Cuando Elliot, un estudiante universitario, empieza a experimentar extraños sucesos en su hogar, nunca imagina que está a punto de adentrarse en un misterio que trasciende la vida y la muerte. La aparición inesperada de Blake, un fantasma atrapado entre dos mundos, desencadena una serie de eventos que revelan secretos ocultos y verdades perturbadoras.
Mientras Elliot intenta ayudar a Blake a encontrar su camino al más allá, ambos descubren que la conexión entre ellos es más profunda de lo que imaginaban. En su búsqueda, se enfrentan a enigmas sin resolver, fuerzas oscuras y un pasado que no está dispuesto a permanecer en silencio.
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El umbral de la verdad
Elliot permanecía inmóvil, su cuerpo congelado en una mezcla de miedo y confusión mientras miraba fijamente a Adrián. Los segundos se sentían eternos, y el aire entre ellos estaba cargado de una tensión casi palpable. Adrián, con su figura etérea, parecía aún más distante, como si estuviera a punto de desvanecerse en cualquier momento, pero sus ojos... esos ojos lo mantenían anclado a la realidad, profundos y llenos de secretos.
—¿Qué eres...? —susurró Elliot, casi sin darse cuenta de que había pronunciado las palabras.
Adrián dio un paso hacia él, pero su movimiento era lento, calculado, como si estuviera conteniendo una fuerza interna que lo empujaba a actuar. Elliot pudo ver la lucha interna reflejada en su rostro, un conflicto que no entendía pero que comenzaba a percibir como algo más que un simple enfrentamiento de bandos.
—No soy lo que tú crees —respondió Adrián, su voz un susurro grave que resonaba en el silencio de la casa—. Llevo más de dos siglos caminando entre los vivos, pero... no pertenezco a este mundo.
Elliot sintió una descarga de adrenalina recorrer su cuerpo. Había escuchado historias de seres inmortales, de criaturas atrapadas entre la vida y la muerte, pero siempre las había relegado a cuentos y leyendas. Nunca imaginó que uno de ellos estaría de pie frente a él.
—¿Cómo es posible? —preguntó, más para sí mismo que para Adrián, intentando procesar lo que estaba escuchando.
Adrián bajó la cabeza por un momento, como si estuviera reuniendo el valor para confesar algo que había guardado durante demasiado tiempo. Cuando volvió a mirarlo, su mirada era más intensa, más decidida.
—Hay cosas en este mundo que no deberías saber, Elliot. Cosas que... podrían destruirte si te acercas demasiado. —Su tono era sombrío, casi como una advertencia—. Yo debería mantenerme lejos de ti. Pero no puedo.
Las últimas palabras de Adrián resonaron en la mente de Elliot. "No puedo". ¿Qué significaba eso realmente? ¿Por qué parecía haber algo más detrás de las palabras que el simple deseo de protegerlo? Elliot sintió una mezcla de emociones que no podía desenredar: miedo, curiosidad, y algo más, algo que lo atraía inexplicablemente hacia Adrián, a pesar de las advertencias.
—¿Por qué? —se atrevió a preguntar, dando un paso hacia él—. ¿Por qué no puedes mantenerte lejos?
Adrián lo observó en silencio por unos segundos, y Elliot pudo ver el dolor en sus ojos, un dolor que parecía remontarse a siglos de soledad y lucha. Finalmente, Adrián habló, pero su voz era apenas un susurro.
—Porque tú... tú me haces recordar lo que es sentir.
Elliot sintió un nudo formarse en su estómago. La confesión lo tomó por sorpresa, y por un momento, se sintió incapaz de responder. Había algo en las palabras de Adrián, algo tan honesto y vulnerable que lo dejó sin aliento.
—¿Sentir? —repitió, su voz quebrada.
—Durante mucho tiempo... he vivido en las sombras. Sin emociones, sin propósito real. Solo sobreviviendo. Pero desde que te vi, Elliot... algo cambió. —Adrián hizo una pausa, como si estuviera debatiendo si debía continuar—. No puedo explicarlo. Pero cada vez que estoy cerca de ti, siento que... estoy despertando de un largo letargo.
Elliot no sabía qué decir. Las palabras de Adrián eran intensas, pero también aterradoras. ¿Qué significaba todo esto? ¿Y por qué sentía que, a pesar de todo, no podía alejarse de él?
El silencio entre ellos se rompió cuando el ambiente de la habitación se volvió más frío, y una presencia familiar se hizo evidente. Blake apareció a un lado, su expresión de alerta. Era como si pudiera sentir el peligro en el aire.
—No confíes en él —advirtió Blake, mirando a Adrián con recelo—. No importa lo que te diga, no es seguro.
Adrián no apartó la vista de Elliot, pero una sombra de dolor cruzó su rostro al escuchar las palabras de Blake.
—No estoy aquí para hacerle daño —dijo Adrián, sus ojos fijos en Elliot, buscando algún tipo de confirmación o comprensión—. Pero entiendo por qué desconfías de mí.
Blake flotó más cerca de Elliot, su presencia protectora envolviendo al joven.
—Elliot, no sabes lo que él es capaz de hacer. Ha estado escondido durante siglos, mintiendo, manipulando. No puedes confiar en alguien que ha pasado tanto tiempo ocultándose entre las sombras.
Elliot sintió el peso de las palabras de Blake, pero también la sinceridad en los ojos de Adrián. Estaba atrapado entre dos mundos, dos seres que lo atraían de maneras diferentes, y no sabía en quién confiar.
—Blake... —comenzó Elliot, pero no pudo terminar la frase.
—No es como tú, Elliot —interrumpió Blake, su voz urgente—. Él está atrapado entre dos mundos, pero su conexión con la oscuridad es mucho más fuerte que la tuya.
Adrián permanecía en silencio, observando la interacción entre Blake y Elliot con una mirada indescifrable. Finalmente, habló, su tono lleno de una seriedad que no podía ser ignorada.
—No puedes huir de lo que eres, Elliot. Tarde o temprano, tendrás que enfrentar la verdad. Y cuando llegue ese momento, espero que puedas ver más allá de las sombras.
Con esas palabras, Adrián se desvaneció en la oscuridad, dejándolos solos. El frío que había llenado el ambiente comenzó a disiparse lentamente, pero las preguntas seguían flotando en la mente de Elliot. ¿Quién era realmente Adrián? ¿Y qué papel jugaba en todo esto?
Blake, flotando junto a él, observó con preocupación.
—Debemos tener cuidado, Elliot. Esto apenas está comenzando.
Elliot asintió, sabiendo que la verdad que tanto había estado evitando estaba cada vez más cerca, y que, cuando finalmente la descubriera, nada volvería a ser igual.
El silencio que dejó la desaparición de Adrián era pesado, como si la misma casa hubiese absorbido su presencia, pero no su enigma. Elliot se quedó inmóvil, su corazón latiendo con fuerza en su pecho, mientras su mente intentaba procesar todo lo que acababa de suceder. Adrián no era simplemente un enemigo; era algo más. Su conexión con Elliot era innegable, pero también aterradora.
Blake se acercó flotando hacia él, su rostro era una mezcla de preocupación y enojo.
—No deberías haberle dado tanto espacio, Elliot —dijo Blake con voz baja pero firme—. Está jugando contigo, manipula tus emociones.
Elliot lo miró, y por primera vez en mucho tiempo, sintió que su relación con Blake era más compleja de lo que había pensado. Siempre había confiado en él sin cuestionarlo, sin dudar de sus intenciones, pero ahora, con Adrián en la ecuación, todo parecía incierto.
—No lo sé, Blake —respondió finalmente, su voz débil y temblorosa—. Hay algo en él... algo que no puedo ignorar. Es como si estuviera conectado a todo esto de alguna manera.
Blake frunció el ceño, flotando más cerca de Elliot, su presencia fría, pero reconfortante en su proximidad.
—Elliot, no puedes confiar en él. Yo sé lo que he visto a lo largo de los años. Criaturas como Adrián son peligrosas, están atrapadas entre dos mundos por una razón. No sienten de la misma forma que nosotros. Lo que él te dice... lo que parece ser... no es real.
Las palabras de Blake resonaron en la mente de Elliot, y aunque sentía que debería confiar en su amigo, una parte de él no podía ignorar la complejidad de lo que había sentido al estar frente a Adrián. Las dudas crecían dentro de él como una semilla plantada en tierra fértil.
—¿Y si... está diciendo la verdad? —preguntó Elliot con cuidado—. ¿Y si de alguna manera, no está mintiendo sobre todo lo que dijo? Sentía que había algo más, Blake. Algo real.
Blake lo miró con una intensidad inusual.
—¿Y si no lo es? —respondió Blake en un susurro—. ¿Estás dispuesto a arriesgarte a descubrirlo, aunque pueda costarte más de lo que estás preparado para perder?
El silencio cayó de nuevo entre ambos. Elliot no sabía cómo responder. Sabía que Blake tenía razón, que había un peligro real en confiar en Adrián, pero la verdad era que una parte de él ya estaba perdida en ese misterio.
Esa noche, Elliot se encontraba en su habitación, con la luz tenue del atardecer colándose por las cortinas. La sensación de opresión en su pecho seguía presente, como si el aire mismo fuera más denso, más pesado de lo normal. Se tumbó en la cama, mirando el techo, su mente llenándose de pensamientos conflictivos.
Blake, como siempre, permanecía cerca, vigilando como un guardián silencioso, pero Elliot notaba que algo había cambiado. No podía identificar exactamente qué era, pero sentía que la relación entre ellos ya no era la misma. Había una tensión subyacente, un malentendido que aún no se había resuelto.
—Elliot... —la voz de Blake lo sacó de sus pensamientos. Esta vez, su tono era más suave, menos autoritario—. Sé que estás confundido. No quiero que pienses que estoy tratando de controlarte. Solo quiero protegerte.
Elliot giró la cabeza para mirarlo, sus ojos encontrándose con la figura flotante y translúcida de Blake. En ese momento, comprendió que, aunque Blake quería lo mejor para él, había cosas que no podía compartir, decisiones que debía tomar por sí mismo.
—Lo sé, Blake. Y te lo agradezco. —Hizo una pausa, eligiendo cuidadosamente sus palabras—. Pero esto es algo que tengo que resolver yo. Siento que hay algo más en juego aquí, algo que no podemos ignorar.
Blake bajó la mirada por un momento, y Elliot pudo ver la lucha interna que se desarrollaba dentro de él. Finalmente, Blake habló, su tono era resignado pero comprensivo.
—Si es lo que deseas, estaré a tu lado, sin importar qué camino elijas. Pero ten cuidado, Elliot. El pasado siempre tiene una forma de alcanzarnos, especialmente cuando intentamos huir de él.
Esas últimas palabras se quedaron flotando en el aire cuando el sonido de una puerta cerrándose abajo interrumpió la conversación. Elliot se incorporó rápidamente en la cama, su corazón latiendo con fuerza de nuevo. ¿Quién podía estar en la casa a esa hora?
Blake se materializó a su lado casi de inmediato, su expresión volviéndose seria. Ambos sabían que no esperaban a nadie.
—Quédate aquí —dijo Blake, flotando hacia la puerta de la habitación—. Voy a ver quién es.
Elliot asintió, aunque sabía que no podría quedarse quieto por mucho tiempo. Apenas Blake salió de la habitación, Elliot se levantó y se dirigió hacia la ventana, intentando buscar alguna señal de lo que estaba sucediendo afuera. Pero la oscuridad de la noche lo envolvía todo, y no pudo ver nada.
Unos segundos después, escuchó pasos en el pasillo. No eran los de Blake.
Con el corazón latiendo desbocado, Elliot retrocedió lentamente hacia el centro de la habitación, buscando algo con lo que defenderse. Pero antes de que pudiera hacer nada, la puerta de su habitación se abrió lentamente, revelando una figura que no esperaba ver.
Era Lilith.
—Elliot —susurró ella, su voz quebrada—. Necesito hablar contigo.
Elliot sintió un nudo formarse en su estómago. Lilith nunca aparecía a esa hora sin motivo, y su rostro pálido reflejaba algo más que preocupación.
—¿Qué sucede? —preguntó él, acercándose un poco más, pero manteniendo cierta distancia, aún confundido por su repentina aparición.
Lilith tragó saliva, sus manos temblaban ligeramente. Elliot podía ver que ella estaba tratando de controlar su miedo.
—He estado investigando sobre el caso del que me hablaste... sobre el chico, Blake. Y... —Hizo una pausa, sus ojos se encontraron con los de Elliot, llenos de duda—. No sé cómo decirte esto, pero... hay algo que deberías saber.
Elliot sintió que el mundo a su alrededor comenzaba a desmoronarse. La verdad, esa que había estado evitando, estaba finalmente al borde de salir a la luz. Pero, ¿estaba realmente listo para enfrentarla?
Elliot sentía la tensión en el aire mientras caminaba por el campus en compañía de Lilith. No podía sacarse a Blake de la cabeza, pero sabía que no podía contarle nada a su amiga, no aún. Lilith hablaba sin parar sobre un nuevo libro que había descubierto, pero Elliot apenas prestaba atención. Su mente estaba sumergida en el misterio que envolvía a Blake y la extraña relación que estaba desarrollando con el fantasma.
Finalmente, Lilith se detuvo frente a él y lo miró con una sonrisa.
—¿Estás bien? —preguntó, dándole un ligero golpe en el brazo—. Has estado muy callado últimamente.
Elliot asintió, forzando una sonrisa.
—Sí, solo… he estado ocupado con algunas cosas. Nada de qué preocuparse.
Lilith lo observó un momento, como si intentara leer entre líneas, pero finalmente decidió no insistir. Sabía que Elliot a veces podía ser reservado, y si quería contarle algo, lo haría a su debido tiempo.
—Bueno, si necesitas hablar, ya sabes dónde encontrarme —dijo, sonriendo con calidez—. Sabes que siempre puedes contar conmigo.
Elliot agradeció sus palabras, pero el peso de su secreto era cada vez mayor. No era solo sobre Blake; también estaba Damián, que ahora sabía sobre el fantasma, y la creciente sensación de que algo más grande y oscuro se estaba acercando. Y luego estaba Adrián, quien todavía era un enigma, pero cuya presencia en los pensamientos de Blake lo perturbaba.
Esa noche, Elliot se encontraba en su habitación, pensando en lo que haría a continuación. Blake había desaparecido por unas horas, y Damián estaba fuera, probablemente en el bosque, como solía hacer en las noches. Elliot no podía evitar preocuparse por ambos.
De repente, la figura translúcida de Blake apareció en la habitación. Había algo diferente en su expresión esta vez. Parecía más serio, más… humano.
—¿Todo bien? —preguntó Elliot, sentándose en la cama.
Blake lo miró durante un largo momento antes de asentir lentamente.
—Necesitamos hablar, Elliot —dijo Blake con voz grave—. Hay cosas que no te he contado, y creo que ya no puedo seguir guardándolas.
El corazón de Elliot dio un vuelco. Sabía que algo así llegaría eventualmente, pero no estaba seguro de estar listo para enfrentarlo.
—¿Sobre qué? —preguntó, intentando mantener la calma.
Blake suspiró y se acercó, sentándose en el borde de la cama, aunque su cuerpo nunca tocaba realmente la superficie.
—No soy solo un fantasma atrapado, Elliot. Mi muerte… no fue un accidente. Y mi conexión contigo no es casual.
Elliot frunció el ceño, sintiendo un nudo formarse en su estómago.
—¿Qué significa eso? —preguntó, la confusión y el temor mezclándose en su voz.
Blake bajó la mirada, luchando por encontrar las palabras adecuadas.
—Estoy aquí por una razón, y tiene que ver con alguien que conoces… aunque aún no lo has encontrado.
Elliot sintió un escalofrío recorrer su cuerpo.
—¿Adrián? —preguntó en voz baja, recordando el nombre que Blake había mencionado antes.
Blake asintió lentamente.
—Adrián y yo estamos conectados de una manera que va más allá de este mundo. Y tú, Elliot… también formas parte de esto, aunque todavía no lo entiendas.
Elliot se quedó en silencio, tratando de procesar todo lo que Blake le estaba diciendo. La habitación parecía cerrarse a su alrededor, como si el aire se hiciera más denso con cada palabra.
—¿Por qué no me lo dijiste antes? —preguntó finalmente, sintiendo una mezcla de traición y confusión.
Blake lo miró, sus ojos llenos de pesar.
—Porque quería protegerte, Elliot. Sabía que esto no sería fácil de aceptar. Pero ya no puedo seguir ocultándolo. Las cosas van a cambiar, y necesitamos estar preparados.
Elliot se llevó una mano a la cabeza, sintiendo cómo una oleada de emociones lo invadía. Había confiado en Blake, pero ahora todo parecía más confuso que nunca.
—Entonces… ¿qué hacemos ahora? —preguntó, su voz temblorosa.
Blake lo miró con determinación.
—Nos preparamos. Porque lo que está por venir… no será fácil.
El silencio se apoderó de la habitación, mientras Elliot miraba a Blake con el peso de la verdad cayendo sobre él. Sabía que su vida nunca volvería a ser la misma, y que las respuestas que tanto había buscado estaban apenas comenzando a revelarse.