¿Se hartó de la vida de juerga?
Resopló y volvió a tomarme de la espalda, manteniendo la distancia.
Le dió una mirada a mi cuello y luego observó mi rostro.
Sentí otro vuelco en el estómago.
— Mis razones son demasiado íntimas para compartirlas con usted, no es de incumbencia lo que yo haga o deje de hacer.
— Tampoco es la de usted meterse en mi vida.
— Me debe, por eso me meto.
— ¿Quiere qué le pague? Dígame el precio de su hombro dañado y le daré todas las piezas que necesite — Gruñí, harta, quería acabar con eso de una vez, ya no soportaba tener la sombra del duque rondando por todas partes sin dejarme vivir en paz.
Negó con la cabeza, se le despeinó el cabello, los mechones rectos rozaron su frente.
Mi mente perversa lo imaginó de una forma que me calentó el rostro.
Arriba de mí.
Se me erizaron los vellos.
¿Qué rayos? ¡Guácala!
— No quiero piezas — Dijo, dándome una mirada de dobles intenciones.
— Claro, debí imaginarlo de un sujeto tan vicioso a fornicar — Bajé la voz y sus ojos se abrieron con impresión ante mi forma de hablar, pero volvió a su expresión arrogante.
— No es tan irresistible para tentar mi juicio — Resopló.
— No me causa ningún dolor.
— ¿Y si le quitara su libertad?
Me tensé y lo evalué.
— ¿A qué se refiere?
Se tomó su tiempo para responder.
— A casarse conmigo.
El baile no había terminado, pero salí de la pista a penas pronunció esas palabras, dejando al duque en una situación vergonzosa frente a todos.
Me aproximé a un caballero que ya conocía y lo saludé.
El duque ya venía hacía mí, con rostro de enojo, casi echando chispas por la gente que murmuraba a su alrededor.
— Mi lord, me encantaron las flores que me mandó — Dije, vociferando cuando estuvo a unos pocos metros.
Necesitaba dejarle en claro que tenía de donde escoger y que él sería el último hombre sobre la tierra con el que me casaría.
Maldito, no pensaba dejarme tranquila.
— Me alegra mucho, mi lady — El joven sonrió — A de saber que son cultivadas en mis tierras.
Me reí como tonta, cubriendo mi boca con la mano cubierta por el guante.
— Mi lord, es tan detallista. Me agrada tanto su compañía.
— ¿En serio? Mi lady.
— Muy en serio.
— La visitaré pronto con más flores.
— Yo encantada.
El duque se detuvo en seco, observando que lo había dejado en medio de la pista por aquel joven.
Bien hecho, se merecía eso por fastidiarme. ¿Ahora cómo iba a soportar a mi madre hablando del duque sin parar? ¿Cómo iba hacer para sacudirlo de encima?
Ya no tenía una propuesta, sino dos, pero ese desgraciado solo lo hacía para vengarse, no por interés, quería atarme a una vida de desgraciada e infelicidad.
Se alejó, buscando un lugar para huir de la celebración.
Le había dado en el ego.
Necesitaba más tragos.
El duque se dedicó el resto de la noche a endulzarle el oídos a las demás señoritas, mientras que yo también conversé con muchos caballeros, acompañada de mi madre por supuesto, quien no dejaba de venderme, soltando tantas alabanzas que en mi vida había escuchado.
Al final del baile, me marché hacia los botes.
— Usted no escapará de mí — Susurró el duque a mi espalda.
Se adelantó hacia la orilla del lago y tragué con fuerza.
...****************...
— ¿Por qué dejaste plantado en medio del baile al duque? — Exigió mi madre, dentro del carruaje, de vuelta a la mansión de Lord Erick.
— Porque no me agradó.
Se espantó ante mi respuesta.
— Es un duque y tu mi niña no puedes darte el lujo de espantar a semejante prospecto, solo imagina la reputación y las riquezas que tendremos si consigues que te haga una propuesta de matrimonio — Le brillaron los ojos — Ese hombre está interesado en ti.
¿Interesado? Lo que quería era hacer de mi vida una molestia, ese era su único interés. Si, ya tenía una propuesta, pero era por venganza.
¿Por qué tuve que tomar ese maldito arco?
— Madre, no voy a casarme con un sujeto que no me levanta ni el polvo, puede ser un duque, eso a mí me importa un comino.
No iba casarme con mi enemigo.
Soltó un gruñido de impaciencia.
— Ningún hombre te ha alterado como el duque.
— No me alteró, me hizo enojar — Aclaré.
— Tienes las expectativas demasiado altas, por eso no consigues esposo, si es muy bajo no te gusta, si es muy apegado a las normas tampoco, si tiene defectos es un problema — Dijo, abanicando su rostro — No existe la perfección.
— No estoy buscando la perfección, busco a alguien que me haga sentir algo — Suspiré frustrada, lanzando mi bolso al asiento de enfrente.
— El duque — Insistió y puse los ojos en blanco — Al menos sentir rabia es algo.
— No puede ser — Susurré — Solo quieres insistir con ese bastardo porque es un duque y tiene riquezas.
Gimió espantada — Deja de hablar tan mal. Maldigo el día en el que te envié con mi hermana.
— Yo lo bendigo.
Me observó con el ceño fruncido y volvió su vista a la ventanilla.
Ni las técnicas de Estela me iban a salvar de la vista del duque.
En la cena, mi madre contó a mi padre y a Lord Erick como estuvo el baile.
Debería aceptar la propuesta de ese hombre antes de que al duque se le ocurriera hablar con mis padres, si eso pasaba, yo iba a estar perdida.
— ¿Adivinen qué? — Preguntó mi madre, posando su mano en mi hombro, quise apartar su gesto, pero recordé que debía seguir actuando como la señorita cordialidad —la Señorita Daila bailó con un duque.
Me padre abrió sus ojos como platos.
— ¿Un duque? ¿Es en serio? — Me preguntó, mostrando evidente interés.
— Sí, pero solo fue un baile.
— ¿Cuál duque? — Preguntó Lord Erick, con expresión desconcertada.
— Duque de Slindar, Edward Villanueva.
El hombre se tensó de una forma que no comprendí, no mencionó nada al respecto, pero enfrascó su mirada en mí el resto de la cena, bastante pensativo.
La cena terminó, salí del comedor, detrás de mis padres, bastante entusiasmados con la idea de que el duque sería mi esposo, dando por sentado tal desgracia.
Todo se estaba saliendo de control.
No, ese hombre no sería mi esposo. Nunca, no iba a permitirlo. Esa sentencia no se llevaría a cabo.
— Lady Daila — Llamó el señor Erick.
Me giré — Mi lord.
— Necesito hablar con usted — Se quedó de pie en el pasillo.
Dejé que mis padres se adelantaran y me quedé con el lord.
— ¿De qué quiere hablar?
Se tornó serio.
— El duque de Slindar es mi primo.
— ¿Su primo? — Me sobresalté.
— Así es, es Edward Delacroix, no Villanueva. Claramente, ha mentido.
— ¿Con qué propósito? — Fruncí el ceño.
— ¿Se acuerda de que hablé de un primo irresponsable? — Me recordó y asentí con la cabeza — Ese es Edward — Con razón, el lord se acercó — Debe alejarse de ese sujeto. No es un caballero. Solo piensa en diversión y vicios. Una vez participó en una urgía — Se escandalizó por soltar semejante información — Disculpe mi lady, esto no es conocimiento para una dama, finja que no escuchó eso.
Una urgía, sabía lo que era. Estela me habló de unas fiestas para caballeros en clubes, donde el entretenimiento principal era el placer sin límites, un montón de hombres y mujeres desnudos en un mismo salón, haciendo toda clase de barbaridades sin control.
De pronto sentí náuseas.
— Entiendo su preocupación, pero no necesita decírmelo, con el baile de hoy me queda claro la clase de persona que es el duque, así que he tomado la decisión de evadirlo en el futuro.
Suspiró con alivio — Sabia decisión, mi lady, ese no es un buen prospecto. Siempre se dedicó a ensuciar el apellido de mi tío y de su hermano con sus actos deplorables.
— Las damas del baile piensan todo lo contrario.
— Es solo por su título, dado que Slindar es un lugar apartado, la mayoría no conoce a fondo la historia de Edward, pero le informo que mi primo no es duque.
— ¿Cómo? — Entorné una expresión desconcertada.
— Así como lo oye, estuve presente cuando se leyó el testamento, el duque fallecido dejó estipulado que primero debía casarse para poder heredar el título y las riquezas, de lo contrario, el título pasará a mí — Entrelazó sus manos — Temo que mi primo se está valiendo de mañas para lograr la condición que puso su hermano en el testamento.
Esa era la razón por la que estaba en los bailes, por la que se estaba comportando como todo un caballero con las señoritas.
Vaya, como no quería esforzarse más se valió de la deuda que tenía con él para obtener el ducado.
Infeliz.
— Mi lord, gracias por advertirme, no se preocupe, con lo que me acaba de contar he tachado al duque de mi lista de pretendientes a considerar — Dije, elevando mi barbilla.
No es que estuviera en la lista antes de aquella noticia.
El hombre sonrió.
— Me alegra saberlo, puesto que yo ya he hecho mi propuesta, solo espero por su respuesta.
— Una respuesta que tendrá pronto, con su permiso, mi lord, voy a retirarme a mis aposentos — Hice una reverencia y me la devolvió.
— Buenas noches, mi lady, quisiera invitar a su familia y a usted al teatro, mañana habrá una función de ópera.
— Estaremos encantados de asistir. Buenas noches.
Me marché hacia la habitación.
Más rabiosa que nunca.
Cerré la puerta y resoplé varias veces.
Ese idiota.
Solo quería sacar ventaja proponiendo ser su esposa, pero yo tenía mucho a favor, sabía sobre su situación y obviamente utilizaría eso para alejarlo de mí.
Sonreí, él no iba a ganar.
Las sirvientas prepararon mi baño y me metí a la bañera, con la esencia de lirios que tanto me gustaba.
— Idiota — Susurré mientras reposaba dentro de la bañera.
Cuando me vestí y me coloqué mi camisón.
— Idiota — Recordé, enojada al límite.
Dí vueltas en la cama.
— Idiota — Gruñí, golpeando la cama.
No, no iba a salirse con la suya.