Caoba
...EDWARD:...
Ni el whisky, ni la horrible droga que se usaba para apaciguar el dolor pudo calmar la fiebre que me atrapó. La cama en la que me hallaba parecía dar vueltas sin parar. Estaba mareado y el dolor en mi hombro se extendía hasta la punta de mis dedos.
El sudor me cubría el cuerpo como una segunda piel y a nadie parecía importarle.
La familia Roster cuestionaba la gravedad de mi herida, se burlaban descaradamente de mi situación, incluso Lean.
Abrí mis ojos, buscando a tientas la copa sobre la mesita de noche para otro trago.
Se cayó al suelo, haciendo un tormentoso ruido que me hizo fruncir el ceño.
La puerta se abrió y unos pasos hicieron eco en el suelo.
La cabeza me dolía y entre abrí los ojos cuando una figura se detuvo al pie de la cama.
¿Una diosa? ¿Un ángel?
Esa criatura perfecta me observó desde su altura, con tanta prepotencia, sin compasión ante mi situación. La jueza o la muerte, no sabía si era una alucinación.
Parpadeé varias veces.
Aquella aparición era hermosa, tenía el cabello brillante de color miel, una piel inmaculada de tono claro y unos ojos grises brillantes, con pestañas rizadas. Los labios rosas eran gruesos y redondos, como una rosa en pleno abrir de sus pétalos y un cuerpo esbelto, con un vestido tono crema cuyo escote insinuaba recatadamente los dos frutos llenos que se asomaban tímidamente por el borde de la tela.
No, no era una aparición.
La conciencia me volvió y con una ella la irritación.
Esa mujer.
— ¿Qué hace usted aquí? — Gruñí, tratando de elevar mi cabeza de la almohada, pero no pude.
Me observó despectivamente, paseando su mirada por mi cuerpo como si fuese un miserable animal moribundo. No le causó nada que estuviera sin camisa y que solo me cubriera una sábana por debajo de mi abdomen.
Esa mujer no parecía estar viéndome a mí, sino a algo despreciable.
— Vaya, pensé que estando herido sería más cordial — Dijo, cruzando sus finos brazos.
— No seré cordial con la causante de ésta maldita fiebre.
— Usted no termina de entender que fue un accidente.
— Y usted me trata como si hubiera disparado con todo la intención de matarme — Me llevé una mano a la cabeza — Largo de aquí. No estoy en condiciones para discutir con usted.
— Si por lo menos hubiera mostrado un poco de consideración — Estaba enrojecida de la furia.
Me reí, pero tuve que parar porque la punzada de dolor en mi hombro.
— ¿Consideración? ¿Por qué tenerlo con la culpable...
— ¡Yo no tengo culpa alguna! — Estalló, apretando sus puños — ¡He dicho ya que fue un accidente y que lo siento!
— ¡No grite! ¿Qué no ve que tengo fiebre y que el dolor ya es lo suficientemente insoportable? — Gruñí, apretando mis dientes — ¿A qué rayos vino?
— A disculparme, por lo menos tengo la intención de reconocer mi error, no debí tomar ese arco, pero por más que se empeñe en señalarme como culpable, no es así, ya que no fue con intención — Mantuvo la barbilla elevada — Por más que quisiese darle un merecido, me faltan atributos para ser una experta arquera.
— Usted pudo haberme matado con su negligencia ¿Qué hubiera hecho si la flecha hubiera tomado otra dirección? ¿Mi cabeza por ejemplo? — Jadeé, cuando la bruma de la fiebre volvió con otro golpe de escalofríos — Su negligencia y su estupidez causaron éste desastre.
— Eso no pasó, usted está vivo, así que pensar en otra posibilidades para hacerme sentir culpable no sirve de nada — Dijo, la muy descarada — Fue un accidente que no pasó a mayores. Ahora le pido un poco más de respeto. Ya me han puesto al tanto la clase de hombre que usted. ¿Qué se puede esperar de un sujeto que no tiene respeto por las mujeres casadas?
¿Quién era esa mujer? ¿Cómo se atrevía a hablarme así?
— Eso no es de su incumbencia. No es quién para meterse en mi vida — Me moví, gran error, solté un gemido cuando el dolor me atravesó.
— Es cierto, pero Marta es mi amiga.
Se acercó y mi cuerpo se tensó cuando se inclinó sobre mí, pero en su mirada no había deseo, ni ninguna sensación que causaba en todas las damas. No había ni siquiera una pizca de nerviosismo.
Eso me desconcertó.
Me observó a los ojos, sin una pizca de timidez.
Solo había desprecio y odio.
La furia me poseyó con más fuerza cuando acercó su rostro al mío, logrando que por primera vez me recorrieran unos nervios frente a una mujer.
No, yo siempre tenía el control de causar esos efectos, me negaba a que los papeles se cambiaran y más por causa de una señorita.
— No vuelva a acercarse a mi amiga, por si no se da cuenta, ella es una mujer casada y además felíz — Me amenazó, aplastando con su mirada mi firmeza — Sin mencionar el hecho de que está casada con un hombre que le puede ofrecer mucho más que usted. ¿Qué puede dar un sujeto de su calaña? ¿Solo sus urgencias masculinas? — Otra mirada desdeñosa a mi cuerpo y luego resopló, su aliento cálido me acarició el rostro y se apartó, volviendo a su postura erguida — Tan poca cosa.
Jamás sentí tanto enojo.
La infeliz se había atrevido a humillarme. A mí. ¿Qué estaba ocurriendo? Primero el desprecio de la Señorita Marta y su preferencia por Lean antes que a mí, luego el flechazo y ahora la causante se atrevía a hacerme sentir como una porquería. Nadie me había tratado así en años.
— Desgraciada...
— Aleje sus malas intenciones de Marta — Me interrumpió sin molestarse en escucharme — Si por accidente logré aventarlo de su caballo con un flechazo, no se imagina lo que soy capaz de hacer al actuar voluntariamente para defender a Marta, ella ya ha sufrido lo suficiente para que usted se interponga en su felicidad con el conde.
— Escuche señorita...
— Queda advertido — Dijo, girando su cuerpo hacia la puerta, me dió otra mirada al abrirla — No quiero volver a verlo cerca de ella.
...****************...
Las tierras de mi hermano eran tan bastas y abarcaban la mayor parte de la región. Tenía campesinos arrendados y muchas propiedades de importante valor.
Me había alojado en una de ellas, pasé todo el invierno visitando a mi hermano convaleciente, ayudando en todas sus demandas y organizando todo su papeleo. Mi hermano mayor, Guillermo, tenía una enfermedad pulmonar, siempre sufrió problemas respiratorios, pero su condición se había agudizado conforme pasaba el tiempo hasta que terminó en cama, tan pálido y esquelético, ahogándose en ocasiones con su propia saliva, tosiendo sin cesar.
Tenía el tiempo contado y yo también.
Casi podía sentir en lo que se convertiría mi vida después de la muerte de mi hermano. Tantos años huyendo de mi linaje, queriendo aparentar ser un hombre común y corriente ¿Para qué? La mala suerte me estaba persiguiendo.
— Edward, hermano, si no es por mi enfermedad no te apareces — Jadeó, respirando costosamente sobre la cama en la que estaba postrado.
— Tenía muchas ocupaciones — Me excusé, al pie de su cama.
— ¿Hablas de las mujeres? — Me observó, con los ojos pesados — Te conozco hermanito, huiste de tu familia para vivir tu propia vida, una vida llena de libertinaje, sin preocupaciones, ni responsabilidades ... — La tos lo interrumpió — Querías seguir tus propias normas, regir tu vida, pero mira, no se puede huir de nuestro linaje... Lamentablemente, no pude quitarte el peso del título, ahora recaerá sobre tus hombros.
Incluso estando enfermo me daba sermones.
— Ésta vida no era para mí. No es que quisiera dejarte a tu suerte.
— ¿No era para ti? O ¿No quisiste que fuera para ti?
— Guillermo.
— Edward, no quiero que termines solo, aunque sean circunstancias diferentes, yo le di más peso a mis negocios y mi deber tanto como tú le das a las fiestas y el placer — Volvió a toser.
— No te esfuerces...
— Déjame hablar — Demandó, tan temperamental y autoritario como mi padre, tan parecido, en cambio yo, fui como la oveja negra de la familia — ¿Mira cómo terminé? — Señaló esa habitación fría y llena de eco — Solo, sin esposa, ni hijos... Me empeñé en dejar de último lo que era más importante y el tiempo se me escapó de las manos, no quiero que tu vayas por el mismo camino.
No mencioné nada al respecto, me límite a observarlo.
— Quiero que entiendas esto.
— Guillermo, no todo fue malo — Dije al fin, para consolarlo — Mantuviste el título de duque en alto y también las riquezas...
— Si, pero ¿De qué sirvió?
— De mucho, le brindaste honor a nuestro padre... Hiciste lo que él tanto quería.
— Sí, lo hice, pero por hacerlo, dejé mi vida y mis deseos de lado, por eso siempre envidié un poco tu forma de ser, hacías lo que querías sin importar lo que mi padre pensara — Sacudió su cabeza sobre la almohada para tratar de mantenerse consciente — Pensabas en ti mismo.
— No tenía el peso del título sobre mis hombros, por eso no me preocupaba en lo absoluto obedecer a mi padre, tampoco ha comportarme como lo demandaba, pero tú, siempre tuviste que anteponer el deber que conllevaba heredar el ducado.
— El ducado será tuyo — Me dió una sonrisa débil.
— No sé si podré llevar la misma vida que tú.
— No, no la lleves, tampoco la que tienes ahora, has las cosas diferentes.
...****************...
— Espera, espera — Me senté sobre la cama.
— ¿Qué sucede mi amor? Ya no te gusto — Dijo Wina, pasando sus manos por mis hombros, besando mi espaldas.
— No es eso, eres hermosa — La observé — Es que no me siento bien. Lo siento si te hice perder el tiempo, pero es que no puedo hacerlo, no tengo ganas.
Hizo un gesto de reproche y se levantó, completamente desnuda.
— Ya es la quinta vez ésta semana que me haces venir por gusto — Tomó su vestido arrugado del suelo.
— Te lo voy a recompensar.
— Entiendo que debes estar preocupado por tu hermano, pero no me gusta que me hagan perder el tiempo, son muchas horas de ida y vuelta — Gruñó, colocándose la ropa y recogiendo su cabello.
— Lo sé — Estaba avergonzado y frustrado, no había nada más humillante que el que no me funcionara frente a una mujer, no sabía que era lo que estaba pasando, pero hasta mi vida de amante estaba por el suelo — La próxima vez que vengas, será como antes.
— Ese es el problema — Elevó una ceja, mientras se colocaba las medias — Ya no eres el de antes Edward ¿Qué sucedió con el hombre viril y deseoso de placer?
Me levanté, tomando una bata de uno de los sillones para cubrir mi desnudes.
— Solo es cansancio.
— Eso espero, porque sería una verdadera lástima que tú ya no puedas complacer a las damas.
Se colocó las zapatillas y se marchó de la habitación.
Maldita humillación.
Me serví un poco de vino de la vitrina y bebí, observando desde la ventana como Wina llegaba al patio para subirse a un carruaje sin mirar atrás. Tal era la última vez, ya no iba a volver, no después de que la citara por el gusto.
Todo estaba saliendo mal.
Ni siquiera podía estar con una dama, no desde que recibí ese maldito flechazo que fue el detonante para mi mala suerte.
Esa mujer.
Apreté la copa hasta reventarla.
Ella era la culpable de toda mi mala suerte.
Solté un gruñido, el calambre en mi brazo volvió, se tornó rígido y solté lo que quedaba de la copa.
Estaba casi inservible.
El maldito doctor se había equivocado, incluso él se había burlado en mi cara, insinuando que no era para tanto.
Volví a recordar a esa señorita.
Aquellos meses no habían sido suficientes para olvidar su rostro y su prepotencia.
Su aparición en mi vida era claramente un anuncio de todas mis desgracias.
Lo que tenía hermosa, lo tenía de peligrosa.
Odiaba esa mujer, por primera vez detestaba a una dama y esperaba no volver a encontrarla en mi vida.
El mayordomo abrió la puerta, sin molestarse en tocar, fingiendo no haberse encontrado con una mujer insatisfecha en el vestíbulo de la casa.
— Mi lord, llegó una misiva.
Me acerqué a grandes zancadas y tomé el sobre que me tendió.
Abrí el sobre y leí.
Mi mundo se tambaleó.
— La trajo el mensajero de su hermano ¿Está todo bien?
Negué con la cabeza, soltando la carta.
— Mi hermano, ha muerto.
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Comments
Adriana Blanco
eso le pasa por burlarse de lean, y decirle a marta q era mejor q el
2024-11-22
0
Adriana Blanco
/Proud/
2024-11-22
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Yise
/Joyful//Joyful//Joyful//Joyful//Joyful/se le murió el canarito/Joyful//Joyful//Joyful//Joyful//Joyful//Joyful//Joyful/
2024-09-08
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