Leonardo Salvatore, un empresario italiano/español de 35 años, ha dedicado su vida al trabajo y a salvaguardar el prestigio de su apellido. Con dos hijos a su cargo, su concepto del amor se limita a la protección paternal, sin haber experimentado el amor romántico. Todo cambia cuando conoce a Althea.
Althea Salazar, una colombiana de 20 años en busca de un nuevo comienzo en España para escapar de un pasado doloroso, encuentra trabajo como niñera de los hijos de Salvatore. A pesar de sus reticencias a involucrarse emocionalmente, Althea se siente atraída por Leonardo, quien parece ser su tipo ideal.
¿Podrá su amor superar todo? ¿O el enamoramiento se acabará y se rendirán?
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Parte 7
Althea
Al salir al aire fresco del jardín, sentí cómo una ola de tranquilidad me envolvía. Los colores vibrantes de las flores y el suave murmullo de las hojas creaban una atmósfera relajante y acogedora. Me agaché junto a Matteo para mirar las flores de cerca.
—¿Ves estas flores, Matteo? Son hermosas, ¿verdad? —le dije, señalando algunas flores de colores brillantes. Matteo asintió, sus ojos curiosos explorando cada detalle.
Caminamos juntos por el jardín, descubriendo rincones ocultos y disfrutando de la belleza natural que nos rodeaba. Me sentía agradecida por este momento especial con Matteo. A medida que explorábamos, le contaba historias sobre las flores y los árboles, haciendo que cada rincón del jardín se volviera mágico a sus ojos.
—¡Mira, Matteo! ¿Ves esa mariposa? —exclamé señalando una mariposa revoloteando cerca. Los ojos de Matteo se iluminaron de emoción al seguir el suave aleteo del insecto.
Nos sentamos en un banco cerca de una fuente decorativa, disfrutando del sonido relajante del agua. Abrazaba a Matteo mientras él señalaba las aves que jugueteaban en el cielo.
—¿Te gusta el jardín, Matteo?
—¡Sí, mucho! Es bonito, como en los cuentos de hadas.
—Al, ¡mira esto! —gritó Matteo, señalando una hilera de mariposas que danzaban cerca.
Me uní a su entusiasmo, maravillada por la gracia de las mariposas. Juntos, disfrutamos del jardín como si fuera un reino encantado, lleno de descubrimientos y alegría.
Unas horas después volvimos a ingresar a la casa, muchas personas se estaban moviendo de un lugar a otro. En ese momento llegó Marini con unos papeles.
—Ve a la habitación de Matteo y no salgan hasta que les diga —Asentí un poco confundida, pero saqué al bebé del coche y empecé a subir las escaleras, mientras sostenía con una mano al mayor, subiendo muy despacio.
Cuando llegamos al segundo piso, me dirigí a la habitación de Matteo. Cuando estábamos entrando, pude ver de reojo a una mujer un poco mayor entrar. No quise ponerme de curiosa y entré rápido.
No sé qué estaba sucediendo, pero una hora después empecé a escuchar mucho ruido afuera de la puerta. Pablo estaba dormido en la cuna que se tenía de repuesto porque el mayor quería estar con el menor. Siento cómo se están acercando a la puerta; estaba sola porque ambos estaban durmiendo por jugar en el jardín.
—Yo tengo la autoridad de entrar aquí —Escuché, mientras abren, pero se vuelve a cerrar.
—Usted no tiene ningún poder aquí, el único que lo tiene es el señor Salvatore.
—¡Yo también soy una Salvatore!
—Error, eres una más para mi papá —Era la voz de Leonardo; respiro profundo cuando lo escucho, ¿qué mierda estaba pasando?
—No deberías hablarme así, soy tu madre —Una voz chillona.
—Tenemos casi la misma edad, ¿de qué estás hablando?
—No importa, soy tu madre, me casé con tu papá —Escucho el suspiro de Leonardo, tan profundo había sido.
—Piérdete —Contestó él, mientras ponía con llave la puerta. Supongo que era alguien que no era bienvenido.
—Quiero ver a mis nietos.
—Te voy a repetir una última vez, porque tal vez tu maldito cerebro postizo no la capta —La voz había sonado demasiado fría—. Te vas o verás que soy capaz de hacer, para que ese estúpido orgullo de ser una Salvatore se vaya al carajo —Definitivamente le había dado como cuatro cachetadas con eso.
Después de eso no escucho más. Me acerqué para ver a los niños dormir; cuando me iba a sentar en el suelo para estar unos segundos en el celular, abren la puerta. Me giro asustada porque no lo veía venir y pasa el secretario para darme una leve sonrisa.
—Espero todo haya estado bien.
—Sí, los niños están dormidos —Señalo la cama de Matteo y luego la cuna; él asiente y me hace seña para salir y cierra con cuidado la puerta.
—El señor me dijo que habías escuchado un poco la conversación —Lo miro y dudo unos segundos en decirle la verdad, pero asiento—. Lo siento mucho, la mujer que ingresó es la cuarta esposa de Leonardo.
—¿Cuarta esposa? —Enarco una ceja, para soltar una barbaridad—. ¿Le sigue funcionando el pilín? —Marini se muerde el labio inferior para contener la risa.
—No estoy seguro de esa información —Tose un poco para seguir con su discurso—. La cuarta esposa es una de las más intensas que ha tenido y es la última que tuvo antes de morir hace tres años.
—Entonces, si no hubiera muerto, ¿habría tenido más?
—Sí, y más joven que la actual.
—Qué señor tan cuestionable —Susurro.
—No lo dudes ni un segundo —Alzo mi cabeza para encontrarme con Leonardo, estaba con su ceño fruncido—. No era una Salvatore.
—¿No era?
—No, mi madre fue siempre la Salvatore; él simplemente fue el esposo hasta que ella murió de una enfermedad y como tenía el apellido, quería llevarlo a lo alto.
—¿Eso no es muy mediocre? —Hago una mueca de solo pensarlo.
—Sí, pero al menos ya pasó a la otra vida —Leonardo se encoge de hombros—. Por lo que te llamamos es para mostrarte a la mujer. Si la conozco como la conozco, va a querer acercarse a ti, entonces no quiero nada con ella o algo relacionado con mi familia.
—Está bien, seguiré todas esas indicaciones —Asiento mientras ellos me dicen cada cosa. Escucho llorar al bebé—. Dame cinco segundos —Le digo mientras corro para agarrar con cuidado a Pablo, darle unos besitos por dormir tan juicioso. Veo que Matteo sigue en la cama; era un poco raro que durmiera tanto. Voy hacia él y toco su frente; estaba hirviendo.
¡Maldita sea! Salgo de la habitación rápido, sintiendo una urgencia casi desesperada por hacer algo para aliviar la fiebre de Matteo. Pasé el bebé a mi jefe de manera automática, apenas consciente de mi acción, y me lancé hacia la cocina en busca de un trapo y agua tibia. Cada segundo parecía una eternidad mientras corría por el pasillo, con el corazón latiendo con fuerza en mi pecho.
Finalmente, encuentro lo que necesito y subo las escaleras de dos en dos, con la mente llena de preocupación por el estado de salud de Matteo. Regreso a la habitación con el trapo húmedo y el agua tibia, sin prestar atención a los dos hombres que se habían quedado como estatuas con el bebé en sus brazos.
Al entrar en la habitación, me encuentro con el alivio de ver que Matteo todavía está dormido, pero su rostro está enrojecido por la fiebre. Con manos temblorosas, comienzo a pasar el trapo húmedo por su frente, tratando de reducir la temperatura de su cuerpo. El suave contacto del agua fresca parece calmarlo un poco, y puedo sentir cómo su respiración se vuelve más tranquila.
Debía poner en práctica lo que siempre había visto con mi abuela y mi madre, ahora recordaba cuando me enfermaba y siempre estaba mi mamá en la madrugada cuidándome, tuve un recuerdo fugaz que me hizo sentir lágrimas en los ojos. Me levanté para recoger a Pablo de los brazos de mi jefe y darle que su biberón mientras no dejaba de cuidar al mayor.